Nature444, 587-591 (30 November 2006) | doi:10.1038/nature05357; Received 10 August 2006; Accepted 17 October 2006
Decodificando el antiguo calculador astronómico griego conocido como el Mecanismo de Antikythera
T. Freeth1,2, Y. Bitsakis3,5, X. Moussas3, J. H. Seiradakis4, A. Tselikas5, H. Mangou6, M. Zafeiropoulou6, R. Hadland7, D. Bate7, A. Ramsey7, M. Allen7, A. Crawley7, P. Hockley7, T. Malzbender8, D. Gelb8, W. Ambrisco9 and M. G. Edmunds1
El mecanismo de Antikythera es un dispositivo de engranes griego, construido alrededor del final del segundo siglo a.C. Se sabe que calculaba y exhibía información celeste, particularmente ciclos tales como las fases de la luna y un calendario luni-solar. Los calendarios eran importantes para las sociedades antiguas, para sincronizar la actividad agrícola y fijar las festividades religiosas. Los eclipses y los movimientos planetarios a menudo eran interpretados como presagios, mientras que la regularidad de los ciclos astronómicos debe haber sido filosóficamente atractiva en un mundo incierto y violento. Bautizado después de su descubrimiento en 1901, en un naufragio romano, el mecanismo de Antikythera es técnicamente más complejo que cualquier dispositivo conocido por lo menos un milenio más tarde. Sus funciones específicas siguen siendo controversiales porque sus engranajes y las inscripciones sobre sus caras son solamente fragmentarios. Aquí divulgamos imágenes superficiales y tomografías de rayos X de alta resolución de los fragmentos que han sobrevivido, permitiéndonos reconstruir la función de los engranes y duplicar el número de inscripciones descifradas. El mecanismo predice los eclipses lunares y solares en base de ciclos de progresiones aritméticas babilónicas. Las inscripciones apoyan sugerencias de exhibición mecánica de las posiciones planetarias, ahora perdidas. En el segundo siglo a.C., Hipparchos desarrolló una teoría para explicar las irregularidades del movimiento de la luna, a través del cielo, causadas por su órbita elíptica. Encontramos una aplicación mecánica de esta teoría en los engranes del mecanismo, revelando un grado inesperado de sofisticación técnica para ese período.
1. Cardiff University, School of Physics and Astronomy, Queens Buildings, The Parade, Cardiff CF24 3AA, UK
2. Images First Ltd, 10 Hereford Road, South Ealing, London W5 4SE, UK
3. National and Kapodistrian University of Athens, Department of Astrophysics, Astronomy and Mechanics, Panepistimiopolis, GR-15783, Zographos, Greece
4. Aristotle University of Thessaloniki, Department of Physics, Section of Astrophysics, Astronomy and Mechanics, GR-54124 Thessaloniki, Greece
5. Centre for History and Palaeography, National Bank of Greece Cultural Foundation, P. Skouze 3, GR-10560 Athens, Greece
6. National Archaeological Museum of Athens, 1 Tositsa Str., GR-10682 Athens, Greece
7. X-Tek Systems Ltd, Tring Business Centre, Icknield Way, Tring, Hertfordshire HP23 4JX, UK
8. Hewlett-Packard Laboratories, 1501 Page Mill Road, Palo Alto, California 94304, USA
9. Foxhollow Technologies Inc., 740 Bay Road, Redwood City, California 94063, USA
Correspondence to: M. G. Edmunds1 Correspondence and requests for materials should be addressed to M.G.E. (Email: mge@astro.cf.ac.uk).
Tengo la satisfacción de comunicarte que el Patronato de la Fundación Anomalía, reunido este pasado fin de semana, decidió concederte el Premio Cuadernos de Ufología http://www.anomalia.org/d002.htm> en reconocimiento a tu ya prolongada trayectoria en el campo de la ufología y de las anomalías, y en especial a tu incansable labor por difundir la vertiente más racional y objetiva de estos fenómenos, primero a través de los medios escritos y luego de los electrónicos, como «Perspectivas» y tu blog «Marcianitos Verdes». Sólo por la calidad de este último ya estaría plenamente justificada la concesión del premio, pero lo cierto es que en tu caso hay mucho y bueno donde escoger, y además supone galardonar a un investigador que ha colaborado activamente en diversas ocasiones con nosotros, primero con «Cuadernos de Ufología» y más tarde con la Fundación Anomalía
El premio en sí no tiene dotación económica, pero remitimos siempre un diploma acreditativo al ganador.
Mi más efusiva enhorabuena por tan bien merecido premio. Recibe mis felicitaciones y un cordial saludo,
«Comencé la colección de mis piedras en 1966 «“declaró el doctor Javier Cabrera Darquea al escritor francés Robert Charroux en 1974-. Las primeras fueron encontradas por huaqueros o buscadores de cerámica.
«Mis piedras provienen de las civilizaciones de los primeros hombres cultos de nuestra tierra. Por razón desconocida, quizá un cataclismo natural, esa civilización desapareció, pero los hombres de la antigua Ica quisieron dejarnos un testimonio indestructible, o al menos susceptible de superar los peligros del tiempo. Esos archivos pertenecen a un pueblo culturalmente próximo a nosotros, pero heredero por línea directa de los conocimientos de nuestros grandes antepasados.
«Se puede pensar lógicamente que esos antepasados son atlántidos, huidos al hundimiento de su continente, y que llegaron a la región de Ica, donde dejaron sus «˜piedras parlantes»™.
«Erróneamente se fecha la aparición del «˜Homo sapiens»™ dos o tres millones de años antes de nuestra era. El hombre es mucho más antiguo de lo que se cree, y sin duda ha conocido a los grandes monstruos que implantaron su dictadura en el reino viviente de la era Secundaria.
