Elizabeth Klarer: viajera espacial 5

Historias de amantes del espacio exterior

Por Nigel Watson

Desde el famoso rapto de Antonio Vilas Boas en 1957 se sucedieron muchos «encuentros demasiado cercanos» donde los testigos alegaron haber mantenido relaciones sexuales con las supuestas criaturas de otros mundos. Los casos más increíbles y una hipótesis ¿cómo decirlo? excitante.

«Sombras grises incansables y hambrientas, volando en discos brillantes, preparadas y dispuestas a alimentarse de las almas de la Humanidad… consumiendo la mente colectiva de la Humanidad, atacando silenciosamente el lugar más importante tocado por Dios… los vientres de nuestras mujeres. Allí ellos se entretienen, vientre tras vientre, desvalijando el sitio más precioso de todo el Universo con su simiente muerta». Esto escribe Nigel Klemer en su «Song of the Greys» (1997), refiriéndose a la manifiesta obsesión alienígena por la sexualidad humana y la procreación. Casi desde sus inicios, el sexo y los ovnis se convirtieron en inseparables compañeros de cama. La aventura del joven brasileño de 23 años Antonio Vilas Boas el 16 de octubre de 1957 probablemente acabó convirtiéndose en el caso más famoso de sexo interestelar. Antonio se encontraba arando un campo en la granja familiar cuando el motor de su tractor se detuvo, al mismo tiempo que un objeto con luces púrpuras descendía del cielo. Varios humanoides enfundados en sus trajes espaciales salieron del aparato, lo capturaron y lo llevaron a su interior, donde lo sometieron a lo que parecía ser un examen médico. Lo desnudaron, le extendieron un líquido extraño por todo el cuerpo y le tomaron una muestra de sangre. Lo dejaron solo en una habitación durante un buen rato hasta que apareció una bella mujer de pelo claro. Estaba también desnuda y Antonio se sintió rápidamente atraído hacia ella. Sin hablar ni besarse, hicieron el amor, mientras ella gruñía como un perro. Pese a las extrañas circunstancias (o quizá porque el líquido tenía unas propiedades similares al Viagra) Antonio incluso tuvo ocasión de una segunda vuelta. Entrevistado más tarde, declaró: «Antes de dejarme, ella se volvió hacia mí, señaló a su vientre y sonriendo… apuntó al cielo». Antes de dejarlo ir, sus captores invitaron a Antonio a dar una vuelta por toda la nave. Antonio llegaría a convertirse en abogado y, 30 años después, seguía manteniendo sus declaraciones.

Los famosos contactados de los años 50 hicieron relatos semejantes sobre sensacionales relaciones sexuales con los ocupantes de los ovnis. Howard Menger, por ejemplo, mantuvo encuentros regulares con Marla, una bella mujer rubia procedente del espacio exterior que aseguraba tener 500 años de edad. Ella proyectaba tal «calor, amor y atracción física» que él la encontraba irresistible. Menger se divorció de su mujer para casarse con Marla (conocida en la Tierra como Connie Weber). Truman Bethurum, a partir de Julio de 1952, también afirmó haber mantenido distintos encuentros con Aura Rhanes, la capitana de un platillo volante, que él describía como «lo máximo en belleza y formas bien proporcionadas». La mujer de Bethurum no quedó tan impresionada por aquella «reina de las mujeres» y acusó a Rhanes en su petición de divorcio.

Desde finales de los 40 hasta principios de los 60, las mujeres contactadas (en contraste con las actuales mujeres abducidas) fueron pocas y muy distanciadas. Pero ello queda compensado con la asombrosa historia de Elisabeth Klarer, quien en 1956 se enamoró de Akon, un científico que se la llevó a su planeta natal, Meton. Allí la sedujo diciéndole: «Sólo unas pocas mujeres de más allá de este sistema solar son escogidas con el propósito reproductivos para infundir sangre nueva en nuestra antigua raza».

