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Ingeniero White: Un caso de fantasía perinatal (Final)

III – CONCLUSIONES

A – Un balance de la situación

IngenieroWhite4 Habiendo presentado en detalle todos los aspectos testimoniales e investigativos del inusual encuentro y posterior abducción, tenemos por un lado la impresión general favorable del personal médico que lo atendió en el nosocomio del gremio al cual él pertenece (ferroviario), aún cuando se hayan focalizado en lo orgánico y funcional, a la par de la claridad y precisión con que responde á las preguntas que se le formulan.

Sin embargo, como contrapartida, extendemos a continuación una lista de los puntos que nos llevan a pensar de un modo diferente:

a) El habitual movimiento de gente, a la hora y lugar indicado, que el testigo dice no haber advertido.

b) La improbabilidad de que Díaz haya perdido el conocimiento por falta de aire en la esfera, de 16 metros cúbicos, en el breve lapso descrito; por citar un solo detalle.

c) La imposibilidad que haya realizado el trayecto entre Bahía Blanca e Ing. White, en los horarios que declara, pues no coinciden ni el tiempo invertido en ello, ni la hora en que debió pasar el transporte colectivo.

d) La diferencia horaria entre la que C.A. Díaz afirma haber llegado al Policlínico (16,15) y la que la guardia del nosocomio sostiene realmente haberlo hecho (17,30, y quedar internado a las 18,50).

e) La evaluación psicodiagnóstica, que arroja indicios pesimistas con algunos desarre­glos de personalidad.

En base a las indagaciones efectuadas en Bahía Blanca, Ingeniero White y Buenos Ai­res, a las consultas periciales y, en suma, a todo lo expuesto en este informe, estimamos probable que se trate de un fraude, pudiendo calificar al episodio como una misti­ficación creada por el mismo testimoniante.

B – La reconstrucción de los hechos

08 Ing White - El semanario sensacionalista Así refleja su fantástico relato La noche del sábado 4 de enero, Carlos A. Díaz se dirigió a trabajar y, habiendo sido visto por numerosas personas, cumplió sus tareas con absoluta normalidad.

Ing. White «“ El semanario sensacionalista Así refleja su fantástico relato.

Finalizada su labor en la madrugada del domingo 5, se retiró del lugar a la hora que declara. Pero, en vez de trasladarse a su domicilio de Ingeniero White, optó por quedarse en Bahía Blanca y tomar el transporte más accesible e inmediato que hubiere en esa fecha, que lo condujera a Buenos Aires. El medio más apropiado resultó ser el ferrocarril, cuyo pasaje no abona y cuya línea conoce en detalle, por ser operario de la empresa.

Como el horario de salida era a las 6,15 de la mañana, habría aprovechado para adquirir el periódico (luego utilizado como prueba), aparecido horas antes (2,45 aprox.).

Después del viaje de nueve horas, en que llegó a la estación Plaza Constitución a las 16,10, debido a una demora de 52 minutos, parece haberse irritado los ojos (quizá, mirando al Sol) y arrancado algunos pelos, como «pruebas» físicas que respaldarían su relato, e ineludible para su ingreso al hospital.

Una vez concretado, tomó uno de los varios transportes locales que lo condujera has­ta las proximidades del Policlínico Ferroviario Central en la zona de Retiro. De esta manera, Díaz habría llegado alrededor de las 17,30, y a fin de ser más persuasivo, justificó la extensión del tiempo hasta su llegada al mismo, enunciando una serie de da­tos inciertos (p. ejem., que una persona desconocida lo halló durmiendo en un paraje desconocido, etc.). Así comenzó el caso de C. A. Díaz. Así parece cerrarse el caso de C. A. Díaz.

C – El factor psicológico

09 Ing White - Caminando por un costado de las vías El episodio del 5 de enero de 1975 no ha de concluir con la exposición de los argu­mentos desfavorables y la reconstrucción hipotética de los hechos. Nuestra inquietud nos lleva a intentar desentrañar el proceso psicológico y sus contenidos simbólicos.

Ing. White «“ Caminando por un costado de las vías, afirma no poder olvidar el alucinante episodio con los ETs (Así).

El mensaje que el ovni comunica del inconsciente es un signo que aparece para que todo el mundo lo vea, y sea escuchado, revelando la psique, la personalidad.

Desde el punto de vista psicológico, el relato de Carlos A. Díaz describe contenidos fantásticos que, por su naturaleza claramente simbólica, demuestran que provienen del inconsciente.

Un estado de angustia[1] primigenia, que nos remite a una falta, a una separación, y que proviene de una situación traumática, no resuelta o elaborada, parece anteceder a relatos de este género. Una novela que aparece como un intento de eliminar esa angus­tia, restitutivamente como fantasía, delirio o alucinación, y que es, a la vez, exteriorización del conflicto subyacente.

La angustia, en cualquiera de sus diferentes formas (siguiendo un análisis estructural) nos permite descubrir la problemática del doble: fusión y separación (del yo y del objeto), unión y desunión. Como defensa patógena, provoca la regresión a etapas tempranas, que tienen al nacimiento como modelo, prototipo de angustia.

No trataremos aquí de tomar posiciones acerca de las controversias que provienen de concepciones psicogenéticas distintas y que sobrepasan nuestro análisis, sino, preci­sar en cierto modo el nivel de emergencia, las condiciones y la modalidad de expresión de una de sus manifestaciones. Tampoco consiste en determinar en este artículo si ta­les regresiones suponen un recuerdo real, o una construcción fantasmática.

La remisión a la angustia del nacimiento está fuera de toda polémica. Y es allí don­de la experiencia perinatal (esto es: antes, durante y después del nacimiento) se abre en la polaridad fusión (goce, alienación) y separación, o abandono (castración, arrojamiento).

La primera se vincula, según el modelo freudiano, con la «protofantasía», o fantasía originaria de la denominada vida intrauterina, también llamada «experiencia oceánica». Lugar de éxtasis, goce y completud en el cuerpo materno. La segunda nos conduce, en cambio, a la angustia primaria o traumática, de «real-angst».

La historia narrada por Carlos Díaz contiene esta problemática, encubierta, camufla­da en un relato ufológico que parece hacer «revivir» esa experiencia natal, sin poder despojarse de ese sentimiento (en su forma arcaica de aniquilamiento, deglución) y del dualismo (abducción-aducción, o por igual, retención-separación).

Una secuencia del relato de Díaz permite una comparación con las vivencias de la criatura dentro del vientre materno, teniendo en cuenta que las formas redondas o cóncavas suelen tener un significado femenino, confiriéndole al ovni (al margen de su de­notación física) un carácter generador y fecundador.

El ovni representaría para nuestro testigo la matriz o útero, al que describe cano un material fuerte y de color carne. Díaz aparece dentro del mismo en posición fetal; su estado transitorio es inconsciente y tiene la sensación de estar en vacío o ingravidez. Su subsistencia es posible por un orificio, o cordón umbilical, perdiendo la conciencia cuando se corta el flujo de aire que ingresa por él.

Las figuras que Díaz menciona son tres (podrían representar a su familia, dramatizando su situación vital); de ahí que la intención era expulsarlo de donde estaba contenido, aún cuando ellos mismos lo abdujeron, haciéndose incomprensible la resistencia de Díaz por quedar retenido en el recinto. Las seres que se dirigen a él haciéndole sentir su potencia, es una reacción del inconsciente cuando sentimientos de inferiori­dad y falta de significación amenazan la personalidad.

La figura más cercana (es el personaje más importante y singular), es la que lo toma de la cabeza, en tanto que las restantes lo hacen del pecho y del bajo abdomen, arrancándole pelos (la falta de pilosidad es, además, un rasgo de las criaturas), ame­nazando su integridad. Al respecto, digamos también que el organismo está constituido por cuatro sistemas principales: a) el sistema respiratorio (región torácica), b) sis­tema gastrointestinal (región abdominal), c) sistema cerebral (región craneana), y d) sistema muscular (todo el cuerpo). Cada uno de estos sistemas está directamente rela­cionado con un elemento del ambiente (atmosférico, físico, alimentario, social, cultu­ral), los que parecen estar en peligro de fragmentación.

