El misterio de las centellas (1536)
Resuelto el misterio de los rayos: lo que enciende el cielo es una avalancha de electrones
Un estudio internacional revela cómo una cascada de electrones acelerados inicia los rayos y reescribe nuestra comprensión de las tormentas eléctricas
1 de agosto de 2025
Fernando Veloz
Cuando éramos niños y nos asustábamos ingenuos de los truenos, nos decían en casa que no pasaba nada; que eran los ánagles jugando a los bolos.
De los rayos ya ni me acuerdo que nosa contaban.
Lo que se se, porque me acabo de enterar, es como se producen.
En el imaginario colectivo, los rayos son ese chispazo imponente que rasga el cielo tras el rugido de un trueno.
Sin embargo, la pregunta de cómo se inicia exactamente esa descarga eléctrica ha sido uno de los grandes enigmas de la física atmosférica durante décadas.
Hasta ahora, la explicación se limitaba a hablar de nubes cargadas y diferencias de potencial eléctrico, pero faltaba la clave que encendía la mecha.
La ciencia acaba de dar un paso decisivo: una avalancha de electrones relativistas es la chispa que lo inicia todo, según un reciente trabajo publicado en Journal of Geophysical Research: Atmospheres y liderado por el profesor Victor P. Pasko de Penn State.
Este descubrimiento no solo resuelve una cuestión largamente debatida, sino que también arroja luz sobre fenómenos tan intrigantes como los flashes de rayos gamma terrestres (TGFs) y las misteriosas tormentas invisibles que ocurren sin destellos ópticos ni truenos audibles.
El mecanismo secreto: una reacción en cadena de electrones
La atmósfera esconde una trama más compleja de lo que intuíamos. Gracias a simulaciones computacionales avanzadas, el equipo internacional ha demostrado que los rayos comienzan con una cascada de electrones acelerados por intensos campos eléctricos en las nubes. Estos electrones, impulsados a velocidades próximas a la luz, colisionan con moléculas del aire —principalmente nitrógeno y oxígeno— produciendo rayos X y desencadenando más electrones en un proceso explosivo. Es lo que los físicos denominan “reacción en cadena” o avalanchas relativistas.
Lo más sorprendente es que este proceso puede iniciarse incluso en regiones aparentemente tranquilas del cielo. Basta con pequeñas semillas energéticas —a menudo proporcionadas por rayos cósmicos procedentes del espacio exterior— para que se desate toda la furia eléctrica. Este hallazgo conecta por primera vez los destellos invisibles de rayos X y gamma detectados en las tormentas con la física fundamental de los electrones.
¿Por qué no siempre vemos ni oímos el rayo?
No todos los rayos producen el clásico espectáculo visual y sonoro al que estamos acostumbrados. Las simulaciones han mostrado que los flashes gamma pueden generarse en regiones minúsculas donde la avalancha electrónica no produce descargas ópticas ni señales de radio perceptibles. En otras palabras, puede haber verdaderas “tormentas fantasma” energéticas flotando sobre nuestras cabezas sin que nadie se percate.
Este fenómeno ayuda a explicar por qué algunos avistamientos satelitales de radiación intensa no van acompañados ni de relámpagos visibles ni del inconfundible sonido del trueno.
Los viejos modelos bajo revisión: ¿adiós a la simple separación de cargas?
Hasta hace poco, la teoría más aceptada para explicar la formación del rayo era la inducción electrostática: las gotas de agua y cristales de hielo dentro de las nubes se rozan y separan cargas positivas y negativas, acumulándose hasta crear una diferencia potencial capaz de saltar por el aire aislante. Pero este modelo, aunque útil para entender la macroestructura del fenómeno, no explicaba cómo se producía el salto inicial ni por qué a veces aparecían rayos sin apenas señales ópticas.
El nuevo paradigma sitúa al electrón como protagonista absoluto. No es solo cuestión de cargas separadas: el inicio depende de procesos cuánticos como el efecto fotoeléctrico, donde fotones energéticos liberan electrones semilla capaces de multiplicarse exponencialmente gracias a los campos eléctricos presentes en las tormentas.
Fenómenos eléctricos extremos: sprites, rayos globulares y centellas
Si creías que todos los rayos eran iguales, te llevas una sorpresa eléctrica. Existen fenómenos tan exóticos como los sprites o “rayos rojos”, descargas luminosas que pueden ascender hasta 90 kilómetros sobre la superficie terrestre y cuya formación sigue siendo un reto para la ciencia. Recientemente, una astronauta a bordo de la Estación Espacial Internacional captó uno sobrevolando México: una visión digna de ciencia ficción.
Por si fuera poco, están los rayos globulares o “centellas”, esferas luminosas errantes cuya naturaleza sigue envuelta en misterio. Los científicos sospechan que podrían ser restos eléctricos generados tras descargas convencionales o incluso bolas de plasma formadas en condiciones muy específicas. Su comportamiento es tan impredecible que hasta Nikola Tesla especuló sobre su origen.
Un mundo subatómico bajo la tormenta
La física cuántica también tiene algo que decir en esta historia eléctrica. Los electrones son capaces incluso de atravesar barreras mediante el llamado efecto túnel cuántico, rebotando dentro del propio campo atómico antes de escapar —algo observado experimentalmente hace solo unas semanas—. Esta capacidad podría tener un papel relevante en las fases iniciales del rayo, permitiendo a los electrones “colarse” donde clásicamente sería imposible.
Curiosidades científicas para iluminar cualquier sobremesa
Aprovechando que hablamos del tema eléctrico más chispeante, aquí van unas anécdotas con potencial para animar cualquier conversación:
- El aire recorrido por un rayo puede calentarse hasta 50.000 grados centígrados, cinco veces más que la superficie solar. El resultado: un canal incandescente visible desde kilómetros.
- El brillo fugaz del relámpago equivale al resplandor simultáneo de más de un millón de bombillas domésticas.
- Un solo rayo puede contener suficiente energía para alimentar temporalmente todo un barrio… ¡pero recuperarla sin electrocutarse es otra historia!
- La distancia entre el relámpago y su trueno permite calcular cuán lejos cayó el rayo: cada tres segundos entre luz y sonido equivalen a aproximadamente un kilómetro.
- Los sprites han sido observados también en Júpiter y Saturno; al parecer, hasta las tormentas alienígenas comparten nuestro gusto por lo espectacular.
- Y si alguna vez ves flotar una bola luminosa durante una tormenta… no te preocupes demasiado: podrías estar presenciando un rayo globular —y tienes más posibilidades de ganar la lotería que volver a verlo.
La próxima vez que mires al cielo durante una tormenta, recuerda: bajo ese espectáculo fugaz hay toda una danza subatómica digna del mejor thriller científico.