Esa declaración funcionó; «me rendí en éxtasis a la magia de su forma de hacer el amor», escribiría más tarde. Klarer aseguraba que su «magnética unión» produjo un hijo perfecto y muy inteligente al que llamaron Ayling. Ella fue devuelta sola a su hogar en Sudáfrica y allí moriría en 1994; por todo lo que sabemos, el hombre de las estrellas y su hijo siguen con vida en algún lugar más allá de Alfa Centauri.

De esta forma, unos relatos de «contacto» bastante ordinarios acaban transformándose en fantasías heroicas de virilidad juvenil. Antonio Vilas Boas aseguraba haber hecho lo mismo que cualquier otro joven saludable en la misma situación; él y Elizabeth Klarer cumplieron con su misión, ayudando a salvar de la extinción a una raza alienígena.

La ufología más ortodoxa encuentra difícil tratar con esta corriente de fondo de tipo sexual que recorre muchos de los casos más destacados. Al principio, la mayoría de los relatos de relaciones sexuales o violaciones por parte de lujuriosos hombres del espacio eran meros rumores o chismes. Reflejaban las películas de ciencia-ficción de la época con sus carteles mostrando robots y otros monstruos llevándose frágiles damiselas semidesnudas e inconscientes. En los 80, tales encuentros se volvieron más explícitos sexualmente.

Los ufólogos científicos, más interesados por las pruebas sólidas (como señales de radar, fotografías y muestras forenses) condenaban todo este «húmedo» material como demasiado subjetivo, relegando las denuncias sobre asaltos sexuales y abducciones a los campos de la psicología y el folklore (de los que igualmente desconfiaban). La literatura contactista primigenia aportaba una rica variedad de este tipo de historias, y fuese cual fuese su validez, es una pena que haya sido tan ridiculizada y olvidada.

Quizá debido a la galopante paranoia de la Guerra Fría, o a cualquier otra cosa, la atmósfera de estas historias cambio durante los años sesenta y lo que parecía como un inocente divertimento adolescente (algo excéntrico, eso sí) fue tomando un giro más siniestro. Cuando el ufólogo John Keel visitó distintos campus universitarios en el Nordeste de los Estados Unidos a mediados de esta década, distintas jovencitas le contaron como habían sido violadas por alienígenas y algunos muchachos, por su parte, confesaron que los extraterrestres les habían extraído su semen. Comentando los efectos posteriores al famoso caso de Pascagoula en Florida (que tuvo lugar durante la oleada ovni de 1973 en los EE.UU.) en el número 119 de Fortean Times, Steve Sessions menciona rumores según los cuales «los Hombres de las Pinzas están violando y asesinando a personas en la zona».

Hacia los años 70, la idea de unos bebés espaciales híbridos estaba mucho más difundida. Todo ese material fue tomado seriamente por algunos sectarios platillistas que, según Keel, temían que los diabólicos tripulantes de los platillos volantes están desarrollando un experimento biológico masivo: creando una raza híbrida con la que finalmente conquistarán la Tierra.

Una década más tarde, estas ideas han pasado a formar parte de la ufología ortodoxa. Investigadores serios (algunos de ellos académicos, como John E. Mack y David Jacobs) han declarado abiertamente su creencia en que los Grises están tomando esperma y óvulos de sus abducidos humanos. Se ha hecho ya habitual oír a las mujeres abducidas comentar cómo son preñadas, como le son extraídos los fetos de sus vientres, y como posteriormente le son mostrados sus bebés híbridos en una guardería a bordo del platillo correspondiente. Históricamente, el embarazo y el aborto han estado siempre rodeados de una constelación de mitos y chismes, por lo que quizá no sea tan sorprendente que también la mitología ovni esté siendo utilizada para explicar embarazos inesperados, abortos misteriosos y bebés desaparecidos o con malformaciones.

En los años 70, una niña californiana de 10 años atribuyó el nacimiento de un bebé con piel de color azulado y pies palmeados a una violación grupal por parte de seis humanoides con el mismo aspecto que le habría atacado después de que ella hubiera visto aterrizar su platillo en la playa. Historias similares de lascivos sirenos (el mar tiene bastantes afinidades con el espacio) aparecen en el folklore popular y se ofrecen como explicación ante el nacimiento de niños deformes con características reptilianas o pisciformes.

