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Zombi (2)

LOS PRIMEROS INDICIOS

Tal vez la primera investigadora que sospechó la verdad en el asunto zombi fue la escritora Zora Neale Hurston. Nacida a finales del siglo XIX en una pequeña aldea negra de Florida. Su padre fue un predicador baptista quien le inculcó la admiración por las raíces africanas de su pueblo. Su interés le condujo a estudiar, bajo la dirección del etnógrafo Franz Boas, los cultos africanos instalados en América y principalmente en Haití. En la década de los treinta viajó a la isla para investigar el culto vudú.

Al igual que Seabrook, Zora Neale recopiló varios relatos de zombis. Uno de ellos refiere que una tal Marie, una joven encantadora que pertenecía a la alta sociedad de Haití, murió en 1909. Cinco años después sus antiguas condiscípulas la vieron al lado de la ventana de una casa, en Port-au-Prince. Hubo gran escándalo. El dueño de la casa se negó a que fuera registrado su inmueble. La policía ordenó abrir la sepultura, a regañadientes del padre de Marie. En el interior encontraron un esqueleto demasiado grande para ser el de Marie, incluso casi no cabía en el ataúd. Al lado del esqueleto estaban las ropas con las que había sido enterrada, cuidadosamente dobladas.

Entonces se dio una orden de cateo. Pero el propietario ya había desaparecido y no encontraron ni rastro de la muchacha. Se dijo que había sido convertida en zombi por un bocor. Al morir éste, su viuda la había entregado a un cura católico, quien la confió al dueño de la casa. Los miembros de la familia habían sacado a Marie ilegalmente de Haití, vestida de monja. Más tarde su hermano dijo haberla visitado en un convento de Francia.

Durante su estancia en Haití ocurrió un hecho sorprendente que marcaría la vida de la etnógrafa. En octubre de 1936 apareció una mujer desnuda caminando por el borde de la carretera en el valle de Artibonite. Decía llamarse Felicia Felix Mentor, natural de Ennery, y se dirigía a la casa de su hermano. Estaba en un estado tan miserable que fue conducida al hospital de Gonaives, en donde uno de sus hermanos la reconoció. De acuerdo con sus declaraciones había «muerto» dos años atrás y había sido enterrada. El certificado de defunción y las declaraciones de su marido, y otros miembros de su familia, confirmaron el relato. Felicia había perdido por completo la facultad de hablar y se escondía cuando alguien se le acercaba. No era capaz de pensar coherentemente

La noticia llegó a oídos de la doctora Hurston, quien visitó a la zombi en el hospital de Gonaives. Ahí logró fotografiarla, siendo ésta una de las pocas fotografías que se conocen de zombis.


«La mujer ofrecía un espectáculo horrible «“escribió Hurston-, su cara estaba lívida, con ojos de muerto; los párpados blancos rodeando los ojos, como si se los hubiesen quemado con ácido. No se le podía decir nada ni oír una palabra de sus labios, sino sólo mirarla, y la visión de aquel desecho era demasiado para soportarlo durante mucho tiempo».

Zora Neale Hurston llegó a intuir la verdad. En su libro Tell my Horse, publicado en 1938, expuso su hipótesis y sus conclusiones extraídas de las pláticas sostenidas con los doctores que atendieron a Felicia:


«Hablamos largo rato acerca de las teorías sobre el modo en que una persona llega a ser zombi. Concluimos que no se trataba de un caso de resurrección, sino de una apariencia de muerte inducida por una droga, que muy pocos conocían. Un secreto traído probablemente de África y transmitido de generación en generación. Los hombres conocen el secreto de la droga y del antídoto. Es evidente que destruye la parte del cerebro que rige la palabra y la voluntad. La víctima puede moverse y actuar, pero no formula un pensamiento. Los dos médicos expresaron su deseo de enterarse de ese secreto, pero se dieron cuenta de la imposibilidad de hacerlo. Esas sociedades secretas son realmente secretas».

Hurston estuvo a punto de descubrir que la causante era la Datura stramonium, que los haitianos llaman cocombre zombi, o pepino de los zombis: la flor sagrada de la Estrella Polar.

El nombre de esta planta proviene de la palabra dhatureas, que eran bandas de ladrones de la India antigua. En ese país, tanto los asaltantes como las prostitutas utilizaban esta planta para atontar a sus víctimas. El principio activo de la planta actúa tópicamente, y una dosis relativamente pequeña provoca alucinaciones e ilusiones enloquecedoras, seguidas de confusión, desorientación y amnesia. Dosis más elevadas causan el estupor y la muerte.

En el siglo XVII, Johann Albert de Mandelslo escribió que las mujeres de la India engañaban a sus maridos con los europeos, drogando a los primeros con datura, «entregándose a las delicias del sexo, incluso en presencia de los maridos, que las miraban con ojos muy abiertos, sumidos en un estupor total». Decía que cuando un hombre ingiere Datura, se atonta por 24 horas. «Durante ese tiempo está privado del uso de sus sentidos; no puede ver lo que se encuentra frente a él, aún cuando mantenga los ojos abiertos».

La Datura se usó durante muchos años en los ritos mágico-religiosos de Sudamérica. Los sacerdotes de los chibchas suministraban una droga parecida a las esposas y los esclavos de los reyes muertos, antes de enterrarlos vivos con sus difuntos amos. En México se le utilizaba para «embrujar» a los amantes. Es el famoso Toloache.

La datura es una de las varias drogas que se utilizan para «fabricar» zombis, pues como veremos, existen otras toxinas involucradas en la poción zombi.


G. E. Simpson menciona el encuentro con otro zombi de Ennery. La mujer se llamaba Francina Illeus, a la que apodaban Ti Femme.


DOS ZOMBIS EN VIVO

Las investigaciones del doctor Douyon estuvieron apoyadas por el doctor Jean Bátiz Romain, director de Investigación y Ciencias Humanas de la Universidad de Haití. Romain, con 60 años (en 1980), había estudiado durante 35 años las prácticas del vudú haitiano. En 1981 mostró al reportero mexicano Fernando Ríos Parra, varias fotografías de zombis, pero rehusó que se publicaran. Estudió, junto con Douyon, a tres zombis, dos de los cuales continuaron siendo atendidos en el centro de investigación de Romain.


«El primer caso «“relata Romain-, corresponde a Ellen, quien, dos años después de haber fallecido (en 1978), es encontrada por sus familiares, pero ya como una autómata.


«Ellen con 30 años de edad, tiene su acta de defunción; sus padres y marido asistieron al funeral y la enterraron. Al volver a la vida, luego de ser desenterrada, se le observó en la frente una marca o perforación que sufrió por uno de los clavos del ataúd, que era suficiente para haberla matado. La identificación de las huellas dactilares y el reconocimiento de sus familiares hacen imposible una suplantación».

Cuando se procedió a exhumar su ataúd, se le encontró lleno de piedras.


Clairvius Narcisse es el otro caso. Fue declarado muerto a la una y cuarto de la tarde del 2 de mayo de 1962.

La historia de Narcisse es la más importante de todas ya que el hombre fue atendido en el servicio de urgencias del Hospital Albert Schweitser de Deschapelles, en Artibonite, en donde se conserva un registro preciso y digno de fiar. El hombre ingresó el 30 de abril a las 9:45 de la noche, sufriendo intensos dolores en todo el cuerpo y fiebre. Poco tiempo después comenzó a escupir sangre y los médicos que lo atendían no pudieron hacer nada. Narcisse sufrió hipotermia, náuseas e hipotensión, antes de quedar totalmente paralizado y encontrar la «muerte». Sin embargo, conservó la conciencia hasta en la tumba, según contó después.

Sus hermanas, Angelina Narcisse y Marie Claire Narcisse, estamparon su pulgar en el certificado oficial de defunción. El cuerpo pasó al depósito de cadáveres, en donde permaneció por varias horas, hasta que lo llevaron a enterrar.

Su funeral fue conocido tanto por sus parientes como por sus amigos. Narcisse fue inhumado el 3 de mayo a las diez de la mañana en el pequeño cementerio situado al Norte de su pueblo, L»™Estere.


«Durante todo el tiempo estuve consciente, aunque absolutamente inmovilizado. Escuché al médico cuando me declaró muerto y oí a mi hermana llorar. Cuando me metieron al ataúd y lo clavaron, uno de los clavos atravesó mi mejilla derecha, justo al lado de la boca. Pasó el tiempo, tal vez días, cuando escuché que me llamaban por mi nombre, y el suelo se abrió. Había tambores y gente que cantaba. Entre varios hombres me sujetaron y maniataron. Luego me golpearon con un látigo obligándome a caminar en la oscuridad de la noche. Caminamos durante varias jornadas ocultándonos de día, hasta que llegamos a una plantación de azúcar».

En 1980 regresó a su pueblo natal asustando a quienes lo reconocieron. Clairvius se presentó ante su hermana Angelina utilizando el diminutivo con que lo conocía la familia desde su niñez. Narcisse contó que había sido un zombi y había trabajado como esclavo en una plantación de azúcar durante varios años.

