Viaje a Venus en un plato volador. La increíble historia de Salvador Villanueva (4)

VIAJE A VENUS EN UN PLATO VOLADOR

CAPÍTULO II

«Â¡LA INCREÍBLE VERDAD!

«¦

«Cerca del mediodía volvieron los dueños del au­tomóvil acompañados de un mecánico. Este me echó la culpa del desperfecto, por lo que tuvimos una discusión y allí mismo me rehusé a seguir adelante. Viendo que pasaba un camión de carga rumbo a Mé­xico, lo paré y pedí al chofer que me llevara. Ama­blemente, mi compañero abrió la portezuela y me introduje en el camión sentándome a su lado.

«Yo hablé poco. Le contestaba con monosílabos. Estaba aún fuertemente impresionado. Le conté el in­cidente que había tenido con los texanos, que ni siquiera me pagaron. Y él rió…

«Pasaron las horas. El notó que yo estaba preo­cupado. Dedujo que algo me pasaba y que yo se lo ocultaba. Finalmente, le conté una parte de lo que me había sucedido. El soltó la carcajada y su único comentario fue que seguramente yo había fumado mariguana.

«Disgustado, cambié la conversación. Y seguimos el viaje hasta México, en donde le dí las gracias y me dirigí rumbo a mi casa.

«Mi esposa también me notó alterado. Le dije que había tenido un disgusto, pero ella me dijo que tenía aspecto de enfermo. Me acosté y me puse el termó­metro. Tenía fiebre…

«Por la noche, viendo que yo no podía dormir y que me revolvía nerviosamente en el lecho, me preguntó qué me pasaba. Entonces le conté todo…

«Ella me escuchó con calma. Después, me acon­sejó que no se lo contara a nadie, pues me tomarían por loco.

«Me enojé. ¿De modo que ella me consideraba loco?

«-No -me dijo- Yo te creo. Te conozco y sé que no me dirías una mentira, pero los demás no te creerán…

«¿SERA VERDAD?…

«Salvador Villanueva Medina guardó el secreto du­rante dos años. Sólo lo sabían su esposa y sus dos hijos mayores. Cuando yo publiqué una serie de re­portajes sobre el tema apasionante de los discos vo­ladores, su esposa le aconsejó que me viera y me contara todo.

«Fue entonces cuando me escribió. Fue así como lo conocí. Y desde entonces, juntos hemos buscado pruebas de que dice la verdad. Hicimos una expedición a Ciudad Valles, acompañados de tres investi­gadores norteamericanos, a los que yo invité a ir. Encontramos el sitio en que había aterrizado la nave. Recorrimos la zona, en donde florece una espesa ve­getación tropical. Árboles y plantas estaban verdes en todos los alrededores, pero en el sitio en donde se posó la nave -un área casi circular, de quince metros de diámetro aproximadamente- todo estaba seco. Los arbustos estaban aplastados…

«Tomé muestras de la tierra del área seca y del área fértil, a unos cuantos metros de distancia. Las muestras fueron analizadas en los Laboratorios Phil­lips y no se encontró nada extraordinario. Sólo que la tierra de la zona es rica en fosfatos y en otras substancias. Y la muestra que tomé del área seca no contiene fosfato. Es salitrosa. ¿Por qué?

«Las dos muestras fueron tomadas a una distan­cia no mayor de cuatro metros.

«Ese es el primer indicio de que Villanueva dice la verdad, pero ya seguiremos adelante, para ofrecer otros datos, que no han sido publicados hasta la fe­cha…

CAPÍTULO III

«»™Â¡YO HICE UN VIAJE A OTRO PLANETA!»™

«¦

«»¦más tarde fue publi­cado por numerosos periódicos de los Estados Uni­dos, de Sudamérica y de Europa. En Caracas, el dia­rio Noticias, rompió su récord de circulación el día que lo publicó. Y más tarde fue transmitido un programa especial de televisión abordando el tema.

«Villanueva fue interrogado ampliamente por di­versas personas interesadas en la investigación. En mi estudio, yo lo ví contestar a todo con seguridad. Primero lo interrogó George Adamski, en su primer viaje a México. Después vino Desmond Leslie, de Londres, y pasó largas horas en mi departamento, ha­blando con él. Ambos aseguran que Villanueva dice la verdad.

«Yo seguí todas las pistas. Buscaba una prueba que demostrara de modo evidente la veracidad de la historia. Villanueva se prestó a auxiliarme. No sólo me acompañó a Ciudad Valles, sino a otros lugares, en pos de algún indicio importante. Y así nació en­tre nosotros una amistad que ha perdurado al través del tiempo.

