HOMES VS HOLMES

HOMES VS HOLMES

Las increíbles parodias de Robert L. Fish

Por Mario Méndez Acosta

SchlockHomesEntre quienes se han encargado de perpetuar y acrecentar el maravilloso mito de Sherlock Holmes, se encuentran muchísimos autores clásicos del género policiaco. Uno de ellos. Robert L. Fish, ha utilizado su enorme conocimiento acerca de la leyenda holmesiana y sobre su ambientación en la Inglaterra victoriana, para escribir las más ingeniosas, sólidas y divertidas parodias que se puedan concebir.

El innumerable grupo de admiradores y seguidores de Sherlock Holmes, constituido por personas en verdad inteligentes, jamás han cometido el error de tomarse a sí mismas muy en serio, por lo que la labor de Fish ha sido recibida por ellos con un entusiasmo casi frenético.

A través de la pluma de Robert L. Fish, Sherlock Holmes se convierte en Schlock Homes y el Dr. Watson en Watney. Mycroft, el prodigioso hermano del gran detective, se transforma en Criscroft. El modesto inspector Lestrade deviene en el inspector Balaustrade, igual de insoportable. Moriarty es ahora Morty y el Coronel Moran cambia a Moron -imbécil, en inglés. La casera de Holmes, la amable señora Hudson, se transforma en la señora Essex -tanto Hundson como Essex son marcas, ya desaparecidas, de automóviles. La señora Essex tiene, por supuesto, una hermana residente en Sussex.

UN MUNDO EXTRAÑO

El noventa por ciento del humor de las parodias de Fish se basa en el juego de palabras «“pun, en inglés-, por lo que resulta difícil de ser expresado en español: sin embargo, lo que queda resulta de tal calidad que en verdad justifica un divertido recorrido para el lector hispanohablante por el extraño mundo de Schlock Homes.

Homes vive en Londres, en el presente, es decir en el siglo XX; sin embargo, no es un Londres ordinario. El genial detective se transporta utilizando únicamente carriolas jaladas por caballos; se alumbra con lámparas de gas y se comunica exclusivamente a través del telégrafo. Homes y Watney, cuando se refieren a Estados Unidos o a sus ciudadanos, hablan de «las colonias» o de «los «coloniales»; suponen que ahí el robo de caballos se castiga con la horca y que los indios mohicanos todavía hacen terribles correrías contra los ciudadanos blancos.

Homes gusta de trabajar largas horas en su laboratorio químico -marca Gilbert, por supuesto-; después de horas de investigaciones le anuncia ocasionalmente a Watney algún prodigioso hallazgo… como el logro de una aceptable variedad de whiskey casero.

Watney lleva el registro de los grandes enigmas resueltos por el genial detective y los bautiza con singular tino. En cada historia hace referencia a muchos otros casos que quizá algún día sean adecuadamente reseñados: por ejemplo, esa extraña aventura que involucro un caso de confusión de identidades en un cierto manicomio y que recibió el título de La Aventura de los Seis Napoleones.

Watney -al igual que ·Watson- no posee la habilidad deductiva de su colega, lo que lo hace fácil objeto de a veces no muy joviales bromas de Homes.

ellery_queens_mystery_196111Existe una escena típica, que se repite en varios relatos originales de Sherlock Holmes, del posible cliente que llega al departamento ubicado en Baker. St. 221-B y solicitar hablar confidencialmente con el genial sabueso, insinuando así que Watson debería salir del cuarto. Sherlock siempre responde que Watson es de su total confianza y que el visitante puede hablar sin temor.

Fish reconstruye esta escena de una manera un poco distinta: al solicitar el cliente discretamente la salida de Watney, Homes replica: «Puede usted hablar con toda tranquilidad. Mi amigo Watney es demasiado disperso como para, poder captar cualquier cosa que usted diga».

