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Tierra Rara

TIERRA RARA[1]

Mario Méndez Acosta

Ward Las condiciones que permitieron la evolución de la vida animal avanzada en la Tierra y, por último, la apari­ción de una especie inteligente, capaz de crear una civilización tecnológica, quizá no se repitan en ningún otro lugar de nuestra galaxia o aun del universo visible. Esta es la conclusión a que llegan el geó­logo Peter Ward y el astrónomo Donald Brownlee, auto­res del éxito de librería titulado Tierra rara y de la hipóte­sis cosmológica del mismo nombre. Dicha hipótesis señala la paradoja de que muy probablemente la vida simple pueda estar casi en todos lados del cosmos, pero una vida com­pleja, como la que, hay en la Tierra, prácticamente no se encontrará en ningún otro sitio. Lo anterior representa la primera reversión de la tendencia mostrada por el avan­ce del conocimiento científico, que desde hace siglos ha ido retirándoles todo concepto de privilegio o de posición especial en la naturaleza a la Tierra, a nuestro sistema solar ya la especie humana. Según se profundiza en el estudio de la aparición de la vida en este planeta, y en su evolu­ción a lo largo de más de cuatro mil millones de años, todo indica que después de todo nuestro orbe sí es especial en el universo observable, por ser el único habitable para se­res que se pueden calificar como animales superiores.

Lo anterior no sólo representa un balde de agua hela­da sobre quienes creen en el origen extraterrestre de los ovnis, sino incluso para el grupo de científicos respeta­bles que se han dedicado, a lo largo de los últimos cuaren­ta años, a buscar señales de radio provenientes de otras civilizaciones en el cosmos. Por cierto, la total falta de éxito de dichas búsquedas, que han cubierto ya millones de es­trellas potenciales, concuerda con la hipótesis de la Tierra rara.

Brownlee Ciertos hallazgos recientes contribuyen a la conclu­sión de que el surgimiento de seres complejos en la Tie­rra, los metazoos, no ocurrió de manera lineal y sencilla a partir de la vida unicelular, sino que siguió un proceso largo, accidentado y con retrocesos. Se ha visto que no bas­ta para estos fines con que la Tierra esté en la posición más favorable en su distancia respecto al Sol, sino que influ­yen otros factores, como la existencia en nuestro sistema solar de Júpiter, gigantesco planeta que nos protege de una infinidad de impactos de cometas como el que causó la extinción de los dinosaurios, choques que hubieran oca­sionado una y otra vez la desaparición de cualquier indi­cio de vida compleja en la Tierra. La presencia de una luna relativamente grande sirve para estabilizar la inclinación del eje de la Tierra y para hacer más lenta su rotación, lo que mantiene las variaciones climáticas dentro de márge­nes no muy extremos. Nuestro planeta posee además pla­cas tectónicas, que son las que hacen que los continen­tes se trasladen por toda la superficie del planeta, creando montañas, desiertos, lagos e innumerables ambientes muy variados; esto favoreció el proceso de creación de las espe­cies, pero sobre todo permitió que en esas grandes fisuras del fondo de los mares, donde se separan unos de otros los continentes, surgieran de la Tierra lava y agua a altí­simas temperaturas, provenientes del núcleo incandes­cente, creando así un medio hospitalario muy especial, seguro y estable en esas profundidades marítimas abisa­les.

Se ha descubierto que en esos sitios submarinos, don­de debido a la altísima presión el agua se calienta a cien­tos de grados centígrados, habitan seres vivos tanto uni­celulares como multicelulares, a los que se ha denominado «extremófilos», y se ha determinado que los microorga­nismos de este tipo son los más antiguos que existen. Ello se puede verificar examinando las características del cam­bio a lo largo del tiempo, que muestra su material gené­tico respecto al de otros seres vivos. Al mismo tiempo, se ha determinado con mayor exactitud cómo eran las con­diciones atmosféricas en la Tierra primitiva, justo después de su enfriamiento y de que dejaron de impactarse en ella con frecuencia asteroides y cometas en esos primeros millones de años de su existencia.

rareearth Se ha visto que, de modo contrario a lo que se creía, la atmósfera primitiva de la Tierra no contenía gases como el metano, que favorecen la creación de materia orgánica, y que la presencia incesante de radiaciones ultravioleta hubiera impedido la formación de moléculas complejas. Ello ha orillado a los científicos a concluir que la vida misma se creó en el fondo de los mares, en esas fisuras ardientes donde aún sobreviven las bacterias y otros ani­males extremófilos.

