Un Mito Nada Moderno

Un Mito Nada Moderno

13 de noviembre de 2009

Extracto de «A Desconstrução de um Mito«, de Carlos Reis y Ubirajara Franco Rodrigues. Reproducción gentilmente autorizada.

En ufología, como en cualquier otra área del conocimiento, una conclusión prematura es ineludible al error, ya que la elaboración de un argumento anémico, impreciso, meramente inductivo se vuelve presa fácil del razonamiento lógico. La neutralidad y la exención, normalmente ausentes en estos casos, propician una línea sinuosa en la defensa de conceptos preestablecidos. Es necesario emplear la técnica socrática para deshacer falsas creencias y eliminar a los agentes maliciosos de pensamiento. Desde un punto de vista más técnico, la falta de rigor en el levantamiento de datos, el análisis e interpretación malhecha de los hechos y el uso incorrecto de metodologías confiables impiden la generación de conocimiento[1].

El mito de los discos voladores se origina de una realidad material desconocida, pero trasciende a medida que incorpora dinamismos psicológicos, fuerzas arquetípicas y patrones culturales, forjando un nuevo significado para la articulación de tales elementos. Este proceso hace que la realidad material que sirve de sustrato al mito pierda toda la importancia, sumergida por la configuración formada. Llegamos incluso a preguntar si ese mito no existiría sin ninguna referencia al plano físico, el cual dudosamente desempeña el papel de mero cimiento para una construcción psicosociológica que le supera en importancia tanto cuantitativa como, sobre todo, cualitativamente.

De acuerdo con eso, y dentro de la perspectiva hermenéutica, la propia ufología puede ser descrita como un proceso de reactualización del pensamiento mítico, pareciendo construir una red holística. Esta, consciente o inconscientemente, integra los antiguos mitos a la cosmovisión técnico-colectiva sobre la que se apoya nuestra cultura, completándola y, de esa forma, transformándola. Por eso, uno de los aspectos más fascinantes de la ufología es el estudio de los «dioses-astronautas», que busca sus fuentes en el pasado remoto, asimilando mitología e historia. Su objetivo, no declarado ni reconocido, es integrar los discos voladores a las raíces del espíritu humano, renovando el contacto con ellas. Cuando algo viene a la luz – escribe Jacques Lacan algo que nos obliga a admitir como siendo nuevo, cuando otro orden de la estructura emerge, él crea su propia perspectiva en el pasado, y entonces decimos: esto jamás pudo haber estado allí, existe desde toda la eternidad[2].

Es una regla empírica cuyo alcance puede ser demostrado incluso en el ámbito de la ufología. Que el fenómeno ovni es «otro orden de la estructura», he aquí algo que sólo ahora empezamos a percibir con todas sus implicaciones, y la novedad está en ser algo «viejo», captado al menos desde el grito de alerta de Kenneth Arnold. Esto jamás pudo no haber estado ahí, dijeron los ufólogos, y se pusieron a rastrear los registros históricos, míticos y legendarios, biblia, escrituras indias, para concluir que somos visitados por extraterrestres «desde toda eternidad». Es casi seguro que la búsqueda de los dioses-astronautas es, de hecho, una búsqueda de dioses.

Si se consulta cualquier compendio de mitología, difícilmente encontraremos un tema que ya no haya sido reescrito en lenguaje espacial por Däniken, Charroux, Kolosimo y todos aquellos defensores de la teoría de los dioses-astronautas. El éxito de esta empresa ratifica la alteridad del fenómeno como factor estructurante del orden mítico-histórico: los ovnis pueden realmente estar por ahí hace miles de años, pero la novedad es creer piadosamente que se trata de naves espaciales tripuladas por extraterrestres. Esta es una de las más fuertes evidencias de que, con los discos voladores, estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo mito. Un mito moderno.

En el fondo, estamos lidiando con una cuestión muy antigua – la percepción de la realidad conforme a nuestra percepción de la realidad. En los siglos 6 y 7 a. C. ya se discutía la relación hombre-objeto con Sócrates, Tales, y otros grandes pensadores. Protágoras, el padre del relativismo, fue exiliado en 415 a. C. sólo por afirmar que, con relación a los dioses, no puedo estar seguro de que existen o no, ni de cómo son en aspecto; porque son muchas las cosas que bloquean el conocimiento seguro – la oscuridad del conocimiento y la brevedad de la vida humana[3]. Pero ese es sólo el punto de partida. Atravesamos dos milenios y la discusión permanece abierta, para deleite – o desesperación – de los filósofos. Sin embargo, se trata aquí no de discutir o filosofar la realidad del fenómeno ovni que es – perdone la redundancia – indiscutible. El problema son los procedimientos en el abordaje del fenómeno, estos sí, altamente discutibles.

¿El rey está o no desnudo?

En el sentido más estricto, nada puede ser verdaderamente probado por inducción, y la ufología ha sacado sus conclusiones a través de propuestas eminentemente inductivas – aquellas que son probables a la luz de las evidencias. La cuestión es que no existen evidencias y sí indicios, y esa diferencia lingüística hace mucha diferencia. Mientras el fenómeno es circunstancial, inestable, atípico, inaprensible, insinuante y disimulado, su investigación es ilusoria, caótica, inconclusiva y tendenciosa. Esta fractura inviabiliza la consolidación de las relaciones entre uno y otro. Es necesario reaprender las formas de investigación, romper el hilo tenue del discurso vacío y ventilar un ambiente saturado de caprichos quiméricos. En el caso de que se trate de una persona que no sea de su familia, sin ninguna perspectiva de vuelos más altos o de inmersiones más profundas. Es la parte visible de aquel iceberg.