«Puedo atestiguar que esos monstruos (plesiosaurios, diplodocos, iguanodontes, etcétera) vivieron a finales de la era Secundaria, sobrevivieron la terciaria, hasta una época en que los hombres lo conocieron y entablaron con ellos la lucha por la supremacía del mundo».
La anterior es una declaración de principios que no tiene desperdicio. En ella vemos las mismas ideas «atlantófilas» de Waldemar Julsrud[1]; y se formula la «hipótesis» de que los dinosaurios convivieron con el ser humano. Esas ideas tal vez no serían extrañas en un jinete dedicado a la ferretería, pero en el director de la sección de Investigaciones de la Universidad de Perú, médico del Hospital Obrero de la ciudad de Ica, miembro del jurado del Concejo Regional y miembro correspondiente del Colegio Internacional de Cirugía, eran poco ortodoxas, por decir lo menos.
En 1966 el doctor Cabrera Darquea, que vivía en la pequeña ciudad de Ica, en la costa Sur del Perú, a unos 350 kilómetros de Lima, recibió como regalo de cumpleaños una pequeña piedra, un canto rodado, con el dibujo grabado de un ser extinto hacía millones de años: un pterosaurio. Fue su amigo Félix Llosa Romero quien le entregó la pieza inicial de su colección.
En 1955 los hermanos Carlos y Pablo Soldi, campesinos de Ocucaje, encontraron unas piedras extrañas un día que paseaban por la ribera del río Ica, que se había desbordado e incluso cambiado un poco de curso. Advirtieron de pronto, en el nuevo lecho del río, varias piedras negras, sobre las cuales aparecían dibujos de animales. Esas piedras fueron vendidas posteriormente a Cabrera poco antes de su muerte: Carlos murió en 1967 y Pablo en 1968 y a partir de ahí toda su colección pasó al Museo de Piedras Grabadas, situado en la planta baja de la casa de Cabrera, en la Plaza de Armas de Ica.
El relato de la forma en que fueron descubiertas las piedras de Ica es una copia fiel de la historia de Waldemar Julsrud y las figurillas de Acámbaro. Desde mi muy particular punto de vista nos estamos enfrentando no sólo a un fraude arqueológico, sino también a un plagio.
Aunque propiamente no es un plagio si es una gran mentira lo que afirma nuestro viejo conocido J. J.. Juan José Benítez dice que él fue quien mostró al mundo este fabuloso «enigma». La verdad es que el primero en darlo a conocer fue Robert Charroux quien, en 1974, en compañía de su editor Robert Laffont y Francis Maziere visitó el lugar y luego publicó L»™Enigme des Andes en ese mismo año[2]. Benítez publicaría su libro al año siguiente[3] y aprovechó que la traducción al español del libro de Charroux se hizo hasta 1976. Ese afán de protagonismo es normal en J. J. y en sus retoños, los ufólogos de tercera (generación) españoles.
Luego, de nuevo siguiendo a Cabrera, en 1962 se encontraron más piedras con dibujos e inscripciones en la Hacienda de Ocucaje, Cayando, Cerro Blanco, Chiquerillo, La Banda y Paraya. Según Cabrera las piedras se encontraban en las tumbas correspondientes a las culturas Ica, Inca, Nazca, Paracas y Tiahuanaco.
Antes de esa fecha no se habían encontrado piedras similares y los arqueólogos desconfiaron. Era muy raro ya que esas zonas habían sido ampliamente investigadas y excavadas. Además, los motivos no correspondían, en su mayoría, a estas culturas, sino que era una mezcolanza de diseños de culturas diferentes. Era evidente que habían sido fabricadas recientemente por personas con escasos conocimientos de las culturas prehispánicas.
Los campesinos vendían las piedras por muy pocos soles. Incluso el Museo Regional de Ica tenía algunas arrumbadas en las bodegas. Los arqueólogos las consideraban artesanías modernas.
En 1963 el comandante Elías, Director del Museo Naval de Callao, puesto que ocupó hasta 1973, compró algunas piedras para el museo. Elías enseñó su colección a Alejandro Pezzia Assereto, Director del Museo Regional de Ica, quien las daría a conocer a los periodistas. Dos años después el arqueólogo peruano Herman Buse de la Guerra les dedicaría algunos párrafos de su libro Introduccion Al Peru[4].
Probablemente uno de los primeros artículos publicados sobre el tema fue el de la revista Dominical del periódico El Comercio, en cuyo número del 11 de diciembre de 1966[5] se dice que el arquitecto Santiago Agurto Calvo, rector de la Universidad Nacional de Ingeniería Civil, de Lima, y el profesor Pezzia, arqueólogo del Patronato Nacional de Arqueología de Perú, habían conseguido tres piedras supuestamente extraídas de tumbas precolombinas en Max Uhle y Toma Luz. En las piedras se podían ver flores y pájaros estilizados.
Santiago Agurto llevó las piedras con los ingenieros Fernando de las Casas y César Sotillo, de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Ingeniería Civil, en donde fueron analizadas. El reporte de estos ingenieros dice:
«Todas las piedras son andesitas fuertemente carbonatizadas, a pesar de que por su coloración y textura externas parecen ser entre sí de distinta naturaleza.
«Las piedras proceden de capas de flujos volcánicos correspondientes a series del mesozoico, características de la zona.
«La acción del intemperismo ha atacado la superficie de las piedras, cambiando los feldespatos en arcilla, debilitando por tanto su grado de dureza externa y formando una especie de cáscara que rodea la parte interior.
«La dureza exterior corresponde en promedio al grado 3 de la escala de Mohs, llegando a ser hasta 4.5 grados en la parte interna no atacada por el intemperismo.
«Las piedras pueden ser trabajadas prácticamente con cualquier material duro, como huesos, conchas, obsidianas, etc., y, naturalmente, con cualquier instrumento metálico prehispánico».