La tectónica de placas permite también que la Tierra tenga un campo magnético que nos protege de radiaciones de partículas solares muy energéticas, las cuales hubieran impedido también la formación de moléculas complejas, ya que éstas sí atraviesan hasta la actual capa protectora de ozono.

Brownlee y Ward describen diez extinciones masivas distintas, ocurridas en nuestro planeta y debidas sobre todo a eventos cósmicos, como impactos de cometas, de las cuales se tiene un registro geológico. Cada vez, un rema­nente de vida ha podido sobrevivir para continuar con la evolución de la biosfera, pero no hay garantías de que ello siempre ocurra. La existencia continua de vida comple­ja en nuestro orbe ha sido una cadena muy delicada que podría romperse en cada momento y, mientras más dure, mayores son las probabilidades de que eso ocurra algún día.

Los autores también describen las muy especiales condiciones que tiene nuestro Sol. La vida compleja re­quiere de una estrella madre, estable y durable, de segun­da generación, con una buena cantidad de elementos pe­sados, y ese tipo de estrellas no existen en otras galaxias ni en cualquier lugar de la nuestra, a la que llamamos Vía Lác­tea. Así, por ejemplo, las estrellas en cúmulos esféricos son muy viejas y de primera generación, por lo que no con­tienen elementos pesados, mismos que tampoco poseen las situadas en las orillas alejadas de las galaxias espirales como la nuestra, además de que no están en posibilidad de generar planetas rocosos en donde surja vida. Por su parte, las estrellas situadas en los superpoblados núcleos de las galaxias se ven sujetas a frecuentes accidentes cós­micos, como estallidos de supernovas muy cercanas, que acabarían con la vida en cualquier planeta más o menos próximo.

La humanidad es mucho más especial de lo que se pensaba, y los sueños de que allá afuera, en el cosmos, existan grandes imperios galácticos resultan ahora increíblemente improbables.

Referencias

Peter Ward & Donald Brownlee. Rare Earth, Coper­nicus, Nueva York, 1999.

Paul Davies. Are we Alone?, Basic Books, Nueva York, 1995.


[1] Publicado originalmente en Ciencia y Desarrollo, No. 157, México, marzo-abril de 2001. Págs. 96-97-

Tecnología "extraterrestre"

TECNOLOGÍA «EXTRATERRESTRE»[1]

Mario Méndez Acosta

Aquellos que creen en el origen extraterrestre de los ovnis normalmente se ven acorralados y se callan la boca cuando alguien les pide evidencia tangible que muestre en dónde han ocurrido tantos y tan regulares encuentros que ellos aseguran han tenido algún efecto perceptible en la vida cotidiana de los seres humanos. Sin embargo, en algunos casos si se han animado a una señalar que ciertos avances tecnológicos y conocimientos sobre la naturaleza son aportación de esos hipotéticos visitantes de lejanas estrellas. Lamentablemente para ellos, la realidad cotidiana ha venido a desmentir una y otra vez ese tipo de afirmaciones.

AlferovZhores L. Alferov.

Sucede así que, por primera ocasión en muchos años, el Premio Nobel de Física no se otorgó este año a alguien que hubiera logrado un descubrimiento teórico importante en esta ciencia, responsable de investigar los más recónditos secretos de la energía, la materia y el universo en que vivimos. Esta vez, los académicos suecos que determinan a quién se otorga ese lauro -que convierte a sus receptores en miembros de la mejor aristocracia que ha creado el género humano- decidieron distinguir a tres inventores físicos y prácticos, científicos pioneros de la tecnología de los transistores los circuitos integrados, los microchips y los semiconductores, hallazgos tecnológicos que han cambiado para siempre y para bien la vida de todos los seres humanos, lanzando de paso una revolución tecnológica de la que sólo estamos viendo los primeros efectos.

KroemerHerbert Kroemer.

El Nobel de Física se repartió, así, de la siguiente manera: la mitad de los 915 mil dólares que se otorgan se dividirán entre el ruso Zhores L. Alferov y el estadounidense Herbert Kroemer, de la Universidad de California, inventores de las llamadas «heteroestructuras semiconductoras», que dieron lugar a los transistores ultrarrápidos y a los rayos láser semiconductores, mismos que constituyen la esencia de la comunicación por satélite y los teléfonos móviles o celulares, de las comunicaciones por fibra óptica, de las cabezas lectoras de los discos compactos (CDs) y de los lectores de códigos de barras.