«Y así llegó a mis manos otra narración extraor­dinaria, que supera en interés el caso Villanueva: el caso de un joven ranchero de Jalisco, que asegura que lo llevaron a otro planeta a bordo de una astro­nave»¦

«Un día, el correo me trajo un rollo de papeles escritos a máquina, que contienen la narración más extraordinaria sobre el asunto de los platillos vola­dores. Desgarré la fajilla postal, que traía el mata­sellos de Guadalajara y leí asombrado la carta que ustedes van a conocer»¦

«Firma Antonio Apodaca y dice así:

«»™Señor.

«»™Salvador Villanueva Medina. México, D. F.

«»™Muy Señor mío:

«»™En primer lugar, le suplico me dispense por es­cribirle por conducto del señor M. Gebé, pero por más pesquisas que hicieron unos parientes míos ra­dicados en el Distrito Federal, no lograron investigar su domicilio. Me he enterado de la aventura que co­rrió cerca de Ciudad Valles. Los parientes de quienes le hablo me mandaron los reportajes, que he leído con gran interés.

«»™Uno de mis parientes es doctor y hace aproxima­damente un año vino de vacaciones a mi rancho en Jalisco y le platiqué de una formidable aventura que yo había vivido. Naturalmente que por lo extraordi­naria que es, no me creyó absolutamente nada. Eso me mortificó en parte, máxime que como testigos «a medias» le presenté a mis dos peones, y como si eso fuera poco, hasta mi madre le aseguró la veracidad de mi relato.

«»™Pero vamos por partes…

«»™Yo estudié en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, terminando la instrucción primaria y la secundaria, y hubiera seguido hasta ingeniería, de no ser por la desgracia de haber perdido a mi padre. Tengo un rancho a seis horas de camino de la ciudad de Guadalajara. Como le digo, me vine al rancho, abando­nando mis estudios por esa desgracia, pero estoy con­tento y me ha ido bien, pues soy descendiente de campesinos y mi trabajo me agrada.

«»™Tengo ahora 23 años. Cumplo en este mayo, seis meses de casado y nos viene en camino nuestro pri­mer hijo. Me vive mi madre. Por tanto, verá usted que soy más o menos feliz.

«»™Pero de lo que yo le quería hablar y lo que le conté a mi primo, y por tanto, motivo de esta carta, es lo siguiente:

«ATERRIZAJE DE UN PLATIVOLO

«»™El día 9 de octubre del año de 1953, estando yo en compañía de mis dos peones, arreglando una cer­ca de un pequeño huerto que mi madre cultiva, nos llamó la atención un objeto que descendía a unos cien metros del lugar en que nos encontrábamos. Dicho objeto era azul brillante y afectaba una forma cir­cular.

«»™Los tres nos quedamos de una pieza. El objeto descendía lentamente, como desciende una pluma, me­ciéndose ligeramente en el viento.

«»™Cuando tocó tierra, ninguno de los tres nos atre­vimos a acercamos, ya que nos paralizó cierto te­mor.

«»™De pronto vimos rodeando al aparato, para di­rigirse a donde nos encontrábamos, a dos pequeños y extraños personajes. No medía el más alto arriba de un metro con veinte centímetros»¦

«»™Instintivamente me llevé la mano a la cacha de la pistola, para retirarla poco después avergonzado de mi cobardía. Los dos hombres se acercaban con pasos menudos y con los brazos en alto, hacia noso­tros. Cuando los tuve a tres o cuatro metros les pre­gunté quiénes eran y qué deseaban, puesto que ha­bían descendido en terrenos de mi finca.

Villanueva9MV Dibujo de la época que representa el avistamiento de Antonio Apodaca.

«»™Ellos dibujaron la mejor de sus sonrisas y ade­lantándose el más bajito me dijo en c1aro y sonoro español:

«»™-¡Somos amigos!

«»™Como ya dije, el más alto no medía más de 1.20 y el que se había adelantado era aún más pequeño. Llevaba un uniforme de aviador, de una pieza. La tela de que estaba hecho era una especie de pana de color gris, ajustado a los tobillos y muñecas, cubriendo con el mismo material las manos y los pies. Se cubrían la cabeza con un casco un poco más pro­longado en la parte trasera, pero no tanto como para evitar que su pelo gris y ondulado escapara de dicho casco, cayéndoles sobre los hombros. Me llamó la atención que llevaban un cinturón ancho y brillan­te.

«»™Tenían ojos de gato montés, pero su aspecto en general era inofensivo. Cuando el que habló me hubo medido con la vista; me dijo:

«»™-¡Qué alto es usted!

«»™Hasta entonces caí en la cuenta que seguían con sus bracitos en alto, por lo que me apresuré a decir­les que por qué no los bajaban.

