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Aulladores y Homo sapiens

El Homo Sapiens y el Neanderthal «hicieron el amor», como los saraguatos negros y dorados de Yucatán

La bióloga de la Universidad de Veracruz, Liliana Cortés Ortiz, ha publicado un estudio realizado en el Sureste de México, en la revista American Journal of Physical Anthropology, donde demuestra que puede haber una mezcla genética de dos especies sin que ello se manifieste en sus características externas -los restos fósiles encontrados en Europa no muestran una mezcla de rasgos físicos entre ambas especies- y pueden tener descendientes fértiles

Juan José Morales

VERACRUZ (VÓRTICE).- Un estudio realizado en el sureste de México por la bióloga mexicana Liliana Cortés Ortiz, egresada de la Universidad Veracruzana, doctorada en Inglaterra, ex investigadora del Centro de Investigaciones Tropicales de la propia universidad y actualmente especialista en primatología y evolución de la universidad norteamericana de Michigan, ha venido a aportar sólidas evidencias de que -como sostienen diversos científicos- nuestros ancestros de la especie Homo sapiens no sólo coexistieron en Europa con sus congéneres de la otra especie humana, el Homo neanderthalensis -el famoso hombre de Neanderthal, al cual se considera simiesco y primitivo y se extinguió hace 30 mil años-, sino que se mezclaron sexualmente con ellos y tuvieron descendientes fértiles.

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A la izquierda, una reconstrucción del esqueleto, el rostro y la mano del Homo neanderthalensis. A la derecha, la del Homo sapiens, nuestra especie. Las diferencias anatómicas son evidentes, y el hecho de que no se encuentren formas intermedias entre ambas o con características mezcladas ha hecho que algunos científicos duden de que se hubieran cruzado. El hombre de Neanderthal, por sus facciones más toscas, su menor estatura y su aspecto más robusto, algunos creen que se trató de un hombre más primitivo que el Homo sapiens, pero no fue nuestro ancestro sino nuestro vecino. Esta especie surgió hace 400 mil años y habitó Europa en la misma época que el hombre moderno y se extinguió hace 30 mil años. El Homo Sapiens es nuestra especie. Apareció, independientemente de los neandertales, hace unos 195 mil años en África y de ahí se extendió a Europa, Asia y posteriormente al continente americano. (Foto VÓRTICE)

 

Esta hipótesis, como decimos, es sostenida por varios científicos, pero otros la rechazan con el argumento de que el estudio de los restos fósiles de seres humanos de las regiones en que las dos especies convivieron, no muestran una mezcla de rasgos físicos de ambas, que eran lo bastante diferentes entre sí como para poder reconocerlas al primer vistazo. Pero la investigación de la doctora Cortés Ortiz -publicada como parte de un estudio más amplio en un número reciente de la revista American Journal of Physical Anthropology– demostró que puede haber una mezcla genética de dos especies sin que ello se manifieste en sus características externas. Tal es el caso de las dos especies de saraguato o mono aullador «“llamado ba»™ats o baats en maya- que tenemos en México. De ese primate -llamado aullador

por sus impresionantes gritos a modo de rugidos o poderosos y roncos aullidos, comparables a los del jaguar y que pueden escucharse kilómetros a la redonda- hay dos especies en el sureste: el negro Alouatta pigra y el dorado Alouatta palliata. De las dos, la primera se encuentra en la península de Yucatán, Belice y el norte de Guatemala. La segunda, en Centroamérica, Chiapas y otras zonas de México. Pero hay un sector en Tabasco donde las áreas de distribución de ambas especies se sobreponen y machos y hembras pueden aparearse indistintamente.

Fue ahí donde la doctora Cortés «“quien como decimos es especialista en primates- realizó su investigación, que duró más de diez años y en el curso de la cual se capturó a más de 200 ejemplares, a todos los cuales se les hicieron mediciones y observaciones de sus rasgos externos, se les tomaron muestras de pelo y sangre y, en general, se les sometió a minuciosos exámenes genéticos. El resultado fue que, aunque en 135 de ellos se encontró una clara combinación de genes procedentes de las dos especies -lo cual demostró fehacientemente que había habido cruzamiento-, ninguno presentaba características físicas distintas a las normales, que revelaran que se trataba de ejemplares híbridos. Ni siquiera aquellos individuos con mayor mezcla de genes de las dos especies se diferenciaban de los de linaje no mezclado. Ello a pesar de que evidentemente la mezcla de especies y de saraguatos híbridos con saraguatos «puros» había venido ocurriendo durante generaciones y podría esperarse en consecuencia que empezaran a aparecer características morfológicas particulares.

