Trump y el mito de las vacunas peligrosas

QUE NO LE DIGAN, QUE NO LE CUENTEN

Trump y el mito de las vacunas peligrosas[1]

Juan José Morales

Hace poco, Donald Trump repitió una de esas falsedades que, pese a haber sido probadas plenamente como tales, siguen circulando como si fueran verdades: que la aplicación de vacunas puede provocar autismo en los niños.

A mediados de septiembre pasado, en un debate entre precandidatos del Partido Republicano transmitido por la cadena de televisión CNN, y ante millones de televidentes, Trump afirmó seriamente haber sido testigo de cómo un niño que fue vacunado se volvió autista. Era «”dijo»” un lindo chico, pero un mes después de que se le aplicara la vacuna, experimentó una tremenda fiebre, enfermó gravemente, y ahora padece autismo.

clip_image001Las afirmaciones de Trump sobre una supuesta conexión entre las vacunas y el autismo fueron de inmediato condenadas por numerosos expertos en epidemiología y salud pública, quienes las tacharon de irresponsables y peligrosas. Dejar de vacunar a un niño, dijeron, no lo protegerá del autismo. Solamente lo expondrá a sufrir graves enfermedades potencialmente mortales.

En realidad, no fue esta la primera vez que Trump hizo tal afirmación. Lo mismo dijo hace dos años en una entrevista en la cadena Fox News, y no aclaró si se trataba del mismo niño o de dos casos diferentes. Pero, sea como sea, el hecho es que sólo está repitiendo algo que se ha demostrado hasta la saciedad que es falso, producto de un gran fraude científico.

Como ya hemos señalado en esta columna al menos en dos ocasiones durante los últimos seis años, de la inexistente relación entre las vacunas y el autismo comenzó a hablarse en 1998, a raíz de que un gastroenterólogo británico, el Dr. Andrew Wakefield, publicó en The Lancet «”una de las más influyentes revistas médicas del mundo»” un artículo en el cual afirmaba que las vacunas podía provocar autismo al afectar el sistema de defensa inmune del organismo, dando origen a una infección persistente del tracto gastrointestinal que a la postre ocasiona daño cerebral.

El artículo causó revuelo, pero a la vez fue severamente criticado porque se le consideró falto de rigor científico. Wakefield se basó sólo en el estudio de 12 niños «”una muestra demasiado pequeña para ser significativa en términos epidemiológicos»”, y todos ellos tenían problemas gastrointestinales previos a la aplicación de la vacuna. Por lo demás, no pudo establecerse una relación de causa a efecto entre el autismo y la presencia de virus de sarampión en los intestinos de los niños que lo padecían.

Finalmente, Wakefield se retractó de algunas de sus conclusiones y a lo largo de diez años una serie de estudios demostraron que había falseado sus datos, y que no había ninguna relación entre las vacunas y el autismo. Incluso, The Lancet lamentó haber publicado el artículo y lo borró de sus registros, y a Wakefield se le retiró la licencia para ejercer medicina. De hecho, puede decirse que las vacunas son la única posible causa de autismo que ha sido descartada por los investigadores.

Pero el daño ya estaba hecho. El mito de la peligrosidad de las vacunas se ha mantenido, sobre todo en ciertos sectores de altos ingresos proclives a creer todo lo que se dice en Internet y partidarios de las llamadas medicinas naturistas o alternativas y ha dado origen a un movimiento antivacunación, especialmente en Estados Unidos, que tuvo como resultado la reaparición de enfermedades, como el sarampión y la varicela, que ya habían sido controladas y prácticamente erradicadas gracias a las vacunas.

Como ya hemos dicho en esta columna, no hay que dejarse guiar por informaciones irresponsables y alarmistas acerca del supuesto riesgo de vacunar a los niños. Mucho menos si provienen de individuos de dudosa credibilidad como el tal Trump. El verdadero peligro es no hacerlo, pues al carecer de protección pueden contraer enfermedades que les causen la muerte o les dejen graves secuelas de por vida.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Jueves 8 de octubre de 2015

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