La percepción indeterminada y desconocida de los seres parece analogarse con la del bebé, quien percibe aquello que lo rodea de manera global. Quizá pueda esto explicar la falta de detalles (sin manos, ojos, boca, nariz, orejas, genitales) de las figuras, pero sin duda nos revela el sentimiento de indiferenciación del propio sujeto, como se da en la criatura.

D – Percepciones de Díaz en presencia del ovni

10 Ing White -Uno de los estudios que le practicaron en febr 1975 y a los cuales se tuvo acceso Para su mejor entendimiento, enumeraremos en primer término las percepciones manifestadas por el testigo, y seguidamente «“en ­forma secuencial- los observados en las criaturas al momento de nacer, permitiendo su comparación:

a) Presencia de luz dentro del objeto.

b) Paralización de Díaz.

Ing. White «“ EEG: Uno de los tantos estudios que le practicaron en febrero de 1975 y a los cuales tuvimos acceso.

c) Absorción del testigo.

d) Observación de luz intensísima.

e) Desvanecimiento del testigo.

a»™) Dentro del vientre materno hay presencia de luz.

b»™) Sabemos que la madre es transmisora no sólo de ciertas inmunidades, sino también de fuertes erosiones que provocan contracciones en el útero, determinando la para­lización momentánea de la criatura.

c»™) Al final del embarazo, la criatura coloca la cabeza hacia abajo y la presión de la parte superior del abdomen de la madre desaparece, permitiéndole respirar con más facilidad y siente ser absorbido.

d»™) Al ingresar al medio ambiente exterior, aparece una luz intensísima, mucho más po­tente que la que había dentro de la matriz.

e»™) Después de nacer, la criatura -debido al desgaste de energía- pierde las fuerzas hasta desvanecerse.

E – Otros detalles del caso

El análisis del caso, nos permite inferir que habría en el testigo un intento de simbolizar algo de lo real. En esta línea de pensamiento, débese observar que la desaparición de Díaz se produce en las cercanías de su ámbito familiar (a 100 m de su casa), y la aparición se produce cercana a su ámbito natal (a 300 m del hospital de su gremio).

El hombre sin referencias conocidas, que tenía un vehículo «multicarga celeste», pa­rece representar el tutelaje que lo acuna. El periódico que utiliza como «prueba» le permitiría asirse un nombre, prueba de renombre y notoriedad, lazo social que intenta entramarse.

Finalmente, el papel que desempeña el número en el inconsciente, ofrece también motivos de reflexión. Los números son, gracias a sus propiedades individuales, portadores y mediadores de procesos psíquicos. Receptáculos de ideas y pensamientos relativos al mundo y su orden, como se manifestaría en la significativa reiteración por parte de Díaz del tres y del seis[2], tanto en su testimonio como en aspectos de su vida cotidia­na.

Infinidad de otros detalles del relato con claros contenidos simbólicos ponen al descubierto la raíz psicológica del pretendido encuentro, cuya interpretación no ha pretendido reducir el incidente a estas áreas, sino después de un examen exhaustivo del sujeto y de la situación narrada por él, dando por resultado la comprobación de su fraudulencia.

F – Consideraciones finales

Lo expuesto hasta aquí, nos permitió descubrir un novedoso horizonte ufológico para la interpretación intrapsíquica de las «abducciones». Ello nos conduce, a su vez, a formular algunas preguntas: ¿Esta relación perinatal se constituye en un patrón común de los relatos de abducciones, o de un segmento de ellos? En nuestra opinión, la naturaleza proteica y heterogénea de los informes torna improbable formular una explicación única para tan abundante casuística, siendo pertinente realizar un estudio específico, caso por caso. Sin embargo, nuestra convicción es que existe, al menos, un con­junto importante de sucesos abduccionistas en donde se observa cierta y significativa recurrencia al modelo perinatal.

De allí surge una segunda pregunta: ¿Hay en dichas regresiones un recuerdo o una fantasía acerca del nacimiento? La respuesta, desde luego, supera la investigación estrictamente ufológica, y quizá pierda interés al efecto, aunque los elementos hallados en este caso nos sugieren un contenido afectivo, simbólico y delirante.

G – Algo más

11 Ing White - C Díaz, 22 años después Dice haber viajado al centro de la Tierra Unos quince años después, a principios de octubre de 1990, el ferroviario Carlos Al­berto Díaz, ahora empleado de una empresa petroquímica, vuelve a cobrar notoriedad a través de los medios periodísticos, al declarar que el 14 de setiembre de 1988, viajó en una nave similar al centro de la Tierra, oportunidad en que -según sus palabras- tomó contacto con sus tripulantes intergalácticos y vio «animales prehistóricos y una comunidad de extraterrestres».

Ing. White «“ Carlos A. Díaz, 22 años después. Dice haber viajado al centro de la Tierra.

En declaraciones a un canal televisivo bahiense, y reproducido en los diarios de to­do el país (v.gr., Diario de Cuyo, SJ, El Heraldo, ER, Diario Popular, BA, La Opinión, SL), Díaz sostuvo que tampoco pudo hablar con los tripulantes de la nave («porque nosotros estamos materializados», dijo), pero exhibió muestras de lo que afirma ser trozos del cuerpo de los visitantes, a los que denominó «savia», agregando que son de estatura mucho mayor que la humana y se comunican mediante números del 0 al 28, en reemplazo de las letras del alfabeto.

Asegurando que esta fue la segunda vez que había viajado en un plato volador, auguró que volvería a hacerlo a mediados de ese mes, con destino a otra galaxia llevado por los extraños seres.

En rigor de verdad, la noticia no nos causó demasiada sorpresa. El episodio de 1975 aventuraba un nuevo «relato», como ocurre en muchas abducciones. Es que la tenacidad de la trama delirante de su proverbial historia, produjo la impresión de no haberse agotado en la tentativa. Un ejemplo típico es la denominada «compulsión a la repetición» producida en los sueños, donde el acontecimiento traumático vuelve sobre el sujeto procurando su ligadura, su representación, pero siempre en forma enmascarada, camuflada, mediante una cadena de significantes y, con ella, una significación como tratamiento de aquello que irrumpe desde lo real. En suma, se trata de un nuevo intento de simbolización, de inscripción psíquica.

Sin embargo, en la repetición siempre hay algo de lo nuevo, sin repetir exactamente lo mismo. No haremos de este último testimonio de Díaz un análisis minucioso, aunque será necesario señalar la existencia de una misma estructura, más allá del aspecto formal en cuanto a «los seres que lo abducen en una nave similar». Consiste aquí en referirnos, al menos sucintamente, a la naturaleza arcaica, al trasfondo regresivo del relato fabuloso aportado por Carlos Díaz: un viaje hacia el centro de la Tierra, la madre-tierra, en donde se hallan «animales prehistóricos», una clara evocación a su pre­historia, a su pasado remoto, y en una alegoría de los instintos del hombre, de las funciones naturales del cuerpo, de los impulsos.

Esta vuelta al origen, total y pleno, confronta al hombre con sus mitos, descubrien­do una estructura mítica singular, por cuanto se interroga por el nacimiento.

Carlos Alberto Díaz produce una compulsiva regresión y una identificación, consistente en su reproducción exacta. Al parecer, construye una realidad delirante, sistemati­zada, poniendo en el mundo exterior lo que le pasa internamente. Recurre a los símbo­los, pero con la apariencia de que no funciona de manera esperable el principio de realidad.

En este marco, el diagnóstico no parece resultar muy favorable. Tampoco podría pre­verse un pronóstico auspicioso, sin un tratamiento adecuado. No sería ocioso advertir que Díaz, en un futuro, podría aportarnos otros elaborados y -quizá- bizarros relatos de lo que serían más que expresión de las difíciles travesías por los laberintos de su psique.