KilbyJack S. Kilby.

La otra mitad del premio fue para Jack S. Kilby, científico al servicio de la empresa Texas Instruments, quien junto con Robert Noyce, fallecido en 1990, inventó en 1959, nada menos que el circuito integrado de las computadoras, también conocido como microchip. Kilby es dueño, además, de unas 60 patentes estadounidenses, muchas de ellas con potencial de desarrollo tecnológico y alcances similares al del microchip.

Pues resulta que ambos grupos de científicos han sido víctimas de infundios por parte de grupos de charlatanes, o fanáticos religiosos. Los inventores de las lectoras láser son considerados por algunos fundamentalistas cristianos culpables de hacer cumplir esa profecía apocalíptica de que a todo el mundo se le colocará en la muñeca, o en algún lugar del cuerpo, cuando llegue el Anticristo, el famoso número de la bestia, para poder ser identificado como seguidor o esclavo del demonio. Estos pertinaces embaucadores consideran, por lo tanto, que los diagramas de barras y las bandas magnéticas de las tarjetas de crédito son un complot satánico de los seguidores del Anticristo, ya que, según ellos, esas identificaciones en clave incluyen siempre el número 666 -lo cual es falso-, que de acuerdo con el libro de la Revelación identifica al mismísimo Anticristo y así lo manifiestan en México predicadores fundamentalistas como Armando Alducin.

NoyceRobert Noyce.

Otro grupo de personajes ignorantes, como quienes creen que los ovnis son naves tripuladas por extraterrestres, encabezados en México por el locutor Jaime Maussán, asegura que los microchips son una tecnología extraterrestre, extraída de algunos platillos voladores estrellados que, supuestamente, recuperó el gobierno de los Estados Unidos a lo largo de los años cuarenta y cincuenta. Ello resulta absurdo, ya que los primeros microchips fabricados por Kilby eran muy rudimentarios e indignos de una tecnología alienígena capaz de viajar entre las estrellas.

MolinaMario Molina Henriquez.

Según Maussán, también la preocupante información acerca de los efectos nocivos de las emisiones de clorofluorocarbonos en la atmósfera -en donde están destruyendo la capa de ozono-, le fue igualmente proporcionada por algunos extraterrestres al famoso «contactado» suizo Billy Meier; negándole así su mérito al químico mexicano-estadounidense Mario Molina Henríquez, Premio Nobel de Química en 1995, y verdadero descubridor de tales efectos, mismos que dio un conocer en 1972, antes de que Meier inventase lo de sus contactos y filmase varias películas con una pequeña maqueta de un platillo volador; fabricada con tapones de rueda de auto, misma que fue descubierta escondida en un clóset en casa del mitómano Meier por Jim Lorenzen, director APRO, un grupo investigador creyente en el origen cósmico de los ovnis.

En este aspecto resulta muy justo que, al haber sido reconocidos con el Premio Nobel, la historia de todos estos hallazgos tan trascendentales se conozca mejor entre un público no siempre bien informado, y se arranquen de raíz los infundios malintencionados en torno de estas creaciones tecnológicas.

La electrónica de los materiales semiconductores revela directamente la validez de los hallazgos de la teoría cuántica, una de las hazañas intelectuales más grandes de la humanidad, la cual pone de manifiesto las inesperadas propiedades que posee la materia dentro del microcosmos de las partículas que integran el átomo. Esa tecnología ha evolucionado en forma inmediatamente posterior a los descubrimientos teóricos, es consecuencia de los mismos y no surgió de la nada, como hubiera ocurrido si fuese una aportación de civilización ajena a la nuestra.

Los ovniólogos también han asegurado que la llamada tecnología «stealth», que le ha permitido a los Estados Unidos construir aviones de combate y bombarderos «invisibles» al radar, es también un caso de tecnología extraterrestre. Desde luego no hay base alguna para sospechar tal cosa, ya que de acuerdo a como está conformado el mito, los ovnis hacen todo menos tratar de ocultarse a los ojos e instrumentos de los seres humanos. Lo cierto es que el estudio de la tecnología de materiales absorbentes de las ondas de radar se remonta a la Segunda Guerra Mundial, y la historia del desarrollo químico del recubrimiento de los aviones Stealth B2 Spirit por contratistas, como la empresa Radiant Labs. Inc. puede ser consultada por cualquiera que haga una búsqueda muy superficial en Internet.