El ufólogo neoyorquino Budd Hopkins (quien escribió varios libros sobre el programa alienígena de creación de híbridos) comentaba sobre cuatro abducidas que habían soñado o recordado bajo hipnosis regresiva haber visto bebés de color gris con características extrañas. Una de sus informantes, Andrea, tenía 13 años de edad cuando tuvo el primero de tales sueños. Otra de las abducidas de Hopkins, Kathie Davis, soñó sobre unos extraños «bebés sabios» a partir de 1978. Pero nunca los consideró más que simples sueños hasta que, con la ayuda de los interrogatorios y regresiones hipnóticas de Hopkins, estas imágenes simbólicas se metarmorfosearon desde una presencia oracular, casi mítica hasta acabar como unos frágiles bebés físicamente reales con una estructura facial y un tamaño decididamente nada naturales. Como un alquimista que transformase un vulgar metal en oro, el investigador de abducciones convierte, con ayuda de la sugestión y la hipnosis, los sueños y fantasías en recuerdos reales de intervenciones alienígenas.

El ufólogo británico Peter Rogerson señala que muchos relatos de abducción proceden de personas psicológicamente inestables, tales como sobrevivientes de supuestos abusos satánicos. Como ellos, algunos abducidos pueden sufrir personalidades múltiples o el síndrome de Munchausen, caracterizados por comportamientos extremos y manipulativos que buscan captar la atención de quienes les rodean.

Tales problemas, en ocasiones, aparecen asociados a una historia de traumas psicológicos y abusos físicos o sexuales.

El psicólogo de Harvard John E. Mack rechaza la teoría de que las experiencias de abducción sean simples recuerdos deformados de una infancia de abusos sexuales. «Según mi experiencia y la de otros investigadores, no existe ni un solo caso de abducción -asegura- que haya resultado reflejar una historia de abuso sexual o cualquier otra causa traumática…» Los dos casos que presentamos a continuación parecerían rebatir tal declaración.

En 1969 o 1970, con unos diez años de edad, Susan una niña australiana fue abducida de su dormitorio.

Un grupo de entidades la sometieron a un examen médico, que incluyó introducir algo en su vagina.

Mientras le hacían beber un líquido de color morado, las entidades le revelaron que eran supervivientes interdimensionales de un desastre planetario. Cuando cumplió los 14 años, ella mantuvo el primero de sus muchos encuentros sexuales con unas entidades altas, que parecían deseosa de obtener fluidos y de enredar con mis ovarios. En 1979, cuando Susan mostró síntomas de estar embarazada, les echó la culpa a tales relaciones alienígenas. Dejó de tener el período, pero al cabo de un mes también desapareció su preñez, después de que ella notase una descarga inusual al ir al baño.

Otro embarazo similar tuvo lugar en 1986, acompañado por pesadillas sobre dar a luz a un bebé alienígena. (Significativamente, estas dos últimas fechas coinciden con la aparición en las pantallas de Alien y Aliens, las dos primeras películas de esta saga). Nuevamente, al cabo de unas semanas ella se sintió seriamente enferma y, al parecer, tuvo un aborto espontáneo.

Describiendo el caso en el número 58 de Fortean Times, el ufólogo australiano Keith Basterfield explicaba que Susan había sido violada repetidamente por miembros de su familia en aquella época y que resulta muy probable que sus recuerdos de abducción fueran debidos a tales experiencias.

ABUSO SEXUAL Y FOLKLORE

El periodista Jim Schnabel, en su libro «Dark White«, cuenta la historia de Lucy, otra víctima de abusos incestuosos. A la temprana edad de ocho años ella pudo ver como su padre moría al dispararse accidentalmente, y nunca se llevó bien con su madre. Figuras alucinatorias empezaron a meterse en su vida; ella llegó a afirmar que los alienígenas la habían examinado ginecológicamente y que dos hombres fantasmas la habían violado.