[1] El término angustia es empleado en adelante en su sentido vulgar, comúnmente comprendido. Vale decir, denotado por signos contundentes de sufrimiento, de un padecimiento subjetivo.

[2] El tres tiene la calidad de número perfecto, la expresión de la totalidad y el acabamiento. Es el producto de la unión de cielo y tierra (madre). Nada se puede añadir, completa la triade. En el embarazo, superar el tercer mes da por fin un monto de ansiedad, por el temor de que se produzca un aborto espontáneo. El seis es el número de la creación, mediador entre el principio y la manifestación. En el embarazo, atravesar el sexto mes implica la seguridad de que el bebé está completo para nacer. Llamativamente, C. Díaz tenía una hija de apenas seis meses de edad cuando, al tiempo en que es convocado a ser padre, se «desencadena» el episodio.

Mendoza: Agitación por apariciones de ovni (Final)

EL CASO DEL POLICÍA ARSENIO ROMERO

Un agente de policía de la seccional 5ª de Mendoza, que cumplía guardia nocturna en el Cerro de la Gloria, al oeste de la ciudad, aportó un fantástico relato sobre la aparición de una nave y dos extraños seres presuntamente ocurrida el viernes 9 de agosto de 1968. La versión comenzó a circular a través de sus compañeros, hasta que unos días después tomó estado público, al tiempo en que se iniciaba una investigación policial para esclarecer el episodio. Conducido a la seccional Quinta para declarar ante el co­misario, fue presentado también -en la mañana del martes 13- al jefe de policía para que prestara nueva declaración, habiendo sido incluso examinado en varias oportunida­des por médicos del hospital donde fue trasladado apenas ocurrido el caso y por los profesionales de Sanidad Policial, hallándose bajo tratamiento por una afección nerviosa.

CerrodeLaGloria1

Así ilustró la prensa mendocina el caso y las presuntas huellas del ovni.

El testimonio que el agente Arsenio Romero ofreció, es el siguiente:

«Transitaba por el denominado Teatro Griego, tomé el camino del Cerro de la Gloria, para el lado del Jardín Zoológico, cuando veo hacia el cerro San Agustín una luz algo amarillenta, rojiza, de distintos colores, y pensé que estarían soldando algunas pie­zas, restándole importancia. Seguí caminando y llegué a la puerta del zoológico, y fue allí que los animales, los perros, aullaban mucho. Pensé que estarían nerviosos, sin saber qué les ocurría. Tomé el camino de tierra, la subida. Había andado unos 100 m, cuando vuelvo para atrás, y tomé el camino de asfalto. Sigo por éste y llego a la subida y bajada del cerro, donde se une el camino, cuando salgo a la curva -en la subida­ y observo arriba como una llama, como si estuviera ardiendo algún vehículo, a unos 70 metros de distancia. Subo corriendo. Entro por las plataformas de las cloacas, subo donde está el mástil, veo el objeto en la plataforma del Cerro de la Gloria, veo una plataforma… un objeto determinado que me llama la atención, y me fui por el muro, que tiene al costado este, llegando a un kiosco de venta de bebidas. Me ubico entre medio de los árboles, y veo de cerca aquel objeto que estaba al noroeste, hacia la cordillera. Era como un plato volador, que en el medio tenía una parte como si fuera de vi­drio, asentado con tres patitas. De él salían destellos de distintos colores, girando alrededor con intermitencia. Al principio eran azul-amarillentas; en la parte del bor­de de color azulado, azulado-verdoso.

«Las luces eran bien brillantes, más fuertes que el Sol, aunque de aspecto metálico. Su brillo fue un poco molesto pero, en fin, uno está acostumbrado (¿?). Los bordes del objeto resultaban confusos, no se notaban bien, debido al destello de la citada luz, situada en la parte media, ahora, en las partes baja y alta no, porque se veía oscura.

CerroDeLaGloria2 «El objeto era un tipo de plato, como un trompo, de esos que los niños hacen girar, que al medio tenía como un vidrio, que parecía vidrioso, donde estaba la luminosidad, la luz de distintos colores. Arriba tenía una cúpula medio ovalada, como con trompita para arriba. Tenía como una antena, y tres patitas de unos 70, 50-60 cm de altura. El tamaño del plato no sabría precisar bien, pero más grande que un automóvil; su diáme­tro sería de unos 10 m, y la altura de un metro o un metro cincuenta.

Arsenio Romero entrevistado por el periodismo local.

«Entonces me acerqué a unos 10 metros, aproximadamente, sobre el playón que está a­rriba del cerro. Me fui acercando por propia curiosidad. Al llegar ahí, veo cuando sa­le esta gente, que bramaba al salir del plato. Era un zumbido fuerte, cano un bramido, difícil de comparar, era seco, duro, un silbido fuerte y agudo, que me hizo doler los oídos. También me molestaban las luces, pero sin llegar a cegarme, aunque a medida que me acercaba se hacía más notorio un olor a azufre, que me provocaba angustia.

«Estos seres estaban alrededor del plato. Ellos no tocaron tierra. El plato era lo que andaba. Tenían 70 u 80 cm, o un metro; con unos cuerpos semiovalados, de torso al­go panzón hacia abajo. No noté si tenían terminados los brazos, piernas, ni uniforme. Pero la cabeza de los dos era alta, alargadita, Y de la parte del cráneo salían dos antenas, y a la vez con objetos con dos bolitas rojas que giraban sobre sus luces. Es decir, dos antenitas en cuya punta había dos lucecitas rojas que giraban sobre ese cuerpo. Y tenían un ojo.

«Descendieron por un costado, pero no vi ninguna escotilla, nada. Giraban y se movían como si estuvieran suspendidos en el espacio. Me dio la intención y saqué el ar­ma. Saqué el arma y les apunté (NdR: se trata de una pistola 45 cal. 1145, registro N° 85.392). Cuando lo hice sus cuerpos giraban, porque en ese momento yo los había visto de espaldas, no estaban de frente porque, justamente, estaban girando. Entonces fue cuando vi el objeto de acá y el ojo, y sentí cano si me prendieran fuego y me dejaron paralizado. Cuando hice el ademán atacaron, sino, no lo hubieran hecho. Quise caminar hacia adelante, hacia atrás, y no podía. Quise hacer movimiento de brazos, y no pude. Tampoco podía gritar ni hablar. Y sentí una quemazón en el cuerpo, en el frente, y caí al suelo por el rayo que salió de la parte de la cara, del ojo, salió la llama azul, medio violeta, de arriba para abajo, tomándome todo el cuerpo, parejo.

CerroDeLaGloria3 «Caí al suelo y después no recuerdo más nada. Quedé paralizado, estuve en el suelo y no supe nada más. No sé cuánto tiempo permanecí allí, pero habrá sido largo tiempo. Luego me despertaron los muchachos.

Acceso al parque.

«Para mí son seres que vienen a buscar algún objeto de ellos, dado que muchas veces, en el subsuelo hay uranio; faltará en su planeta y vienen a buscarlo a la Tierra. Pero no son seres ofensivos, ya que si no los ofende no van a hacer nada, pero si los atacan, entonces sí lo atacan a uno.

«En cuanto a evidencias materiales, o rastros sobre el terreno, según los que me han visto, habrían encontrado marcas, de las tres patitas que se asentaron allí.

«Después fui internado en el hospital a raíz del sistema nervioso, estaba muy alterado, no se sabía porqué. Estuve cuatro días, como causa de enfermedad nerviosa. No me quedó ningún rastro físico. En las ropas no tuve quemaduras, me saqué la ro­pa después, y en la piel no pude apreciar nada. Tampoco me afectaron los ojos, aunque veo poco… Lo que sí los nervios, y dolores articulares en los hombros, codos y rodillas, de ahí en adelante empecé a sentir esos dolores. Antes no he padecido ninguna enferme­dad.

CerroDeLaGloria4 «Ahora otra cosa. Tiempo atrás, varios meses atrás, yo había notado destellos de una luz rojizo-amarillenta, azulada, que se corría por los cerros, sin dispensarle mayor atención, pues muchas veces se trata de estrellas fugaces. Pero esta vez, al prestarle atención creyendo que era un coche que estaba incendiándose, resulta que… después me llevaron al hospital».

