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Unos corredores muy especiales

IMPACTO AMBIENTAL

Unos corredores muy especiales[1]

Juan José Morales

Si se examina el mapa de las áreas naturales protegidas de México, se verá que en la península de Yucatán hay un buen número de ellas. Las hay también en regiones vecinas, como Chiapas, Tabasco, Belice y Guatemala. Pero si se mira con detalle el mapa, se verá que a esas áreas les falta algo: conectividad. Es decir, se encuentran fragmentadas, separadas unas de otras. Eso conlleva el riesgo de que se conviertan en una especie de islas o enclaves en las cuales pequeñas poblaciones de plantas y animales vivan separadas. Y el resultado sería un empobrecimiento biológico por falta de intercambio genético entre las distintas poblaciones.

clip_image002En realidad no es un solo corredor, sino varios, que forman una especie de red. En los tres estados peninsulares tenemos dos de esos corredores. Uno enlaza reserva de Sian Ka»™an en la costa caribeña con la de Calakmul en el sur de Campeche y Quintana Roo, la cual colinda con la Reserva Maya de Guatemala. El otro corredor se extiende a lo largo de la costa norte peninsular y conecta las reservas y zonas de protección de flora y fauna existentes en ella, desde el norte de Campeche hasta el norte de Quintana Roo. Se proyecta también crear otro desde el norte quintanarroense hasta Sian Ka»™an.

Los biólogos y ecólogos pronto cayeron en cuenta de ello, y de que si han de cumplir adecuadamente su función, se requiere establecer, por así decir, puentes o caminos que enlacen tales zonas de protección y permitan el fácil desplazamiento de los animales y la propagación de las plantas.

Para lograr tal cosa, se estableció un programa llamado Corredor Biológico Mesoamericano o CBM para abreviar, que abarca el sureste de México y Centroamérica, hasta Panamá, destinado a interconectar las reservas de la biósfera y demás áreas naturales protegidas de la región.

El Corredor Biológico Mesoamericano en la parte correspondiente a México y países vecinos. En verde oscuro las áreas naturales protegidas, y en verde claro los corredores o enlaces establecidos entre ellas para facilitar el desplazamiento de la fauna y la propagación de las especies vegetales.

El CBM acaba de cumplir diez años. En un principio fue apoyado esencialmente por el Fondo Mundial para la Vida Silvestre, pero a partir de 2009 lo tomó a su cargo la Comisión Nacional para el Conocimiento de la Biodiversidad, la Conabio. Y el balance de esa primera década es muy satisfactorio, según señala el investigador Pedro Álvarez Icaza en un análisis publicado en la revista Biodiversitas, de la propia Conabio.

Durante esos años, dice, el énfasis se ha puesto en proteger y conservar la vegetación existente a lo largo de los corredores, y tratar de incrementar la extensión y densidad de la cubierta forestal. Para ello se han seguido dos caminos: por un lado, impulsar la reforestación, y por el otro promover actividades económicas alternativas y complementarias que permitan a los habitantes de esas zonas aprovechar los recursos naturales sin tener que destruir o afectar negativamente la selva.

Esto último es particularmente importante, pues los factores socioeconómicos han sido la causa principal del deterioro de los ecosistemas. La gente no destruye o daña un recurso natural por malicia o capricho, sino por necesidad. Si se le ofrece una alternativa económica que le permita resolver sus necesidades básicas a través del aprovechamiento sustentable, la aprovechará.

En cuanto a la importancia del CBM, en primer lugar hay que señalar que permite proteger y conservar nada menos que la décima parte de las especies de plantas y animales existentes en el mundo. En segundo término, la conservación de esas masas forestales resulta crucial ante la problemática creada por el calentamiento global y el cambio climático. No hay que olvidar que la vegetación absorbe dióxido de carbono, y que el exceso de ese gas en la atmósfera es la causa principal del calentamiento y el cambio climático.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Lunes 2 de abril de 2012. Reproducción autorizada por Juan José Morales.