GUSTOS Y AFICIONES

Schlock, ávido fumador de cigarrillos triquinosis (triquinópolis en la obra parodiada), toca el violín y gusta de asistir a conciertos en el Robert Hall -marca de trajes con que parodia el nombre del gran teatro londinense, el Albert Hall. En ese recinto debutan extraños intérpretes, como et Coro de los Trabajadores del Control de Inundaciones de la Ciudad de Roma, que interpretan la cantata Detengan al Tíber: -Hold that Tiber!, versión algo modificada del viejo rag, Hold that tiger:- o bien el cantante Cyd Caesar, que presenta su versión de Etude Brutus. Homes es adicto a la Cota -a la Coca Cola, claro está- y formula una serie de deducciones acerca de sus posibles clientes con sólo verlos desde la ventana que, lamentablemente, nunca resultan.

Criscroft, hermano de Homes, trabaja en el Ministerio del Interior británico y resuelve infinidad de casos utilizando únicamente su prodigioso intelecto.

En una ocasión, Watney llega y descubre a los hermanos practicando su entretenimiento favorito. Contemplando una vieja fotografía de un distinguido caballero vestido a la usanza antigua. Schlock y Criscroft sostienen un duelo de deducciones acerca del personaje retratado:

-Ex estudiante de lenguas islándicas, dedicado al cultivo de árboles del hule -aventura Criscroft.

-Daltónico y zurdo -responde Homes.

-Antiguo acróbata de trampolín y experto organista de feria -observa Criscroft.

-Víctima del hábito del hashish -dice Homes.

Al observar la llegada de Watney los hermanos suspenden su duelo. Criscroft comenta entonces:

-Basta de esto, Schlock, ha llegado Watney, guarda la foto de papá y vamos a trabajar…

MAL TINO

ellery_queens_mystery_aust_196101_n163El método de Schlock Homes es el del error creativo. Equivocaciones acumuladas que se anulan unas a otras y conducen al éxito final para el genio: mas no para la justicia… lamentablemente.

Una historia muy representativa, que por fortuna no depende en su gracia del juego de palabras, es la Aventura del Soberano Falsificado -un soberano es también una variedad de moneda. Ocurre en 1962. Homes le informa a Watney que ha recibido un telegrama solicitándole una cita firmado, sencillamente, Hans Wolfgang Wilhem Hermann Adolph von Saxe Homburg. Gran Duque e Kitzle Farbstein. Rey de Belgravia.

Wateney señala que hay algo vagamente familiar en esta firma… «Si», dice Homes, «recuerda que ya hemos estado al servicio de su majestad al recuperar unas cartas comprometedoras de manos de Polly Adler»… Homes se turba, ya que recuerda al amor de su vida… (El gran amor del «verdadero» Sherlock Holmes era Irene Adler: Polly Adler en realidad es la autora del libro Una casa no es un hogar, una prostituta escritora. al estilo de Xaviera Hollander).

De pronto, irrumpe al departamento de Homes un individuo de unos 2.20 m. de altura con una capa de visón con rayos de armiño; un enorme ópalo al cuello; botas bordeadas de astracán y tachonadas de esmeraldas; y el pecho lleno de medallas. Un antifaz oculta su cara, aunque no la típica nariz de los Kitzle Farbstein.

-¡Su majestad! -murmura Watney.

-¡Por favor! -responde el visitante-; he venido de incógnito. ¡Aquí no seré más que el Sr. Kitzle, por un breve periodo!

El rey les describe una peculiar aventura que ha tenido al participar en una cacería de zorra. El animal perseguido cruzó una reja y el monarca le siguió, penetrando así en el jardín de una extraña residencia donde una multitud de personas vestidas en casacas de esgrima deambulaban por todos lados sin rumbo fijo.

Extrañamente, recuerda el monarca que las mangas de las casacas eran demasiado largas y estaban cosidas de los puños.

En ese momento, un individuo muy robusto detiene al rey y le pregunta: «¿Por qué no traes tu camisa?»

«Â¡Suéltame, bellaco!, ¡Soy el rey de Belgravia!»

«Claro, claro, ¿quién dice que no? ¿Pero cómo te quitaste tu camisa blanca?»

Después de noquear al insolente personaje, el monarca se enfrenta ante otra sorpresa. Uno de los encamisados, un individuo bajito y canoso, le reclama:

«Â¡Escoge cualquier otro: el duque de Windsor o Napoleón! Yo ya soy el rey de Belgravia».