Camino recorrido por el policía Romero.

– Consideraciones sobre el caso:

El custodio del orden público parece haber sufrido u­na crisis nerviosa que se anunciaba y -tras un breve instante de inmovilidad-, cayó desvanecido. Arsenio Romero fue encontrado en el suelo por una persona, de quien no se pudo obtener la identidad, transladándolo hasta la seccional Quinta, en donde prestaba servicios. Luego habría sido internado en un hospital -que tampoco fue localizado- víctima, aparentemente, de una crisis nerviosa. No obstante, trascendió que Romero se hallaba bajo tratamiento con motivo a una «neurosis»[1], obligándolo a una asistencia médica permanente.

El extraño suceso narrado por el agente Arsenio Romero causó el escepticismo de sus compañeros. Entrevistados algunos policías, éstos señalaron que «no creían» en el hecho descripto, agregando que todo pudo ser producto de la imaginación del uniformado. Sin embargo, otros indicaron con cierta tolerancia que «todo puede ser, a pesar de la rara personalidad del agente» (9).

CerroDeLaGloria5 Otras impresiones que tuvieron como fuente la Policía de Mendoza ratificaron las opiniones vertidas en aquel momento, agregando que el testimonio de Romero no era confia­ble, conociendo actitudes similares a la relatada.

Base del monumento allí levantado.

Inclusive, el periodismo -muchas veces propenso a exaltar la presunta credibilidad de estos episodios- señaló en la ocasión: «El relato de Romero es probable que haya obedecido a un especial estado de ánimo o a cualquier otro motivo que desconocemos» (10).

Pero a los dichos y entredichos se sumó la opinión del Dr. Carlos Irisarri, médico psiquiatra de Sanidad Policial, dependiente de la Jefatura de Mendoza, quien tras haber examinado al agente habría diagnosticado que se trata de un sujeto que presenta u­na insuficiente facultad mental[2]. Esto no deja de causar cierto asombro, por referirse a un agente policial en actividad, aunque su dictamen parece terminante.

Después de todo, y de manera más genérica, el comunicado de prensa del 5 de septiembre emitido por la Jefatura de Policía de Mendoza indicó que «por medio de sus organismos especializados, ha investigado minuciosamente las circunstancias y los hechos relacionados por todas las personas que dicen haber sido testigos o afectados de algún me­do por estos fenómenos, llegando a la conclusión, en todos los casos, sin excepción, que no se ha comprobado absolutamente ninguna de las aseveraciones sobre supuestos a­contecimientos extraordinarios, resultando de los informes producidos (…) que se trata solamente en algunos casos, de fenómenos alucinatorios y en otros individuos cuya per­sonalidad presenta como rasgos característicos tendencias a la mitomanía, a veces en concurrencia con su nivel cultural y en otros a un deseo de publicidad con fines inconfesables» (12).

CerroDeLaGloria6 Dicho sea de paso, Arsenio Romero tenía a la fecha del episodio 36 años (nació en la ciudad de Córdoba, el 31 de marzo de 1932), y afirma pertenecer a la Escuela Basilio, un círculo espiritista ampliamente extendido.

Magnífica vista del anfiteatro y escenario de la presencia deun plato volador.

Mientras se piensa sobre el origen de tres pequeños huecos situados en forma de triángulo en la plataforma del histórico Cerro de la Gloria, nadie recuerda cómo fueron ocasionados. El diario El Andino, del 13 de agosto, se pregunta si será otro producto de la imaginación del agente e irónicamente agrega que, por lo menos, la foto que los muestra servirá para que la Dirección de Bosques tome las medidas para tapar los pozos. Francamente, la impresión que causa al detenemos en la imagen, es que se trata de simples agrietamientos en una superficie muy irregular y con inadecuado mantenimiento.

Otro hecho que merece ser citado es que el caso guarda cierta similitud con el ocurrido en el Hospital Neuropsiquiátrico días antes, res­pecto al rayo, luces y efectos paralizantes[3].Y además, la descripción que Romero ha­ce del objeto y sus tripulantes, coincide con la que a fines de ese mismo mes, también en Mendoza, efectúan Peccinetti y Villegas (véase: LOS IDENTIFICAOOS VII, 1994), inclu­so, en lo referente a la paralización de movimientos que les impidieron toda acción ante los extraños seres (13).

Aún cuando no disponemos de los datos psicoclínicos necesarios para proceder a una evaluación concienzuda de la personalidad de Arsenio Romero (al margen de las pericias realizadas por Sanidad Policial, en cuya idoneidad CerroDeLaGloria7 confiamos), es posible pensar que el colapso sufrido por el policía -de no haber sido la. acción producida por un fenó­meno externo a él-, revela cierta incapacidad del testigo para superar la sobrecarga de tensiones, hallándose en un estado de angustia e incertidumbre[4], que denotaría -a su vez- una debilidad yoica[5], con la cual se eleva la frecuencia de error, aumentan­do la deformación psíquica y su distorsión de la realidad.

Monumento que memora una epopeya histórica argentina.

REFERENCIAS

(1) El Andino, Mendoza, 15 agosto 1968, p.19; La Razón., Buenos Aires, 20 agosto 1968.

(2) Los Andes, Mendoza, 16 agosto 1968.

Diario de Cuyo, San Juan, 7 septiembre 1968.

(3) El Andino, op. cit.

(4) Gente y la Actualidad, Buenos Aires, Año 4, N° 163, 5 septiembre 1968, p.7.

(5) Ibíd., p.6.

(6) La Prensa, Buenos Aires; y Los Andes, Mendoza, 6 septiembre 1968.

(7) Los Andes, Mendoza, 7 febrero 1968, p.9.

(8) Henri Ey, y otros. Tratado de psiquiatría, 8a. ed., Masson, Barcelona, 1990, ps.205/206, 374 y ss.

(9) El Andino, Mendoza, 13 agosto 1968, ps. 1 y 18; Los Andes, Mendoza, 14 agosto 1968, p.5.

(10) El Andino, op. cit.

(11) Henri Ey, y otros. Op. cit. ps.562, 569/570.

(12) vse. «(6)».

(13) Crónica, Buenos Aires, 1 septiembre 1968.


[1] Las neurosis son enfermedades de la personalidad (Janet) caracterizadas por conflictos intrapsíquicos que inhiben las conductas sociales. El término, que es muy antiguo (Cullen, s. XVIII), tomó en medicina, en un principio, el sentido de enfermedad funcional sine materia en relación a la enfermedad orgánica, pero no puede considerársela seriamente excluyendo la causalidad orgánica.

Las «reacciones neuróticas agudas» (psiconeurosis emocionales) son episodios de angustia paroxística, des­criptas con diversas denominaciones. Se refiere a especiales situaciones emocionales, que podemos definirlas como reacciones desencadenadas por un shock emocional. Se destacan: l) que los síntomas patológicos están relacionados con acontecimientos actuales (es el aspecto reaccional de estos estados); 2) que el umbral de hiperemotividad o de angustia es anormalmente bajo; 3) que los síntomas consisten esencialmente en reaccio­nes afectivas violentas; y, 4) que estas reacciones ponen en juego tendencias más o menos inconscientes. Según se desprende de esta brevísima presentación, la angustia aguda, el estado de pánico, será estudiado teniendo en cuenta que el organismo dispone de mecanismos defensivos preparados para responder al estrés, vistas como una intensa reacción al sufrimiento en su más amplio sentido. Se comprende, pues, que estas grandes crisis «traumáticas» de angustia constituyan siempre urgencias médicas (8).

[2] Los estados de retraso mental son insuficiencias del desarrollo de la inteligencia. En la forma «ligera», con un C.I. 65-80, en la escala de Ternan-Merill, es relativamente educable y adaptable socialmente. Por la debilidad de su Yo y de su personalidad, es sugestionable y crédulo, y es incapaz de enfrentarse a situacio­nes nuevas que exijan un análisis de sus dificultades (11).