¿El rey está o no vestido?

La verdadera ufología no es la que desfila ante nuestros ojos

En el abanico de manifestaciones que hacen la ufología se asemejan a un inextricable rompecabezas, están las abducciones, cuya credibilidad es altamente cuestionable en razón de un cuadro conocido como «sintomatología de abducción postraumática», es decir, secuelas físicas y comportamientos observados en las personas que afirman haber sido secuestradas por alienígenas. Pero estos síntomas y estas marcas también se producen por otras causas, otro punto controvertido en la investigación de esas narrativas. Hay un mecanismo inconsciente en acción que ha sido objeto de estudios no sólo de los psicólogos y psiquiatras – los especialistas más directamente involucrados con esa casuística – como también de los neurólogos, sociólogos y antropólogos, ya que es necesario primero separar aquellos componentes inconscientes para llegar a un diagnóstico más correcto. Es consenso entre estos estudiosos que diversas otras experiencias presentan el mismo cuadro sintomatológico, como las Experiencias de Casi-Muerte (EQM), las llamadas «viajes astrales», si son realmente posibles, y el uso de alucinógenos, entre otras.

Lo que no se sabía sobre el funcionamiento del cerebro, décadas atrás, comienza ahora a tener mayor y mejor conocimiento. El desarrollo de nuevas drogas para uso medicinal, principalmente con aplicación en neurología, ha proporcionado a los investigadores descubiertos casi revolucionarios que ponen en jaque ciertas creencias en el campo de la parapsicología, como la «proyección astral», por ejemplo. En 2002, el neurólogo suizo Olaf Blanke descubrió que, excitando ciertas áreas del cerebro a través de la estimulación eléctrica en pacientes listos para ser operados para el tratamiento de epilepsia, provocaba el desencadenamiento de sensaciones como abandono del cuerpo y fluctuaciones por el recinto.

Los médicos del equipo de Olaf, de los Hospitales Universitarios de Ginebra y Lausanne, creen que el giro angular es el lugar donde la información visual se asocia con el sistema de representación del cuerpo a través de datos sensoriales, como el tacto. A lo que todo indica, existen en el cerebro grandes áreas relacionadas con las emociones, que se encuentran fuertemente activas durante las experiencias místicas, los estados meditativos, las experiencias extracorpóreas y las experiencias cercanas a la muerte. De la misma manera, dos investigadores de la Universidad de Pensilvania, Andrew Newberg y Eugene D’Aquili, que escribieron el libro «Why God will not go away» (porque Dios no se va), estudiaron grupos de meditantes budistas y monjas franciscanas en oración, y se comprobó que en estado de oración o meditación profunda ocurre una disminución drástica de la actividad cerebral en el lóbulo parietal superior, justamente la misma área del cerebro responsable por el sentido de orientación en el tiempo y en el espacio, así como la diferenciación entre el individuo y los demás seres y cosas[4].

¿Qué significa esto? ¿A dónde queremos llegar? Significa que el avance de la ciencia, en particular de la neurobiología, está abriendo nuevos caminos acerca de la investigación cerebral, caminos nunca antes trillados pero intuidos y exhaustivamente buscados. Con eso, queremos decir que toda manifestación de carácter paranormal, mediúmnico, místico, esotérico, ocultista, que tenga sus raíces en la mente humana, debe ser reexaminada profundamente, sin ningún prejuicio. ¿Sería lícito suponer – por más absurdo que pueda parecer – que existen áreas en el cerebro cuyos circuitos están especializados en fe o apego religioso? Es precisamente ahí donde se inicia la penumbra de nuestro conocimiento. Tal vez por lo que los neurocientíficos se han negado sistemáticamente a dedicar tiempo e investigación al tema. Este es el pensamiento del Dr. Edson Amáncio, neurocirujano del Hospital Albert Einstein, de São Paulo. Él mismo plantea otra duda: ¿Puede una avería, un cortocircuito en las redes neuronales que parecen gobernar la fe, desencadenar una creencia que no existía o estaba dormida?[5] Si las preguntas sólo están empezando, no se puede pretender respuestas definitivas de quien sea. En cualquier caso, recomendamos que guarde bien esta información, porque será bastante útil cuando lleguemos al capítulo «El árbol de los frutos dorados».

http://www.ceticismoaberto.com/ufologia/2739/um-mito-nada-moderno


[1] Oliva, A.; op. cit.

[2] O Seminário, livro 2: O Eu na Teoria de Freud e na Prática Psicanalítica. Jorge Zahar Editor, RJ, 1985.

[3] Fearn, N.; Aprendendo a Filosofar em 25 lições, Jorge Zahar Editor, RJ, 2004.

[4] In O cérebro e as viagens astrais, Dr. Luiz Otávio Zahar, www.ippb.org.br

[5] Scientific American Brasil, Religião e Epilepsia, abril de 2006

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