Dijo que había sido su propio hermano quien había contratado a un bocor, Josef Jean, para convertirlo en zombi a causa de su herencia: Clairvius no quiso ceder su parte y eso selló su destino. Todo sucedió muy rápido: el domingo fue envenenado; el martes tuvo que ir a Gonaives, porque se sentía débil y con náuseas; por la tarde, al ingresar al hospital, tosía y respiraba con dificultad; al día siguiente, al medio día, entró en agonía. La lista de síntomas incluyen: edema pulmonar, trastornos digestivos con vómitos, dificultades respiratorias acentuadas, uremia, hipotermia, pérdida rápida de peso, hipertensión, cianosis y parestesia. Durante dos años permaneció trabajando como esclavo en la plantación de azúcar del propio bocor, en las inmediaciones de Ravine-Trompette, un pueblo situado al Norte cerca de Pilate, y no lejos de Cabo Haitiano. Junto a él trabajaba una docena de zombis que recibían una sola ración de alimentos por día. La alimentación era la misma que comía en su casa, sólo que no contenía sal. Uno de los cautivos, no se sabe por qué razón, dejó de comer durante varios días; luego pareció salir de su letargo y se reveló: tomó un azadón y mató al bocor Al morir el brujo, los zombis se dispersaron. Clairvius no quiso regresar a su pueblo por temor a su hermano y pasó dieciséis años vagando por diferentes zonas; ocho años los pasó en Saint Michel de L»™Attalaye. Al enterarse de la muerte de su hermano, finalmente regresó a su pueblo.

La noticia dio vuelta al mundo y en 1981 la BBC llegó a Haití para filmar un documental. Ayudados de la familia redactaron una serie de preguntas que sólo el propio Clairvius podría responder. La entrevista se hizo justo sobre la tumba de Narcisse, en donde se puede leer «Ici repose Clairvius Narcisse». Al llegar al cementerio se detuvo unos minutos, tratando de orientarse, y luego se hizo paso entre las apiladas tumbas hasta llegar a la suya. Ante las cámaras dijo:


«Ni siquiera estaba aquí cuando arrojaron tierra sobre el ataúd. Mi cuerpo estaba aquí, desde luego, pero yo flotaba en algún lugar indeterminado. Podía oír todo lo que sucedía. Entonces llegaron. Tenían mi alma en su poder. Me llamaron y la enviaron a través del suelo. Pensaban que yo era un bourreau (verdugo), de modo que, después de pasarse la botella, me ataron los brazos a los costados. Después fui citado a juicio, para ocho días más tarde. Son los amos de la tierra y hacen lo que les place».

Clairvius no fue bien recibido en L»™Estère, dijo que al llegar los aldeanos se burlaban de él y que incluso su familia le pidió que se retirara. Su propia hermana le ofreció dinero para que se fuera. Todos le tenían miedo. Pronto se armó gran alboroto y llegó la policía. Tomó a Clairvius bajo su protección y, tratando de evitar una tragedia, lo encerraron en la cárcel para protegerlo. Luego fue trasladado a la misión baptista. Finalmente el doctor Douyon se hizo cargo de él.


Natagette Joseph, otra de las zombis tratadas por el doctor Douyon, nació en 1920 y murió en 1966 en una refriega a causa de unas tierras. El cuerpo de la mujer fue llevado a la comisaría en donde el policía a cargo firmó el certificado de defunción, por ausencia del médico. En 1980 fue reconocida mientras vagabundeaba en torno a su pueblo, por el mismo policía que había certificado su muerte.

A finales de 1980 los medios de comunicación de Haití informaron del descubrimiento de un grupo de personas que se comportaban como retrasados mentales. Vagaban sin objeto cerca de la costa Norte del país. Rápidamente los campesinos los identificaron como zombis. La policía los capturó y los envió a Cabo Haití, en el destacamento militar. El ejército se encargó de regresarlos a sus comunidades de origen.

Tanto Ellen como Narcisse están siendo tratados de rehabilitar en el Hospital de Romain, aunque se avanza poco en ellos, ya que la falta de oxígeno afectó sus cerebros.

Según se cree, los dos zombis que se tienen en estudio, están ahí porque se cometieron sendos errores con ellos. En el caso de Ellen, el bocor murió bruscamente, por lo que ella quedó liberada sin proponérselo. En el segundo, uno de los encargados de darle un brebaje le dio por equivocación sal, y esto provocó que se rebelara y saliera del control del sacerdote.

Posteriormente discutiremos la importancia de la sal en el proceso de zombificación.


UN PODEROSO ANESTÉSICO

El doctor Douyon logró conseguir de un bocor «polvos de zombi» y envió una muestra de ellos a los Estados Unidos para su análisis. Quien analizó los polvos fue el doctor Richard Evans Schultes, director del Museo Botánico de la Universidad de Harvard, que había estudiado los narcóticos del Amazonas, como la ayahuasca, por más de 40 años. Aunque esta muestra no proporcionó mucha información, sí despertó la curiosidad de Schultes.

El etnobotánico Wade E. Davis, que en ese entonces trabajaba bajo las órdenes de Schultes, tuvo la misma curiosidad. Viajó a Haití, enviado por Schultes, para tratar de colectar muestras de «polvo zombi». Preguntó a los bocors cómo se usaba, de qué estaba hecho y cómo se preparaba.

Davis obtuvo cinco muestras de «polvo zombi» y descubrió que en cuatro de ellas, cada una de regiones diferentes, contenían un mismo ingrediente: Tetrodotoxina, un anestésico que, de acuerdo a Davis, «es 160 mil veces más potente que la cocaína y quinientas veces más fuerte que el cianuro. Una cantidad de la toxina pura del tamaño de la cabeza de un alfiler supondría ya una dosis letal».

Las muestras del polvo zombi contenían: un lagarto grande llamado Agamont; un sapo, el crapaud bouga (Bufo marinus), especie original de los trópicos americanos; el mal llamado sapo de mar o crapaud de mer, que en realidad es un pez globo, el Diodon hystrix; otras tres especies de peces globo, como el Diodon holocanthus, Sphoeroides testudineus y Sphoeroides spengleri; un gusano anélido de la familia de los Polychaeta; tarántulas y ciempiés.

Entre los productos vegetales se encontraban: Albizzia lebbeck, que los haitianos llaman tcha-tcha, una especie de árbol productor de sombra, originario de África occidental. La corteza y las vainas contienen saponinas que actúan como vermífugos, y sapotoxinas. Los síntomas por envenenamiento con saponinas incluyen: náuseas, vómitos y secreción excesiva en las vías respiratorias y edema pulmonar. También había Pois gratter, guisante picapica, una especie de liana Mucuna pruriens cuyas vainas tienen pelos extremadamente urticantes y sus semillas son psicoactivas. En África se utiliza una especie similar, la Mucuna flagellipes, como veneno con el que untan sus flechas. Contiene una sustancia muy parecida a la fisostigmina. Semillas de consigne (Trichilia hirta), un árbol de la familia de la caoba. Hojas de pomme cajou (Anacardium occidentale) o anacardo común. Hojas de bresillet (Comocladia glabra), una hiedra venenosa que produce dermatitis graves. Maman guepes (Urera baccifera), mashasha (Dalechampia scandens) y dumbcane (Dieffenbachia seguine) o «caña del mudo», que utilizaban los dueños de las plantaciones como castigo, obligando a comerlas: como contienen oxalato de calcio, las hojas irritan la laringe y causa hinchazón, dificultando la respiración e impidiendo el habla.

Las muestras que consiguió Davis contenían también sustancias como la Bufotenina, la cual produce alucinaciones; y otros ingredientes activos que afectan al corazón y al sistema nervioso.

Davis publicó un artículo en el Journal of Ethnopharmacology en el que establece que los zombis existen, pero que se pueden explicar científicamente.

Los egipcios ya conocían el veneno del pez globo. En la tumba de Ti, faraón de la V dinastía, aparece representado. Se cree que los judíos prohibieron comer peces sin escamas (Deuteronomio) debido a estos animales. En China se le menciona en el Pentsao Chin, la primera gran farmacopea, escrita durante el reinado del mítico emperador Shun Nung (2838 a 2698 a. de C.). Más recientemente, durante la dinastía Han (202 a. de C. A 220 d. de C.) se descubrió que la toxina se acumula en el hígado de los peces. En el Pentsao Kang Mu (1596 d. de C.) se asegura que los niveles de toxina varían según las especies, y en la misma especie según la época del año.

Uno de los primeros europeos en comer pez globo lo fue el capitán James Cook. Por suerte el guiso no fue de su gusto y sólo le dio un bocado. Cook relata los síntomas de esta manera:


«Sentimos una debilidad extraordinaria en todos los miembros, acompañada de un entumecimiento o una sensación como la que se experimenta al exponer las manos o los pies al fuego después de haberse quedado aterido de frío. Perdí casi por completo la sensibilidad, y no distinguía los cuerpos ligeros de los pesados…; para mi mano, una medida de un cuarto de galón llena de agua y una pluma venían a ser lo mismo»

No corrieron con la misma suerte los marinos holandeses del Postilion. En la bitácora del barco se puede leer las anotaciones del médico de abordo, prácticamente, la descripción de un zombi: Diez minutos después de haber comido el pescado, el contramaestre


«yacía en el entrepuente y no podía levantarse sin hacer grandes esfuerzos; tenía la cara un tanto arrebolada, los ojos brillantes y las pupilas más bien contraídas; la boca estaba abierta y, como los músculos de la faringe se hallaban agarrotados por un calambre, se les escurría la saliva; tenía los labios hinchados y un poco azulados, le frente cubierta de sudor, el pulso rápido, breve e intermitente. El paciente estaba extremadamente agitado y sentía gran angustia, pero conservaba todavía la conciencia. Su estado pasó rápidamente a una forma de parálisis; los ojos quedaron fijos en una dirección; la respiración se hizo dificultosa, con dilatación de las aletas de la nariz; la cara palideció y se cubrió de un sudor frío; los labios se pusieron lívidos; perdió la conciencia y le falló el pulso; por último, su agitada respiración se detuvo. El paciente murió apenas diecisiete minutos después de haber comido una parte del hígado del pescado».