[3] Aunque vale hacer notar que el caso de Romero se divulgó el martes 13 de agosto, y el de la enfermera A.C. de Panasitti recién se publicó el jueves 15, éste ya era conocido en los medios policiales de Mendoza.

[4] En situaciones de cambio rápido, como la expuesta, la incertidumbre proviene de un exceso en el flujo de información carente de patrones definidos. Como en las situaciones no previstas más información debe ser procesada, analizada y ponderada, el sujeto experimenta mayor dificultad para pensar, y con ello, el nivel mismo de incertidumbre. La angustia que moviliza, como defensa, cede ante la angustia paralizante. A ese círcu­lo vicioso se asocia, en algunos casos, la desorientación, el dislocamiento, reducido a una cierta incomuni­cación con la realidad en que vienen a simbolizarse tanto los peligros existentes como las amenazas imagina­rias.

[5] En la tradición filosófica, el Yo es principio de conocimiento y acción. En psicología, típicamente, asegura una función de unidad e integridad del sujeto. Como tal, se deja reconocer dinámicamente a través de los mecanismos de defensa.

San Lorenzo (Sa). En los cerros de Salta (Final)

SAN LORENZO (Sa): EN LOS CERROS DE SALTA

LA INVESTIGACION DEL CASO

En mayo de 1987 efectuamos las oportunas encuestas y el reconocimiento del lugar. Llegados a San Lorenzo, procuramos -no sin dificultad- ubicar el solar desde donde se realizó la observación. El mismo se encuentra sobre una de las arterias principales del pueblo, en la esquina de 9 de Julio y Joaquín Castellanos. Se trata de una vivienda construida en dos plantas, rodeada de jardines y a espaldas de la precordillera, dando su frente al este con la visión de la ruta provincial 38 (9 de Julio), el río San Lo­renzo, y las lomas de Medeiro, cuyas tierras de zona militar se extienden hasta la ciudad de Salta, distante a unos 9 kilómetros de la casa.

En esa fecha la misma se hallaba arrendada, por lo que debimos posponer varios días una entrevista con la testigo. De buen abolengo y modales refinados, Dora Aráoz Castellanos de Jovanovies nos recibió bien dispuesta a narrar su experiencia, la que recordaba vivamente. Estos son algunos tramos de su relato:

«Este hecho ocurrió en la noche, alrededor de las 20,00 horas. Había un temporal, esa lluvia muy fina que cae muchas veces durante el verano en determinados lugares de montaña, con nubes muy bajas. No es que llueva un momento, sino que son días y noches que sigue esa llovizna persistente. Estaba en la parte baja de la casa, y una chiquilina amiga de mi hija, Juanita Flemming, de once años, llegó y dijo: «˜Â¡Suban, suban, hay una cosa iluminada!»™. Entonces subimos y yo no vi absolutamente nada. Le dije ¿Donde?; y en ese momento sentimos un zumbido -que siempre lo recuerdo- como de desplazamiento, que hacía fúuú (NdR: como de viento, oscilante y constante). Y cuando seguí con el oí­do el zumbido, de oeste a este, yo no lo encontré. Porque al llegar la chica me dijo: «˜Toti, mirá»™, yo miré, pero no vi nada, y entonces seguí el zumbido y ahí lo vi. Sería un zumbido… diríamos… cuando se larga el aire que se está inflando una goma, pero con menos suavidad, sería una cosa así: ufff. El sonido fue grande al momento en que la chica dijo «˜mirá»™ y que yo no vi, y más débil cuando pasó.

«Estaba en la parte de la precordillera, en los cerros. Sobrevoló la casa de un vecino, y ahí lo vi. Era oval, una opalina blanca metalizada con forma oval y un arco alrededor. No giraba ni se balanceaba. Hizo una pérdida de altura cuando se dirigía allí, cerca de la ruta. El zumbido era ya muy débil, pero emitía desde la parte baja, porque tenía posiblemente una cúpula y otra abajo con ese aro, en la dirección de la marcha, hacia atrás, en recta, un haz de luz de gran intensidad. Creo que si hubiera girado, podría haber cegado a una persona. Es que cuando yo miré, no la tenía encendido, ha­bría apagado sus luces. Y la volvió a encender. Era tan increíble, quedaban las gotas de agua como si fueran cristales transparentes y el paisaje iluminado. Pero fue sólo un instante. Iluminó con mayor intensidad donde no había casas en ese momento, había árboles, sin acusar su presencia. Su tránsito siguió el cerro de la quebrada, lo hizo muy lentamente y al verlo dije: «˜Â¡Una máquina, una máquina, Dios mío líbranos, una má­quina desconocida!»™. Llegó a perder un poquito de altura, desplazándose muy lentamen­te. Tenía una especie de aro, rodeando la cúpula, y visualizaba ya que era totalmente oval. Lo veía muy cerca, a unos 200 metros, pero se apreciaba mucho más grande que la Luna»™.

Zona por donde sobrevoló el raro portento.

«Ahí, en la parte como de arco, diríamos, se formaron unas manchas lechosas, mien­tras el aparato perdía altura y de un modo inexplicable desapareció entre los árboles, entre el paisaje, porque ya no tenía ni luz. La apagó y desapareció. Habrán sido ¡se­gundos! de observación. La máquina sería de un tamaño, según lo que yo apreciaba, de unos 5 x 3 m, calculo, visualizando así, porque iba muy bajo, casi rozando los árboles, desplazándose de oeste a este, de la cordillera a la ciudad de Salta, hasta que desapareció a no sé dónde.

«Ahora, cuando yo llamo a la chica y le digo: «˜¿que has visto?»™, ella me da la descripción, y advierto que ha visto primero que yo la parte de abajo, y que después vio lo mismo. Nada más, eso es lo que vimos. Todo lo que vimos. Eso es todo lo que yo vi de esta máquina…».

IMPRESIONES DE LA TESTIGO

Dora Aráoz Castellanos de Jovanovies, tenía por entonces 32 años (nació el 27 de mayo de 1924) y está casada con Julio S. Jovanovies, quien se desempeñaba como 2do. Jefe del Regimiento 7 de Caballería de Salta, con el que compartimos también el diálo­go. «A mí me dio la sensación de una cosa irreal»¦ extraña -continúa Dora-, me dio un poco de miedo; además, a la velocidad que esto se pudo desplazar. Porque la chica lo vio muy hacia la izquierda y cuando yo subí, lo vio ella hacia arriba, al llegar me dijo «˜mirá»™, y cuando yo miré no vi, y después recién lo vi, otro desplazamiento hacia la derecha. Es decir que la velocidad fue, para mí, inmensa… y no porque haya estado impresionada, pero al subir la escalera, yo grité «˜Â¡debe ser algún avión que se viene en picada!»™, o bien perdido, «˜Â¡enciendan las luces de la terraza y todas!»™, para ubicarlo, para darle un sentido de orientación y que no se nos venga en­cima, pensando en un avión. Nunca en este aparato extraño.

«Ah, sí. Yo dormí con el revólver entre las manos. Realmente ahí le da la pauta que yo pensé siempre que era una máquina. Una máquina muy rara, para mí desconocida. Ahora, similar con los dibujos y comentarios que hacen de los platos voladores, cierta similitud. Tiene aro y las dos cúpulas, pero ninguna con los que lo hacen redondo. Porque este es oval. Y acá la luz sale entre la cúpula del aro, hacia atrás.

«Cuando se hicieron las manchas en el aro, en ese momento ya no tenía ese brillo tan intenso. Yo nunca he pensado que pudieran ser personas; no sé qué pueda ser, no podría decirle. El aparato desaparece no porque se vaya. Justamente, yo pensé, se alejaba un poco, pero no tanto como para desaparecer, sino porque empiezan a formarse esas manchas, a opacar, tornarse el aro menos lechoso. En fracción de segundos ha pasado así. Ahora, el desplazamiento en ese tramo en que yo lo veo era muy lento. A una velocidad diría… no puede ser más de 2 o 3 km, casi suspendido.