Estas conclusiones, entre otras cosas, implican que las piedras fueron grabadas recientemente y no hace más de 65 millones de años, antes de la extinción de los dinosaurios. El mismo Cabrera declaró[6]:
«Hay que señalar que las piedras son de andesita, con una edad de 80 millones de años, y son resultado de la desintegración del macizo andino en el Mesozoico, y presentan fuerte pátina de oxidación que, como hemos dicho, recubre las incisiones, asegurando así su autenticidad.
«Yo he podido reunir once mil piedras, pero existen muchas más y deseo enriquecer al máximo la colección. Si se revela el lugar donde se encuentran las demás, curiosos, aficionados y turistas irán y harán de aquello un desastre, arruinando así la posibilidad de completar la biblioteca. Por tanto, antes que nada hay que reunir a los especialistas: luego, el gobierno peruano debería garantizar la conservación de los lugares, implantando una guardia permanente».
Pero esas eran sólo palabras ya que Cabrera nunca permitió que verdaderos especialistas se involucraran en el asunto y nuca dio a conocer los sitios en donde supuestamente se encontraban las piedras.
«En mi colección «“continúa Cabrera-, podemos ver reproducciones de estegosauros y otros animales antediluvianos como el triceratops, tiranosaurio y pterodontes cabalgados por seres humanos».
Lo curioso es que estos saurios «voladores», por lo que se sabe, solamente planeaban lanzándose desde acantilados ayudados por las corrientes de aire, ya que eran incapaces de volar y, por lo tanto, sería prácticamente imposible que pudieran volar con un hombre colgado a sus espaldas.
Otro detalle curioso es que en las piedras sólo aparecen animales conocidos en esa época (1960-1970) y no los dinosaurios encontrados recientemente, como el Albertosaurio, Anatosaurio, Anchiosaurio, Brachiosaurio, Carnotaurus, Chubutisaurio, Dacentrurus, Eoraptor, Fabrosaurio, Gallimimus, Heterodontosaurio, Kentrosaurio, Lambeosaurio, Megalosaurio, Hadrosaurio, Nodosaurus, Oviraptor, Patagosaurus, Saltasaurus, Ultrasaurio, Velociraptor, Xinosaurio, Zaphyrosaurio y otros.
Además, no aparecen representaciones de Anatosaurio, Brontosaurio, Hadrosaurio y Vulcanodon, cuyos restos fosilizados se han encontrado en el Perú; mientras que sí hay piedras con «dibujos» del estegosaurio que es originario de lo que posteriormente formaría Europa; del Triceratops, de Asia y Estados Unidos. Animales que de hecho nunca habitaron lo que hoy es Perú, o al menos no se han encontrado fósiles de los mismos.
SE DESCUBRE EL FRAUDE
Probablemente el primero en manifestar que todo se trataba de un fraude fue el arqueólogo americano John Rowe, quien no dudó en afirmarlo, después de analizar algunas de las piedras.
Roger Ravínez, miembro del Instituto Nacional de Cultura de Perú llegó a la misma conclusión. El 25 de enero de 1975 publicó un artículo sobre el asunto en El Correo de Lima. En él informaba que las piedras no poseían ningún sentido estilístico. Había mezcla de motivos nazca, mochica, tiahuanaco, etc. Tampoco había ninguna asociación con algún estrato, con lo cual era imposible tratar de fecharlas.
«Cabrera nunca ha querido mostrar el depósito o yacimiento de donde proceden estas piedras. Si lo hiciera, quizá pudiéramos averiguar la verdad y, por los posibles restos que hubiera en la zona, fechar la antigüedad de los grabados.
«Sólo conozco una piedra grabada que puede ser auténtica. El resto, todos esos miles y miles, son falsas», afirmó.
«La única vez que estuve en Ocucaje hablé con la mujer que las graba, una tal Irma, quien me confesó que no tardaba ni una hora en trabajarlas».
Ese mismo año la publicación suiza 24 Hebdo publicó otro artículo mencionando el posible fraude.
Así estaban las cosas cuando la revista peruana Mundial, publicada en Lima, decidió hacer una investigación sobre el asunto. Los reporteros descubrieron que habían varios lugareños que se dedicaban a fabricar las piedras, entre ellos, Basilio Uchuya e Irma Gutierrez de Aparcana.Mundial publicó un largo artículo (13 de las 62 páginas de la revista)[7] demostrando que las piedras eran una falsificación.
Basilio declaró la revista:
«Yo he hecho las 11,000 piedras del doctor Javier Cabrera. Mi técnica se basa en grabar las piedras después de haberlas calentado con estiércol de burro o caballo».
Basilio declaró que durante diez años había grabado todas las piedras que componen el museo del doctor Cabrera. Mundial publicó nueve fotos que mostraban al artesano labrando las piedras. Uchuya decía que la inspiración la obtenía de los dibujos de revistas y libros de estampas de niños. La mayoría de estos mostraban dibujos de dinosaurios y dibujos médicos de operaciones. Las piedras quedaban negras porque después de horneadas con bosta de animales se les embarraba ¡betún de zapatos! Basilio era todo un artista. Hacía estas piedras para los turistas y nadie estaba tan enojado como él, porque su trabajo había sido deliberadamente distorsionado. Basilio confirmó que él y su familia proveyeron al museo local de casi todas las piedras que posee. Es más, tenía una carta firmada por el dueño del museo agradeciéndole su labor.
Los autores del reportaje informaron que la esposa de Uchuya les dijo:
«Hace varios días mi esposo y la señora Aparcana fueron llevados por el PIP[8] para que declararan si las piedras eran auténticas o falsas. Si las habían grabado o las habían encontrado. Mi esposo les dijo que todas las piedras que le había vendido al doctor Cabrera las había grabado él mismo. Que él no las había desenterrado. La señora Aparcana dijo lo mismo».