Todas estas patrañas revelan la ignorancia de fondo de quienes las proponen, ya que si en verdad existiese una nave extraterrestre en poder del gobierno de los Estados Unidos, la tecnología que importaría extraer seria la que permita viajar entre las estrellas a velocidades mayores que la de la luz. Todo lo demás resulta ser infinitamente trivial comparado con ese conocimiento.


[1] Publicado originalmente en Ciencia y Desarrollo, No. 156, México, enero-febrero 2001, Págs. 94-95.

Las enseñanzas de Don Carlos

LAS ENSEÑANZAS DE DON CARLOS[1]

Mario Méndez Acosta

CarlosCastaneda6 El 27 de abril de 1998, a la edad de 72 años, falleció de cáncer de hígado, en Westwood, California, el antropólogo Carlos Castaneda, exitoso autor e impulsor non de la llamada antropología de la Nueva Era y, en especial, de la etnología «mágica». Carlos César Arana Castañeda nació en 1925, en Cajamarca, Perú; luego de concluir sus estudios de preparatoria en Lima, se casó y tuvo un hijo, después abandonó a su mujer y a su infante, se trasladó a California, donde contrajo nuevo matrimonio con Margaret Runyon, y allí desempeñó trabajos diversos como el de chofer de taxi, contador de una tienda de ropa y dependiente de un establecimiento de licores.

En 1968, siendo estudiante de antropología en la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), la editorial de esta casa de estudios publicó su primer libro, Las enseñanzas de don Juan, un camino yaqui al conocimiento, cuyo texto se convirtió en el mayor éxito de librería y el favorito de los discípulos de la Nueva Era, con lo cual Castañeda, quien ya se hacía llamar Castaneda «“sin «ñ»-, se convirtió de inmediato en rico y famoso. En el libro se relata cómo el CarlosCastaneda2autor, en un viaje que hizo a México en 1960, conoció a don Juan Matus en una terminal de autobuses en Arizona, y éste resultó ser un anciano hechicero yaqui, con vastos poderes mágicos y el hábito de reír de manera incesante. Con él Castaneda se convirtió en aprendiz de una enseñanza que involucraba el consumo de drogas como el peyote, el toloache[2] y varios hongos alucinógenos y, así, el tema fundamental del libro es demostrar que más allá de nuestro mundo ordinario existe un reino extraordinario, en el que uno puede hablar con los animales, o convertirse en uno de ellos y experimentar toda clase de milagros maravillosos. Este mundo, supuestamente tan familiar para los chamanes yaquis, según Castaneda resulta tan real como el nuestro.

Castaneda publicó con posterioridad nueve libros más, todos ellos éxitos de librería, que fueron traducidos a cerca de 20 idiomas. En 1972, la UCLA le confirió el doctorado en antropología, y su tesis se basó en el libro denominado Viaje a Ixtlán. El público, impresionado por las fantasías del momento sobre el misticismo de la Nueva Era, consumió sus obras como JoanieCarlosgolosinas, pero los antropólogos estaban indignados, pues investigaciones muy cuidadosas, como las de Kathryn Lindskoog, Jay Courtney Fikes, Gregory McNamee y Richard De Mille, mostraron que sus textos están plagados de contradicciones, de errores patentes y de gran cantidad de material plagiado de otros autores. De acuerdo con Martin Gardner, el sociólogo Marcelo Truzzi en su estudio sobre Castaneda calificó el trabajo del antropólogo como el mayor engaño científico desde el Hombre de Piltdown, consistente en restos de homínidos falsificados y hallados en 1912. Cuidadosas búsquedas por todo el territorio yaqui mostraron que el supuesto chamán, don Juan, sólo existía en la imaginación de Castaneda, quien por cierto se negaba a ser fotografiado, por lo que existen pocos testimonios gráficos de su apariencia.

En su primer libro, Carlos Castaneda describe cómo don Juan, bajo la influencia de las drogas, lo transformó en cuervo, acontecimiento que no presenta allí como una alucinación, pues aseguraba que cuanto plasmaba en sus libros eran interpretaciones directas, tomadas de notas de campo y de eexperiencias reales. En esa ocasión, cuando don Juan lo lanzó al aire, Castaneda aseguraba que pudo volar una larga distancia, además, el brujo le dijo que tres cuervos le darían la señal de su muerte, y que después de fallecer reencarnaría en una de esas aves, pero lo increíbles es que muchos antropólogos aún consideran real lo relatado en sus libros. Carlos aseguraba también que don Juan desapareció físicamente alrededor de 1987, y se convirtió en un nagual, pasando así a residir en el mundo espiritual.