Confirmado: los neonicotinoides son culpables

IMPACTO AMBIENTAL

Confirmado: los neonicotinoides son culpables[1]

Juan José Morales

Hace poco más de un año, el 24 de enero de 2011, escribimos en esta columna sobre el llamado síndrome de despoblamiento de colmenas (SDC para abreviar), un fenómeno consistente en que miles de abejas de una colmena salen de ella normalmente y no retornan, sin que se sepa dónde fueron a parar ni qué suerte corrieron. Sencillamente, no se vuelve a saber de ellas, como si se desvanecieran.

clip_image002Este anuncio de un insecticida elaborado a base de Imidacloprid hace hincapié en su acción residual y sistémica. Es decir, persiste largo tiempo aún en bajas concentraciones, y actúa al ser absorbido y distribuido en el organismo, no sólo por contacto.

Las extrañas desapariciones, decíamos, ocurren sobre todo en Estados Unidos y Europa, sin que hasta ahora parezcan afectar a la apicultura mexicana, en particular la de la península de Yucatán «”que es una de las más importantes regiones productoras de miel en el mundo»” ni de otros países.

Decíamos también en aquel entonces que había fuertes indicios de que el problema se debe a cierto insecticida ampliamente utilizado en la fabricación de pesticidas agrícolas de diferentes marcas comerciales, denominado Imidacloprid y producido por la compañía alemana Bayer. Ese pesticida se elabora a base de neonicotinoides, unos derivados de la nicotina que actúan sobre el sistema nervioso de los insectos y así los mata.

Pues bien, la culpabilidad del tal insecticida parece haber quedado plenamente demostrada, después de una investigación realizada por biólogos del Departamento de Salud Ambiental de la Escuela de Salud Pública de la universidad norteamericana de Harvard. El estudio, dirigido por el Prof. Alex Lu, lo dio a conocer anticipadamente esa institución antes de su publicación en el número de junio próximo de la revista Bulletin of Insectology. Duró 23 semanas, durante las cuales se sometió a cierto número de colonias de abejas a la acción de ese pesticida en diversas concentraciones, incluso mucho menores que las que se encuentran en el medio ambiente. Y, como es usual en los experimentos científicos, a cierto número de colonias no se les aplicó el insecticida, para que sirvieran como testigos o base de comparación.

Durante la primera etapa del experimento, no hubo mayores problemas. Las abejas seguían con su vida normal. Pero después de 12 semanas empezó a notarse el SDC. Aquellas colmenas en las cuales se había aplicado el insecticida en las concentraciones más altas, comenzaron a despoblarse. Y a las 23 semanas la situación era dramática: en 15 de las 16 colmenas a las que se había aplicado Imidacloprid ya no quedaban más que larvas y unas cuantas abejas jóvenes.

Lo más notable, dicen los investigadores, es que no se observaron insectos muertos, salvo unos pocos en los alrededores. Sencillamente, las colmenas estaban vacías, como si las abejas se hubieran esfumado, tal cual ocurre en los casos de síndrome de colapso. Si hubiera habido una mortandad por enfermedades, plagas o algún envenenamiento común, estarían llenas de cadáveres.

Y subrayan los biólogos de Harvard que el despoblamiento de las colmenas ocurrió pese a que la concentración del insecticida era mucho menor que las dosis que normalmente se aplican en los cultivos.

Esto coincide con lo que se sospechaba. Es decir, como señalábamos en nuestros comentarios de enero del año pasado, el insecticida no mata directamente a las abejas sino, al afectar su sistema nervioso, les provoca una desorientación tal que pierden la capacidad de regresar a su colmena y también de comunicarse con sus compañeras mediante los movimientos corporales que popularmente se conocen como «danza de las abejas». Así, se extravían y son presa de pájaros y otros animales.

Ya desde antes de este experimento se sabía que el insecticida en cuestión es altamente tóxico para las abejas y se recomendaba no aplicarlo en época de floración de las plantas en las cuales usualmente pecorean esos animales. La investigación demostró que incluso residuos mínimos, insuficientes para causar la muerte a las abejas, pueden tener efectos devastadores sobre las colmenas.

Hasta ahora, como decíamos, el SDC no se ha presentado en la apicultura peninsular, pero existe el gravísimo riesgo de que ocurra si se generaliza el uso de insecticidas agrícolas en la región. Pero «”contra nuestra costumbre y por razones de espacio»” de ello tendremos que hablar el próximo lunes.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Viernes 13 de abril de 2012. Reproducción autorizada por Juan José Morales.