LA HIBRIDACIÓN OCULTA

La conclusión que de esto puede sacarse, según la bióloga, es que los atributos físicos no son siempre confiables para identificar a individuos resultantes de una hibridación. Es decir, de una mezcla de especies, razas o variedades. En consecuencia, el hecho de que en los registros fósiles de homínidos no se encuentren -por así decir- neandersapiens, o sea individuos con rasgos combinados de neandertal y hombre actual, no implica que no los hubiera habido.

imageEl nombre de aullador del Alouatta pigra se debe a los estruendosos gritos o rugidos, audibles a kilómetros de distancia, que produce con una estructura especial de la garganta, más desarrollada en los machos que en las hembras. Una familia de aulladores en la selva de Campeche. Acostumbran vivir en grupos encabezados por uno o dos machos y varias hembras. En Belice, donde se les llama babuinos, hay una reserva denominada Community Baboon Sanctuary donde habitan más de dos mil. En Sudamérica existen varias otras especies de mono aullador, claramente diferentes a las que tenemos en México. Por ejemplo, el mono aullador rojo Alouatta seniculus, que se muestra en la imagen. Como indica su nombre común, tiene pelaje rojo, a diferencia del negro del Alouatta pigra. (Fotos VÓRTICE)

De hecho, en 2010, cuando -con material tomado de restos óseos- se estableció la secuencia del genoma del hombre de Neanderthal y se comparó con la del hombre moderno, se encontró que entre el 1 y el 4% de nuestros genes provienen de aquella especie extinta. Ello sugiere que hubo intercambio sexual entre las dos especies. Y aquí aparece otra interesante conclusión que puede sacarse del estudio de Cortés Ortiz: si bien usualmente los híbridos -individuos producto de la mezcla de dos especies, como la mula- son estériles, y aunque algunos investigadores sostienen que así ocurría a los descendientes de la cruza de neandertales y Homo sapiens, el caso de los monos aulladores indica que no siempre sucede así. Y no hay que perder de vista que los primates, los monos, son animales muy cercanos genéticamente al ser humano.

Todavía hay más: los estudios sobre el genoma de las diversas especies de Homo indican que en buena medida nuestra resistencia a las enfermedades -y por ende las posibilidades de supervivencia de nuestra especie- se deben a que de los neandertales heredamos ciertos genes, conocidos como antígenos leucocitarios humanos o HLA, acrónimo de Human leukocyte antigen, que fortalecen el sistema inmune.

En fin, como señalábamos al principio, nuestro baats, nuestro saraguato o mono aullador, ha servido para arrojar nueva luz sobre el largo y fascinante proceso de la evolución de los homínidos.

La bella e inconfundible paloma azul

ESCRUTINIO

La bella e inconfundible paloma azul[1]

Juan José Morales

Son cuatro los animales que se mencionan en la conocida canción yucateca Caminante del Mayab: el xtakay, el kokay, el pájaro pujuy y la paloma azul. Por sugerencia de una lectora, decidimos escribir sobre ellos, ya que, si bien son animales bastante comunes y abundantes en la región, mucha gente no los conoce más que «”si acaso»” de nombre, pero desconoce sus peculiares características.

clip_image002A diferencia de la mayoría de las aves «”particularmente las de la familia de los colúmbidos o palomas»”, el macho y la hembra de la paloma azul presentan un marcado dimorfismo sexual, que permite reconocerlos a simple vista como se ve en la foto. A la izquierda, una hembra, de plumaje café, y a la derecha un macho, de plumaje azul perlado. Foto cortesía de Andrés Terán.

Ya hemos hablado de los tres primeros, así que hoy toca el turno a la paloma azul, que bien merece ese nombre común, ya que su plumaje es de un suave color azul perlado tendiente a gris, con toques negros en las alas. Por ello, en otras zonas de su amplia área de distribución «”que se extiende por toda la costa mexicana del Golfo, la península de Yucatán, Centroamérica y gran parte de Sudamérica hasta Brasil y el norte de Argentina»” también se le conoce con nombres parecidos, como tórtola o tortolita azul, paloma celeste y turquita azul.

Pero tal coloración es exclusiva de los machos. Las aves de esta especie presentan «”como dirían los biólogos»” un marcado dimorfismo sexual: a las hembras se les puede reconocer a simple vista porque tienen un plumaje muy diferente, color café canela en la espalda y las alas, y café oliváceo en la parte inferior del cuerpo, con manchas de tono castaño en las alas. En este sentido, la paloma azul resulta una excepción entre los colúmbidos «”la familia zoológica a que pertenece y que agrupa a 310 especies»” pues en general machos y hembras de esta familia son tan semejantes externamente que es muy difícil diferenciarlos a simple vista.