Basilio negó que las hubiera encontrado y afirmó que eran falsificaciones que él y su esposa habían creado. No fue castigado, y siguió vendiendo las piedras a los turistas como baratijas. Basilio e Irma mostraron a los reporteros el lugar en donde sacaban las piedras, «un promontorio situado a unos dos kilómetros de sus casas».
«Al llegar al sitio vimos dos perforaciones. Cada una de unos dos metros de diámetro y un metro de profundidad, más o menos. Después de media hora de escarbar, Irma Gutiérrez de Aparcana logró hacer un hoyo de un metro de diámetro y unos 50 centímetros de profundidad, y en ese punto dijo «˜Aquí hay una»™. Era una piedra de unos 500 gramos, del tamaño de una mandarina. «˜¿Eso es todo? Preguntamos. «˜Ya les dije que son difíciles de encontrar, dijo, limpiándose el sudor de su frente».
Irma informó que producía una 20 a 25 piezas por semana. Basilio dijo que había comenzado a fabricar piedras diez años atrás (en 1965), aunque los dos últimos años no había hecho ni una.
Javier Cabrera dijo que nadie era capaz de hacer 11,000 piedras por si sólo. Pero es cuestión de hacer números. Consideremos el número más bajo: Si Irma puede hacer 20 piedras por semana, trabajando 52 semanas al año, por 10 años, habría fabricado 10,800 piedras (prácticamente la cantidad en la colección de Cabrera). Si Basilio hizo otro tanto, y lo mismo Pedro Huamán y Aparicio Aparcana, entre otros, en tan sólo diez años tendremos más de 40,000 piedras de Ica rodando por todo el mundo en colecciones privadas. Cabrera siempre afirmó poseer 11,000 cantos rodados y decía que podía haber unas 50,000, aunque nadie vio tal cantidad: sólo la colección de Cabrera y unas cuantas más que vendían los artesanos citados a los turistas. En 1975 Marino T. Carcelan dijo a La Prensa haber exportado unas 600 piedras desde 1973[9]. Aún siendo cierto el número de 50,000, trabajando al ritmo de 25 piedras por semana esos cuatro artesanos pudieron haber fabricado más de esa cantidad. ¡Y no eran los únicos!
LA BBC CONFIRMA EL FRAUDE
En 1977 la BBC de Londres envió un equipo de producción de televisión para hacer el documental The Case of the Ancient Astronauts. Entre lo miembros del equipo se encontraban varios científicos: arqueólogos y antropólogos. La recepción que les dio Javier Cabrera fue todo menos calurosa. Parecía tener miedo de ser descubierto. Negó su permiso para que fotografiaran su colección y aún evitó discutir sobre su «extraordinaria evidencia científica». Después de mucho insistir los ingleses consiguieron que Cabrera les proporcionara una piedra, misma que fue enviada al Institute of Geological Sciences en Londres, encontrando que se trataba de un fraude. El instituto reportó, luego de un atento examen al microscopio:
«Los bordes de los grabados son rectos y relativamente limpios, lo que es prácticamente imposible que se presente en piedras que han estado enterradas o expuestas al medio ambiente durante miles de años, como se nos quiere hacer creer».
Nosotros añadimos que no solo son miles sino millones de años los que barajan los astroarqueólogos.
En cuanto a la capa superficial externa de las piedras, que se ha oxidado adoptando un color café oscuro intenso, el reporte de laboratorio dice:
«Se analizó la capa superficial de las piedras encontrando que fueron trabajadas después de que esta capa se formó por intemperismo, es decir, los grabados son modernos».
El programa fue presentado en la televisión inglesa el 25 de noviembre de 1977.
Cabrera se defendió diciendo que, por pura coincidencia, se analizó una piedra trucada, pero que él tiene piedras auténticas. Sin embargo no ha permitido que se analicen estas piedras. Su argumento es que aunque en ninguno de los cantos rodados se ha podido constatar la oxidación de surcos, existen otros, que no han sido analizados, que sí presentan dicha oxidación. Lo único que hubiera podido avalar sus palabras hubiera sido que presentara tales piedras; pero eso nunca lo hizo.
Los productores de la BBC Tony Morrison y Ray Sutcliffe luego publicarían el libro Pathways to the Gods. Mencionan que, por un lado encontraron que Cabrera, otrora una de las figuras prominentes en la sociedad de Ica, en el momento de su visita se encontraba segregado de la sociedad, incluso su esposa lo había abandonado. Por el otro informaron que Basilio poseía «gran sentido del humor y logró hacer una «piedra de Ica» en pocos minutos horneando un canto rodado con estiércol de vaca que luego fue grabado con un taladro de dentista y terminado con betún de zapatos para darle la patina de antigüedad». Basilio grabó las palabras BBC TV.
Más recientemente, en 1996, Neil Steede un arqueólogo que investigó las piedras de Ica para Los Misteriosos Orígenes de Hombre, un programa de corte creacionista, no encontró ninguna capa de corrosión química sobre los grabados, aunque las rocas sí que la tuvieran, sugiriendo que los grabados eran realmente más recientes que las rocas.
Basilio Uchuya, le fabricó una «auténtica» piedra de Ica con el taladro de un dentista y añadió la capa exterior cociendo la piedra en un horno con estiércol de vaca, todo ello en un tiempo récord.
EL TIRO DE GRACIA
Por si fuera poco ver a seres humanos conviviendo con dinosaurios, el extremo de lo ridículo comenzó a gestarse a principios de los noventa. Comenzaron a aparecer piedras con el tema de las relaciones homosexuales y el posible contagio de enfermedades de naturaleza sexual: una clara referencia al SIDA.
También se encontró una serie en donde se mostraba que los dinosaurios provenían de huevos, de los cuales salían larvas, que finalmente se metamorfoseaban para convertirse en tiranosaurios y otros dinosaurios.