Nuestras “especies” arqueológicas amenazadas

AQUÍ DONDE VIVIMOS

Nuestras «especies» arqueológicas amenazadas[1]

Juan José Morales

Casi todo lector medianamente informado sabe del llamado Libro Rojo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, en el cual se enlistan las especies de plantas y animales amenazadas y el grado de peligro en que se encuentran. Pero casi nadie sabe que hay también un Libro Rojo de los objetos culturales en riesgo. Esto es, un registro internacional del tipo de piezas del patrimonio cultural de la humanidad amenazadas por el saqueo de sitios arqueológicos, el robo de objetos de arte antiguo y el comercio de discutible legalidad o francamente ilícito de piezas así obtenidas. Y lo que ahí se dice respecto de los vestigios de la antigua civilización maya debe servir como clarinada de alerta para las autoridades, pues advierten los expertos que el tráfico de piezas arqueológicas sigue aumentando y con ello se pierde valiosa información científica.

clip_image002clip_image002[4]clip_image002[6]clip_image002[8]

Las piezas de jade son muy apreciadas por los coleccionistas y por ser pequeñas pueden robarse y contrabandearse fácilmente. Todas las aquí mostradas fueron vendidas en Estados Unidos por canales normales y legales de comercialización de obras de arte.

El Libro Rojo de objetos culturales lo mantiene el Consejo Internacional de Museos, mejor conocido por la sigla ICOM de su nombre en inglés (International Council of Museums). Tiene secciones sobre los distintos continentes y las diversas culturas históricas, y en la parte relativa a Latinoamérica menciona 25 tipos de bienes culturales que son sistemáticamente saqueados en los países de la región debido a la gran demanda que de ellos existe en el mercado de antigüedades.

En especial, por lo que respecta a la península de Yucatán y el área maya en general, se encuentran gravemente amenazados dos tipos de objetos prehispánicos: los vasos policromados y los ornamentos de jade. Ambos «”dice el Libro Rojo del ICOM»” son objeto de un intenso comercio y alcanzan altos precios. Y es que, debido a su pequeño tamaño, resulta mucho más fácil contrabandearlos que, por ejemplo, un mascarón de estuco o una estela de piedra.

Los vasos policromados son finas piezas de cerámica que se depositaban como ofrendas funerarias en las tumbas de personajes de alto rango. En su mayoría datan del Período Clásico (entre los años 250 y 850 de nuestra era) y son de muy diversos estilos y formas. Los más comunes, sin embargo, son vasos cilíndricos de 12 a 30 centímetros de alto, y grandes platos de entre 20 y 30 centímetros de diámetro, con soportes y tapas. Lo que les da gran valor, es su rica decoración, sobre todo con figuras humanas en escenas que usualmente tienen un personaje central, y jeroglíficos que describen la escena.

clip_image002[15]Un típico vaso maya policromado. La decoración de estos objetos muestra generalmente altos dignatarios «”siempre sentados»”, así como guerreros, sirvientes, prisioneros y otros personajes, estos últimos de pie.

Valiosos documentos

Precisamente por esas características, los vasos decorados son una invaluable fuente de información para los arqueólogos, que de las figuras, el entorno en que se encuentran, las relaciones entre los personajes, y la escritura jeroglífica, pueden obtener datos sobre la vida y las actividades del personaje a quien acompañaron en su tumba, así como de la época en que vivió. Pero toda esa información está condicionada a que se sepa dónde y en qué circunstancias fue encontrado el vaso. Si un saqueador se lo lleva y aparece en una tienda de antigüedades de Nueva York o París, esa información se pierde totalmente.

Lo mismo puede decirse de los ornamentos de jade «”collares, pectorales, amuletos, aretes, etc.»”, que también se depositaban en las tumbas de personajes de elevada alcurnia. Comenzaron a usarse como ofrendas desde fines del Preclásico, allá por el año 400, y la práctica se mantuvo por lo menos hasta 1200, ya en el Postclásico, después del decaimiento de las poderosas ciudades estado del sur del área maya. Estas joyas, bellamente trabajadas, muestran sobre todo rostros o figuras humanas, aisladas o en grupo, y en algunos casos animales y elementos abstractos. Se les considera uno de los más hermosos ejemplos del arte maya y verdaderos documentos para los arqueólogos. Pero pierden totalmente su valor como tales cuando se ignora dónde fueron encontradas y en relación con qué otros materiales y construcciones.