Según informa Joseph Szimhart, estudioso de estos cultos extraños, raras veces concedía entrevistas y tenía un círculo de discípulos que trataban de poner en práctica las técnicas hechiceriles sobre las cuales escribía. A partir de 1990 desarrolló los llamados movimientos de la «tensegridad», que publicó finalmente en el Yoga Journal, en febrero de 1998. El autor describía, con detalles ilustrados, una serie de movimientos similares a los de las artes marciales, con los que el lector supuestamente tenía el potencial para entrar en los poderosos estados alterados de percepción de los que habla Castaneda. Mediante las técnicas de tensegridad, su culto tiene ahora algo para competir con otros CarlosCastaneda1grupos de poderes mágicos, que ofrecen, por ejemplo, técnicas yoguísticas para volar por los aires, mantras meditativos, respiración profunda «“pranayama-, invocación, cánticos o danzas que nos ayudarán a convertirnos en superhombres. Pero ninguna de estas técnicas activa realmente poderes ocultos verdaderos, aun cuando existe evidencia de que sí alteran la percepción, a veces de manera radical y hasta peligrosamente, como lo describe la investigadora Margaret T. Singer.

Si Castaneda realmente adquirió esos poderes nunca lo sabremos, dado que investigadores capacitados ya no pueden probarle algo que desde luego nunca aceptó. La investigación etnológica en el estado de Sonora jamás ha mostrado las costumbres o creencias que él aseguraba se cultivaban en la región, y aunque el uso de los alucinógenos en efecto se practica para facilitar el trance, nadie asegura que el mismo otorgue superpoderes.

Las experiencias de sus seguidores, ansiosos de convertirse en «guerreros» conforme a sus consejos y sobre todo de ingerir el peligroso toloache han derivado muchas veces en viajes psíquicos muy malos para quienes se han atrevido a tratar de lograr poderes como la trasmigración o el vuelo corporal. Los resultados sólo se han reflejado en daños mentales y físicos para muchos.

BIBLIOGRAFÍA

Lindskoog Kathryn, Fakes, Frauds and Other Malarkey, Nueva York, 1993, Zundervan Publishing House.

Courtney Fikes Jay, Carlos Castaneda: Academic Opportunism and the Psychedelic Sixties, Millenia Press, 1993.

De Mille Richard, Castaneda»™s Journey: The Power and the Allegory, Capra Press, 1976.

McNamee Gregory, «The Sorcerer»™s Birthday: The Fiction of Carlos Castaneda», en The Bloomsbury Review, September-October, 1988, p. 31.

Singer Margaret T., Cults in Our Midst, Jossey Bass Publishers, 1995.


[1] Este artículo fue publicado originalmente en la revista Ciencia y Desarrollo, No. 154, septiembre-octubre del 2000, p. 89-90, en la sección La Ciencia y sus rivales.

[2] Jimson-weed (Datura stramonium), véase Martínez Maximino, Catálogo de nombres vulgares y científicos de plantas mexicanas, México, 1987, FCE, p. 895.

Mundos en confusión

MUNDOS EN CONFUSION

Mario Méndez Acosta

Velikovsky Uno de los problemas a que se enfrenta la opinión publica educada en todo el mundo es el de poder distinguir entre lo que es una especulación o hipótesis científica real, que intenta encontrar explicación de lo que ocurre en el uni­verso o de las leyes que lo rigen, y lo que no es más que la ocurrencia de una suposición cualquiera acerca de la ín­dole de los fenómenos científicos y la propia historia del cosmos o de la naturaleza en nuestro planeta. El mejor ejemplo de cómo la ignorancia de los principios básicos de la física en efecto impide a las personas distinguir entre lo que sí puede y lo que simplemente no puede ser, está en el caso de las insólitas teorías de Immanuel Velikovsky. Según este psiquiatra estadounidense de origen ruso, quien publicó su libro Mundos en colisión en 1950, gran parte de los milagrosos casos que se narran en el Antiguo Testamento, como el diluvio universal; las plagas de Egipto en tiempos de Moisés; la apertura de las aguas del Mar Rojo; la caída del maná en el desierto, con el que se alimentaron los israelitas; la detención del Sol por órdenes del juez Josué en la batalla de Gabaón entre éstos y los cananeos; la caída de las murallas de Jericó, y varios hechos más fueron causados porque en esos tiempos una gigantesca explosión, ocurrida en el planeta Júpiter, expulsó del mismo una gran masa de materia incandescente, que se convirtió primero en cometa, el cual cruzó una y otra vez las órbitas de la Tierra y de Marte, causando todos esos portentos en nuestro planeta; hasta llegar un día a estabilizarse, transformándose en el planeta rocoso que hoy conocemos como Venus. Todo ello, según Velikovsky, ocurrió alrededor del año 1500 antes de la era cristiana.