Lo que se ha mantenido en el mayor secreto es una serie que muestra la última cena y la crucifixión de Cristo, de un Cristo con enorme cabeza típica de las figuras de Ica. Se dice que esta serie era guardada por Cabrera en una cuarta habitación a la que muy pocos han tenido acceso.
En 1991 Basilio mostró al periodista argentino Alejandro Chionetti algunos dibujos que el doctor Cabrera le había proporcionado como modelos para las piedras
Al comienzo de 1994 el español Vicente Paris comenzó a investigar las piedras de Ica y sus resultados constituyen el tiro de gracia para las piedras de Ica. Escribe Paris[10]:
«En efecto, no faltan en Ica quienes afirman haber visto al doctor entregar en mano a algunos campesinos del lugar los dibujos que éstos le devolverían grabados en los cantos».
Vicente Paris dice que Irma Gutierrez de Aparcana le declaró lo siguiente:
«Al principio fue el propio Cabrera quien nos daba los dibujos para que se los grabásemos en piedras. Pero después, cuando vio que yo decía la verdad a la gente, dejó de darme trabajo y empezó a decir que yo estaba loca. A partir de entonces sólo encargó trabajos a Basilio».
Paris consiguió llevar algunas piedras a España para que fueran analizadas. No obstante que dichos análisis fueron hechos por un grupo de aficionados a los fenómenos paranormales, los resultados son interesantes y, a la vez, contrarios a las afirmaciones del doctor Cabrera.
«Entre las diversas personas que examinaron las muestras fue José Antonio Lamich, fundador del Grupo Hipergea, el que nos dio la pista más importante. En su informe, este arqueólogo nos hizo notar la presencia de varios gránulos de papel de lija en las grietas de una de las piedras».
No sólo se encontraron rastros de papel de lija, sino huellas del uso de sierras y fresas mecánicas, así como de ácidos. Además se alcanzaban a ver rastros de tinta que delineaban los dibujos. Paris se lamentaba que las rocas que habían sido analizadas hubiesen sido proporcionadas por el propio Basilio y no pertenecieran a la colección de Cabrera. El doctor podría decir simplemente que eran falsas, pero continuaría negándose a proporcionar una piedra de su colección. Por un momento Vicente Paris pensó en sustraer una de las piezas de la colección de Cabrera, pero se abstuvo de hacerlo.
«Pero otras personas si lo han hecho antes. Entre ellas dos geólogos de la universidad de Tucumán (Argentina) quienes, enfrentados a la misma situación, decidieron finalmente «tomar prestada» una de las piedras de Cabrera para analizarla en su facultad. El resultado fue concluyente: los grabados habían sido realizados con instrumentos modernos».
Lo anterior sería suficiente para que cualquier persona medianamente inteligente se diera cuenta de que todo se trata de un fraude. Sin embargo existen personas con una sorprendente incultura científica (saludos J. J. Benítez) que aún incluyen las piedras de Ica como «sus enigmas favoritos». Estas personas se quedan con unas cuantas piedras falsificadas y dejan de lado el impresionante peso de años de investigación en ciencias.
Recientemente se publicó en un sitio de internet[11] una fotografía de una pieza que se supone pertenece a la colección de Cabrera, pero no es una piedra y más bien se trata de una figura al estilo Acámbaro. Nuevamente encontramos esta correlación que apunta a que la posible fuente de inspiración de las piedras de Ica lo fueran las figurillas de Acámbaro.
Javier Cabrera Darquea murió en diciembre de 2001. Su hermana María Isabel Cabrera Darquea, y su hija, Eugenia Cabrera de Claux, continúan a cargo del museo de las piedras.
REFERENCIAS
Agurto Calvo Santiago, Las piedras magicas de Ocucaje,El Comercio, Lima, 11 de diciembre de 1966.
Anónimo, El mensaje de otra gran humanidad, Expreso de Lima, ediciones de diciembre 21 a 26, 1974.
Anónimo, Exportador de gliptolitos dice que son artesanía, La Prensa,Lima, 7 de enero de 1975.
Anónimo, Las hizo Basilio Uchuya, Mundial, No. 6, 17 de enero de 1975.
Anonimo, The Amazing Ica Stones, The Peruvian Times, August, 25, 1972.
Benítez Juan José, Existió otra humanidad,Editorial Plaza & Janés (Col. Otros Mundos), Barcelona, 1975.
Benítez Juan José, Mis enigmas favoritos,Editorial Plaza & Janés (Col. Los Jet, Nº 238-8), Barcelona, 1994.
Buse de la Guerra Herman, ¿Misterio arqueológico o superchería?,El Comercio, Lima, 6 de enero de 1972.
Buse de la Guerra Herman, Introduccion Al Peru, Lima, 1965.
Cabrera Darquea Javier. El Mensaje de las Piedras Grabadas de Ica, Inti Sol editores, Lima, 1976.
Charroux Robert, L’énigme des Andes, Editions Robert Laffont, Paris, 1974. Hay traducción al español: El enigma de los Andes, Plaza & Janés S. A., (Col. Otros mundos), Barcelona, 1976.
Däniken Erich von, La respuesta de los dioses,Ediciones Martínez Roca (Col. Fontana Fantástica), Barcelona, 1978.
Drum Ryan, The Cabrera Rocks, Info Journal, No. 17, May, 1976, pág. 10.
Gamez Luis Alfonso, El legado de los picapiedra, Magonia, 7 de octubre del 2003.
Jiménez del Oso Fernando, El hombre del Mesozoico, Más Allá, Nº 9, Madrid, Noviembre de 1989, Págs.18-28.
Jiménez del Oso Fernando, Ica,Producciones Culturales (Col. El Imperio del Sol, Nº 1), Video, 1989.
Paris Vicente, Las piedras de Ica son un fraude, Año Cero, 1998.
Pezzia Asserto Alejandro, Ica y el Peru Precolombino, Volumen I, Ica, 1968, pág. 25.
