¿No será un cha-cha-cha?

¿NO SERA UN CHA-CHA-CHA?[1]

Por Mauricio-José Schwarz

Los marcianos llegaron ya…, entonaba el vocalista de la orquesta América en tiempos en que mi generación apenas se enteraba de la existencia del mundo y se preparaba con ahínco para enfrentar las tremendas dificultades de la educación preescolar. La pegajosa cancioncita pasó por los elásticos labios de Tin-Tan, fue bailada por rumberas en decadencia y, de una u otra forma, permanece. Nosotros crecimos, fuimos a la escuela y, al fin, logramos olvidar lo que nos enseñaron. Descubrimos también formas literarias nuevas que no se consideraban en el mundo académico: el horror, la ciencia ficción y la fantasía. Luego nos enteramos de que existía un fenómeno llamado OVNI, siglas que denotan toda cosa inexplicable observada en el cielo. Y también nos enteramos de que una colección de «hambrientos de fe» había decidido que estos objetos eran -ni más ni menos- naves extraterrestres impulsadas por métodos desconocidos que traían a seres a quienes les interesaba contemplar nuestras atrocidades. Y ya que la CF hablaba -como parte de su universo imaginativo- de seres extraterrestres, la conexión quedó hecha y quienes no se interesan por conocer a fondo las cosas terminaron por identificar a la CF con los OVNI considerados como naves.

Una vez aclarado que los OVNI no tienen nada que ver con la CF, veamos cómo se desarrolló un interesante aspecto relacionado con los primeros: los contactados. Una vez alguien supuso que los objetos en el cielo son naves interestelares, no tardaron en aparecer quienes decían estar en «contacto» con los ocupantes de las susodichas. Kenneth Arnold vio los primeros «platillos voladores» en 1947, y apenas pasaron siete años para que el reverendo George King afirmara que era cuate de un extraterrestre llamado Aethereus. El buen señor King oía voces que en otras épocas hubieran sido tomadas como manifestaciones del más allá, posesión satánica o simple esquizofrenia. Pero ello no obstó para que fundara una iglesia llamada -en honor a su cuate- la Sociedad Aethereus, que afirmaba que los ET (extraterrestres) son simples guías espirituales, consejeros religiosos que no parecen muy interesados, pese a su avanzada tecnología, a ayudamos a evitar el hambre y la guerra. No muy buenos guías, diríamos.

Ya antes, en 1953, George Adamski afirmó ser tan cuate de los ET que se lo llevaron al espacio. Estos venusinos le describieron su planeta, pero eran tan malos geógrafos que todas las observaciones posteriores de Venus han demostrado que la realidad es distinta. Otros tipos, como George Van Tassel, se dieron por contactados e iniciaron la construcción de aparatos «según planos extraterrestres». Van Tassel, por ejemplo, construyó el Integratrón -una supuesta máquina rejuvenecedora- en el desierto de Yucca y fundó su iglesia: el Ministerio de la Sabiduría Universal. La tal sabiduría no salió muy bien parada pues pese a la supuesta supervisión de ingenieros de otros mundos, el «Integratrón» jamás funcionó, ni siquiera cuando la viuda de este contactado se lo donó a otros amigos de los extraterrestres: la Iglesia Cristológica.

Pronto se necesitaron nuevos casos más apantallantes. Y aparecieron los secuestros, inaugurados en 1961 por los esposos Betty y Barney Hill, quienes afirmaron haber sido secuestrados por un platillo volador y examinados por ET. A partir de ese momento se multiplicaron los casos de secuestro, cada uno más aderezado que los anteriores. Luego vinieron los secuestros síquicos e incluso casos cómico-delictivos como el de un joven brasileño que detectaba a las damas que creían firmemente en los extraterrestres para colarse a las habitaciones de las bellas durante la noche, presentarse como extraterrestre y ofrecer amablemente una donación de su semilla a las extasiadas creyentes.

El problema básico de los contactados siempre ha sido su incapacidad para traer, como prueba de su experiencia, ya no digamos un objeto de notoria tecnología extraterrestre, sino siquiera un conocimiento original, una relación matemática novedosa o una habilidad adquirida. Sólo se les puede estudiar por medio de la hipnosis regresiva. Pero siempre queda el problema: ¿están realmente hipnotizados? A veces no es difícil engañar a un siquiatra, sobre todo si él está convencido de que los marcianos llegaron ya. Por otra parte, en varias ocasiones se ha comprobado que una persona bajo hipnosis puede afirmar como real algo en lo que honradamente cree. Así que la hipnosis regresiva tal vez sólo sirva para indicar que los sujetos realmente creen en lo que dicen… aunque no haya sido físicamente real, sino un sueño, una alucinación o incluso una anterior sugestión poshipnótica.

Las descripciones de la ET son variadas, pero hay una fuerte tendencia a identificarlos con el modelo ario de la belleza: altos, rubios y ojiazules como Brookie Shields. Sin embargo, como dice Arthur C. Clarke, por simple ley de probabilidades es muy difícil que otra especie inteligente en el universo sea físicamente idéntica a nosotros.

Poco a poco, el fenómeno de los contactados ha ido derivando hacia relaciones más estrechas con otros negocios ya bien establecidos como la astrología, la parasicología y sectas místicas que en cualquier momento pueden volverse tan peligrosas como las de Charles Manson o Jim Jones. Al menos ya se ha dado un caso en que un matrimonio, miembro de la Fratellanza Cósmica, interpretó de manera muy peculiar las enseñanzas de esta iglesia y terminó por asesinar a su hijita para que encontrara la felicidad en la reencarnación, por lo menos uno de los infanticidas se suicidó después.

Y queda, claro, la pregunta de siempre en el aire: ¿qué criterios siguen los supuestos extraterrestres para hacer sus contactos? ¿Por qué eligen gente al parecer impreparada tanto intelectual como emocionalmente? Es más o menos lo que ocurre con quienes ven OVNI y que no suelen ser astrónomos ni encargados de radar que tienen siempre la vista puesta en los cielos, sino sujetos comunes que una vez alzan la vista a las alturas y empiezan a ver «cosas».

Por supuesto que el fenómeno OVNI existe. Pero el hecho de que no se disponga de datos suficientes no implica en forma alguna que se trate de naves. Quienes creen sinceramente estar en contacto con seres de otros mundos viven una cuestión de fe difícil de criticar. Pero por desgracia en no pocas ocasiones encontramos sujetos que obran de toda mala fe, como auténticos charlatanes y embaucadores que se aprovechan, como siempre, de los infinitos deseos que tiene la gente de creer en alguna fuerza salvadora externa, independiente de la humanidad, que nos salve de una realidad admitidamente agresiva.


[1] Publicado originalmente en Revista de Revistas No. 3906, México, 7 de diciembre de 1984. Pág. 29.

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