Uno de los principios de ética de la Sociedad Norteamericana de Arqueología señala que la compraventa de piezas arqueológicas fuera de contexto contribuye a la destrucción de los registros arqueológicos y que su comercialización, su uso como simples mercancías y su aprovechamiento con fines de lucro y para el disfrute personal, tiene como resultado la destrucción de sitios arqueológicos y la pérdida de información contextual indispensable para la investigación.

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Con un largo texto jeroglífico y la escena de una decapitación ritual, este vaso es un buen ejemplo de la información que tales piezas de cerámica pueden aportar a los arqueólogos, pero sólo a condición de que se conozca el entorno en que fueron halladas.

Como ha escrito el Dr. Michael E. Smith, de la Universidad de Arizona, cuando los saqueadores extraen piezas de un sitio arqueológico, no solamente roban los objetos, sino también le roban a la comunicad científica la información que acompaña a esos objetos.

El problema es cada día más grave porque crecientes cantidades de objetos de jade, vasos policromados y otras piezas de cerámica mayas se venden abiertamente en Estados Unidos, al igual que infinidad de otras antigüedades procedentes de Europa, Asia, África y Latinoamérica.

Empresas vendedoras de antigüedades como Edgar L. Owen y World Wide Store, por ejemplo, ofrecen lo mismo un collar de jade del Período Clásico, «con certificado de autenticidad», rebajado de 1 200 dólares a sólo 840, que un amuleto de jade tallado en forma de cabeza de animal, al precio de ganga de 2 500 dólares, o un vaso policromado bellamente decorado con glifos y figuras de dioses y gobernantes mayas, a 4 500. Y así por el estilo, hay una variedad de ofertas de piezas, todas ellas con garantía de antigüedad firmada por un arqueólogo.

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No sólo ornamentos de jade y vasos policromados venden los comerciantes de piezas arqueológicas, sino también otros muchos objetos, como esta botella en forma de mujer sentada (850 dólares) y una figurilla del dios del maíz (650).

Estos son, sin embargo, los barateros. Si se quiere ver altos precios, hay que mirar por otro lado. La elegante casa de subastas Sotheby’s, por ejemplo, ha sacado a la venta vasos mayas a precios que oscilan entre 200 mil y un cuarto de millón de dólares. Por su parte, Christie»™s, otra casa de subastas para multimillonarios, vendió en más de millón y medio de dólares una pieza maya de jade del Clásico temprano.

La sacrosanta propiedad privada

Esta situación se da pese a que existe una convención internacional, promovida por la Unesco, sobre medidas que los gobiernos deben adoptar para prohibir e impedir la importación, exportación y transferencia de propiedad ilícita de bienes culturales. El gran problema es que el tratado no ha sido ratificado por Estados Unidos, Japón, la Gran Bretaña y otras naciones en las que hay gran demanda de antigüedades. En el caso de Estados Unidos, la justificación que da el gobierno de Washington es que la propiedad privada es intocable y cualquier ciudadano tiene plena libertad para poseer armas, piezas arqueológicas, obras de arte o cualquier otra cosa que se le antoje.

En tales condiciones, lograr que un país recupere objetos productos del saqueo y vendidos en Estados Unidos, es casi imposible, pues ello implica un largo, costoso y complicado proceso para probar plenamente cuándo, dónde, cómo y por quién fueron robados. Por eso pueden venderse abierta y descaradamente piezas arqueológicas sustraídas del patrimonio cultural de México y otros países latinoamericanos.

Mientras tal situación no cambie, el saqueo proseguirá.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en la revista Educación y Cultura de Cancún. Núm. 10. 2012. Reproducción autorizada por Juan José Morales

Yucatán, cuna de la humanidad

AQUÍ DONDE VIVIMOS

Yucatán, cuna de la humanidad[1]

Juan José Morales

El Gran Museo de la Cultura Maya que se construye en la ciudad de Mérida, será inaugurado con una magna exposición sobre el llamado Cráter de Chicxulub, la huella de 200 kilómetros de diámetro dejada hace 65 millones de años por el impacto de un asteroide que ocasionó la extinción de los dinosaurios.