Otro marino sufrió los mismos síntomas pero menos acentuados debido a que había vomitado varias veces, pero murió un minuto más tarde que su compañero: «Se produjo un movimiento convulsivo de los brazos, después de lo cual desapareció el pulso, y la lengua, lívida, se proyectó entre los labios».

En México, el historiador Francisco Javier Clavijero escribió que en 1706, mientras exploraba Baja California en busca de un emplazamiento para una misión, los soldados españoles que le acompañaban encontraron, en un campamento abandonado por los indios, un hígado de botete (Sphoeroides lobatus). Se les hizo fácil asarlo para luego engullirlo. Uno se comió un trozo pequeño, otro lo probó y el tercero lo masticó sin llegar a tragarlo. El sabor era desagradable. El primero murió en menos de veinte minutos, el segundo poco después, mientras que el tercero permaneció inconsciente hasta el día siguiente.

Continuará…

El tal Noguez gana el premio Cuadernos de Ufología 2006

Matías Morey

Apreciado amigo:

Tengo la satisfacción de comunicarte que el Patronato de la Fundación Anomalía, reunido este pasado fin de semana, decidió concederte el Premio Cuadernos de Ufología http://www.anomalia.org/d002.htm> en reconocimiento a tu ya prolongada trayectoria en el campo de la ufología y de las anomalías, y en especial a tu incansable labor por difundir la vertiente más racional y objetiva de estos fenómenos, primero a través de los medios escritos y luego de los electrónicos, como «Perspectivas» y tu blog «Marcianitos Verdes». Sólo por la calidad de este último ya estaría plenamente justificada la concesión del premio, pero lo cierto es que en tu caso hay mucho y bueno donde escoger, y además supone galardonar a un investigador que ha colaborado activamente en diversas ocasiones con nosotros, primero con «Cuadernos de Ufología» y más tarde con la Fundación Anomalía

El premio en sí no tiene dotación económica, pero remitimos siempre un diploma acreditativo al ganador.

Mi más efusiva enhorabuena por tan bien merecido premio. Recibe mis felicitaciones y un cordial saludo,

Zombis ¿Muertos vivientes o drogados permanentes?

ZOMBIS ¿MUERTOS VIVIENTES O DROGADOS PERMANENTES?[1]

Por siglos ha pervivido la leyenda de los zombis o muertos vivientes, y hace apenas unos años se contabilizaron más de un centenar de hechiceros creadores de zombis en Nueva York. ¿Realmente existen, o son una especie de autómatas movidos por poderosísimas drogas? He aquí la respuesta.

A principios del siglo XIX, Moreau de Saint-Mery escribió la primera monografía del vudú y en ella adoptó la ortografía Vandoux y propuso una teoría para explicar el origen de esta secta. Según él, la palabra vudú se deriva del nombre de un hereje: Valdesius. Los seguidores de Valdesius, los valdenses, adquirieron tal poderío en la Edad media que llegaron a convertirse en un fuerte dolor de cabeza para la iglesia romana. Su nombre se convirtió en sinónimo de brujería, y a la esencia fundamental de la hechicería se le nombró Vaudoisie.

Sin embargo, la hipótesis de Moreau no era correcta. Investigaciones posteriores determinaron que el nombre del culto, así como el culto mismo, son de origen africano. El Vudú procede del reino de Dahomey, África, de donde partieron numerosas caravanas de esclavos rumbo a América. Según Robert W. Pelton, el culto y las concepciones religiosas de estos africanos tuvieron un mayor arraigo en la isla de Haití.


Alfred Métraux, antropólogo que vivió varios años en Haití estudiando el fenómeno, asienta en su obra Vudú, que la traducción más exacta de la palabra es «Ser todopoderoso y sobrenatural».


PROLIFERACIÓN DE UN RITO

Aunque las creencias y prácticas mágicas del vudú se hallan sobre todo concentradas en la isla de Haití, se difundieron también en los Estados Unidos, Francia y Canadá. Esto se debió a diversos factores, entre los que se encuentran, la cercanía geográfica, el idioma y el comercio de esclavos. El primer centro vudú de los Estados Unidos se fundó en el siglo XVIII, en Louisiana. El rito se extendió a Georgia y Carolina del Sur, y luego a Norte, a los ghettos y barrios humildes de las grandes ciudades industriales.

En 1978 Hugh J. B. Cassidy, jefe de policía del Distrito 77 de Nueva York, calculaba que en Brooklyn, en la zona Bedford-Stuyvesant, había 30 Houmfors (templos) secretos, y ejercían no menos de cien Houngans y Mambos (sacerdotes y sacerdotisas). Estudios recientes revelan que, sólo en Haití, hay más de tres millones y medio de seguidores del vudú.

Este arraigo a la religión vudú por parte del pueblo haitiano no pasó inadvertido para el difunto dictador Francois Duvalier, alias «Papa Doc». Numerosos artículos periodísticos afirmaban que Duvalier recurrió a la cara oscura del vudú para mantener el dominio sobre ciertos estratos de la sociedad haitiana. Los creyentes del vudú lo consideraban como el Supremo Houngan, y él utilizaba hábilmente este hecho y la ignorancia de sus «súbditos». Poseía una siniestra policía secreta: tipos salvajes, enmascarados por las gafas oscuras que jamás se quitaban en público, lo cual les daba un aspecto más sombrío. Eran los Tonton Macoutes, que algunos consideraban como magos, y otros como zombis.


¿QUÉ O QUIÉNES SON?

De acuerdo con la tradición haitiana, los zombis son aquellas desafortunadas criaturas que han sido regresadas de la muerte por brujos diabólicos, llamados Bocors, y mantenidos como esclavos. Los zombis son explotados por sus dueños y se reconocen por sus ojos vidriosos, su voz nasal y su aire ausente.


«Un zombi permanece en la misteriosa zona entre la vida y la muerte «“dice Métraux-. Se mueven, comen, oyen a los que les hablan, y aún hablan, pero no tienen memoria y conocimiento de su condición».

Para salvarlos de su destino, los supersticiosos ancianos creen que se les debe «matar» nuevamente, cortándoles la garganta.

Se dice que los zombis son seres tranquilos mientras no comen sal; si llegan a probarla reparan en su condición de esclavos y su ira es incontenible. Matan a su dueño y destruyen sus pertenencias; luego regresan a su tumba.

El escritor americano William H. Seabrook describe así su encuentro con un zombi durante su visita a Haití en 1923:


«Los ojos eran lo peor. No se trataba de mi imaginación. Eran verdaderamente los ojos de un muerto, no unos ojos ciegos , sino abiertos, que miraban hacia un punto indeterminado, sin ver. Toda la cara era algo horrible. Era hueca, como si nada tuviera por detrás. No sólo parecía inexpresiva, sino también incapaz de la menor expresión. En ocasiones previas ya había visto en Haití un montón de cosas fuera de la experiencia normal y en ese instante nauseabundo, casi de pánico, pensé, o mejor sentí: «˜Â¡Cielo santo!, tal vez estas cosas sean ciertas…»™»

La historia más conocida de Seabrook es aquella que dice que ocurrió en el verano de 1918. Aquel verano había sido uno de los mejores para el campo. Se rompieron todos los records de producción de azúcar. Las fincas necesitaban de mano de obra para poder recoger la cosecha.

Una de las plantaciones, pertenecientes a la Haitian-American Sugar Corporation (HASCO), recibió la visita de un grupo de hombres aparentemente desnutridos dirigidos por un capataz llamado Ti Joseph. Dijo que venían de un lugar cercano a la frontera con República Dominicana, un pueblo aislado. Sus muchachos nunca habían salido fuera del pueblo, por lo que se encontraban un tanto nerviosos y deseaban trabajar lejos de los demás campesinos. Se ponía sus servicios a la disposición de los dueños de la finca.

Como el trabajo era mucho y los brazos eran pocos. Los dueños de la plantación aceptaron contratar a los trabajadores. No se arrepintieron. La cuadrilla de Ti Joseph fue la que cosechó la mayor cantidad de caña, sin que se les notara el cansancio. Al final del día se retiraron a sus cabañas a comer y a descansar. La misma rutina la seguirían hasta el domingo. Ese día, Ti Joseph cobró por el trabajo y se dirigió a los bares de la ciudad de Port-au-Prince.

Una de las mujeres de los capataces se dio cuenta que los demás trabajadores se habían quedado en la cabaña. Le pareció que eso no era justo y fue para invitarlos al festival de la iglesia. Al llegar a la feria les dio a cada uno de ellos una bolsa con donas y otra con cacahuates. Cuando comenzaron a comer los cacahuates salados sufrieron una transformación extraordinaria. Comenzaron a llorar y a gritar jalándose el cabello. Pronto corrieron en diversas direcciones.

Días más tarde llegaron a sus casas y fueron reconocidos por sus parientes. Todos habían muerto meses atrás y habían sido enterrados.

Todas estas historias son interesantes como cuentos de terror, pero, ¿existen o no los zombis? Las opiniones están divididas. Los que no reconocen su existencia, sostienen que en la isla, sobre todo en el interior de Haití, hay retrasados mentales, seres que no hablan, o que temen a la gente. A esos, los campesinos los llaman zombis. En cada anormal, en cada loco, en cada ser solitario, los campesinos y supersticiosos ven a un zombi. Otros se preguntan qué puede ganarse si se convierte en zombis a los muertos. ¿Ahorrarse el salario que tendría que pagar a un vivo? Aunque los jornales son bajos en ese país, ese ahorro representan una verdadera diferencia económica.