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Ruiz Noguez Luis, La verdad sobre el mito von Däniken, Eso me interesa, Vol. I, No. 1, México, 1984, págs. 58-64.
Santiago Agurto Calvo, Las piedras mágicas de Ocucaje, El Comercio (suplemento), 11 de diciembre de 1966.
Sierra Javier, Las piedras grabadas de Ica: un enigma a debate, Más Allá, Madrid, Monográfico Nº 10, Septiembre de 1994, Págs. 102-104.
Story Ronald D.,Guardians of the Universe?,St. Martin»™s Press, New York, 1980.
[2]Charroux Robert, L’énigme des Andes, Editions Robert Laffont, Paris, 1974. Hay traducción al español: El enigma de los Andes, Plaza & Janés S. A., (Col. Otros mundos), Barcelona, 1976.
[3]Benítez Juan José, Existió otra humanidad,Editorial Plaza & Janés (Col. Otros Mundos), Barcelona, 1975.
[4]Buse de la Guerra Herman, Introduccion Al Peru, Lima, 1965.
[5]Agurto Calvo Santiago, Las piedras magicas de Ocucaje,El Comercio, Lima, 11 de diciembre de 1966.
[6]Cabrera Darquea Javier. El Mensaje de las Piedras Grabadas de Ica, Inti Sol editores, Lima, 1976.
[7] Anónimo, Las hizo Basilio Uchuya, Mundial, No. 6, 17 de enero de 1975.
En 1989 viaje por primera vez a Acámbaro. Luego daría las indicaciones para que personal de las revistas DUDA. Lo increíble es la verdad, en 1992, y Contacto OVNI, en 1996, viajaran al lugar. En 1996 escribí el guión para el programa especial En busca de lo desconocido, dirigido por Juan Chía. Viajamos a Acámbaro y logramos que las autoridades nos permitieran grabar algunas piezas. Este programa fue vendido a diversas televisoras en todo el mundo.
Entre los compradores estuvo la compañía japonesa, Nissi, quien enviaría un equipo de producción para realizar un programa en Acámbaro. El programa intitulado «Vieron dinosaurios nuestros antepasados» fue emitido el 2 de febrero de 1997. En muchas escenas el conductor muestra representaciones de dinosaurios de un libro y las empata con una figura similar. Así muestra un Sauraloplus osborni o un Amargasaurus cazaai, pero en ningún lugar de su enciclopedia pudo encontrar al monstruo de dos cuernos, parecido al demonio, o a los dinosaurios que sólo tienen dos patas, o a Dino, la mascota de los Picapiedra, y muchas otras figuras que son parte de la colección.
Otro programa, más centrado, sin dejar de pertenecer a la corriente creacionista, fue el producido por la NBC. En febrero 1996 se emitió el programa The Mysterious Origins of Man (MOM), conducido por Charlton Heston. El productor Bill Cote, creador de ese especial para la NBC, decidió hacer un nuevo documental Jurassic Art, utilizando la información comprada a TV Azteca sobre las figuras de Acámbaro, y anexando el tema de las piedras de Ica. En 1997 la B. C. Video distribuyó este nuevo especial.
John Tierney, quien aseguraba haber colaborado con Hapgood, fue contratado por los productores de B. C. Video para que los guiara al lugar de donde se extrajeron las figuras. Escarbaron seis hoyos en el lado Oeste de El Toro. Cada perforación era de aproximadamente un metro cuadrado, y sólo una se hizo de dos metros cuadrados. Tierney, luego que no encontraron nada, dijo que estaban en el área equivocada.
Jurassic Art presentaba a Neil Steede, Presidente de la Early Sites Research Society West and Mexican Epigraphic Society, informando que la colección es un fraude de reciente manufactura. Dijo que las piezas no estaban tan erosionadas. Eran muy suaves por lo que no deberían tener más de 20 años.
En 1990 había hecho una investigación. Steede seleccionó un sitio de excavación y encontró muestras de alfarería Chupícuaro, pero ninguna figurita tipo Julsrud. Luego, según Patton, Steede solicitó algunas figuritas de la colección Julsrud (una figura humana y una de dinosaurio) y las envió a datar por medio de carbono catorce. La primera dio una fecha de 4,000 (antes del presente), esto es, de 2,000 a. C.; la segunda, según Patton, daba una fecha de 1,500 (antes del presente), es decir, 500 d. C. (y no 500 a. C., como escribió Patton, que ya sabemos, no sabe sumar). Según este autor, Steede ocultó estos datos, debido a que su sueldo lo pagaba el gobierno mexicano (¿?). No sé si esto es cierto porque las piezas eran guardadas celosamente en el DIF[1] de Acámbaro (posteriormente se trasladaron a la alcaldía), y a nosotros no nos dejaron siquiera tocarlas.
En 1998 la Early Sites Research Society, una organización que se dedica a buscar sitios como la Atlántida, realizó un viaje a Acámbaro con la intención de escarbar y sacar nuevas figuras de dinosaurios. En su boletín del verano de aquel año escriben:
«Lo que encontramos en nuestro pozo de control fue cerámica del tipo Julsrud, esto es, tenía la misma textura y coloración. Esto implica que proviene del mismo depósito. No implica que fuese hecha al mismo tiempo. Todo lo que podemos llamar «Cerámica tipo Julsrud» no es como las figuras de Julsrud en la forma o en el estilo, sólo en el tipo de arcilla utilizada. En efecto, análisis posteriores han demostrado que la cerámica de Julsrud y la de Chispiquaro (sic) provienen del mismo tipo de arcilla[2].
«Nuestro pozo de control no proporcionó figuras del tipo Julsrud. En un punto de la excavación encontramos una figura, una cara de perro. Nos alegramos por el descubrimiento y dijimos «parece una figura del tipo Julsrud», pero sólo estábamos bromeando; era una figura tipo perro de la cultura Chispicuaro (sic).