Río San Lorenzo, amplio escenario del fenómeno del 25 Nov 1956.

«Se trataba de dos manchas bastante marcadas, y la tercera un poco menos. No se movían, y se hallaban en el aro. Pero no totalmente marcadas. Eran unas manchitas vivas, nada más. Nada más.

«La noticia tomó estado público porque estábamos todos ese día, y entonces un periodista de El Tribuno, resolvió preguntar cómo era la cosa, yo le comenté y él sacó lo que se le dio la gana. Entonces directamente escribió que habíamos dicho que había luces multicolores, que nunca hubieron; indicó que había habitantes, hombres o seres, que tampoco nunca hemos dicho que hubiese; que había aterrizado, que se quedó en el lugar…, aunque sí se habría quedado y hasta muy tarde, calculo que hasta las 2 de la mañana. Dicen que en distintas partes apareció. A medianoche, a unos 3 km, una luz asustó a los caballos, y en otra casa se pararon los aparatos eléctricos. Pudo ha­berse quedado toda la noche, sin la luz, aterrizando, o en tierra o en las nubes, no sabría decirle.

«Qué pudieren haber sido esas manchas, o que (la máquina) tenga personas como… que no conocemos; quizá pudiera tener ventanas, o que no existan, que sea de una cosa que esté enmascarado. Las manchas se hicieron en el momento en que perdió altura, ahora, la altura nunca fue alta.

«En cuanto a las noticias periodísticas que dicen que el plato volador se asentó sobre el lecho del río, ¡es un cuento! Nadie sabe. Nadie vio que se haya asentado en alguna parte y nadie vio personas. Y yo nunca vi hombres ni luces de co­lores. Ni nada parecido. El plato al principio estaba estático, o casi, andando muy lento. Cuando empieza a deslizarse, a bajar, ahí es cuando pierde un poco lo metalizado, y comienzan a verse unas manchas. Apenas lo vi recorrer unos 300 m nada más».

El marido de la testigo, Julio Jovanovies, que seguía atentamente la detallada descripción, interviene para hacer sus propios comentarios: «Yo me acuerdo, porque redac­té el informe para el Ejército: no era un avión, pero nunca hablé de plato volador. Yo no estaba en la casa, aunque después ella me llamó, telefoneó asustadísima. Me hallaba en el Regimiento 5, a 8 km, en el cuartel. Allí no se observó nada, nada. Claro, porque entre la ciudad de Salta y San Lorenzo no hay edificación. Todas esas lomas, el casco, es zona militar, campo de tiro. Cuando me telefoneó de una casa vecina para contarme, me alarmé. En esa época había un poco menos de casas, nomás. Lo demás exactamente igual. Caminos pavimentados… Las casas de los alrededores así, las 3 o 4 que están en la actualidad».

Área hacia donde la máquina desapareció.

Así concluyen las exposiciones, para dar paso siguiente a un análisis del testimonio y de las condiciones que rodearon al singular episodio ufológico.

UN ANALISIS POSIBLE

La entrevista ha permitido que la testigo pudiera expresarse conforme a como ella percibió el fenómeno, y disponer de un conjunto de datos que, de otro modo, quedarían velados o llanamente distorsionados, ceñidos a la información periodística de aquella época.

Al respecto, Dora Aráoz Castellanos de Jovanovies es muy concreta en su descripción: la aeroforma jamás fue vista descender hasta aterrizar, tampoco observó alguna mirilla o portezuela en su estructura y, aún menos, la presencia de ocupantes, como podría interpretarse del ambiguo artículo periodístico. Por estas razones, el episodio no podría ser evaluado como un encuentro cercano de máxima extrañeza.

Por otra parte, la testigo agrega que no se registraron huellas, rastros u otro tipo de evidencia física que pudiera relacionarse. Inclusive, variaciones climáticas o trastornos fisiológicos que recuerde, más allá de la vívida impresión recibida por la desusada aparición, que le impidió -por temor- conciliar el sueño durante dos días.

El testimonio de la señora, desprovisto de un inocultable aditamento interpretativo (por ejemplo, le atribuye una fantástica velocidad cuando ve al ovni en otro sitio del esperado; o la decidida atribución de significado como máquina, cúpula, etc.) y de las imprecisiones propias del lenguaje y el recuerdo (por ejemplo, la hora y duración, o la brillantez que le adjudica al fenómeno, los cuales difieren con la versión que posee su marido), en líneas generales, resulta convincente. Al menos, pone en juego un discurso de convicción, persuasivo, pero sin demasiadas estridencias ni fisuras que pudieren denotar alguna posible incongruencia.

Croquis del objeto según la testigo.

No obstante, creemos que la testigo no se hallaría ajena a los recientes sucesos producidos en esa provincia, y de los que un importante diario salteño se ocupo de informar, y estimular a la sensibilizada pobla­ción.

En cuanto a las condiciones meteorológicas, los datos facilitados por el Servicio Meteorológico Nacional (dependiente del Comando de Regiones Aéreas, Fuerza Aérea Argentina), para esas horas (20:00 y 21:00 horas) y lugar, según registros de la Estación Salta Aero, se consigna que al momento de la observación, la temperatura oscilaba entre los 19,4-18,4°C, la humedad entre 48-60%, el viento ­de superficie era de 10-7 km/h, la presión de 883,8-885,0 hPa, el cielo estaba nublado y no se registraron fenóme­nos significativos. La información agrega que se produjeron lluvias en los alrededores de la estación -no en la estación meteorológica- de 20,05 a 22,15 horas.

Con respecto a los datos astronómicos, será de interés conocer la ubicación del Sol aquel 25 de noviembre de 1956, a las 20,00 horas. Utilizando coordenadas geográficas (aprox.) latitud 24,5° S; longitud 65,5° O, y considerando hora legal argentina = GMT «“ 3h: 23h00m GMT, el Sol se hallaba en azimut: 245,9°, y elevación: -0,8° (ocaso reciente, a las 22h53m GMT). Vale decir que el Sol se ocultó a las 19h53m, minutos antes de la observación. Dato a tener en cuenta por los efectos lumínicos que suelen producirse durante el crepúsculo. En otro orden, la Luna se encontraba bajo el horizonte y no era visible (fuente: C. Demaría).

Dispuesto el conjunto de datos, consideramos factible ensayar una hipótesis acerca de la naturaleza de lo observado. Es oportuno señalar previamente que existe una diversidad de fenómenos meteorológicos que son causa de curiosos informes sobre avistamientos de ovnis. En zonas próximas a las cadenas montañosas de elevaciones desiguales, por ejemplo, suelen producirse formaciones de nubes muy densas y de perfiles definidos, que resultan para el observador poco avezado un ovni, o mejor, un auténtico plato volador de aquellos que la literatura y el periodismo tanto han difundido. Quizá porque al margen de su aspecto, las dimensiones, los contornos, la nitidez del color y su apariencia material, son muy estables. Siendo ésta sólo una de las múltiples configuraciones nubosas, existen innumerables fotografías que se muestran como si se tratara de legítimos documentos gráficos de naves extraterrestres (15).

A FIN DE CUENTAS…

Resulta aceptable que el plato volador de Dora Araoz Castellanos de Jovanovies pueda ser explicado en estos términos. Si repasamos su pormenorizado relato, ella se refiere a una aeroforma discoidal blanco-lechosa, con un lento desplazamiento (en el mismo sentido de las nubes, o desde la cordillera), acompañado de un zumbido (como «cuando se larga el aire…», dice) y una suerte de haz de luz, en dirección al poniente Sol del crepúsculo, que iría a atenuarse y desaparecer -al igual que el ovni, que asemejaba una «opalina blanca»- a medida que se movía hacia el este, en dirección contraria a la cordillera y a la puesta del Sol, que arrojaba sus últimos fulgores tras el horizonte, iluminando las nubes del encapotado cielo.

Formaciones nubosas en Cruz del Palmarillo – Mza., Argentina, 7 de diciembre de 1966.