Por su coloración café, a las hembras de la paloma azul puede confundírseles con las de otras especies parecidas en forma y tamaño que tienen plumaje parecido, pero el azul del macho lo hace inconfundible. Y es, además, un ave muy bella. Por eso en la nomenclatura zoológica se le asignó el muy apropiado nombre de Claravis pretiosa, que viene de las palabras latinas clarus (claro en la acepción de inconfundible), avis (ave) y preciosus (preciosa). O sea, un ave bella e inconfundible.

No muy grande «”entre 18 y 22 centímetros de largo»”, habita como decíamos, una amplia región del continente americano, desde el nivel del mar hasta 1 200 metros de altitud, en zonas tropicales, principalmente en selvas no muy tupidas, terrenos parcialmente desmontados, campos de cultivo y espacios abiertos con matorrales y árboles aislados. También se le encuentra en zonas urbanas. Se le puede observar sola, en parejas o en bandadas hasta de cien individuos «”aunque esto último es raro»”, y si bien tiene una buena capacidad de vuelo, prefiere caminar y desplazarse volando a baja altura en trayectos cortos. Por su dieta a base principalmente de semillas, insectos, gusanos, arácnidos y otros invertebrados, no se le considera dañina sino más bien útil ya que ayuda a eliminar plagas.

Por cierto, un detalle curioso de la paloma azul «”y en general de los colúmbidos»” es que a sus pichones o polluelos los alimenta con una secreción muy nutritiva llamada leche del buche, que tanto el macho como la hembra segregan mediante células especiales.

Y en cuanto a su canto, que en El Caminante del Mayab se califica de triste «”lo cual puede hacer pensar que es grave, quejumbroso o melancólico»” parece que Antonio Mediz Bolio, autor de la letra de la canción, se tomó una licencia poética para describirlo, pues en realidad es sólo un breve cuuu, que se repite varias veces.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Lunes 21 de enero de 2013.

Microbios, lluvias y huracanes

IMPACTO AMBIENTAL

Microbios, lluvias y huracanes[1]

Juan José Morales

Los huracanes nos han deparado una sorpresa: las copiosas lluvias que caracterizan a estos fenómenos al parecer son provocadas por grandes cantidades de bacterias que prosperan en la alta atmósfera, adaptadas para vivir en esas peculiares condiciones aéreas.

Así lo reveló un estudio de investigadores del Instituto de Tecnología del estado norteamericano de Georgia presentado el pasado mes de diciembre en la reunión anual de la Unión Norteamericana de Geofísica.

Durante la temporada de huracanes 2010, los investigadores volaron en aviones cazahuracanes para colectar muestras del aire a diez mil metros de altitud en el interior de dos grandes huracanes, ambos en el Atlántico: el Earl y el Karl. Como detalle interesante, podemos señalar que este último cruzó la península de Yucatán, todavía en condición de tormenta tropical, el 15 de septiembre de ese año, se fortaleció sobre el Golfo de México y entró a tierra «”ya convertido en huracán categoría 3″” cerca del puerto de Veracruz, donde causó severos daños.

Pues bien, al examinar el material colectado, se encontró que el 20% de las partículas recogidas consistían en bacterias de diverso tipo similares a las que ya habían sido encontradas en estudios previos a gran altitud sobre el territorio norteamericano. De ellas, la más común y abundante es la que los microbiólogos denominan Pseudomonas syringae. Este microbio causa enfermedades en una gran diversidad de plantas y además «”en climas templados y fríos»” las hace más susceptibles a las heladas ya que propicia la formación de hielo sobre ellas.

clip_image002Bacteria Pseudomonas syringae, presente en las nubes de los huracanes. Su membrana contiene una proteína a la cual se adhiere fácilmente el agua.

En opinión de los autores del estudio, las proteínas de la capa externa de esas bacterias actúan como núcleos de condensación del vapor de agua de las nubes y propician los torrenciales aguaceros típicos de los huracanes.

Ya otros investigadores en diversos países habían encontrado desde hace años fuertes evidencias de que las bacterias de la alta atmósfera podrían tener un efecto similar al de las diminutas partículas de polvo, hollín o cenizas que normalmente provocan lluvia cuando sobre ellas se condensa el vapor de agua de las nubes y «”debido a la baja temperatura que reina en las alturas»” se forman cristales de hielo sobre los cuales a su vez se condensa más vapor, hasta que son lo bastante grandes y pesados para caer, derritiéndose en el trayecto para finalmente llegar al suelo en forma de gotas de agua. En ese fenómeno se basan las técnicas para inducir lluvia esparciendo en las nubes cristales de yoduro de plata.