ScientistsConfrontVelikovsky En su libro, Velikovsky también aseguraba que los gases de la cola del cometa llevaban hidrocarburos -compuestos orgánicos de carbono e hidrógeno-, algo que ya se había detectado en ese año de 1950, gracias al análisis espectroscópico de la cola de los cometas. Estas sustancias orgánicas, decía Velikovsky, al entrar en contacto con la atmósfera terrestre se transformaron en el prodigioso maná, que según el Éxodo llovía del cielo y alimentaba a los judíos mientras pasaron cuarenta años vagando en el desierto del Sinaí. El problema aquí es que los hidrocarburos, como la gasolina, no son comestibles. Son los carbohidratos -compuestos de carbono, hidrógeno y ¡oxígeno!- los que sí lo son, y las colas de los cometas no llevan vestigios de carbohidratos, sino de hidrocarburos, un com­puesto más sencillo, que aunque suene parecido, es algo por completo distinto en sus cualidades.

Immanuel Velikovsky publicó sus ocurrencias, verti­das con un lenguaje erudito y cientos de datos de referen­cia, en la editorial Macmillan, una de las más prestigiosas y serias de los Estados Unidos. De inmediato, los astróno­mos, astrofísicos y cosmólogos, así como varios físicos y químicos, protestaron airadamente contra este hecho, lo cual fue interpretado por la comunidad intelectual, dedicada a las humanidades, como un acto inquisitorio y de censura contra un pobre y heroico hereje, que se había atrevido a desafiar al establecimiento científico ortodoxo.

MartinGardner Con todo y lo descabellado y gratuito de tales hipóte­sis, las mismas fueron aceptadas sin chistar a partir de 1952, por muchos pensadores e intelectuales sin formación científica, para quienes la ciencia a fin de cuentas no es sino una opinión más, y una disciplina definida por las estructuras del poder vigentes en la época presente. Pero en esta ocasión la historia, una de las humanidades más útiles e ilustrativas para la toma de decisiones en el ac­tual momento, ha salido a la ayuda de la ciencia. El sim­ple hecho, por ejemplo, de que existan registros babilóni­cos muy anteriores a la época en que debió haber ocurrido el Éxodo bíblico y que testifican que ya Venus brillaba en el firmamento, tanto como lucero matutino como vesperti­no, hubiera bastado a cualquier persona medianamente educada para rechazar las ideas de Velikovsky. No hay que olvidar que Venus, lo mismo que la diosa Ishtar dentro del panteón de los caldeos, existía como una deidad funda­mental en la creciente fértil del medio oriente, plenamen­te identificada con el brillante astro que se observa, ya sea al amanecer o en los atardeceres, según su ciclo avanza a lo largo del año.

IsaacAsimov Sin embargo, muchos pensadores de principios de los cincuenta, movidos únicamente por un rencor en contra de lo que consideraban arrogancia de sus contrapartes del mundo científico, se dedicaron a defender a Velikovsky como un ejemplo de libertad intelectual amenazada por el dogmatismo. Así, entre los divulgadores de la ciencia que han analizado este conflicto están Martin Gardner, Isaac Asimov y Carl Sagan. Asimov, por ejemplo, comprendió lo profundo de la desinformación que afectaba a los filósofos e historiadores acerca de lo que en verdad pretende la ciencia. Eso lo decidió a encabezar una acti­vidad mixta de difusión del conocimiento y del método científico, convirtiéndose también en historiador.

Martin Gardner se dedicó a documentar cómo la in­sistencia de Velikovsky de señalar que el viaje de lo que sería Venus desde la órbita de Júpiter hasta la que ocupa actualmente implicaría que el astro, convertido en come­ta, tendría que haber maniobrado en forma muy comple­ja, casi como si tuviera voluntad propia, para aparecerse en la cercanía de la Tierra cada vez que los hebreos nece­sitasen de una intervención milagrosa.