«Fuimos a la casa en donde Hapgood había excavado hacía cuarenta años. El área completa estaba cubierta de casas. Ninguna de ellas tenía jardín, y las casas estaban pavimentadas».
En 1999 los doctores[3] Dennis Swift y Don R. Patton viajaron a Acámbaro. Las figuras aún continuaban almacenadas y ellos tuvieron que hacer los mismos trámites que nosotros, y solicitar las audiencias correspondientes para que les permitieran ver la colección.
«El almacén fue abierto de forma un tanto ceremonial por el Alcalde; algunos rayos de luz se filtraban a través de las sombras, mientras nosotros entrábamos al cuarto polvoso con cajas apiladas hasta el techo llenas de artefactos estibados con papel periódico dentro de cajas de cartón[4].
«Al lado de la alcaldía, en el cuarto de recepción, se colocaron algunas de las piezas para que nosotros las observáramos. Dos policías mexicanos montaban guardia con rifles AK.47 y pistolas[5]. Los empleados iban y venían con cajas, el Dr. Swift desembalaba las figuras, mientras el Dr. Patton las fotografiaba.
«En un periodo de 6 horas, se desempacaron y fotografiaron más de 800 figuras de cerámica. Catorce cajas habían sido abiertas»¦ De entre las piezas había 75 dinosaurios trabajados de forma exquisita.
«Llegó el momento en que retuvimos la respiración, al desenvolver una representación virtualmente perfecta de un iguanodonte. Éste fue uno de los primeros esqueletos de dinosaurio descubiertos. En el siglo XIX se hicieron representaciones más bien cómicas de este animal. Al iniciar el siglo XX aún no se tenía una buena representación. La figura representa la forma en que actualmente lo conocemos. Ningún falsificador pudo haber hecho este modelo en los cuarenta».
Todo ese interés, por propios y extraños, logró que parte del sueño del doctor Pompa se hiciera realidad, la creación de un «Museo del Fraude Arqueológico»[6]. Actualmente la colección Julsrud se exhibe en un local especial, El Museo Julsrud, abierto a todo el público.
LA CULTURA CHUPÃCUARO
Para entender mejor el fraude de las figuritas de Acámbaro es necesario comprender el contexto en el que se dieron. Nos tenemos que remitir a las culturas que poblaron la región y estudiar su historia, costumbres y artesanías.
En el sureste del Estado mexicano de Guanajuato, se encuentra el municipio de Acámbaro. Los primeros pobladores fueron indios Chichimecas semisalvajes, a los que los arqueólogos atribuyen una antigüedad «anterior a 1200 a. C.». Sus predecesores constituyeron una de las culturas mesoamericanas más antiguas, la Chupícuaro, que evolucionó hacia la Teotihuacana hacia el 200 d.C. y hacia la Tolteca para terminar en la Purépecha o tarasca hasta la época de la colonización colombina.
Chupícuaro, vocablo de gran resonancia, significa en lengua purépecha «Lugar de Cielo Azul». De Chupicua, Azul y ro: lugar.
La Cultura Chupícuaro, también conocida como Cultura del barro, es una de las culturas madres de Mesoamérica. Tuvo su lugar de asentamiento en los alrededores de lo que hoy es Acámbaro. Los principales asentamientos actualmente se encuentran cubiertos por el agua de la Presa Solís. Se desarrolló en el Preclásico Superior o formativo. Su época de esplendor abarcó del 800 a.C. al 200 d.C.
Las culturas prehispánicas de la región
Cultura
Periodo
Años
ChupícuaroLos Morales
Teotihuacan
Tolteca
Tarasca
Preclásico Superior
Preclásico Superior
Horizonte Clásico
Posclásico Temprano
Posclásico Tardío
800 a. C. al 200 a. C.
400 a. C. al 250 d. C.
200 d. C. al 900 d. C.
900 d. C. al 1200 d. C.
1200 d. C. al 1525 d. C.
Los habitantes de aquel sitio con cielo azul, entre los ríos Lerma y Tigre (el actual Coroneo), se caracterizaron por su vasta producción de cerámica. Eran agricultores con un desarrollado sentido artístico. Vivían en jacales construidos de adobe (ladrillos de lodo), techos de paja, con terrazas y drenaje. La zona estaba rodeada de sabinos y sauces.
Era un pueblo culto y pacífico, que también tenía actividades de caza y pesca. No hay indicios de guerras en gran escala. Las armas, lanzas y atlatl[7], estaban diseñadas más para la caza que para la guerra. Los cuchillos y puntas de proyectil eran de obsidiana, pero había punzones y dardos de hueso. Hay pocas evidencias de hachas. Del lago obtenían, además de los peces, patos, tortugas, ranas, acamayas, acociles y ajolotes. También recolectaban espirulina, un alga muy nutritiva. En el bosque cazaban venados, jabalís, tlacuaches, tuzas y tejones. De los vegetales hacían buen uso de las tunas, los nopales, el maguey y diversos tubérculos.
Utilizaban la arcilla, la piedra, los huesos de animales y las conchas. Actualmente se pueden localizar vestigios de esta época en los cerros que circundan la ciudad, en donde es muy común encontrar fragmentos de figurillas, tepalcates e infinidad de pequeños objetos que hacen evidente la vastedad que tuvo esta cultura.
Desarrollaron el arte de la música. De arcilla, construían sus instrumentos musicales: flautas, ocarinas, silbatos y sonajas. No ha llegado esa música hasta nuestros días, pero debió utilizarse en sus ceremonias y ritos religiosos.
Rendían culto a la vida, la fertilidad, la maternidad y la muerte. Sus muertos frecuentemente eran enterrados con un perro para que los cuidara y guiara en el otro mundo. En casos especiales rociaban el cadáver con tinta ocre o roja, el color de la muerte entre los pueblos prehispánicos.