Pero si bien se sospechaba que las bacterias podrían tener ese efecto, se ignoraba hasta qué grado influían en la cantidad de lluvia. Con la reciente investigación se probó que constituyen una porción considerable «”20%, como decíamos»” de los potenciales núcleos de condensación presentes en las nubes de los huracanes.

El otro aspecto notable de esta investigación, es la forma en que las bacterias han podido adaptarse a las especiales condiciones de una vida aérea, en la alta atmósfera, donde es muy intensa la radiación ultravioleta, que podría matarlas pero a la cual se han vuelto resistentes. Igualmente, a esa altitud, no hay fuentes de alimento como al nivel del suelo o en las aguas marinas. Sin embargo, las bacterias pueden vivir perfectamente con una dieta basada exclusivamente en compuestos de carbono muy simples presentes en el aire.

Estos hallazgos, dicen los investigadores, permiten suponer que las bacterias de la alta atmósfera constituyen un elemento más importante de lo que se creía y pueden tener profundos efectos «”todavía no bien conocidos»” sobre el tiempo y el clima.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Viernes 18 de enero de 2013.

El kokay y sus falsos ojos

IMPACTO AMBIENTAL

El kokay y sus falsos ojos[1]

Juan José Morales

Como prometimos la semana pasada, hoy hablaremos de otro de los animales que, en la canción de ese nombre, encuentra el Caminante del Mayab: el kokay, cuyos ojos «”reza la letra de la canción»” ve brillar de noche. Pero realmente, lo que brilla no son sus ojos.

Kokay se llama en maya al cocuyo, a quien muchos confunden con las luciérnagas, ya que también emiten luz. Pero, si bien cocuyos y luciérnagas son escarabajos luminosos, pertenecen a familias zoológicas muy diferentes: los cocuyos a la de los elatéridos, y las segundas a la de los lampíridos. Además, luciérnagas las hay en todo el mundo, excepto en las regiones polares, en tanto que los kokayes o cocuyos únicamente existen en América. Y mientras las luciérnagas tienen los órganos luminiscentes en la parte posterior del cuerpo, al final del abdomen, los cocuyos los tienen en el tórax.

clip_image001La comparación con la mano permite estimar el tamaño del kokay. Los que parecen ser dos brillantes ojos son los órganos luminiscentes. Tienen tres capas: una interna constituida por células llenas de cristales microscópicos de sales de ácido úrico que sirven como reflectores, una media en la cual se produce luz por una reacción química, y finalmente la capa externa, transparente, que actúa a manera de lente.

En ambos casos, tales órganos están constituidos con grasa del cuerpo y en ellos se producen constantemente dos sustancias, una llamada luciferina y la otra luciferasa, que se acumulan en ciertas células denominadas fotocitos. Al combinarse en presencia de oxígeno, se forma un compuesto muy inestable que por ello no puede mantenerse mucho tiempo, y al revertirse la reacción, se libera una gran cantidad de energía en forma de luz.

Pero se trata de un tipo peculiar de luz, totalmente fría, sin radiación infrarroja ni ultravioleta como la solar, y extraordinariamente intensa, sobre todo la de los cocuyos.

En pruebas de laboratorio se encontró que para igualar la potencia luminosa de una vela hacen falta seis mil luciérnagas, pero la misma luminosidad se obtiene con solamente 40 cocuyos de la especie Pyrophorus noctilucus. De hecho, sus órganos luminiscentes emiten más luz por unidad de superficie que cualquier lámpara doméstica ordinaria.

Al Pyrophorus noctilucus lo tenemos en tierras del Mayab y seguramente a él se refirió Antonio Mediz Bolio al escribir la letra del Caminante, ya que no sólo es una de las especies de cocuyos más comunes y abundantes sino que la forma y posición de sus estructuras luminiscentes los hacen parecer ojos.

Tanto a las luciérnagas como a los cocuyos, los destellos luminosos les sirven como señales sexuales, para que machos y hembras puedan encontrarse en la oscuridad, reconocerse y aparearse. La identificación se logra porque cada especie vuela a cierta altura sobre el terreno, y también cada una emite señales distintivas, únicas por la frecuencia de sus ondas luminosas, la duración de los destellos y el lapso entre uno y otro. Además, cada especie tiene un patrón de vuelo característico, de manera que forma una figura luminosa exclusiva e inconfundible. Así, las hembras pueden saber que están ante un macho de su misma especie y responderle con sus propios destellos.