En cierto sentido tienen razón los escépticos: la imaginación popular es tan grande que convierte a los locos y retrasados mentales en zombis. Sin embargo, para quienes sí creen en ellos, éstos forman parte de la realidad de los poderes de los brujos vudú. No obstante, es probable que muchos de los relatos de supuestos zombis puedan ser originados por observaciones de retrasados mentales ocultos por sus familias. Tal vez, por pena, los declaran muertos mientras los ocultan de la sociedad. Algún descuido hace que escapen, muchos años después, y son identificados como «muertos vivientes». Así ocurrió en un caso que relata Alfred Metraux. Le presentaron una zombi, pero al día siguiente fue identificada como una joven retrasada mental que se había fugado de su casa, donde sus padres, por lo general, la tenían encerrada bajo llave.

Lo mimo pensaba Seabrook. Su conclusión, luego de meses de estudio, era que los zombis que había visto sólo eran «pobres seres mentalmente débiles, idiotas, forzados a trabajar en el campo».

Metraux cuenta historias similares a las de Seabrook. Una de ellas dice que una joven que rechazó las proposiciones de un bocor fue amenazada por el brujo. La joven, como era de esperar, enfermó y murió. Por alguna razón que se desconoce, la enterraron en un ataúd muy pequeño, por lo que tuvo que ser doblada del cuello. Al ejercer fuerza para meter el cuerpo en el ataúd, una de las velas cayó dentro y le quemó el pie. Años más tarde la gente aseguró haber visto a la muchacha. Era perfectamente reconocible por su encorvamiento y por el pie quemado. Se dijo que el bocor la había convertido en zombi y la tenía en calidad de amante y criada.

El antropólogo británico Francis Huxley relata una historia que a su vez le contó un cura católico. En 1959 se encontró un zombi vagando por el pueblo. Entre varios ciudadanos lo llevaron a la comisaría, pero la policía estaba tan aterrada que decidieron ponerlo en la calle nuevamente. Alguien sugirió darle agua con sal. El zombi pudo, al fin, decir su nombre. Buscaron a su tía, que vivía cerca de la comisaría. La mujer lo identificó plenamente y dijo que había sido enterrado cuatro años atrás. El zombi reveló el nombre del brujo que lo había mantenido cautivo y dijo que había más como él en la plantación. Se trataba de un bocor muy poderoso. La policía se limitó a enviar una nota ofreciéndole la devolución de su zombi.

Dos días más tarde encontraron al zombi. Esta vez definitivamente muerto. Al fin se decidió ir por el brujo, pero no lo encontraron, ni a su mujer, ni al resto de los zombis.

Otra historia más. Un hombre rico se detuvo muy cerca de un almacén debido a una ponchadura de llanta. Pasó un anciano y le invitó un café mientras esperaban a un amigo para que les ayudara a cambiar el neumático. Mientras tomaban café, el viejo le dijo que era un bocor. Su invitado mostró de manera educada su escepticismo. Ante esto el brujo le miró inquisitivamente y le preguntó si había conocido al señor Célestin, que había muerto seis meses antes. El hombre rico dijo que casualmente eran amigos entrañables. «¿Le gustaría verle?» murmuró el brujo. Entre asombrado y curioso, el invitado asintió levemente con la cabeza. El anciano restalló su látigo seis veces y se abrió una puerta. Con pasos torpes, mirada perdida y en actitud sumisa entró Célestin. El hombre rico le adelantó su taza de café, pero el brujo se interpuso. Le explicó que era muy peligroso dar a una persona muerta algo en la propia mano. Ordenó que se retirara el zombi y luego le explicó que otro brujo se lo había vendido por 12 dólares.


PARA FABRICAR UN ZOMBI

Los que creen en ellos han elaborado inclusive interpretaciones acerca de su creación. Según ellos, muchas personas ávidas de riqueza, honores, salud o éxito, solicitan un favor de un brujo bocor. Este puede exigirles a cambio su espíritu. Si el creyente acepta las reglas establecidas por el bocor, el mago comienza su trabajo. Pasa el tiempo, y una noche el brujo llega hasta la cabaña de su «cliente». Viene montado en su jumento, pero dando la cara ala grupa. Desciende, arrima su boca a cualquier grieta y aspira el alma del desgraciado, encerrándola en un cobi (una botella con tapón de rosca). El infortunado cae en una especie de trance y no tarda en fallecer. Al día siguiente sus parientes lo encuentran muerto y, luego de velarlo, lo entierran. Después, el hechicero acude al cementerio e invoca a los Loas o dioses principales, mayormente al Barón Samedi (el demonio) y lanza un grito de exhorto al cadáver. Hace que sus ayudantes lo desentierren. Pronuncia el nombre de la víctima y, puesto que el brujo tiene su alma, la persona muerta tiene que levantar la cabeza en señal de respuesta. Al hacerlo, el bocor pasa momentáneamente por debajo de la nariz la botella con su alma. El muerto se reanima. Rápidamente los ayudantes le amarran las muñecas. Lo suben sobre el asno y el brujo se lo lleva en ancas hasta su choza, mientras sus ayudantes se quedan a cerrar cuidadosamente la tumba. El brujo debe pasar por la casa de su víctima para asegurarse que éste nunca más reconozca el camino. Al llegar a su destino, el bocor le da una droga para revivirlo. Al volver a la vida, el «muerto» da sus primeros vacilantes pasos como si fuera un robot. El zombi comerá, hablará, escuchará, caminará y verá, pero carecerá de recuerdos y no tendrá conciencia de su estado.

Otros compran a los brujos un baka (literalmente «punto caliente»), loa maligno o alma zombi que se compromete, bajo ciertas reglas y condiciones que establece el bocor, a servir a quien lo adquiere. Por lo regular las condiciones del baka consisten en exigir a su dueño constantes víctimas humanas para saciar su apetito, de preferencia los parientes o amigos del comprador. Finalmente, después de cierto número de años, establecido en el contrato, el bocor se apodera del alma del comprador y lo convierte en zombi para seguir el mismo proceso.

La palabra baka también designa a los espíritus malignos que merodean por los bosques y poblados bajo la apariencia de diversos animales y monstruos desconocidos.

Los haitianos adoptan diversas precauciones para no ser convertidos en zombis. Los que tienen recursos entierran a su muertos bajo una sólida obra de albañilería. Otro lo hacen en u patio trasero o cerca de un camino muy transitado. La mayoría montan guardia continua en el cementerio hasta estar seguros de que el cuerpo se ha descompuesto. Los más drásticos «matan» de nuevo al cadáver. Hay quien coloca un puñal en el ataúd para que sea el propio muerto el que se defienda al momento en que llega el bocor. También les llenan la boca con tierra y les cosen los labios para que no puedan responder al brujo cuando les llama por su nombre.


¿REALMENTE MUEREN?

En su artículo Voodoo Death, el fisiólogo de la Universidad de Harvard, Walter B. Cannon, describe el proceso por medio del cual un creyente en el vudú puede, si se cree víctima de un hechizo, hacerse morir de miedo a sí mismo. El shock autoinducido, que paraliza la circulación y determina que los órganos vitales dejen de funcionar, faltos de oxígeno, puede ser provocado simplemente, según el doctor Cannon, por el «funesto poder de la imaginación obrando a través de un terror desenfrenado».

En este caso sí se obtiene la muerte, no por los poderes de un muñeco vudú o de un brujo bocor, sino por el mismo poder de la autosugestión. Pero ¿qué ocurre en el caso de los zombis?

Ciertos estudios afirman que en realidad el paciente no muere. Es víctima de alguna droga vegetal proporcionada por el brujo, que lo deja en estado de catalepsia, que, como sabemos, hace pensar a los presentes que la víctima ha fallecido. De modo que, para evitar la descomposición del cadáver, los entierros ocurren a las pocas horas del fallecimiento de las personas. Si en realidad no se trata de una muerte real, sino de un estado de catalepsia, esa noche el brujo sacará a la víctima de su tumba. La revivirá usando otras drogas y apelando a ciertas raíces que afectan los centros nerviosos y el cerebro, los dejará sin voluntad. A partir de entonces será como un autómata pero no un zombi (muerto vivo).

Adamson, un especialista americano, afirmó haber descubierto un alcaloide extraído de la planta Kingo-liola, que produce unos efectos fisiológicos de muerte aparente. Otros vegetales (principalmente los del género solanácea, como la Branched calalve), provocan un brusco descenso del ritmo cardiaco, temperatura y otras funciones fisiológicas, sin llegar a provocar la muerte, dejando en ese estado cataléptico o de letargo a quien ingiere su pulpa macerada y filtrada.

Dice el siquiatra español Jiménez Del Oso: «Podríamos imaginar que la víctima así tratada sufra un deterioro neurofisiológico grave, convirtiéndose en un ser al que puede sometérsele mediante sugestión u otras artimañas».


UNA EXPLICACIÓN: LAS DROGAS

Fue el doctor canadiense, de origen haitiano, Emerson Lamarque Douyon quien supuso que el fenómeno de los zombis tenía un fondo de verdad. No se trataba de actos de brujería ni de verdaderos «muertos vivientes», sino de los efectos de algunas drogas.


«Estoy completamente convencido de que lo zombis existen «“declaró el doctor Douyon-. Sé que existen porque los he visto con mis propios ojos. Nos estamos enfrentando con individuos de carne y hueso que han caído en un estado de muerte aparente producido por drogas. Se les ha declarado muertos y han sido inhumados. Luego son exhumados y reanimados por hechiceros vudú quienes les administran drogas».