Algunos investigadores conocen las intrigantes similitudes existentes entre las historias de brujas y hadas y los modernos relatos de abducción, y saben que esos encuentros sexuales nocturnos con todo tipo de seres sobrenaturales aparecen en todas las culturas hasta la actualidad. En el pasado, cientos de hombres y mujeres confesaron (no siempre bajo tortura) haber mantenido relaciones sexuales con demonios. Se decía que algunos demonios capaces de cambiar de forma yacían primero con un hombre (como súcubos) para obtener su esperma y luego (como íncubos) preñar a una mujer con el mismo.

En particular, los ufólogos reconocen los paralelismos estructurales entre los relatos de hadas y los de encuentros con alienígenas. El ufólogo franco-americano Jacques Vallée, en su libro «Pasaporte a Magonia» (1970), escribió: «Los motivos atribuidos a las hadas… son los de preservar y mejorar su raza… arrebatando a niños humanos que serán educados entre las hadas y se unirán a ellas».

En su «Flying Saucer Vision» (1974), el forteano John Michell explora la universalidad de las leyendas sobre amantes venidos de las estrellas. Describe una leyenda de los indios norteamericanos sobre un cazador que capturó a una bella joven que vino del cielo en una nave circular; vivió con él varios años y le dio un hijo. Michell encontró parecidos ejemplos de apareamiento con razas alienígenas en leyendas griegas, maoríes, irlandesas e inglesas, así como en la propia Biblia.

Un reciente estudio de James Pontolillo comparaba los relatos de relaciones sexuales con demonios recogidos en los siglos XV al XVII con los encuentros con alienígenas de nuestro actual siglo XX, concluyendo que ambas tradiciones expresaban un miedo fundamental de la sexualidad femenina (pero en la actualidad, también la mente y el cuerpo masculino puede sufrir ataques similares) Withley Strieber hace en su libro «Communion» (1987) una descripción ya famosa de cómo fue sodomizado con un instrumento estrecho de unos 30 centímetros de longitud. Pudo sentir como, una vez en su interior, parecía estar vivo y quedó sorprendido cuando, una vez retirado, pudo comprobar que era algo mecánico. Durante mis investigaciones he podido entrevistar a Martin Bolton que tuvo visiones y comunicaciones telepáticas con tres jóvenes hembras espaciales. Para ellas, él se dedicaba a recorrer las tiendas de ropa interior femenina y a ver películas pornográficas. Ellas eran las buenas, los malos le trasmitían dolor a la cabeza y, a lo largo de tres años, se dedicaron a tirarle del pene durante la noche. En diversas ocasiones le afligieron embarazos fantasmas. Alien (1979), la película de Ridley Scott, dramatizó la naturaleza extrahumana de los asaltos sexuales alienígenas; la prueba de su inhumanidad era que no siempre diferenciaban entre los sexos, o ni siquiera entre especies.

Algunos han tratado de psicoanalizar los ovnis de una forma bastante simplista, relacionando las naves redondas y discoidales con lo femenino y las fálicas naves en forma de cigarro y sus rayos luminosos con lo masculino. Este crudo análisis fue duramente criticado por C. G. Jung, quien protestaba porque de esa forma «todos los relatos de ovnis acabarían convirtiéndose en fantasías de represiones sexuales». Como explicación, escribió, era tan mitológica y racionalista como las fábulas tecnológicas sobre la naturaleza y propósitos de los ovnis. Sin embargo, pese a todo, existen unos pocos casos que pueden efectivamente considerarse ejemplos de deseos sexuales reprimidos.

FICCIÓN Y FRICCIÓN

Los dos ejemplos que siguen tuvieron lugar mientras sus protagonistas se encontraban dormidos o relajados, momentos en los que la habitual censura del ego no está completamente operativa.