Desde luego, no faltarán quienes se pregunten qué tiene qué ver la cultura maya con aquella catástrofe de origen cósmico ocurrida mucho antes de la aparición del hombre. Pero la relación es más estrecha de lo que pudiera pensarse. Aquel descomunal impacto creó condiciones naturales propicias para que miles de milenios después, floreciera la civilización maya en el norte de la península de Yucatán. Es más: como resultado de la s extinciones provocadas por esa hecatombe, la evolución cambió de rumbo y tomó una dirección que permitiría el predominio de los mamíferos y el surgimiento del Homo sapiens. Así, en cierto sentido, podría decirse grandilocuentemente que Yucatán es la cuna de la humanidad.

Pero hablemos del cráter.

clip_image002La imagen, tomada de la página web del Grupo de Investigación del Cráter de Chicxulub del Instituto de Geofísica de la UNAM, da una idea de las enormes dimensiones del asteroide.

Como decíamos, lo formó hace 65 millones de años el impacto de un cuerpo celeste «”presumiblemente un asteroide»” de unos diez kilómetros de diámetro, pero aquella inmensa oquedad de 200 kilómetros de diámetro y 12 de profundidad, ya ha sido cubierta por la incesante acumulación de sedimentos marinos y ahora se encuentra kilómetro y medio bajo la blanca arena y las residencias veraniegas de la costa norte de Yucatán, a la cual acuden los habitantes de la ciudad de Mérida para escapar de los calores de julio y agosto.

Fue descubierto en 1975 por el ingeniero petrolero mexicano Antonio Camargo, recientemente fallecido, y el norteamericano Glenn Penfield al realizar mediciones gravimétricas y magnéticas en busca de yacimientos de hidrocarburos y desde entonces ha sido ampliamente estudiado por investigadores de la UNAM, la NASA y otras instituciones, pues se considera que la caída de aquel asteroide causó la desaparición de los dinosaurios y del 70% de todas las demás especies de plantas y animales existentes en ese entonces.

Apocalipsis cósmico

El primer efecto del descomunal impacto fue una explosión que hizo formarse una nube de gases ardientes que achicharraron a todo ser viviente en cientos de kilómetros a la redonda y levantó inmensas cantidades de fino polvo que se extendió por toda la atmósfera y, al bloquear la luz solar durante meses, ocasionó una especie de invierno cósmico que hizo desplomarse la temperatura a decenas de grados bajo cero matando de frío a plantas y animales.

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Representación artística del momento de la colisión. Se estima que la explosión causada por el impacto fue equivalente a la detonación simultánea y en un mismo sitio de un millón de bombas termonucleares de cien megatones, suficiente para matar a todo ser viviente en cientos de kilómetros a la redonda y lanzar a miles de kilómetros una mortífera lluvia de rocas candentes, que provocaron inmensos incendios forestales.

También, las rocas de la corteza terrestre y los fragmentos del propio asteroide lanzados a miles de kilómetros en todas direcciones y calentados hasta arder por la fricción con la atmósfera mientras caían, desataron incontables incendios que al unirse se convirtieron en conflagraciones de magnitud continental que devastaron bosques, selvas y pastizales y contribuyeron con su humo a oscurecer la Tierra.

A lo anterior hay que sumar los terremotos «”más violentos que cualquiera que pueda concebirse»” y los colosales tsunamis, con olas de cientos de metros o quizá hasta un kilómetro de altura, que provocó el choque del asteroide, pues en aquel entonces la zona del impacto estaba cubierta por un cálido mar tropical de aguas someras.

Tras el gélido invierno cósmico, que debe haber durado varios años, sobrevino un ardiente y corrosivo verano que tal vez se prolongó por siglos: al vaporizarse miles de kilómetros cúbicos de rocas por efecto del impacto, se liberaron a la atmósfera grandes volúmenes de dióxido de carbono y dióxido de azufre. El primero «”el típico y bien conocido gas de invernadero causante del actual calentamiento global»” retuvo el calor solar e hizo elevarse las temperaturas en todo el mundo. El dióxido de azufre por su parte, además de ser venenoso, al combinarse con el agua de las lluvias formaba ácido sulfúrico. El resultado era una lluvia corrosiva, devastadora para plantas y animales. En pocas palabras: el apocalipsis.