Abajo, en una ladera de la precordillera, al abrigo de la montaña, la testigo, junto a la niña que le dio aviso. Presenciando cómo la máquina descendía hacia el llano (es decir, siguiendo los accidentes del terreno), perdiendo luminosidad y dejando ver entonces unas manchas que, como un Rorcharch, estimularon la imagina­ción, sea de la testigo o del periodista que creyó ver en éstas una suerte de mirillas, portezuelas u ocupantes.

Decía Leonardo da Vinci: «No os resultaría difícil deteneros algunas veces y mirar las manchas de las paredes o las cenizas de un fuego o nubes o barro o sitios análo­gos en los que… podéis encontrar auténticas ideas maravillosas».

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) La Razón, Buenos Aires, 10 julio 1956.

(2) Ibíd., 1 agosto 1956.

(3) Ibíd., 23 julio 1956 y 1 agosto 1956.

(4) Ibíd., 30 julio 1956.

(5) Vogt, Cristian: «¿Qué pasa en Salta?», conferencia, 1956.

(6) La Razón, Buenos Aires, 13 agosto 1956.

(7) Vogt, C. Conf. cit.

(8) La Razón, Buenos Aires, 5 noviembre 1956; et.al.

(9) Orbe 8 En la Actualidad Mundial, semanario, Buenos Aires, 29 octubre 1956.

(10) La Razón, Buenos Aires, 4 diciembre 1956, p.6, citando a El Tribuno, Salta, de la misma fecha; rev. Era Nuclear, Buenos Aires, julio 1957; La Razón, 3 marzo 1960 y 24 setiembre 1961, p.9; et.al.

(11) Orbe 8«¦, 10 diciembre 1956.

(12) La Razón, Buenos Aires, 13 febrero 1957.

(13) Ibíd., 15 diciembre 1957.

(14) El Meridiano, Córdoba, 12 julio 1958.

(15) Fouére, R. «Leurres et réalités», en: Phénomènes Spatiaux, Paris, 11, mars 1967, ps. 13/17; Gran Enciclopedia de los Temas Ocultos, «Fenómeno ovni», Ed. UVE, Madrid, 1982, ps. 63 y 65.

Victoria (ER): Caso en el Hogar Gral. San Martín (2)

Victoria (ER): Caso en el Hogar Gral. San Martín

Roberto Banchs

EL TESTIMONIO DE MIGUEL ÁNGEL DIONISIO (Secretario económico del Hogar, 41 años)

«El martes 13 de agosto a las 9:55 horas estábamos por tomar unos mates, cuando el señor René sale de la cocina del establecimiento y dice: «Venga, estos sí que deben ser los ovnis». Salgo corriendo y observo un juego de dos luces que cruzaban en círculo, bajaba una y subía la otra; lo vimos durante tres minutos más o menos. En eso aparece Gabirondo y enseguida Pérez. Gabirondo corre a llamar por teléfono a Ramón Pereyra del video-cable de Victoria. Observamos que una de las luces emerge otra vez, pero más cerca de nosotros, desde esa posición, corrimos hacia el frente del establecimiento y en el ínterin, pasó un camión por la ruta, estaba cargado, iba por la cuesta, yo digo: «˜No vaya a ser que se le aparezca el ovni»™; zafa el camión, y al llegar al frente del establecimiento, la luz baja al borde del asfalto al costado de la ruta. Es una luz muy fuerte blanca, y observamos como dos pares de piernas que dan pasos, pero en estado de gravedad. Gabirondo -que estaba hablando por teléfono- me dice: «Flaco, ¿vos ves lo que yo estoy viendo?», tira el tubo telefónico y sale corriendo hacia donde estaba la luz, pero no llegó, porque en menos de un minuto desapareció. El teléfono está en el ventanal sobre el frente, el vio cuando apareció la luz allí y fue, pero la luz instantáneamente se apagó sin elevarse, antes hizo un pequeño giro. Yo vi las piernas, es decir, la parte inferior del cuerpo, de la cintura para abajo, a una distancia de 350 m. Las veo al borde de la luz, pegadas a la luz por delante, como una sombra; las figuras se ven oscuras, la luz fuerte es blanca y noto el borde coloreado de amarillento y rojizo, el juego de luces se ve muy lejos, ese objeto con las figuras lo vemos a 350 m más o menos. Desde que la luz baja y se observan las figuras, pasa alrededor de un minuto. Desde el inicio hasta el final del avistamiento habrán transcurrido 4 minutos.

Miguel Ángel Dionisio, secretario económico del Hogar Gral. San Martín.

«La luz es local, abarca unos 20 m y no se proyecta. En el borde están esas figuras que dan pasos en estado de gravedad, la luz está como suspendida sin tocar el suelo, las piernas -que son talla normal- las veo de color marrón, observo el movimiento de caminar, aparentemente eran como de hombre. La luz hace un giro en semicírculo y desaparece, hace un arco desde abajo, se eleva alrededor de 2.000 m y vuelve a bajar, luego se apaga, no irradia ni encandila. Las cuatro piernas forman dos pares que se mueven como dando un pequeño paso. Eso lo observé durante 50 segundos, más 10 segundos de la vuelta en giro, completan el espacio del minuto total. No era la luz del faro de un auto porque hubiera proyectado, y ésta era local.

«En el establecimiento reinaba un silencio normal. No detectamos ningún cambio, ni en los perros del lugar ni meteorológicos. Era una noche serena, sin viento, había Luna chiquita. No registramos olores ni marcas. Gabirondo, con dos chicos del Hogar, fueron con la linterna a inspeccionar, pero no observaron nada particular; al otro día, con la claridad, volvimos a revisar y tampoco detectamos nada.

«Gabirondo, quien lamentablemente murió hace unas semanas a los 40 años, dijo haber visto dos piernas de dos personas, por lo tanto eran dos pares que aparecían juntos; él observó que caminaban muy lentamente como dando pasos. Él estaba ubicado derecho a la puerta misma del establecimiento, hablando por teléfono, y desde ahí ve cuando baja la luz, me grita, y luego manifestó haberme visto como petrificado.

«Él era el que estaba más interesado en el tema de los ovnis, leía, siempre buscaba revistas con información; él manejaba un taxi y se desplazaba por la ciudad, conversaba con uno y otro en la zona del balneario sobre lo que acontecía con el fenómeno.

Vista desde el camino de acceso al edificio del Hogar Gral. San Martín hacia la ruta n° 11.

«El chico Pérez declaró haber visto seres de cuerpo entero. Yo le pregunté si estaba seguro, porque los cuatro (Gabirondo, René, él y yo) estuvimos comentando esta experiencia durante toda la noche. Al principio él pareció no reaccionar, creo que tomó conciencia cuando lo empezaron a interrogar. Yo hablé con Roberto: «˜¿Estás seguro que lo viste completo?, acá no se trata de mentir»™. «Yo sí -dice-, yo los vi enteros». Le pedí que no invente, que contara lo que realmente vio, entonces me confesó que la verdad era que no los había visto enteros. Pero cuando vino el periodista, relató haber observado cuerpos completos»¦ Ese 13 de agosto, a esa hora, él había ido a la cocina para calentar agua para el mate. En el Hogar después de cenar, juegan a las cartas, miran televisión o van a la pieza a tomara mate»¦ pareciera que este chico Pérez busca deformar»¦ ahí dentro empezaron: «che, vino «˜fulano»™ de tal revista, vino «˜mengano»™ de la televisión, ¿vas a trabajar gratis?». Es un pibe con problemas -todos en el Hogar tienen problemas, vienen con dramas familiares-, Pérez ha vivido prácticamente toda la vida en el Hogar. Hoy tiene 21 años, la madre lo dejó cuando tenía 2 años, los padres son separados, los dos borrachos. Él es bueno, a veces tiene reacciones despectivas, es impulsivo. Para el estudio no tiene mucha capacidad, es poco imaginativo, sólo terminó la escuela primaria; los compañeros lo quieren y aceptan. Ahora le llega el momento de irse[1], sin embargo no ha tomado al respecto ninguna iniciativa.