El doctor Douyon ha pasado los últimos 25 años denunciando fraudes parapsicológicos. Pasó una temporada de 18 meses en Haití estudiando el fenómeno zombi y el culto vudú mientras tenía a su cargo la dirección del Centro Psiquiátrico de la Clínica Médica Albert Schweitser de Port-au-Prince. Logró reunir tres zombis en su clínica: dos hombres y una mujer. Encontró rastros de seis drogas vegetales en su sangre.


«Esas drogas producen un estado cataléptico con el que su pulso y su presión sanguínea son casi imperceptibles. Sin embargo, permiten la oxigenación del cerebro impidiendo así que se produzcan lesiones mientras son enterrados».

Los futuros zombis, una vez declarados muertos y sepultados públicamente, son exhumados por el hechicero vudú que les suministró la droga. Los brujos logran esclavizar a estas gentes por el resto de sus vidas, manteniéndolos en un estado de idiotez, agregando pequeñas cantidades de la misma droga, como parte de su dieta diaria. Se han dado casos, sin embargo, en que los zombis han logrado escapar del embrujo y volver a su vida normal. Estos casos los veremos más adelante.

En un principio Douyon desconocía la naturaleza exacta de la droga, aunque sospechaba que era extraída de algunas flores de la familia de la Datura. Para comprobar su hipótesis, Douyon inyectó una poción de un extracto de esta planta a perros y ratones. Detectó un descenso notorio en sus signos vitales y actividad motora. Los animales pierden su vivacidad y entran a un estado comatoso que dura unas tres o seis horas, dependiendo de la dosis inyectada. Una vez pasado este tiempo, los animales sujetos al experimento se recuperaron totalmente.

Continuará…


[1] Publicado originalmente en Ruiz Noguez Luis, Los zombies. ¿Muertos vivientes o drogados permanentes?, Revista de Geografía Universal, Año II, Vol. 20, No. 3, México, septiembre de 1985, Págs. 273-288.

Los extraterrestres de Beckjord

LOS EXTRATERRESTRES DE BECKJORD

De vez en cuando eBay, la agencia de subastas por Internet, nos da grandes sorpresas. A finales del 2003 apareció una extraña oferta: vendían «9 fotografías auténticas de extraterrestres» en el módico precio de un millón de dólares: una bicoca.

Además, el vendedor Jon-Erick Beckjord, ofrecía el envío gratis. Eso sí, sólo dentro del territorio de los Estados Unidos.

Por si esto fuera poco, se comprometía a ceder los derechos de autor de las fotografías al comprador.

No sólo eso. Como si fuera una oferta de esas que se anuncian por televisión, añadía los servicios de su laboratorio fotográfico para autentificar las fotografías.

Si aún no estaba convencido, Beckjord incluía una carta de un laboratorio fotográfico independiente que afirmaba que las fotos no habían sido trucadas, ni fueron modificadas con photoshop.

Para concluir la oferta anexaba otra carta de un zoólogo que declaraba que las entidades que aparecían en las fotos no eran de ninguna manera animales de la Tierra.

¡Toda una oferta! De haberse enterado Jaime Maussán, hubiera pedido dos para llevar.

El anuncio en eBay decía:

Fotos extraterrestres: Las primeras y genuinas.

Número de artículo: 3237766352

¿Vendedor de este artículo?: Firme para conocer sus datos.

Oferta inicial: US $ 1,000,000.00

Final:

Aug-23-03 20:45:06 PDT

Historia: 0 ofertas

Localidad: San Francisco, CA, Estados Unidos.

Información del vendedor: Beckjord (15*).

Taza de retroalimentación: 15

Retroalimentación positiva: 100%

Registrado: Mar-28-99 en Estados Unidos

Descripción:

Edad: 1940

Color: Color

Región/País: Norteamérica

Tema: Animales-Vida salvaje

Dimensión más grande: 6″ «“ 12»

Marco: Sin marco

Lo incomprensible fue que, a pesar de que eBay recibió 1866 visitas, nadie se animó a comprar las fotos.

¿Quién era este Beckjord? ¿Qué mostraban sus fotos?

DE CRIPTOZOÓLOGO A UFÓLOGO

Erick Beckjord es un personaje muy conocido en el mundo de la criptozoología. Por años se ha dedicado a investigar y tratar de probar la existencia del Bigfoot en el territorio americano. Para ello implemento diversos proyectos: Grendle, Bigfoot y Sasquatch Research Project (en realidad simples acampadas en busca del bigfoot). Sus centros de operaciones estaban en Seattle y Bellingham, en el estado de Washington.

En 1978 entró en contacto con Judy Grant, una dama del área de la bahía de San Francisco, quien decía poseer una foto de un bigfoot rubio. Beckjord había escuchado en el programa radiofónico del locutor Dr Don que la señora Grant había tomado esa fotografía en un lugar de El Dorado National Forest.

Erick se puso en contacto con la señora Grant y acordó trasladarse de Bellingham, su hogar de residencia, a San Francisco, para ver la foto e ir a investigar el área para buscar y fotografiar el bigfoot.

La señora Grant había tomado varias fotos de sus vacaciones con una cámara de formato 110 de $ 40.00. En una de ellas aparecía una gran figura del otro lado de una charca. Ella nunca vio nada cuando estuvo de acampada. Pero al regresar a su casa y revelar sus fotos, varios de sus amigos creyeron ver la figura de un bigfoot de cabello rubio.

El o la bigfoot rubio era de color marrón y estaba a unos 40 metros de la cámara, del otro lado de la cañada.

La foto fue tomada justo en la madrugada, cuando los rayos del sol caían sobre la arboleda pintándola de tintes dorados y rojizos. El sol estaba a espaldas de la fotógrafa. ¿Será este bigfoot una simple formación de la maleza?

Pero para Beckjord eso no es así. Según el criptozoólogo la fotografía muestra un verdadero sasquatch ¡con todo y cría!

Erick ve una pequeño sasquatch en el hombro de la bigfoot (porque para él se trata de una hembra), y un bigfoot adolescente (12 años, según Beckjord) al lado de su madre.

Estas otras figuras tampoco fueron vistas por la señora Grant, ni por sus amigos que analizaron las fotografías. Sería Beckjord el que las «descubriría».

Grant y Beckjord se dirigieron a El Dorado National Forest, para investigar el sitio en donde se habían tomado las fotos. A la mañana siguiente se internaron en el bosque para buscar huellas. Al regresar encontraron que la camioneta pickup tenía la puerta trasera abierta, pero no habían robado nada: todo estaba en su lugar.

Nuevamente se internaron en el bosque, esta vez llevando la camioneta. Llegaron al sitio en donde la señora Grant había tomado su foto, 30 días antes. Midieron el árbol utilizando como escala una rama que aparecía en la foto. La altura que calcularon al bigfoot era de ¡3 metros!

Beckjord bautizó a esta figura con el nombre de Connie. Dijo que además de ella y de sus crías había un sasquatch macho: Thom.

Durante la noche escucharon ruidos de pisadas sobre la hierba y aullidos, que no eran de coyote. Las pisadas llegaban hasta el campamento, pero nadie pudo ver de qué se trataba.

Al día siguiente subieron la montaña y encontraron unas extrañas formaciones: 6 a 8 pilas de bellotas, cada una de 1 a 1.2 metros de alto, que difícilmente pudieron hacer las ardillas o los osos.

Al bajar de la montaña escucharon que algo los seguía, pero no pudieron ver de qué se trataba. El crujir de las hojas era claro. Cuando caminaban, la cosa caminaba con ellos; y se detenía, cuando paraban la marcha. Al llegar al campamento dejaron de escuchar esos pasos. La cosa se había marchado.

Nuevamente por la noche escucharon los aullidos y el ruido de las hojas cerca del campamento.

Al día siguiente abandonaron el sitio y regresaron a San Francisco.

Beckjord tomó varias fotos del área y las llevó, junto con la de la señora Grant, a su amigo Alan Gilliespie, quien hizo unas ampliaciones en las instalaciones del JPL en Pasadera. Encontró que los realces en blanco y negro de la cabeza eran muy raros. Estaban como retorcidos y parecían tener dos caras traslapadas que compartían un ojo. Según él, pueden ver unos grandes dientes caninos, y hay por lo menos tres niños sobre la criatura adulta, uno aproximadamente de 12 años, agarrando el cuerpo; y dos más jóvenes en la parte posterior y en los hombros del adulto.

¿Por qué tantos pies grandes? Beckjord responde:

«Bueno, ellos viajan en familia o grupos tribales, como los gorilas, chimpancés y babuinos, o los humanos. Así que ustedes están viendo las fotografías de una gran familia o clan. ¿Por qué no?»

En las fotos tomadas por Erick Beckjord encontraron otros humanoides. Ahí estaban, por ejemplo, Peter-g, quien fue fotografiado a la derecha de Igor y su amiga.

Estas fotos fueron tomadas con una cámara Minolta de 35 mm, con una lente de 50 mm y utilizando una película Panatomic X, blanco y negro, Asa 125.

Igor y su compañera Linda muestran grandes ojos almendrados. Su cara es triangular, de cabeza plana y boca delgada. Están de frente, mirando la cámara. Aparecen en las fotos 3, 4 y 5 y se mueven ligeramente en cada una de ellas. Están a un lado de un árbol de sequoia de unos 65 centímetros de diámetro. Los niños se encontraban a la derecha de los humanoides.