Dos insospechadas consecuencias

clip_image002[5]El centro del cráter queda exactamente bajo el puertecillo costero de Chicxulub, al norte de la ciudad de Mérida. En la época del impacto, sin embargo, no existía la península de Yucatán y la zona estaba cubierta por un mar tropical de unos 100 metros de profundidad.

Dos insospechadas consecuencias

Pero aquella hecatombe tuvo dos consecuencias positivas e insospechadas de las cuales muy poco se habla y a menudo pasan inadvertidas: el surgimiento del género humano y el florecimiento de la civilización en la porción septentrional del área maya.

Ambos efectos, empero, no se dieron de inmediato, sino millones de años después, como resultado de fenómenos geológicos y de un largo y lento proceso evolutivo.

Cuando el bólido se estrelló contra lo que ahora es Chicxulub, en el mundo reinaban los reptiles: dinosaurios en tierra firme, ictiosaurios en los mares, pterodáctilos de alas membranosas en los aires, y cocodrilos en ríos, lagunas y pantanos. A la larga, todos «”salvo los cocodrilos»” se extinguieron.

Pero había otras criaturas que compartían la Tierra con los reptiles: ciertos pequeños mamíferos como el Morganucodon, un diminuto insectívoro parecido a una zarigüeya o tlacuache que, según los registros fósiles, apareció hace unos 200 millones de años.

clip_image002[7]

Este sería, más o menos, el aspecto que ofrecería el cráter si aún estuviera sobre la superficie y no cubierto por sedimentos acumulados durante millones de años.

Aquellos primitivos mamíferos llevaban una vida difícil y azarosa en la que el solo hecho de sobrevivir sin ser devorado por alguno de tantos depredadores ya era en sí una hazaña. Por eso casi todos eran pequeños «”lo cual les permitía escurrirse y ocultarse más fácilmente»” y de hábitos nocturnos, para poder merodear cuando «”por ser de sangre fría»” los reptiles dormían o reducían su actividad. Dicho sea de paso, como vestigio evolutivo de aquella situación, todavía en la actualidad el 60% de los mamíferos son nocturnos.

Más de 150 millones de años habían pasado los mamíferos como habitantes marginales del reino de los reptiles, hasta que la gran catástrofe de Chicxulub creó las condiciones para que se volvieran los amos del planeta. Mientras ictiosaurios, dinosaurios y pterodáctilos perecían masivamente congelados por el invierno cósmico y luego bajo el calor abrasador y la lluvia corrosiva, los pequeños mamíferos pudieron resistir porque, siendo de sangre caliente «”homeotermos, diría un biólogo»” podían regular su propia temperatura y soportar mejor el frío. Además, debido a su pequeño tamaño no requerían tanto alimento y podían encontrar madrigueras casi en cualquier sitio. Eran también más ágiles y con un cerebro proporcionalmente mucho mayor en relación a su tamaño, que el de los reptiles.

Los hominoides

Por eso, tras la extinción de los dinosaurios los mamíferos llenaron rápidamente el vacío biológico que dejaron. De sólo diez familias zoológicas de mamíferos que había en ese entonces, se pasó a casi 80 en sólo diez millones de años.

Las aves también se beneficiaron con la extinción de los dinosaurios. Incluso, por algunos millones de años las formas de vida predominantes en la Tierra fueron enormes aves que no volaban, herbívoras unas y carnívoras otras, con picos descomunales y poderosas patas. Pero de aquello gigantes emplumados ya sólo quedan restos fósiles. La carrera evolutiva finalmente la ganaron los mamíferos.

clip_image002[9]Mapa altimétrico de radar elaborado por un satélite de la NASA. Las zonas más bajas aparecen en color verde oscuro y las más elevadas con colores claros. El contorno del cráter es la tenue línea semicircular en la zona norte, a partir de la costa. Corresponde a una depresión del terreno tan suave que no se advierte al transitar por los caminos que la cruzan, pues mide sólo entre tres y cinco metros de profundidad y cinco kilómetros de ancho. A la derecha, cerca de la costa del Caribe, se advierten las líneas oscuras de la zona de fracturas de Holbox, también relacionada con el impacto.