SaganVelikovsky Por su parte, Carl Sagan organizó un encuentro en 1976 entre los científicos y el propio Velikovsky, en el cual se dieron a conocer los datos obtenidos por las sondas, que ya habían llegado a Venus, y contradecían la opinión de Velikovsky sobre la naturaleza del planeta vecino. Sin embargo, toda la evidencia del mundo no bastó para convencer a los seguidores de este científico, quien salió de esa reunión convencido de que había sido el vencedor.

Venus es un planeta hecho de roca y metales pesados, como la Tierra, en tanto Júpiter es de materia gaseosa, y sólo se especula que pudiera tener muy en su interior un núcleo metálico incandescente. Nada de lo que pudo haber ex­pulsado por una simple explosión volcánica podía haber­se constituido en un planeta tan similar geológicamente a la Tierra como es Venus, cuya elevada temperatura en la superficie se debe al efecto invernadero que ocasiona su atmósfera, con un alto contenido de bióxido de carbono y no porque todavía mantenga el calor de la energía libe­rada por la explosión, según llegó a señalar Velikovsky en sus últimos años de vida.

CarlSagan Lo interesante del caso Velikovsky es que, después de un inicio en el que sí se reflejó cierto nivel de intoleran­cia, los científicos reaccionaron finalmente con gran generosidad ante las afirmaciones del psiquiatra metido a especulador cósmico, y nunca se negaron al debate, acti­tud que fue respondida con acusaciones de conspiración y mayor dogmatismo.

Este artículo se publicó originalmente en Ciencia y Desarrollo, No. 153, México, julio-agosto de 2000.

Seudociencia Nazi

SEUDOCIENCIA NAZI[1]

Mario Méndez Acosta

SamuelGoudsmit Poco tiempo antes y durante la segunda Guerra Mundial, los aliados estaban convencidos de que la ciencia alema­na poseía una superioridad absoluta sobre la de cualquier otro país, y dicha creencia era compartida por todos los científicos y dirigentes germanos. En 1938, los físicos estadounidenses tenían la seguridad de que los alemanes les llevaban una ventaja por lo menos de dos años en sus investigaciones destinadas a fabricar una bomba nuclear.

Los aliados llevaron a cabo varias misiones de bombardeo para destruir una fábrica en Noruega, que supues­tamente proporcionaría agua pesada -sustancia requerida para fabricar el combustible nuclear- a los científicos ale­manes, y cuando ocurrió la invasión a Normandía temían que los nazis hubieran instalado ya en las costas algún tipo de minas explosivas de índole nuclear. El alto mando aliado organizó un grupo secreto de inteligencia, denomi­nado ALSOS y destinado únicamente a averiguar qué tan­to habían avanzado los nazis en sus investigaciones atómi­cas. Un físico nuclear holandés, Samuel Goudsmit, estaba a cargo de las labores científicas de esta misión, y así después de la guerra escribiría un libro también titulado ALSOS, en el que detalla los inesperados hallazgos de este grupo.

Después de intricadas pesquisas, Goudsmit descu­brió algo verdaderamente asombroso, los alemanes no ha­bían logrado en verdad avance alguno de importancia en el aspecto nuclear ni habían alcanzado siquiera a construir una pila atómica utilizable, su concepción de la bomba nu­clear era la de arrojar la pila entera sobre un blanco enemi­go, y menos aún se les había ocurrido emplear la pila para obtener plutonio y juntar lo suficiente como para formar la carga capaz de iniciar una reacción en cadena.

WernerHeisenberg Goudsmit atribuye el fracaso alemán a varias causas, entre ellas, la expulsión de Alemania de físicos judíos de gran jerarquía, incluyendo desde luego a Albert Einstein; su desconfianza acerca de la teoría de la relatividad, considerada ciencia «no aria» por los grandes jerarcas nazis; su endiosamiento del único físico importante que les que­daba, Werner Heisenberg, poco versado en física práctica; los esfuerzos vanos de la camarilla nazi por desarrollar teorías demenciales y seudocientíficas, como por ejemplo la idea que tenían de que dos rayos infrarrojos que se inter­sectasen podrían hacer detonar la carga explosiva de un avión enemigo, y lo más importante, la ubicación de po­líticos ignorantes y supersticiosos en posiciones de auto­ridad científica.