En el verano de 1966, Jean Sheldon de Michigan se encontraba dormitando en su coche estacionado cuando una enorme nave en forma de disco plateado se posó en las cercanías. Algún tipo de rayo levitador la llevó a su interior, donde se enfrentó a tres humanoides machos. Eran altos, con ojos verdes y estaban completamente desnudos. Telepáticamente, uno de ellos le dijo: «Mi querida mujer terrícola… deseamos aparearnos contigo. Será más fácil para tu personalidad si lo haces voluntariamente…» Antes de que pudiera reaccionar ante la descarada proposición, ella fue conducida hasta una máquina en forma de cama donde la desnudaron ansiosamente. Ella hizo el amor con todos ellos, más de una vez. Confesó haberse sentido muy excitada por su encuentro pero, al reflexionar sobre el mismo, los arrebatos de pasión se mezclaban con sentimientos de vergüenza y repulsión. Los visitantes confesaron a Jean que su raza era compatible con la nuestra y que su encuentro había sido en interés de la ciencia. No hubo ningún embarazo y Jean se recuperó de la experiencia, aparentemente sin efectos perjudiciales.

Mientras se encontraba de vacaciones en la costa de Maine en julio de 1961, Ed mantuvo relaciones sexuales -dijo- con «una hembra alienígena de cabellos rubios en su nave con forma de vaina». Tras el encuentro, la mujer le dio una charla sobre las leyes del Universo. Según Mack, Ed recordaba cómo, justo antes de la abducción, él y otro amigo se sentían excitados y fantasearon sobre algún encuentro en la playa. Bajo regresión hipnótica, Ed recordó como esa vampiresa espacial dijo querer su esperma para crear bebés muy especiales.

El historiador David Jacobs (quien en su último libro nos ofrece relatos de abducidos obligados a hacer el amor con otras víctimas humanas, mientras son observados por los extraterrestres) habla por muchos de los que creen que esas experiencias de abducción aparentemente espontáneas relatadas por personas tan diferentes implican la existencia real de una amenaza objetiva. Frente a esto, Rogerson ha demostrado que la mayoría de los elementos de la narrativa abducionista aparecieron ya juntos en una fecha tan temprana como 1967 en la novela de Malcolm Kent «The Terror Above Us«. Esta novela de ciencia ficción anticipa temas tan ufológicos como el llamado factor Oz (la sensación de verse transportado a una realidad diferente), un frío sobrenatural, la amnesia de umbral (el testigo no puede recordar como entró en una habitación), el alienígena disfrazado, y los científicos impersonales que experimentan con seres humanos. Para culminar la escena, la historia también incluye a un protagonista a quien examinan los genitales antes de hacer el amor con una mujer extraterrestre.

Otro crítico de la idea de la reproducción de híbridos es el ufólogo británico Peter Brookesmith (8), quien compara las descripciones de las actividades desarrolladas por estos médicos alienígenas con los procedimientos empleados por los especialistas en fertilidad terrestres. Así descubre que los inseminadores alienígenas casi nunca raptan a sus sujetos en el momento óptimo para la extracción de óvulos, que como todos sabemos es durante las 48 horas posteriores a la ovulación. Y resulta bastante probable que los alienígenas se encuentren también tan confundidos por fetos desaparecidos como sus equivalentes humanos, dada la dificultad inevitable en diagnosticar un embarazo en las primeras ocho semanas.

Pese a toda su superioridad cósmica, estos inseminadores alienígenas pueden cometer errores bastante elementales, casi grotescos. Los alienígenas insertaron una larga aguja en el ombligo de Betty Andreasson, diciéndole que ello tenía que ver con la concepción y se quedaron intrigados al ver que faltaba algo.

Andreasson tuvo que explicarles que le habían realizado una histerectomía. Cualquiera que sea el origen de estos informes, debemos tener en cuenta que la gente, a lo largo de la historia, ha informado de contactos sexuales con todo tipo de seres sobrenaturales. O los alienígenas han estado realizando sus bestiales experimento durante milenios, o tales historias sirven para satisfacer alguna necesidad socio-psicológica profundamente asentada. Hasta que se nos facilite unas evidencias médicas más sólidas, esta última hipótesis parece más probable

Fortean Times March 23, 1999

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