«»™-Bueno… -me dijo- no queríamos que fue­ran ustedes a pensar que veníamos en forma de ene­migos y como usted está armado, lo más prudente era llegar como llegamos.

«»™Mis peones estaban alelados y hasta mi madre, que había salido a la puerta de la casa, atraída por los ladridos de los perros, estaba estupefacta.

«»™-Bueno -les dije- como supongo que vienen de visita, lo correcto es que los invite a pasar a la casa. ¿No es así?

«»™Les pregunté esto como bromeando y mi inter­locutor respondió:

«»™-Efectivamente. Nosotros venimos de visita y aceptamos su afabilidad.

«»™Me encaminé hacia la casa y cuando llegamos al pequeño portal de entrada, le dije a mi madre:

«»™-Le presento a usted a unos amigos de Guada­lajara que vienen a visitamos»¦

«»™No sé por qué se me ocurrió mentirle a mi ma­dre. Pienso que en mi subconsciente se formó la idea de que si lo hacía de otra manera, mi madre des­confiaría de los desconocidos.

«»™Mi madre, mide un metro y sesenta y cuatro cen­tímetros y yo mido un metro ochenta y dos, así que ya verá usted el contraste que había entre nuestros visitantes y yo, en estatura. Pero me apresuré a decir a usted que solamente en estatura, porque a decir verdad, algo había en esos señores que imponía cier­to respeto.

«»™Los pasamos a nuestra pequeña sala, invitándolos a sentarse. Con ­cierta agilidad treparon a los si­llones de tule que forman nuestro ajuar y me pareció correcto invitarles una copa de tequila, digamos, para iniciar la conversación. Moviendo graciosamen­te la cabeza me contestaron que tequila no, porque era una bebida muy fuerte y no querían embriagarse. Se alejó mi madre rumbo a la cocina, para aparecer poco después con una charola con algunas fru­tas y dulces. Sólo aceptaron nueces en dulce, que parecieron ser de su agrado. Por lo visto, mis visitantes eran gente chic, así que ya no les ofrecimos nada más.

«»™SERES DE OTRO MUNDO

«»™No hallando con qué agradar les invité a conocer la finca y aceptaron de inmediato. Mi madre se encaminó a la cocina a seguir preparando la co­mida y yo los llevé al huerto. Daba gusto ver el interés con que examinaban las hortalizas de mi madre. Se hubiera pensado que los amigos eran estudiantes de horticultura. Luego fuimos a nuestro corral y mostraron igual interés a la vista de nuestros cerdos, gallinas, patos y guajolotes. Tal parecía que en su vida no habían, tenido oportunidad de conocer uno de esos animales. Pero lo más asombroso fue cuando estuvimos frente a las vacas, pues su sorpresa llegó al límite cuando les dije que producían alimentos de gran calidad.

«»™Todo un laboratorio, dijeron sonriendo, pero en eso el laboratorio pegó un mugido espantoso. Creo que le sorprendió la traza de nuestros visitantes. Hubiera visto usted con qué ligereza se pusieron a distancia del animal.

«CAPÍTULO IV

«Â¡A BORDO DE LA NAVE INTERPLANETARIA!

«¦

«La plática que siguió -dice nuestro hombre- ­no se la repito porque la acabo de leer en los repor­tajes de M. Gebé y terminaría haciéndole pensar a usted que solamente lo copié. Me hablaron largamen­te sobre su mundo y sus costumbres y al leer lo que usted relata, encuentro una absoluta similitud.

«¦

«CAPÍTULO V

«Â¡EN OTRO PLANETA!

«¦

«CAPÍTULO VI

«LA URBE REFULGENTE Y PRODIGIOSA

«¦

«CAPÍTULO VII

«EL RETORNO A LA TIERRA

«¦

«»™Poco después aterrizamos en mi rancho. Llegamos el día 14 de octubre a las 12 y minutos. Puesto que habíamos salido el día nueve de octubre a las cinco de la tarde, el viaje había durado cuatro días y diecinueve horas.

«¦

«»™Mis amigos cumplieron su promesa. Dos semanas después aterrizaron en el rancho y pasaron allí tres días como huéspedes míos. Si le dijera todo lo que me platicaron, nunca acabaría esta carta.

«»™Durante su estancia en el rancho, cubrimos la na­ve con rastrojo y ramas secas para que no fuera visi­ble desde arriba, pues en ocasiones pasan por allí aviones de línea.

«»™Procuré atenderlos lo mejor que pude. Les conse­guí una gran variedad de semillas y les regalé tam­bién varias parejas de aves de corral de mi rancho. Espero que haya llegado todo bien.

«¦

«»™Le ruego que no me busquen.

«»™Adiós. Créame que me considero su amigo y compañero.

«»™Antonio Apodaca»™

Continuará…

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