Hermann Goering fue quien encabezó el esfuerzo para desarrollar una ciencia nazi, y con este fin nombró a un politicastro del partido nacionalsocialista, apellidado Osen­berg, como gran organizador de la técnica bélica. Osenberg quiso crear un gran directorio y un equipo de científicos germanos, pero como era miembro de la Gestapo aplicó en su selección e integración de equipos sólo criterios de índo­le política. Emplearía nada más a investigadores confiables, desechando a médicos eminentes, como Sauerbrach, o el fí­sico Genter, acusados de tener tendencias democráticas; saqueó a las universidades, quitándoles los pocos científicos que les quedaban después de las grandes purgas académi­cas de 1933 y 1934; retiró investigadores de la fuerza aérea y del ejército, donde hacían una labor práctica, útil a la causa germana, y construyó un imperio burocrático, pa­ralizado por el papeleo y dedicado a investigar trivialidades o las supercherías favoritas de los grandes líderes nazis. Osenberg entró en conflicto violento con todos los demás organismos del Estado alemán y se dedicó a importunarlos con una serie de memorandos sin sentido y con informes de investigaciones inexistentes.

WalterDarre A este demente se le encargó el desarrollo de varias «armas de la venganza» para atacar la ciudad de Londres, pero lo más que logró fue una especie de escopeta gigante de varias etapas, que supuestamente lanzaría a través del Canal de la Mancha una serie de poderosas cargas explo­sivas, y aunque se demostró que ello resultaba impracti­cable, Osenberg mantuvo gente trabajando en este pro­yecto hasta el final. El ejército y la fuerza aérea lograron dejar fuera de la influencia del gran charlatán sus propios proyectos exitosos de cohetes, como los VI y V2, y tam­bién los del desarrollo de los aviones de propulsión a cho­rro, lo que en verdad causó la furia de Osenberg. No obs­tante, ya a finales de 1944, Goering presionó para que éste tuviera el control absoluto de toda la investigación de gue­rra, y con tal propósito se creó un organismo que le daría acceso a todos los recursos e instalaciones del ejército y la aviación. Sin embargo, ya era muy tarde para cualquier cosa. El avance aliado y los bombardeos impidieron que el plan de Osenberg se materializara y el presunto «zar» de la ciencia alemana fue capturado por los estadouniden­ses en abril de 1945. Como casi todos los nazis, él se portó humilde y cooperador con sus captores, pues en aparien­cia esperaba que los americanos le encargaran la recons­trucción de Alemania después de la guerra. Con placer, este asno pomposo les entregó todos sus archivos a los vencedores, quienes al examinarlos no podían creer lo que sus ojos veían: nada menos que la colección más grande de basura seudocientífica de la historia.

WolframSievers Pero los nazis hicieron otro tipo de ciencia. Si bien la Gestapo de Himmler sostenía un departamento cultural, las temibles SS, o guardias de élite, presumían de contar con toda una academia. El principal interés «científico» de las SS era la historia germánica antigua y por ello Himmler había fundado, en 1935, la Academia del Legado Ancestral, a cargo de la cual puso a un par de sicópatas, el doctor Walter Wust y el coronel de las SS, Wolfram Sievers, cuyo objeti­vo era demostrar científicamente la grandeza del linaje teutónico, así como la idea de probar que la ideología nazi descendía en forma directa de la antigua cultura teutónica; así, establecieron divisiones para el estudio de los mitos, la genealogía, el origen de los apellidos, la investigación sobre heráldica y sobre el folclor. También se dedicó esta academia a investigar diversas seudociencias, como la rabdomancia -localización de agua mágicamente con una horquilla- o los misterios de lo oculto y sobre todo la notoria Teoría Univer­sal del Hielo, de Hans Horbiger, favorita de Hitler, según la cual todos los astros y planetas están formados de hie­lo. Para el estudio de esta curiosa superchería se intentó reclutar al mismo Heisenberg, el cual se presume que de­clinó con el mayor tacto posible.

HansHorbiger La academia también se dedicaba a investigar otros tras­cendentes asuntos, como la idea del Führer de que la crude­za del invierno se podía predecir al observar la profundidad bajo tierra a la que se desarrollaban las cebollas tiernas, o bien los métodos de tejer la lana de los antiguos vikingos, y asi­mismo condujo los criminales estudios de supervivencia, a cargo del doctor Rascher, en el campo de concentración de Dachau.

El fanatismo, la ignorancia y el fascismo sólo produ­cen monstruos en el campo científico, y de ello es mag­nífico testimonio el trabajo de Samuel Goudsmit.

Referencias

Martin Gardner. The Sacred Beetle, Prometheus Books, Buffalo N.Y, 1984.

Samuel A. Goudsmit. ALSOS: The Failure of German Science, Tomash, 1983.


[1] Publicado originalmente en Ciencia y Desarrollo No. 152, México, mayo-junio 2000.