A las pruebas…

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A LAS PRUEBAS…[1]

Por Mauricio-José Schwarz

Los charlatanes de toda laya insisten en que todo tiempo pasado fue mejor y que los «arcanos» conocimientos de los hombres primitivos eran sin duda más avanzados que los actuales (dejo fuera de esta generalización a los astroarqueólogos, de quienes ya hablamos). Así pues, la astrología, la alquimia, la magia en todas sus formas, los conjuros y hechizos, los secretos de la Biblia y la cábala se suponen muy superiores a lo alcanzado en los laboratorios y en las mentes de genios como Einstein, Hawking, Reed, etcétera. Veamos pruebas, para ver si la tan maltratada ciencia es en efecto inferior al conocimiento arcano.

alquimista_peter_bruegelLa piedra filosofal fue sin duda una de las quimeras más perseguidas por los alquimistas. La tal piedra, que debía ser fabricada con una mezcla de semiciencia prequímica y conjuros mágicos y podía convertir los metales viles en oro. Ningún adorador de la alquimia, ni entonces ni ahora, ha logrado un microgramo de oro. La ciencia, sin embargo, con los conocimientos de la física atómica sistematizados y aplicados, ha logrado la trasmutación de los metales. Y si en los aceleradores de partículas no se han dedicado a convertir el plomo en oro, se debe sencillamente a que el procedimiento es incosteable. Cuesta más hacer un gramo de oro que el gramo de oro mismo.

La panacea universal, también conocida como el secreto de la vida eterna, se persiguió por similares métodos. Pero la prolongación de la vida sólo ha sido lograda por medio de la medicina científica (llamada «oficial» por charlatanes naturistas, homeópatas y demás). Igual, la resucitación de un muerto no se ha logrado nunca por conjuros ni invocaciones, sino gracias a procedimientos científicos, aparatos como los desfibriladores o sustancias como la adrenalina.

Telepatía es la comunicación entre mentes a distancia, algo que sonaba conveniente antes de Alejandro Graham Bell. No abundaremos en lo aburrido y confuso, que seria que todos conociéramos los pensamientos de todos, simplemente haremos notar que la radio y teléfono, hijos de la ciencia, han logrado hacer esta transmisión cotidiana, tanto que ningún «síquico» ha logrado pruebas incontrovertibles en laboratorio. Lo mismo se aplica a la telequinesis el movimiento de las cosas a control remoto, algo vilmente común para cualquier niño de clase media que tenga juguete controlado por radio.

Predicción o premonición es el conocer los acontecimientos antes de que sucedan. Ya Atistócrito hizo notar por aquí que quienes confeccionaron horóscopos o echaron las cartas para el 19 de septiembre han guardado avergonzado silencio. La ciencia, por su parte, sí puede predecir, por ejemplo, el resultado de un experimento, o las consecuencias de alguna acción (si azoto en el suelo una botella de nitroglicerina, estallará haciéndome papilla). Puede prever, como hizo Einstein, situaciones que posteriormente se comprueban (digamos los efectos de la gravedad sobre la luz o la bomba atómica). Si la ciencia no puede predecir si mañana se caerá un avión, al menos no lo pretende. Por otro lado, los «videntes» que no caen en el fácil truco de ser vagos en sus afirmaciones («Este año fallecerá conocido pintor»), han fracasado en sus pruebas de laboratorio y en la vida diaria.

Hay muchas supercherías, más recientes, que afirman barbaridades aún más espectaculares, como la Dianética o el Control Mental, pero basten estos ejemplos para mostrar que el racionalismo y el método científico son sin duda alguna más eficaces que otros procedimientos mágicos.

Lo que en verdad ofende la «dignidad» de los practicantes de las «ciencias ocultas» es que estén al alcance de cualquiera, quitándoles a ellos el poder que sus seudodisciplinas prometían a «los iniciados». Como la ciencia está al alcance de quien desee estudiarla y, además, acude a burdos elementos de la realidad cotidiana, les provoca una furia incontrolable. Buscan, siguen buscando «fuerzas ocultas» que les den preeminencia entre sus iguales, cosa que sólo logran mediante el engaño y el deseo de creer de muchas personas. Y en tanto se crea que la ciencia es difícil y la magia fácil y eficaz, seguirán ganando dinero.

Pero, como dice la primera ley de Arthur C. Clarke, científico y escritor ciencia ficción: «Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia».


[1] Publicado originalmente en Revista de Revistas No. 3971, México, 7 de marzo de 1986. Pág. 34.

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