Beckjord nos informa que al año siguiente (1979), organizó otra expedición para investigar el área. Esta vez le acompañaba su novia Susy Adams, de Seattle. Erick dice que pasaron un buen tiempo nadando desnudos en la charca, pero esa no era la razón principal para hacerse acompañar por Susy. Beckjord asegura que las mujeres y los niños atraen a los pies grandes.

La expedición fue cubierta por la prensa local. Beckjord llevaba, entre otras cosas, una cámara de 16 mm y cámaras de foto fija de 35 mm (Hollywood), una cámara Polaroid de 120, y mucha cinta de audio.

La cámara de 16 mm no funcionaba bien y continuamente se atascaba. Los expedicionarios no utilizaron la cámara de película de 35 mm ya que su rollo era muy costoso. Pero las fotos polaroid mostraron algunas imágenes extrañas al otro lado de las rocas, que vieron a simple vista. No así en las fotos infrarrojas de Susy y Erick.

Pronto fueron apareciendo más y más figuras. En una foto, con cámara de 35 mm y película blanco y negro, en donde aparecen unos niños pescando aparece otro personaje. Este se encontraba a unos 70 metros de distancia, según Beckjord, y no fue apreciado a ojo desnudo. Se trata de Carl. Es un ser que se mueve. En las fotos 27 y 28 aparece de perfil y tres cuartos. El movimiento de cabeza es en la dirección de los niños que estaban pescando. Tiene unos grandes ojos negros. Su cabeza es plana. Se le forma una leve sonrisa y tiene una especie de puente sobre la nariz.

En otra foto tomada a 70 metros de distancia y con una lente común, apareció otro humanoide al que bautizaron Roderick. Beckjord encuentra cierto parecido con el dibujo del bigfoot descrito por Thomas E. Smith en junio de 1972, en Cascade Mountains, Oregon.

En la mancha ampliada, Erick ve «cejas y grandes globos oculares, una gran nariz, con las fosas nasales en forma de raya, quijada larga, pero sin barbilla, cabeza plana, sin frente, con cantos supraorbitales». El humanoide tiene «dientes, y una franja de pelo sobre la cabeza. Hay un globo ocular muy oscuro en la otra cuenca ocular. El cuerpo permanece oculto por la hierba».

Roderick, nuevamente según Beckjord, tiene las mismas fosas nasales largas, cabeza plana, sin frente, cuencas oculares profundas, cejas pobladas y quijada extendida y colmillos traslapados que el pie grande visto por Smith.

La entidad Roderick se encontró en la foto 3. Estaba entre los arbustos, entre las entidades 1 y 2 y el agua. Beckjord dice que también aparece en las fotos 4 y 5.

Si vemos la ampliación de la foto y luego la comparamos con un dibujo del propio Beckjord, nos damos cuenta que esa figura (y todas las demás) están sólo en su imaginación. Son simples pareidolias.

Pero aquí no acaba la historia. En 1981 Erick Beckjord regresó al lugar acompañado de tres amigos («recientemente divorciados», informa Erick). Uno era un rastreador profesional de pumas, quien dijo que sus perros se negaron a seguir una huella de bigfoot.

Beckjord y sus compañeros acamparon por toda una semana. Escucharon los mismos aullidos y las pisadas en la hojarasca. Pero lo mejor es que lograron fotografiar una figura muy parecida a Roderick: Peter-b.

Nuevamente hay que ver las ampliaciones y el dibujo de Beckjord para «identificar» al humanoide. Pero otra vez se trata de una pareidolia.

Parece que Beckjord estuvo buscando imágenes en cualquier parte de sus fotos. Hay una foto en su sitio web en donde aparece el criptozoólogo en el mismo lugar en donde estaba el pie grande que fotografió la señora Grant.

En una piedra que se encuentra a la izquierda de la foto, aparece señalada una figura que, probablemente Beckjord identificó como la de un sasquatch. Pero como es más que evidente que se trata de una simple muesca en la roca, el criptozoólogo no abundó en ello.

En la misma expedición de 1981 se tomó la foto de otro supuesto humanoide, bautizado como Dmitri.

Este individuo se escondía detrás de un árbol muerto a la salida de la charca, y cerca de 45 metros a la izquierda de donde estuvieron las entidades 1-4 de 1979.

Beckjord describe esta nueva figura:

«La cabeza de esta entidad es plana. Posee dos ojos, una nariz larga, una quijada prognata y una boca levemente abierta. No hay frente. Es algo como una cruza entre babuino y lobo. Tiene algunos rasgos de las entidades 1 a 4. ¿Será el bigfoot una mezcla entre babuino, lobo, humano y mono?»

Algunas de las imágenes Beckjord y Grant estuvieron en exhibición en el UFO, Bigfoot, Loch Ness Monster and Crop Circles Museum, de San Francisco, entre 1997 y 1998.

Jon-Erick Beckjord habla de diecisiete criaturas sin clasificar fotografiadas en sus campamentos en las altas montañas.

Dejamos al final una foto de Susy Adams, que Beckjord dice fue tomada en 1980. En ninguna parte de su web menciona una expedición hecha en 1980. Afirma que Susy lo acompañó en su expedición de 1979. Es importante aclarar estas fechas porque Erick muestra la siguiente fotografía con el siguiente pie de foto:

«Susy Adams posando cerca de la mancha en 1980. En el mismo árbol. Hay otras entidades a su alrededor, pero ella no las ve».

Beckjord abunda en lo siguiente:

«Algunos ven otra entidad sobre su brazo derecho. Otros dicen apreciar uno más al lado izquierdo de su cabeza».

Según el criptozoólogo, la foto de Susy fue tomada con un telefoto.

Pero ¿por qué es tan importante esta foto? Porque en ella aparecen dos piedras al lado del árbol. Esas piedras son las que Beckjord confunde con los «extraterrestres» Igor y Linda. No hay duda de que la foto fue tomada en 1979 y no en 1980 como dice Erick. Compare la ampliación en donde está Igor con esta foto de Susy. Hay una rama de un arbusto que cubre parcialmente la parte inferior del árbol. Esta rama es la misma que aparece en la foto de Igor y Linda, aunque la perspectiva es un poco diferente. La probabilidad de que un arbusto haya crecido de una manera idéntica en dos años distintos, es prácticamente cero.

La conclusión es que Beckjord estaba viendo «extraterrestres» y «pies grandes» en las manchas y sombras de los árboles. No creo que alguien se crea estas fotos. ¿Se lo cree Beckjord? ¿Quizás Maussán?

REFERENCIAS

Beckjord Jon-Erik, Beckjord’s Genuine Alien Head Photo, articulo en Internet, 25 de noviembre del 2003, http://www.beckjord.com/bigfoottribephotos/index.html

Ver también:

http://www.beckjord.com/bigfootphjotosbybeckjord

http://www.beckjord.com/firstalienphotos/

http://www.coasttocoastam.com/gen/page254.html

La oferta en eBay se podìa consultar en:

http://cgi.ebay.com/ws/eBayISAPI.dll?ViewItem&item=3237766352&category=14895

Este es Igor, una de las entidades fotografiadas por Erick Beckjord.

La foto de Judy Grant con el bigfoot reflejado en la charca.

Ampliación de la foto. Los «cabellos rubios» parecen ser ramas de los árboles.

Beckjord pintó de rojo la silueta de la cara del bebé bigfoot.

Beckjord ve dos caras en una misma cabeza.

Según Beckjord esta es una ampliación digital en donde se ve la hembra Connie, el bebé Autumn y el adolescente Bobbie.

Esta es la fotografía de Igor. En la parte de atrás se puede ver su amiga. Haga un esfuerzo por identificarlo antes de que le mostremos su ubicación.

No se preocupe si no identificó al segundo humanoide. Aquí está el dibujo de Beckjord en donde aparecen Igor y su amiga.

Cabeza y torso de una criatura, «primate/homínido» con dos jóvenes sobre su pecho, según Beckjord. Foto tomada en la misma área de la charca.

La Sierra Ponds Expedition de 1979, del Project Bigfoot. Foto de un periódico.

Las fotos 27 y 28 en donde aparece Carl. En la parte inferior, la interpretación de Beckjord.

Roderick aparece ocultándose tras la arboleda.

Roderick señalado con una flecha.

Dibujo de Thomas E. Smith del sasquatch que vio en junio de 1972.

Ampliación de Roderick. El recorte de la figura lo hizo el mismo Beckjord.

Dibujo de Erick Beckjord que muestra la cabeza de Roderick.

Jon-Erik Beckjord en el mismo sito en donde apareció en bigfoot de la señora Grant. Foto tomada en su viaje de 1981.

Peter-b en negativo Peter-b en positivo Dibujo de Peter-b

Dmitri señalado con una flecha. Parece que la «cara» está sobre una piedra.

Vampiros (Final)

¿VAMPIROS?

Hasta el momento no hemos encontrado un verdadero vampiro como el de la leyenda con todo su trasfondo mágico: que se puede transformar en murciélago y que es un «muerto-viviente» que se alimenta de la sangre de los vivos. Sólo nos hemos topado con seres anormales, por fortuna bastante raros, que muestran una sed de sangre patológica

Otros miembros de esta extraña galería de degenerados son:

Fritz Haarmann, El vampiro de Hannover, que fue jugado en Alemania en 1924 por el asesinato de 24 muchachos, la mayoría de los cuales mató de un salvaje mordisco en la garganta.

