A VOLAR CON MAHARISHI
Juan José Morales
Hace tiempo, un tribunal norteamericano concedió a cierto Robert Kropinski una indemnización de $137,890 dólares por haber sido víctima de un singular frauÂde: la Universidad Internacional Maharishi, de Fairfield, Iowa, le prometió que si se dedicaba a mediÂtar cada día de acuerdo con las técÂnicas que enseña la propia universiÂdad, podría levantarse por los aires y volar cual grácil paloma, pero tras 11 años de meditar furiosamenÂte según las indicaciones, seguía sin despegar del suelo.
Haberle sacado esa suma al movimiento Maharishi, sin embargo, fue como arranÂcarle un pelo a un gato, pues la llamada Meditación Trascendental -que, dicho sea de paso, es una marca comercial registrada – consÂtituye un negocio de alcance mundial que maneja muchos miles de millones de dólares al año y sigue embaucando a la gente con la promesa de colmarla de paz interior y dotarla de facultades sobreÂnaturales.
De la Meditación TrasÂcendental, o MT para abreviar, se dice que es una antiquísiÂma técnica hindú de control mental y espiritual mediante la cual se puede alcanzar un extraordinario grado de relajamienÂto. En realidad la inventó un tal Mahesh Prasad Varma, nacido en 1917 en la India, que luego adoptó el nombre de Maharishi Mahesh Yogui. Comenzó su negocio hace poco más de 50 años aunque al prinÂcipio hablaba de meditación a secas; lo de trascendental se lo agregó en 1966 cuando comenzó a hablar de un «campo trascendental» relacionaÂdo con «la conciencia cósmica».
Su Santidad Maharishi -como le llaman sus seguidores- deciÂdió que sus conocimientos debían estar al alcance de todos, pero por concepto de cuota de iniciación cobraría a todo nuevo discípulo una semana de su salario o de sus ingresos promedio. No es de extraÂñar que se haya dedicado a reclutar sobre todo millonarios y estrellas de cine.
En la década de los 60 conÂquistó adeptos famosos como John Densmore y Ray Manzarek, del grupo The Doors y -sobre todo The Beatles, que incluso viajaron a la India para recibir las enseñanzas del gran guru. Pero no tardaron en regresar desencantados después de que Mia Farrow -según relata ésta en su autobiografía – debió salir huyendo del santo hombre tras forcejear con él para librarse de sus muy lascivas caricias en plena sala de meditación. Haber tomado en serio a Maharishi, declaró John Lennon, había sido uno de sus grandes errores.
ÚNICO, PERSONAL E INTRANSFERIBLE
La MT lleva muchas décadas naveÂgando viento en popa en docenas de países con franquicias que ofreÂcen – usualmente en carteles con la figura típicamente hindú de un hombre barbado con un lunar en la frente – cursos para aprender a cerrar los ojos y repetir monótonaÂmente hasta el agotamiento ciertas palabras monosilábicas o bisilábiÂcas llamadas mantras, hasta caer en un estado de embotamiento mental que hace sentirse al meditador tranÂquilo y feliz, ajeno a los problemas del mundo y de la vida diaria.
Supuestamente cada discípulo recibe un mantra único, personal e intransferible, que debe repetir para entrar en éxtasis, mantra que nadie más tiene y no debe ser revelado absolutamente a nadie, pues tal indiscreción le haría perder su fuerÂza mística. Sin embargo, no tardó en descubrirse que los mantras son iguales para todas las personas de determinado sexo y grupo de edad.
A quienes toman esos cursos – atraídos inicialmente con el señueÂlo de conferencias gratuitas de iniciaÂción y deslumbrados por una confuÂsa jerigonza acerca de la concienÂcia cósmica, la liberación espiritual, el conocimiento supremo o la conÂciencia ampliada -, se les promete que si son suficientemente tenaces y dedicados, podrán no solamente vencer el estrés, sino lograr cosas tan extraordinarias como modificar el mundo físico a su alrededor con la pura fuerza de la mente, levantarÂse por los aires o desmaterializarse, atravesar paredes de concreto y reÂmaterializarse del otro lado.
Previsoramente se aclara que tales prodigios no son para cualquieÂra, sino sólo para quienes después de muchísimo tiempo y esfuerzo alcanzan los niveles supremos de la MT y aprenden a ejercer un domiÂnio total y absoluto sobre su cuerpo y su mente. En la primera etapa habrá que conformarse -a modo de entrenamiento para el verdadeÂro vuelo védico o vuelo yóguico como le llaman – con una especie de semilevitación que consiste en cómicos saltitos, levantándose apeÂnas unos centímetros durante una fracción de segundo. Además eso únicamente puede hacerse sentado al estilo de la flor de loto del yoga, sobre ciertos colchones especiales, muy elásticos, y en compañía de instructores que actúan de cierta manera sobre el colchón.
LA DIGESTIÓN DE LOS MINUTOS
Promete igualmente la MT a sus clientes, si no la vida eterna, al menos alcanzar la edad de Matusalén. ¿Cómo? Simplemente aprendiendo «a dirigir la manera como nuestro cuerpo metaboliza el tiempo», que por lo visto es un compuesto quíÂmico semejante a los lípidos, las proteínas y los carbohidratos.
A cualquier persona medianaÂmente educada todo esto le resultaÂrá risible, pero millones de incautos están dispuestos a pagar buen dineÂro por dar los primeros pasos en el camino que algún día los llevará a un monasterio de los Himalaya para pasarse 30 años aprendiendo a levitar y de ese modo, ya en la ancianidad, poder dejar en casa el automóvil y trasladarse por los aires a la oficina o el supermerÂcado, viajar sin tener que preocuÂparse por el costo de los boletos aéreos y -en caso dado- escapar de cualquier prisión simplemente atravesando sus muros. Pero, aun sin estar interesado en lograr tales portentos, el hombre de la calle encuentra muy atractiva la oferta de «una técnica sencilla, natural y sin esfuerzo para reducir el estrés y desarrollar el pleno potencial mental y físico del individuo».
Los promotores de la MT afirman que «se han llevado a cabo más de 500 estudios de investigación científica sobre los efectos de sus técniÂcas en 210 universidades y centros de investigación independientes en 33 países» y «cientos de estos estuÂdios han sido publicados en revistas científicas prestigiosas».
Ésta es una clásica verdad a meÂdias que encubre una burda mentira. Muchos de esos estudios los han llevado a cabo los propios seguiÂdores de Maharishi, en sus llamaÂdas universidades y, por supuesto, sin el menor rigor científico. En otros casos, lo que se califica como estudios son simples presentaciones de carteles y folletos publicitarios en congresos científicos a donde logran colarse los maharishistas. O bien, la publicación «en revistas científicas prestigiosas» no es más que una simple carta enviada por algún seguidor de Maharishi, no un verdadero informe de investigación. Otros estudios sí son realmente serios y rigurosos, pero no respalÂdan la MT sino -al contrario desenmascaran sus falsedades.
La propaganda de la MT subraya que «no es una religión, una filosoÂfía o un estilo de vida», y que «tampoco tiene un código de conducta ni una formación moral o un sistema de valores, creencias oculto». Así es en efecto. No es religión, filoÂsofía ni estilo de vida. Es simple y llanamente, un gran negocio para esquilmar ingenuos.