LOS SITIOS SAGRADOS Y LA CONSERVACIÓN

LOS SITIOS SAGRADOS Y LA CONSERVACIÓN[1]

Juan José Morales

El concepto de «sitio sagrado» que los grupos indígenas, no sólo de México sino del mundo entero, utilizan para denominar ciertos lugares especialmente importantes en su cultura, puede parecer a muchos simple remanente de antiguas religiones. Y de hecho, así se nos ha hecho creer. Pero en realidad la definición de sitio sagrado va mucho más allá de lo puramente religioso o místico y está íntimamente ligado a la protección y conservación del medio ambiente y los recursos naturales.

clip_image001Ofrendas en la gruta de Balankanché, próxima a Chichén Itzá. La gruta fue un sitio sagrado de los mayas y se mantuvo con tal carácter por siglos después de la conquista.

Así lo subrayan Fernando Limón Aguirre, Miguel Ángel Vásquez Sánchez y Anna Horváth, investigadores de El Colegio de la Frontera Sur, en un artículo publicado en un reciente número de la revista Ecofronteras, de dicha institución científica.

«La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) «”dicen»” explica que un sitio natural sagrado es un área de tierra o agua con un significado espiritual especial para los pueblos y comunidades»¦ (y) de hecho, podría tratarse de las más antiguas áreas protegidas.»

Esto es así, señalan, porque «entre los pueblos originarios de todo el mundo, proclives a venerar y rendir culto a lo que se identifica como divino, existe una racionalidad que confiere sentido sagrado a toda la naturaleza. De ese entendimiento se desprenden las primeras formas de conservación al unir lo espiritual, lo ético y lo práctico, con base en la convicción de que el ser humano pertenece a la naturaleza y depende de ella. De ahí que se la conciba como proveedora «”la Madre Tierra»”, que se le quiera, se le respete y se le cuide. Reconocerlo así es importante para comprender las formas y las reacciones de defensa «”de protección y conservación»” ante acciones sacrílegas (aquellas que causan lesión a lo sagrado) en determinadas áreas naturales protegidas, mismas que han sido definidas y establecidas mucho antes que cualquier dictamen gubernamental.»

En México «”asientan en otra parte del artículo»” «los sitios naturales sagrados se encuentran en cualquier parte donde haya culturas indígenas, o en zonas mestizas que han heredado visión y recursos de aquellas. Principalmente los hay en el sureste (Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tabasco y la península de Yucatán), además de Querétaro y San Luis Potosí.»

clip_image001[5]Indígenas zoques en la ceremonia de la pesca de la sardina ciega, un ritual de origen prehispánico dedicado al dios de la lluvia. Se realiza en la Cueva del Azufre cerca de Tacotalpa, Tabasco. Pero, por presión de las autoridades, la ceremonia ha sido adulterada y desvirtuada para convertirla en simple atracción turística.

Se considera sagrados especialmente «ciertos lugares con agua o donde viven especies de plantas o animales de interés simbólico; cuevas, cerros o rocas altas; volcanes, cascadas, lagunas, manantiales u otras formaciones naturales. En las zonas maya, zoque y chiapaneca, o en general en Mesoamérica, destacan también los cenotes y hay animales que por vincularse con lo divino, están asociados con estos espacios, por ejemplo, el quetzal, la culebra, el jaguar, el murciélago, el mono o el colibrí.»

La UICN estima que hay en el mundo más de un cuarto de millón de sitios naturales sagrados, y en su gran mayoría «”si no es que en su totalidad»” se encuentran bajo graves amenazas debido «”dicen los autores del artículo»” a «proyectos de turismo masivo, desarrollo industrial, construcción de hidroeléctricas, minería, modernización y expansión de las fuerzas del mercado».

Un caso emblemático, sobre el cual se ha publicado bastante en los últimos tiempos y que se menciona en el artículo, es el de Wirikuta, en San Luis Potosí, que se observa en la fotografía de abajo. Es un conjunto de 40 sitios sagrados de los wixaritari «”mal llamados huicholes»” y está registrado como tal desde 1988 por la Unesco en la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales. Pero el gobierno mexicano ha estado concesionando las tierras de ese lugar a empresas mineras nacionales y transnacionales. Los wixaritari, desde luego, se oponen, y su lucha se presenta en los medios de comunicación como una simple actitud supersticiosa y una oposición irracional al progreso.

clip_image001[7]Pero, como bien señalan los autores del artículo, abrir minas en ese sitio sagrado de los wixaritari equivale a que «sobre la Mezquita de Omar en Jerusalén (de los musulmanes), la Basílica de San Pedro en el Vaticano (de los católicos) o sobre la ciudad de Lhasa en el Tíbet (de los budistas) se construyeran puentes y se escarbaran pozos para extraer petróleo o minerales «¦igual despropósito es que sobre los sitios naturales sagrados de cualquier pueblo, independientemente de su tamaño o de la población que los integre, se erijan e impongan proyectos sacrílegos e irrespetuosos con el argumento del progreso y el desarrollo económico».

Un riesgo semejante se corre en la zona maya, donde «”señalan los investigadores de Ecosur»” «cada pueblo (en sentido cultural) tiene al menos un sitio sagrado que sirve como reservorio de su memoria histórica y para su articulación cultural (lo que puede extrapolarse a cada comunidad). No obstante, es común que sin el mínimo respeto y con lógicas avasalladoras de poder y de intereses económicos, sobre estos sitios se monten proyectos de desarrollo».

Tal política, sin embargo, se contrapone a los lineamientos establecidos por los organismos internacionales de los que México forma parte y de los convenios internacionales suscritos o aceptados por el gobierno mexicano.

La llamada Declaración de Tokio, adoptada en 2005 durante un simposio internacional sobre los sitios sagrados naturales y los paisajes culturales, por ejemplo, pide a las organizaciones y a la comunidad de científicos a resguardar la diversidad biológica y cultural de esos sitios y hace un llamado a gobiernos y administradores de áreas protegidas para que consideren las directrices de trabajo de la UICN y la Unesco respecto a los sitios naturales sagrados.

Tales lugares, pues, deben ser respetados y protegidos. No por razones místicas o religiosas ni por romanticismo, sino como parte de nuestra herencia cultural y «”especialmente»” como parte de los esfuerzos por proteger y conservar el medio ambiente y los recursos naturales.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en la revista Gaceta del Pensamiento, de Cancún, Núm. 32, Mayo-Junio de 2015

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