El pirómano Peter Kürten (El vampiro de Dusseldorf) que fue sentenciado a muerte nueve veces, una por cada uno de sus asesinatos, de acuerdo a la ley alemana. Fue ejecutado el 23 de abril de 1931.

John George Haigh, El vampiro de Londres, que guardaba los cuerpos de sus víctimas en barriles llenos de ácido sulfúrico. Fue ahorcado en la prisión de Wandsworth el 10 de agosto de 1949 por sus nueve asesinatos.

Más recientemente los diarios también nos hablan de degenerado de este tipo.

Los habitantes del poblado de Korogwe, en el África oriental, dieron muerte a un tal Klaus Kaufman, de 41 años. Desde principios de 1969 varios campesinos habían desaparecido misteriosamente, según informó el Daily Mirror[1]. Algunos africanos habían oído las leyendas europeas sobre los vampiros, creyeron que esas desapariciones se debían a uno de estos seres e inmediatamente se organizaron para darle muerte[2].

Los campesinos fueron arrestados y presentados ante el tribunal de Dar-es-Salaam. No se supo cuál fue su fin.

Ocho años después la policía de Dar-es-Salaam arrestó a una mujer que sostuvo que un vampiro le había chupado la sangre, y casi logró un gran tumulto en un parque céntrico, según informó el Daily News.

Según el periódico, Ramadhani Asan aguardaba en una esquina para cruzar la calle, cerca del parque Mnazi Moja, en el centro de la ciudad, «cuando repentinamente fue tomado por el cuello por una mujer que le acusó de chuparle la sangre»[3].

En 1979 el diario El Tiempo de Colombia informó sobre una «banda de vampiros» que aterrorizó la zona cafetalera al occidente del país.

La primera víctima fue un residente de la población de Santa Rosa de Cabal al que le extrajeron el 70% de la sangre, según informó la policía.

La segunda víctima fue el obrero Dimas Hurtado quien fue atacado cerca del cementerio de Armenia, capital del departamento de Quindío. Dos individuos le obligaron a penetrar a una bóveda en demolición y le extrajeron dos litros de sangre. Hurtado, semiinconsciente logró salir de la bóveda para pedir ayuda y fue hospitalizado.

Pocas horas después una mujer informó haber sido atacada por una negra corpulenta, que le mordió el brazo con el ánimo de chuparle la sangre, y de paso le arrancó un pedazo de carne.

La misma pareja que había atacado a Hurtado logró extraerle un litro de sangre a otra mujer no identificada.

Jaime Peralta Figueroa, secretario de gobierno de Armenia, admitió que esos ataques «habían creado una situación verdaderamente alarmante»[4].

En Bulgaria, Ava Jasevic, una atractiva jovencita, fue atacada por un vampiro después de salir de una fiesta. Escuchó unos ruidos extraños provenientes de detrás de los árboles.

«Miré hacia atrás para ver quien era, pero antes de que pudiera reaccionar, un hombre me golpeó, me rompió la blusa y mordió en el cuello; luego comenzó a succionar ávidamente. Era muy fuerte y logró sujetarme de los brazos de manera que no pude moverme. Estaba tan asustada que lo único que hice fue ponerme a llorar. Esta terrible experiencia duró como unos diez minutos, luego el hombre corrió perdiéndose en la noche».

Fue entonces cuando la joven gritó histérica pidiendo ayuda. Cuando llegaron algunos vecinos, Ava se desmayó.

Meses antes, en Inglaterra había ocurrido un hecho similar. Una mujer fue atacada por un extraño, pero en esta ocasión, la dama logró zafarse de su agresor.

El mismo año, 1979, en Francfort, Alemania, fue arrestado un joven acusado de violar y beber la sangre de sus víctimas. Admitió que por medio de engaños atraía a adolescentes entre 12 y 15 años, para drogarlas, violarlas y luego beber la sangre que extraía por medio de jeringas hipodérmicas[5]

En México tres personas murieron desangradas después de haber sido atacadas por un maniático que intentó chuparles la sangre de sus cuerpos.

Los sucesos ocurrieron a finales de 1981 en la ciudad de Puebla. En toda la ciudad corrieron rumores que llegaron a las escuelas, donde los estudiantes fueron presa de pánico. Según el jefe de la policía, mayor Sergio Cruz Bonilla, todos los rumores sobre un «muerto-viviente» carecían de fundamento[6].

En la ciudad de Barcelona, Venezuela, cinco niños fueron atacados por una mujer que se decía monja, y un hombre de aspecto de funcionario policiaco.

Cuatro de los niños fueron encontrados con mordeduras en el cuello y de inmediato se les internó en el centro hospitalario de la ciudad.

Otros cuatro niños fueron atacados en Puerto la Cruz, ciudad portuaria cercana a Barcelona. Según los informes médicos, los infantes habían perdido mucha sangre. Los habitantes de ambas localidades trataron de defenderse clavando estacas en el suelo en forma de cruz[7].

La policía de Pitsanulok, pequeña aldea a 498 kilómetros al Este de Bangkok, arrestó a Thoop Inthrong, de 54 años, a quien se señaló de haber dado muerte a una niña de dos años y luego bebido su sangre, en agosto de 1984[8].

ENFERMOS MENTALES

No cabe duda que en todas las historias de vampiros existe un gran contenido sexual. Muchos sicólogos indican la conexión simbólica entre la sed de sangre y la sexualidad. El mismo Freud discutió esta actitud en su libro Tótem y tabú. Ciertos casos de locura necrofílica o alguna otra perversión que implica el robo de cadáveres, proporcionan al enfermo satisfacción sexual. Otros enfermos tratan de robarle la vida a sus congéneres. Por supuesto, «robarles la vida» es simbolizado por robarles el líquido de la vida: la sangre. Estas creencias fueron alteradas según el folklore de cada pueblo y así nació el mito de los vampiros.

Brad Steiger, en su libro Sex and the supernatural[9], menciona varios casos célebres en los que hombres y mujeres dementes hallaron satisfacción sexual en actos de asesinato salvaje, que incluía el beber la sangre de sus víctimas. Varios pseudovampiros abrieron sepulturas recientes y mutilaron los cadáveres, o hasta se los comieron.

Para John A. Keel[10] «estos personajes infortunados parecían obsesionados por los mismos espantosos apetitos que empujaban a los hombres pantera y les hacían aterrorizar generaciones enteras, en el África Occidental. Apetitos que hubieran causado náuseas al mismo marqués de Sade».

ENTIERROS PREMATUROS

Probablemente el origen más común de la idea del vampiro fueron los entierros prematuros. Sucede hoy todavía, y sucedió con una frecuencia terrorífica unos cientos de años atrás. Las personas que entraban en coma, embriagadas o en estado de catalepsia, eran enterradas vivas. Al despertar dentro del ataúd y dándose cuenta de su condición, gritaban, arañaban y se mordían, pero todo era inútil, terminaban muriendo en una forma espantosa. Cuando sus cuerpos eran exhumados, los creyentes de las leyendas de vampiros veían reforzar sus ideas con detalles tan espantosos: los cadáveres habían cambiado de posición, tenían las uñas rotas y había sangre en el ataúd.

No nos debe extrañar la enorme cantidad de personas enterradas vivas en esos tiempos. Recordemos que hasta hace poco tiempo la medicina recurría a distintos procedimientos, poco concluyentes, para determinar si un difunto efectivamente lo era. Uno de estos métodos era colocar un espejo ante la cara del «difunto», el cual quedaba empañado si la persona estaba viva.

Otra forma de determinar la muerte era escribir en una tira de papel utilizando acetato de plomo como tinta. Por lo común se escribía la frase «Estoy muerto». La tinta era invisible hasta que se hacía reaccionar con alguna emanación sulfurosa. La tira se colocaba frente las fosas nasales del supuesto difunto. Si e verdad estaba muerto, el cuerpo en descomposición emitía derivados sulfurosos que reaccionaban con el acetato de plomo y lo transformaban a sulfuro de plomo, de color oscuro. La frase aparecía en color negro dando el veredicto: «Estoy muerto».

También se utilizaban sanguijuelas para succionar la sangre. Luego de algunos minutos se retiraba al animal y se le hacía regurgitar la sangre. Si era de color carmín, de baja viscosidad y se mezclaba fácilmente con el agua, la persona estaba viva. Pero si era densa, con coágulos, de color púrpura o negruzco, y se coagulaba al contacto con el agua, la persona estaba muerta.

El método más ridículo, por toda su parafernalia, era el utilizado en España durante la Edad de Oro.

Un alguacil se presentaba en la casa del «difunto». Se colocaba a los pies de su cama y con voz engolada le llamaba por su nombre. Repetía por tres ocasiones el ritual. Luego se dirigía al juez e informaba protocolariamente:

«Señoría. Después de llamar consecutivamente por tres veces a don «fulano» y no habiendo obtenido por parte deste contestación a mi requerimiento, puedo asegurar que don «fulano» ha fallecido».

El temor a ser enterrado vivo es un desequilibrio metal muy frecuente en el mundo occidental que convierte al paciente en víctima de su propio temor. De acuerdo con un estudio sociológico realizado recientemente se comprobó que los individuos adictos a cualquier fe religiosa, principalmente cristianos, sentían mayor ansiedad y temor a la muerte, que los no creyentes. Esto fue algo que sorprendió a los sociólogos. De alguna manera las religiones no habían podido preparar a sus fieles para el tránsito final, a pesar de las promesas de una vida mejor en el paraíso.