A su buen éxito contribuyó también el hecho de que «”al parecer por un efecto a largo plazo del impacto del asteroide»” la concentración de oxígeno en la atmósfera terrestre aumentó considerablemente. En la actualidad contiene 21%. El resto es principalmente nitrógeno, un gas inerte que no interviene en los procesos biológicos. Pero en tiempos de los dinosaurios, el contenido de oxígeno era de sólo 10%. Quince millones de años después de la colisión, ya se había elevado a 17%, y otros diez millones de años después, a 23%. Un ambiente rico en oxígeno es muy favorable para los grandes mamíferos, ya que su consumo de ese gas es de tres a seis veces mayor que el de los reptiles.

En un principio, los mamíferos, aunque más abundantes y omnipresentes, seguían siendo pequeños, o si acaso medianos. Pero hace unos 40 ó 50 millones de años, precisamente en la época en que la atmósfera fue más rica en oxígeno, comenzaron a aparecer numerosas especies de gran tamaño.

De ahí en adelante, los mamíferos fueron evolucionando sin cesar hasta que hace unos cinco millones de años aparecieron ciertos animales de aspecto simiesco que los antropólogos llaman hominoides y pronto evolucionarían para dar origen al hombre, al Homo sapiens.

clip_image002[11]Aunque el cráter se encuentra a gran profundidad cubierto por rocas sedimentarias, los científicos han podido visualizarlo, como muestra esta imagen, a partir de la medición de anomalías magnéticas y gravitacionales.

Nada de ello hubiera ocurrido de no haber sido por el impacto de aquel asteroide. Por ello, como señalábamos, un tanto grandilocuentemente y con orgullo yucateco «”o peninsular si se prefiere»” podríamos decir que Yucatán es la cuna de la humanidad.

Una paradoja geofísica

Mientras la vida seguía su curso en la Tierra, el cráter de Chicxulub fue borrándose. Primero, con rapidez, por la acumulación de una caótica mezcla de rocas y otros materiales, incluso restos de árboles y animales, arrastrados por los portentosos movimientos de flujo y reflujo de los tsunamis que barrieron repetidamente la zona. Después, restablecida la calma, la inmensa cavidad iba cubriéndose lentamente, milímetro a milímetro, con la incesante lluvia de sedimentos marinos «”principalmente restos calcáreos de diminutos organismos»” que formaron esa gran acumulación de rocas calizas de kilómetros de espesor que es la península de Yucatán. O, para ser precisos, lo que los geofísicos llaman Bloque o Cratón de Yucatán.

(Paréntesis cultural: cratón se denomina a un sector de la corteza terrestre en el cual no hay actividad tectónica. Es decir, erupciones volcánicas, terremotos, colisiones de placas o plegamientos que levanten cadenas montañosas. Se da así la paradoja de que en este rincón del planeta que ha tenido una existencia tan tranquila y monótona durante no menos de 200 millones de años, ocurrió una de las mayores catástrofes habidas en la historia de la Tierra.)

Finalmente, el cráter desapareció bajo la gruesa capa de rocas sedimentarias. Sobre la superficie, sin embargo, hay indicios de su existencia: en tierra firme su borde exterior coincide con una gran concentración de cenotes, esos pozos naturales característicos de la península de Yucatán en los cuales queda al descubierto el agua de los mantos subterráneos. Tal abundancia de cenotes se debe a que al acomodarse las capas geológicas en la zona del cráter y sus inmediaciones ocurren grietas y fracturas.

Y es aquí donde se establece la relación entre la extinción de los dinosaurios y el auge de la civilización maya en el norte de la península.

clip_image002[13]

Este mapa, tomado de un estudio del geólogo Kevin O. Pope, muestra el anillo de cenotes que marca el contorno del cráter en la superficie, y la enorme concentración de ellos al oriente del anillo. La civilización maya pudo florecer en la zona gracias a esas fuentes de agua, aunque llueve poco.

Esta es una de las pocas regiones del mundo carentes por entero de ríos. No hay uno solo. Ni siquiera «”como en el desierto»” cauces secos por los cuales corren efímeros torrentes cuando cae alguna lluvia ocasional. En la casi totalidad de la península no hay corrientes superficiales «”ni tampoco lagos»” porque el terreno es demasiado llano para que corra el agua de las lluvias, y las rocas calizas son tan porosas que el líquido se infiltra de inmediato. Pero a unos metros o decenas de metros bajo la superficie, sobre capas geológicas impermeables, esa agua forma caudalosos ríos subterráneos que corren en tres grandes vertientes hacia las costas del Caribe y el Golfo de México.