«Don René es sereno, él también dice haber observado miembros inferiores de talla normal y no cuerpos completos. Según lo conversado, él no notó el giro en semicírculo que yo observé, para René la luz se apagó directamente.

«El día anterior al avistamiento de este fenómeno, mi hija me había pedido que la llevara para ver los ovnis, y en esa ocasión le dije: «˜Tengo que verlo para creerlo»™, no la llevé. Al otro día ella no se encontraba acá, estaba en Rosario con el resto de la familia, a los cuatro días viajé y al verlos dije: «˜Â¡He sido el furor!»™. En la radio de Rosario se informaba sobre lo que habíamos visto acá, mi hija no me creía, yo le dije: «˜Cuando llegues vas a leer los diarios»™. Hace quince días con mi hija, mi señora y una vecina vimos unas luces, entonces yo les dije: «˜Ahí están los ovnis»™, aparecieron a la altura de la abadía, era un luz muy fuerte, muy blanca con los bordes rojizos, se desplazaba lentamente, y lentamente también se apagó.

«El episodio en el Hogar de jóvenes General San Martín, fue una experiencia que jamás creí vivir, fue algo inesperado, a pesar que siempre afirmaba «˜tengo que verlo para creerlo»™; el tema sobre ovnis no me ha interesado nunca, alguna vez leí algo, pero someramente.

Vista del acceso al Hogar, en la intersección del camino y la ruta 11.

«Ante este fenómeno sentí asombro, no sentí miedo porque estábamos preparados mentalmente: observábamos la luz que venía, no sentí miedo porque no me enfrenté de golpe. Sentí admiración -especialmente- cuando vi las figuras que daban pasos, o hacían ese movimiento de pasos sin avanzar.

«Durante varios días me sentí contento porque venían los amigos para que les contara, me llamó el Intendente para averiguar por teléfono; hace una semana lo encontré en un asado, me pidió que nos sentáramos juntos y le narrara lo sucedido personalmente, estaba también el director del Hogar.

«Fue una experiencia que me gustaría repetir para ver si tengo la oportunidad de observar detenidamente a la figura, me quedó grabada, quisiera ver si puedo observar la parte que no vi, confirmar si eran similares a las personas»¦ yo vi piernas, pero no creo que sean solamente piernas que se deslizan. Lo que yo quiero saber es si existen estos seres, estas figuras que vi ¿son extraterrestres?, ¿no lo son?, ¿será algo que envían los norteamericanos, los rusos? Ellos están muy adelantados»¦, pero qué pueden querer acá, ¿buscarán algo específico para estudiar?, ¿alguna riqueza?, ¿qué fin persiguen? Yo deseo que se sepa la verdad, deseo hacer un aporte a aquellos que se interesan, que estudian con seriedad. A todos los que vienen yo los atiendo, pero quiero dar con la persona que me dé una explicación, que me diga qué hay de cierto en todo esto».

EL TESTIMONIO DE FIDEL RENÉ (Celador-sereno, 58 años)

«La noche del martes 13 de agosto a las 22 horas estábamos como de costumbre, después de la cena, en el Hogar; salgo de la cocina y veo a 300 metros dos luces que estaban como jugando, haciendo zig-zag. Llamé a mis compañeros de servicio, salieron a ver y vieron; uno de ellos -que ya murió[2]– fue a telefonear a video-cable para informar lo que estaba sucediendo, en ese momento -rápidamente- las luces se corrieron y se detuvieron frente a la entrada del establecimiento sobre la ruta, pero lo hizo una sola luz muy brillante: se posó en el asfalto, se vio por escasos tres o cuatro segundos.

«La luz era muy fuerte pero natural, como un reflector fuerte que brilla, iluminaba las ramas y las plantas, proyectaba alumbrando a unos 30 metros, cuando se posó se veía el vislumbre. No era la luz de un vehículo ni la de un cazador porque es opaca, tampoco la de un reflector, porque este larga como un chorro de luz en forma de cono, no eran luces de aviones. Esta luz fuerte y brillante, de pronto, se apagó.

Otra vista del acceso al Hogar. Allí se habría ubicado el ovni.

«Vi dos personas: Observé la parte inferior del cuerpo, de la cintura para abajo; la parte superior estaba a oscuras. Se visualizaban dos pares de piernas, no pude distinguir el color; sin embargo, se notaba que eran de personas normales -no eran enanos como se dijo-, la talla era normal. A la distancia se notaba que caminaban, el movimiento de esas piernas mi hizo pensar en la de los hombres, además se veían en pantalones comunes, no estaban desnudos. Cuando vi eso dije: «˜Ahí bajan dos personas»™. Yo no observé ningún objeto, ni nave, ni aparato, sólo esa luz fuerte y las piernas de dos personas que avanzaban juntas, haciendo un círculo muy cortito. La observación no fue muy clara ya que estaba oscuro, el vislumbre iluminaba la zona inferior, ahí se clavó, no obstante me pareció que estaban pisando.

«No estaba nublado, no había Luna, no se detectó marca alguna ni cambios de ninguna índole.

«Conmigo estaba Gabirondo, Dionisio y el chico Pérez, ellos estaban petrificados, no decían palabra, estaban duros, en verdad, ninguno de nosotros atinaba a moverse. Ellos estaban sorprendidos»¦ a mí no me tomó de sorpresa»¦ no me acerqué porque no me llamó la atención»¦ aunque puede parecer raro, en ese momento no pensé que fuera algo extraño, me pareció algo natural. Siempre he estado viendo luces, objetos que han cruzado el cielo y que no eran aviones, esto es común acá en Victoria, especialmente desde el mes julio último se escucha hablar de ovnis continuamente. Supongo que estos seres nos vendrán a observar.

«Para mí, este fenómeno es una señal, como una profecía; lo digo siempre: En la Biblia está escrito, dice que el mundo terminará -no se sabe cuándo- pero habrá un fin. En el Nuevo testamento, dice la palabra de Dios, que en los últimos tiempos habrá señales, confusión. Estas son cosas que tienen que suceder, todo esto que ocurre en la Tierra está escrito, lo mismo que el anuncio de la maldad que aumenta y se multiplica. El Señor Jesucristo dijo que debíamos estar preparados para cuando estas cosas comenzaran a suceder, hambre, sufrimiento y dolor. Por eso para mí la vivencia de este episodio fue algo natural, que tiene que pasar y lo recibo con paz, no me asombra, porque es como aquel que ya está avisado de algo y cuando llega, no hay sorpresa por que lo sabía.

«La semana pasada estaba en la casa de una vecina, y también vi una luz que se movía, me puse a mirarla: subía, bajaba, se apagaba, se ponía roja y se le veía dos antenas; esto último me llamó la atención, eso nunca lo había visto; estuve mirando un rato y desapareció. Eso no se lo conté a nadie.

«Yo no soy una persona que le guste hablar mucho; la semana pasada vinieron de un canal para grabar, lo iban a enviar a los Estados Unidos, pero lo interpreté como un negocio, y yo no me presto a eso. A mí me gusta ir con la verdad».

René Fidel, celador-sereno y testigo del suceso ocurrido el 13 de agosto de 1991.


[1] Luego de las dos entrevistas mantenidas con R. Pérez, y a nuestro regreso, nos telefoneó en varias oportunidades a Buenos Aires. Tiempo después, M. Dionisio nos comentó que había ido a vivir con su abuelo a Paraná. En agosto de 1992 nos escribió otro interno, Marcos Benítez, diciendo: «Fui amigo de Roberto, yo les escribo para contarles que a él le llegó el egreso y que se tuvo que ir a su casa, además él era desertor del servicio militar desde hace dos años».

[2] Informa F. René que Carlos Gabirondo falleció luego de una intervención quirúrgica a la que fue sometido para extraerle un órgano que había donado a su hermano. Como era de esperar, no faltaron quienes pretendieron atribuir inescrupulosamente como causa del deceso la presencia del ovni.