MUERTOS QUE COMEN EN SU SEPULCRO

A principios del siglo XVIII, Miguel Raufft publicó su De masticatione mortuorum in tumulis, en donde aseguraba y daba por probado que algunos muertos han devorado los forros de paño del interior de sus ataúdes, así como todo lo que estaba al alcance de su boca, y, en algunos casos, incluso su propia carne. Dice que en algunas partes de Alemania, para impedir que los muertos masquen, se les pone bajo el mentón un montoncito de tierra, se les introduce en la boca una moneda de plata y una piedra; y en otros países se les ata fuertemente la mandíbula con un pañuelo.

«Henry «“escribe Raufft-, conde de Salm, a quien todos daban por muerto, fue enterrado vivo. En la iglesia de la abadía de Haute-Seille, en la que fuera enterrado, se oyeron por la noche grandes gritos y, por la mañana, al abrir su tumba, lo encontraron con la cabeza doblada hacia abajo y de bruces, mientras que en el momento de enterrarlo estaba en posición de decúbito supino y con la cabeza bien levantada».

Raufft habla también de una mujer de Bohemia, que en el año de 1345 fue exhumada descubriéndose que se había comido su mortaja. Otro infeliz, un borracho que fue enterrado vivo en el siglo XVIII se había comido la carne de sus brazos. Una señorita de Rousburgo entró en estado de catalepsia y se le creyó muerta. Su cuerpo fue colocado en un sepulcro. Años después murió otro miembro de la familia. Se abrió el sepulcro y se encontró el cuerpo de la señorita junto a la losa que cerraba la entrada. Se había devorado los dedos de desesperación.

CADÁVERES INCORRUPTOS

Otro asunto que le ha dado credibilidad a la leyenda de los vampiros es el de los cadáveres incorruptos.

Karls F. Von Schetz en su Magia Posthuma dice a este respecto lo siguiente:

«Lo mismo podría decirse de otros lugares donde se ha visto a semejantes «˜aparecidos»™. Al exhumarlos, los encontraban como manchados de sangre, con los miembros flexibles y doblegables, sin gusanos ni síntomas visibles de descomposición, aunque, eso sí, desprendían un insoportable hedor. El único remedio contra estas apariciones es cortarles la cabeza y quemarles el cuerpo»[11]

Según el padre benedictino Dom Agustín Calmet, en su Vampires de la Hongrie et des ses alentours, dice que determinadas sustancias químicas del suelo pueden conservar indefinidamente los cadáveres. Bajo influencia del calor, el nitrógeno y el azufre que contiene la tierra pueden licuar de nuevo la sangre coagulada. Los gritos de los supuestos vampiros serían causados por el aire expulsado por el calor de la hoguera en que eran quemados al pasar por su garganta.

Otros cuerpos incorruptos se pueden explicar por la acción del formol segregado por la madera del ataúd, o a que éste haya sido cerrado y sellado de tal forma que se haya formado un gran vacío. Las condiciones químicas de ciertos suelos salitrosos pueden también impedir el proceso de la corrupción. Se ha comprobado médicamente que, según los lugares, ciertos cuerpos se descomponen mucho más lentamente que otros, y que la abstinencia, en alimentos y bebidas (alcohólicas), preserva durante más tiempo los restos mortales del regreso al polvo.

Los testimonios presentados de los movimientos de algunos cadáveres tienen también una explicación natural. El desarrollo de gases como subproducto de la descomposición, la posibilidad de que se desarrollen altos potenciales de membrana que afecten por medio de corrientes galvánicas y otros fenómenos similares son los culpables de esos movimientos.

Aún los relatos que afirman que el pelo y las uñas de los cadáveres continúan creciendo después de mucho tiempo tienen una explicación biológica normal. Las uñas y el pelo continúan creciendo debido a que las células que los alimentan siguen funcionando hasta agotar el oxígeno en los tejidos. Desde Plinio existen descripciones sumamente interesantes de cadáveres a los que les había crecido el cabello.

Evidentemente existen exageraciones como las del doctor Caldwell, de Iowa, quien escribió en el New York Medical Record de 1877, describiendo una exhumación, que decía haber presenciado, en la que el pelo y la barba de un hombre afeitado al enterrársele había reventado el ataúd, y crecía en las grietas, Gould y Pyle, en sus Anormales, hablan de un cadáver al que debía cortársele el cabello regularmente. Casi todos los demás narradores se conforman con crecimientos menos lujuriantes[12].

VAMPIRISMO COMO ENFEREMEDAD

El fenómeno del vampirismo en las regiones eslavas y los estados bálticos de la Europa oriental fue causado por la endogamia entre los nobles eslavos, que condujo a numerosos desórdenes genéticos, entre ellos una rara enfermedad llamada Protoporfiria eritropoyética.

Esta enfermedad es causada porque el organismo no produce porfirina o la desecha abundantemente. La porfirina es una molécula muy compleja que le permite a la sangre llevar oxígeno de los pulmones a los tejidos del cuerpo. La enfermedad se caracteriza por el déficit de la enzima ferroquelatasa (FECH) Las personas que desarrollan este mal sufren de todos los síntomas adjudicados en las leyendas y la literatura al vampirismo. Una breve exposición a la luz solar los hace sufrir de una comezón insoportable, enrojecimiento, edema y grietas sangrantes en la piel. También hay engrosamiento de la piel, lo que les da el aspecto de envejecimiento. Rápidamente adquieren una palidez cadavérica y el deseo incontrolable de beber sangre humana.

Quienes padecen de esta enfermedad tienden naturalmente a evitar los paseos diurnos y se vuelven criaturas de vida nocturna. La enfermedad no fue diagnosticada hasta el siglo XIX.

Uno de los especialistas de esta enfermedad, el doctor Dave Dolphin, químico de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver, Canadá, afirma que dichos enfermos pueden empeorar si comen ajos o toman refrescos o agua quina. «Tal vez por eso se ha creado la leyenda de que el ajo aleja a los vampiros».

Se aconseja tratar la protoporfiria con betacarotenos, los cuales se pueden encontrar en las zanahorias, calabazas y espinacas.

Existen varios tipos de porfirinas, todas ellas tienen gran avidez por los átomos metálicos y pueden formar complejos, generalmente con hierro, magnesio y cobre. Las más importantes son: el hemo (grupo prostético de la hemoglobina y la mioglobina), la clorofila y los citicromos.

La protoporfirina (del griego porphyra, morado o púrpura) produce una alergia a los alimentos de alto contenido proteico. De acuerdo con las investigaciones del doctor Thomas McDevitt, de la Universidad de Idaho, «muchas personas alérgicas a ciertos alimentos también pueden desarrollar una adicción hacia ellos. Cuando se les priva de esos alimentos ellas reaccionan de manera agitada. En nuestro estudio sobre Vlad Tepes, llegamos a la conclusión de que padecía de una alergia a las proteínas, incluyendo la sangre. Probablemente bebió sangre, pero al ser alérgico y tratar de evitarla se convirtió en un hombre extremadamente violento»[13].

Resulta paradójico par los vampiros que la vida que a otros les roban a través de la sangre se les escape a ellos mismos al beberla. En el crimen tienen su castigo.

Los vampiros se han sabido adaptar a este mundo moderno. Ahora se agrupan en clubes tipo Alcohólicos Anónimos. Monica Mobley, sicóloga de la Universidad de Louisville, Kentucky, entró en contacto con una de estas asociaciones. Estos individuos se autodenominan «sangroides».

«Uno de mis estudiantes me confesó que a él le gustaba beber sangre, pero que odiaba lastimar a la gente, deseaba mi ayuda, pero yo no supe cómo podía dársela. Ese joven también me confesó que había entre ellos algunos sangroides que necesitaban para sobrevivir de 90 a 180 mililitros de sangre diariamente».

En México había uno de esos grupos y tenían una dirección postal: «Carmilla», Apartado Postal 19-167, 03900, México.


[1] Anónimo, Muere un hombre en una emboscada tendida para capturar a un vampiro, cable de la agencia AP, Londres, 27 de febrero de 1969.

[2] Bergier Jacques, El libro de lo inexplicable, Plaza & Janes S. A., Colección Otros mundos, Barcelona, 1974.

[3] Anónimo, Se la chupó el vampiro, cable de la agencia UPI, Dar-es-Salaam, Tanzania, 1 de julio de 1977.

[4] Anónimo, Banda de vampiros aterroriza a Colombia, cable de la agencia AP, Bogota, 23 de agosto de 1979.

[5] Anónimo, Vampiro sofisticado, Duda, No. 406, México, 11 de abril de 1979, Pág. 1.

[6] Anónimo, El vampiro de Puebla, Duda, No. 498, México, 14 de enero de 1981, Pág.. 1.

[7] Anónimo, Vampiros humanos en Venezuela, Duda, No. 524, México, 15 de julio de 1981, Pág.. 1.

[8] Anónimo, Arrestan a un sujeto acusado de vampirismo, cable de la agencia UPI, Bangkok, Tailandia, 10 de septiembre de 1984.

[9] Steiger Brad, Sex and the supernatural, Award Books, New York, 1968.

[10] Keel A. John, El enigma de las extrañas criaturas, Editorial ATE, Colección Libro Expres, Barcelona, 1981.

[11] Alexander Jacques, Los enigmas de la supervivencia, Editorial Bruguera, Colección Enigmas del Universo, No. 14, Colección Libro Amigo, No. 256, Barcelona, 1973.

[12] Gould T. Rupert, Oddities: A book of unexplained facts, Philip Allan and Co., London, 1928.

[13] Schwartz Joel, Dracula»™s blood, OMNI, Vol. 5, No. 5, New York, febrero de 1983, Pág.. 96.