Otra razón por la cual luciérnagas y cocuyos emiten luz es porque tratan de hacerse muy notorios para no ser víctimas de los depredadores, aunque esto pueda parecer contradictorio. Pero resulta que su cuerpo contiene ciertas sustancias químicas de sabor extremadamente desagradable llamadas lucibufágenos. Basta que un depredador se coma a un cocuyo o una luciérnaga, para que aprenda a asociar su luminosidad con el repulsivo sabor, y nunca volverá a hacer tal cosa.

Tan efectivo es poseer lucibufágenos, que algunas especies de luciérnagas que no los producen se las ingenian para obtenerlas «”y así gozar de su protección»” comiéndose a otras luciérnagas que sí las tienen. Para ello, imitan sus señales luminosas a fin de atraer y devorar a los machos de esa especie.

Cocuyos y luciérnagas no son sólo una curiosidad. Resultan muy útiles, pues sus larvas son voraces e insaciables devoradoras de gusanos, caracoles, babosas, pulgones, orugas y otras plagas agrícolas y forestales.


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Lunes 7 de enero de 2013.

Las lecciones de un huracán

IMPACTO AMBIENTAL

Las lecciones de un huracán[1]

Juan José Morales

La península de Yucatán «”y en especial su sector oriental»” es tierra de huracanes. Por ello es necesario saber cómo tales fenómenos afectan los recursos naturales. Y ese fue el propósito del estudio realizado por Angélica Navarro Martínez, de El Colegio de la Frontera Sur, y Rafael Durán García y Martha Méndez González, del Centro de Investigación Científica de Yucatán acerca de los efectos del huracán Dean sobre las selvas del centro y sur de Quintana Roo.

clip_image002Edificios y muelles demolidos, viviendas precarias arrasadas y árboles sin follaje y con las ramas quebradas dejó a su paso el huracán Dean. Pero tierra adentro los daños fueron mucho menos severos porque la selva amortiguó la fuerza de los vientos.

Conclusión: los daños no fueron muy severos, pero pudieron haber sido menores de no ser porque la extracción de madera «”aunque realizada correctamente»” creó ciertas condiciones que acentuaron la acción de los fuertes vientos. Por lo tanto, los autores recomiendan introducir ciertos cambios en las técnicas de explotación forestal para evitar tales efectos en caso de otros huracanes.

El Dean azotó la mitad sur de Quintana Roo el 21 de agosto de 2007. Aunque no muy famoso, se le considera uno de los diez más poderosos ocurridos en el Atlántico, tanto por la baja presión en su centro como por la velocidad de sus vientos. Cuando tocó tierra en la zona de Majahual al norte de Chetumal, era de categoría 5 y causó graves daños en la zona costera, incluida la destrucción del muelle de cruceros del lugar.

La selva, sin embargo, amortiguó los efectos del fenómeno. En las 900 mil hectáreas de vegetación forestal que afectó Dean, no causó mayores daños a pesar de su magnitud. La composición y diversidad de la selva no resultaron mayormente afectadas, dicen los autores del estudio. En general, los grandes árboles no fueron muy dañados. En cambio, sí lo fueron los del llamado sotobosque, los de menor porte, que fueron desenraizados, quebrados o perdieron ramas.

Al parecer, la diferencia en los daños entre los altos árboles del dosel y los del sotobosque fue resultado «”señala el documento»” de la existencia de caminos para las actividades forestales y de áreas abiertas donde se concentra la madera después del corte. Tales espacios despejados favorecen la entrada del viento hacia los niveles inferiores de la selva.

El estudio sugiere que para disminuir la susceptibilidad del bosque al impacto de los huracanes se reduzca el número y superficie de las áreas de concentración de madera en los diferentes sectores de corte. Igualmente, dada la cantidad de árboles muertos o dañados y de ramas caídas, después de un huracán se inicie un rápido aprovechamiento de la vegetación afectada y se planifiquen cortas preventivas de saneamiento para disminuir los riesgos de incendios forestales y la proliferación de plagas.

Y, ya en el terreno de la investigación científica, los investigadores proponen que se establezca un programa estatal de monitoreo de las áreas forestales afectadas y no afectadas por un huracán. Con ello se podría conocer mejor la dinámica de recuperación del bosque después de una gran afectación, en particular de las especies ecológica y económicamente importantes. La información así obtenida sería de gran valor para planear alternativas de manejo a largo plazo.

En fin, gracias al trabajo de los científicos, Dean no dejó sólo una estela de destrucción a su paso sino conocimientos y experiencias que pueden y deben ser aprovechadas para proteger y conservar mejor nuestros recursos naturales, siempre amenazados por los huracanes.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Viernes 11 de enero de 2013.