Presa del asombro, el monarca opta entonces por abandonar el lugar.

Homes, fascinado por esta historia, decide hacer una visita al extraño lugar. Después de vestirse con sendas casacas de esgrima, Homes y Watney penetran a la mansión. En los jardines se encuentran con el personaje del que les habló el monarca, el cual se distrae apuntando su manga cosida en distintas direcciones y gritando «Â¡Bang!» Homes deduce inmediatamente que se trata del archivillano, el terrible coronel Moron. A continuación, nuestros héroes penetran a la cocina del curioso lugar, donde ocurre el siguiente diálogo con el cocinero:

-¡Hey tú! -grita el chef- ¿por qué andas espiando por ahí, como si fueras un Schlock Homes?

-Porque -responde fríamente el detective- ¡yo soy Schlock Homes!

-¡Claro que sí! -contesta el otro, -¡y yo soy Pierre, el del Ritz!

-¡Mucho gusto! -exclaman al unísono Homes y Watney, extendiéndose sus manos.

– ¡Váyanse de aquí ya muchachos, todavía faltan dos horas para la comida! Alejándose. Homes le explica a su amigo:

-Debes perdonarle, Watney, todos los grandes chefs son muy temperamentales y yo he oído hablar de este Pierre…

Finalmente, Homes deduce que ese lugar es una escuela de meseros y que Moron está entrenándose para poder infiltrarse en el cuerpo de camareros del rey de Belgravia con el objeto de asesinarlo. Para impedir sus planes malvados, Homes le habla a su hermano Criscroft y le pide que intervenga ante el gobierno para que se le cancele la licencia de servir alimentos a la supuesta academia de meseros.

Satisfecho por su solución, Homes se entera varios días después de una trágica noticia: Watney lee en el periódico una nota que informa de un motín de locos en un cierto manicomio rural, aparentemente causado por falta de alimentos.

Homes se conduele y se apresura a ofrecer cualquier asistencia a las autoridades en la solución de este triste problema.

MIL AVENTURAS

Homes se especializa en no dar una. Sin embargo, su fama no tiene límites. Robert L. Fish, al igual que Conan Doyle, lo mata en una Aventura Final y lo resucita en un triunfal regreso. Ahí, la aventura del corcel extraviado narrada en El Rayo de Plata se convierte en la infructuosa búsqueda de una marrana campeona, llamada la Duquesa de Bloating.

Homes confunde el arte abstracto con la obra de un vándalo enloquecido y hace arrestar a un cierto Passo Picablo. Su colega y amigo, el detective francés Septembre Duping -imagen del Auguste Dupin, de Poe- (Dunping, por cierto, significa «tomando el pelo») le pide ayuda para localizar a la madre de Whistler, que ha sido robada. Homes, supone que este cuadro es realmente una anciana y se horroriza al enterarse que los franceses la quieren recuperar tan sólo… ¡para colgarla!

Pero hay otro aspecto de la obra paródica de Fish que se nos puede escapar a los lectores hispanohablantes. Su monumental éxito se debe también a que constituye una sangrienta burla estadunidense dirigida contra el provincialismo y la pomposidad británica. Sus ridículos desayunos de curry con chutney; de arenque encremado o de colecitas de Bruselas con pastel de riñón o bien, su absurdo sistema monetario con piezas de «tres peniques con medio penique»: guineas inexistentes y soberanos absurdos, todos ellos son el objeto de la divertida y aguda mofa del cuentista yanqui.

En algún lugar, Fish llega al extremo de hacer decir a Homes cosas muy significativas, como, por ejemplo, que el nombre Sean O’Hara -de origen irlandés por supuesto- le parece «peligrosamente extranjero».

El culto a Schlock Homes se va convirtiendo poco a poco en una subcultura muy importante dentro del culto más amplio, dedicado al genial detective de detectives, el otro yo del terrible Homes, el único e inigualable Sherlock Holmes.

(Los relatos serios y las sátiras holmesianas de Robert L. Fish aparecen con regularidad en la revista Ellery Queen Mystery Magazine)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.