Buenas vibras y malas vibras

BUENAS VIBRAS Y MALAS VIBRAS

Juan José Morales

MoraVega0003 Casi todas las llamadas medicinas o terapias alter­nativas dicen tener origen milenario. La moraterapia no. Al contrario, hace gala de modernidad y proclama haber sido inventada casi apenas ayer, en 1977, por 2 alemanes: el médico Franz Morell y el ingeniero electró­nico Erich Rasche. Del primero, por cierto, no se sabe si tuvo parentesco con el médico personal de Hitler, Theodor Gilbert Morell, un singular personaje que también se dedicaba a terapias fuera de lo común.

La moraterapia -original­mente MO-RA terapia, por las primeras sílabas de los apellidos de sus inventores- se autodefine grandilocuentemente como «Una medicina electrónica biorresonan­te preventiva y regenerativa… un método de exploración y recuperación del equi­librio orgánico a través de la eliminación de las ondas vibracionales de sustancias tóxicas y otras informaciones frecuenciales patológicas que llevan el orga­nismo a enfermar».

Es bastante impresionante, pues utiliza un dispositivo con elec­trodos que se conectan al paciente en manos y pies, como se hace al tomar electrocardiogramas o electroencefalogramas. Así se da a las manipulaciones cierto aire científi­co o de tratamiento hospitalario.

Se basa, dicen sus promotores, en «el conocimiento del lenguaje electromagnético de nuestras célu­las» y en el hecho de que «todo órgano, tanto sano como enfermo tiene un espectro de vibraciones que varía de persona a persona y en consecuencia un potencial energético concreto». A partir de eso, «Morell tuvo la genial idea de borrar esas vibraciones anor­males creando una onda inversa para conseguir así anular el efecto patológico de la onda primera, y con ello facilitar la autocuración por medio de la liberalización (sic) de los sistemas reguladores orgánicos». Según los moraterapeutas «las ondas fisiológicas (¿?) son las que sostienen la vida, las que expresan el lenguaje intercelular (¿?) que permi­te el diálogo entre las células (¿?) Y por con­siguiente el dialogo entre los tejidos (¿?). El lenguaje interce­lular es un lenguaje coherente, es decir, las ondas están en concordia de fases (¿?). Aquellas ondas anormales, patoló­gicas, corresponden a las células que no funcionan normalmente por lo que emiten campos mag­néticos anormales».

PARLANCHINAS

Para decirlo en otros términos: las células y los tejidos de los pulmones, el páncreas, el hígado o el corazón se pasan el tiempo muy a gusto chacoteando alegremente y todo va de maravilla mientras están sanas, pues la comunicación es fluida y sin equívocos. Pero a veces a las pobres células se les «lengua la traba», tar­tamudean, balbucean y comienzan a decir toda clase de incoherencias, disparates y tonterías (por ejemplo a proponer el uso de terapias alter­nativas) y cuando ocurren esas fallas de «comunicación intercelular», a la gente le da diabetes, tuberculosis, cáncer, enfisema pulmonar, hepati­tis, un síncope cardiaco o cualquier otra cosilla por el estilo.

Las explicaciones de los mora­terapeutas son tan confusas que no dejan en claro si las enfermedades se deben a que se alteran las vibraciones o viceversa, que las vibraciones se trastocan como consecuencia de las enfermedades. Pero en cambio no tienen dudas sobre cómo curar al paciente: basta con taparle la bocota a esas célu­las o tejidos parlan­chines y corregir sus insensateces, pues «el principio básico de la moraterapia consiste en la anula­ción de las informaciones patológi­cas acumuladas en el organismo. El sistema de la biorresonancia tiene un campo fundamental de acción a nivel bioenergético aprovechando las ondas propias del organismo para la terapia, captándolas desde la superficie del cuerpo y devolvién­dolas en forma adecuada como on­das terapéuticas… es decir, las ondas anormales emitidas por células o tejidos patológicos pueden ser anu­ladas a través del procedimiento de inversión de fases».

Para ello se usa el aparato MORA, mediante el cual se puede «introdu­cir las vibraciones del propio pacien­te y devolverlas modificadas», el cual tiene «un separador que permite distinguir las frecuencias armónicas de las desarmónicas (sic) utilizando filtros que modulan la frecuencia, su amplitud y características específi­cas. Este sistema es capaz de invertir las frecuencias patológicas emitidas por el paciente por una conexión inversa. Las frecuencias fisiológicas vuelven al paciente y las frecuen­cias no fisiológicas o desarmó ni­cas son invertidas y, posteríormente, devueltas al paciente».

BUENAS Y MALAS

Supuestamente, en el aparatito de marras se han archivado previa­mente todas las vibraciones habidas y por haber correspondientes al organismo de un individuo sano y todas las vibraciones conocidas -y hasta algunas todavía desconocidas- de todas las enfermedades, trastor­nos, malestares, dolencias, aler­gias, intoxicaciones, molestias y de­más afecciones que pudiere pade­cer. Además, como se diría en el lenguaje juvenil, están debidamen­te clasificadas en buenas vibras y malas vibras. Así, basta conectar los electrodos al paciente -pero no hay nada qué temer, advierten los moraterapeutas, pues por las conexiones no pasa corriente alguna (en realidad no pasa absolutamente nada)-, y la máquina empieza a explorar sus vibraciones orgá­nicas. Si detecta una mala vibra, una vibración «desarmónica», de inmediato la modifica cambián­dole la frecuencia de oscilación, la convierte en vibración armónica, o sea en buena vibra, y adiós tumor canceroso, o anemia, o alergia, o gastritis, o lo que sea.

Pero no se crea que esas vibras son vulgares ondas sonoras o elec­tromagnéticas. Nada de eso. Son unas oscilaciones muy, pero muy especiales, tanto que sólo pueden registradas los moraterapeutas con su prodigioso instrumento.

Y no hay mal que resista una andanada de buenas vibras del moraparatejo. Lo mismo trastor­nos cardiovasculares que asma, bronquitis, neuralgias, depresión, úlcera gástrica o cualquier otro desequilibrio orgánico, a condición sólo de que no haya avanzado hasta destruir los tejidos afectados. Sirve también en casos de intoxicaciones y envenenamientos, pues las toxi­nas y las ponzoñas alteran el patrón de vibraciones orgánicas, yeso es lo que mata, no la acción quími­ca de la sustancia. Por lo tanto, si alguien bebe cianuro de potasio, no hay problema. Para arrancado de las garras de la muerte, basta restablecer la frecuencia normal de sus vibraciones celulares con el aparatito del Dr. Morell y el Ing. Rasche.

Sobra decir que la moraterapia no se basa en investigaciones cientí­ficas serias ni tampoco está avalada por ninguna institución científica o médica respetable, aunque utilice un lenguaje salpicado de términos técnicos y científicos. Es tan sólo uno más de esos engaños para ali­gerar bolsillos de pacientes crédulos o desesperados, dispuestos a creer que la causa de las enfermedades está en las malas vibras.

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