En esa tierra sin ríos, donde no llueve la mitad del año y el agua está oculta bajo rocas tan duras que no se puede perforar pozos sin explosivos o utensilios de hierro «”de los que carecían los mayas»” habría sido imposible o extremadamente difícil el desarrollo de la civilización.

Pero los mayas pudieron encontrar un abastecimiento seguro de líquido en los cientos y cientos de cenotes que se formaron a lo largo del tiempo como secuela del impacto. Incluso en el extremo noroeste de la península, donde caen sólo 500 milímetros de lluvia al año «”la cuarta parte que en la zona de Chetumal»”, pudo haber numerosos asentamientos humanos y se desarrollaron grandes, medianas y pequeñas ciudades como Chichén Itzá, Dzibilchaltún, Aké, Izamal, Ek Balam, Yaxuná y otras muchas, todas ellas junto a cenotes.

Y cuando «”allá por el año 900 de nuestra era»” ocurrió el llamado colapso de la civilización maya, que en realidad fue sólo la declinación de las grandes ciudades-estado del sur del área, en el norte la civilización continuó floreciendo durante siglos, gracias a aquella catástrofe cósmica ocurrida 200 millones de años atrás.

Por eso una exposición sobre el Cráter de Chicxulub es muy apropiada como acto inaugural del Gran Museo de la Cultura Maya.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en la revista Educación y Cultura de Cancún. Núm. 10. 2012. Reproducción autorizada por Juan José Morales.

¿Es la vida extraterrestre más un sueño que una posibilidad real?

¿Es la vida extraterrestre más un sueño que una posibilidad real?

Hay que reconocer el hecho de que mucha gente estaría muy emocionada si la vida extraterrestre existe. Pero mientras que muchos científicos están trabajando duro para encontrarla, otros no están tan convencidos, y un equipo de físicos de Princeton ha ido tan lejos como para publicar un artículo académico que explica exactamente por qué creen que todos estamos viviendo en una tierra de fantasía.

En Proceedings of the National Academy of Sciences Edwin Turner y David Spiegel, dos astrofísicos de Princeton, analizan lo que se sabe acerca de la probabilidad de vida en otros planetas utilizando análisis Bayesiano. Ellos sopesan cuántas de nuestras conclusiones científicas existentes sobre la vida en otros planetas surgen a partir de datos reales, y cuántas provienen de los supuestos de los científicos.

Sus análisis nos muestran que, nuestras expectativas de vida apareciendo en otros planetas, tienden a basarse en la suposición de que sólo es posible en otros planetas en las mismas condiciones que permitieron el florecimiento de la vida en la Tierra. Por desgracia, nuestro conocimiento actual de los otros planetas en el universo tiende a sugerir que la Tierra es una «aberración cósmica donde la vida fue tomando forma inusualmente rápida».

Eso sugiere que todos estamos fantásticamente suponiendo que deben existir otras formas de vida. En palabras de Turner, en declaraciones a R&D Magazine:

«La evidencia fósil sugiere que la vida comenzó muy temprano en la historia de la Tierra y que ha llevado a la gente a determinar que la vida puede ser bastante común en el universo, ya que pasó tan rápido aquí, pero el conocimiento sobre la vida en la Tierra, simplemente no revela mucho acerca de la probabilidad real de la vida en otros planetas…

«La información sobre esa probabilidad viene en gran parte de los supuestos científicos, y algunas de las conclusiones más optimistas se han basado casi exclusivamente en esos supuestos…

«Si los científicos comienzan suponiendo que las probabilidades de que exista vida en otro planeta como lo hace en la Tierra son grandes, entonces sus resultados serán presentados en una manera que apoye esa probabilidad. Nuestro trabajo no es un juicio, sino un análisis de los datos existentes que sugiere que el debate sobre la existencia de vida en otros planetas se enmarca en gran medida por los supuestos previos de los participantes».

http://gizmodo.com/5905639/is-extraterrestrial-life-more-a-dream-than-a-real-possibility