Conocieron el fuego e hicieron uso de él: los hornos en donde cocían su cerámica. Las mujeres modelaban en barro las ollas, cántaros, platos, jarros, cazuelas, cucharas y estatuillas. Fabricaban metates, o piedras de moler; canastas, lazos, redes y otros utensilios de material perecedero.
Hombres talentosos, de manos prodigiosas, desarrollaron una cerámica policroma de gran belleza. Abundan las vasijas de hermosos dibujos con motivos geométricos multicolores (rojo, crema y negro, principalmente). El acabado es brillante, fino y pulido. Otros recipientes muestran caras de personajes importantes, animales y vegetales. Las hay, también, de color negro, de una notable belleza estética. Las formas incluyen escudillas con pie cónico, cuencos y botellas con asa-estribo, un rasgo que ha servido para que algunos estudiosos especulen con conexiones con los Andes, ya que este tipo de asa es común en el norte del Perú. Figurillas humanas multicolores repiten los diseños de las vasijas, presentando rasgos faciales apenas insinuados por el modelado.
En su alfarería se muestra sus costumbres y vestiduras. Los chupicuaros se pintaban el cuerpo y la cara, usaban bragueros, collares, orejeras, narigueras, ajaorcas, brazaletes y aretes. Los hombres portaban una cinta sobre la cabeza y las mujeres recurrían a los turbantes o tocados sobre la cabeza. Se peinaban de raya en medio con fleco sobre la frente. Sus adornos eran de concha y hueso y construían espejos de hematita. Mientras que algunos probablemente usaron sandalias, hechas con fibras del maguey, otros andaban descalzos.
Hay cientos de miles de figurillas de barro que representan mujeres desnudas de cara sonriente, senos pequeños y amplias caderas. Se les puede encontrar en casi toda la República Mexicana. Son símbolos de fertilidad que enterraban para que el campo rindiera más. Personificaban al maíz. No representaban a diosa alguna pues no hay dos iguales, pero sí estaban relacionadas con el culto a los muertos, pues muchas de ellas se encuentran en los entierros. Las figurillas femeninas más célebres son las de «ojos diagonales», sin pintura y finamente decoradas con aplicaciones de arcilla al pastillaje, es decir, a base de una aplicación extra de barro cuando ya la cara ha sido terminada.
Se relacionaron con otros pueblos de Mesoamérica. Hacia el Norte llegaron a Colima, Nayarit y el Sur del actual Estados Unidos. Hacia el Sur, con los pueblos del altiplano, siguiendo el curso del río Lerma, llegaron a Zacatenco y hasta Tlaxcala.
Aunque se sabía de su existencia, no fue sino hasta 1926 que se comenzó a investigar esta civilización. En ese entonces la Comisión Nacional de Irrigación (CNI) inició los estudios de la cuenca del Lerma-Chapala-Santiago y descubrió 400 entierros de la cultura Chupícuaro. Cuando se iniciaron los trabajos de la Presa Solís, entre 1939 y 1949, los arqueólogos como Daniel F. Rubín de la Borbolla y Román Piña Chan hicieron los mejores descubrimientos. El primero organizó sus excavaciones en mayo de 1945, acompañado de Antonio Arriaga, Elma Estrada Balmori, Muriel Parter y Jorge Obregón. Excavan en la plaza de Chupícuaro y en diversos terrenos cercanos al pueblo. Los resultados se publican ese mismo año en la Revista Mexicana de Estudios Antropológicos. Los estudios realizados concluyeron que la cerámica de Chupícuaro se desarrolló con una personalidad propia; que es una de las cerámicas más finas y elegantes del antiguo México; que está asociada a la cerámica «arcaica» del Valle de México; pero que no es la misma que la tarasca. Algunos supusieron inicialmente que se trataba de objetos de los tarascos, pero pronto se llegaría a la conclusión de que se trataba de otra cultura.
Dada la importancia de la zona, Rubín solicita el apoyo de la CNI para hacer una investigación en toda la región. A esta búsqueda se une Piña Chan en 1947. En esta temporada excavan al sur de la Iglesia y en los terrenos conocidos como La Joyita y El Rayo. Las piezas encontradas fueron donadas a la Universidad de Guanajuato.
La presa cubrió un área de 7,722 hectáreas, dentro de la cual se encontraban los poblados de Agua Blanca, Buenavista, Chupícuaro, El Aguaje, El Tejocote, El Tornero, La Encarnación, La Estanzuela, La Mora, Munguia, Paso de Ovejas, Puriancícuaro, Puruaguita, San José de Porto, San Miguel (zona de las ladrilleras), San Vicente y Santa Inés. Es la presa de mayor capacidad (1,250,000 metros cúbicos) en el Estado de Guanajuato.
En 1949, los residentes del Viejo Chupícuaro se tuvieron que trasladar unos 3 kilómetros hacia la Loma de Paredones, en las inmediaciones de Acámbaro, actual ubicación del Nuevo Chupícuaro. Uno de los viejos residentes del pueblo recuerda así esta parte de su historia:
«El 20 de mayo el agua de la presa empezó a inundar el pueblo… nos trajeron a un páramo pelado donde sólo había un mezquite; según la casa que teníamos, nos asignaron una, eran de varios tipos, pero a fin de cuenta todas iguales, siempre nos perdíamos y teníamos que andar preguntando en qué casa vivíamos. Eran frías y ni siquiera había leña. En la calle nos preguntábamos unos a otros quien tenía algo que comer, se habían perdido las cosechas, las yerbas y los frutales, las gallinas que trajimos se las llevaban los coyotes; había tantos, que en las noches nos daba miedo salir. Fueron tiempos muy duros».
En la época de sequía (abril a junio) se puede ver el Viejo Chupícuaro e incluso, algunos objetos de uso común en los inicios del siglo XX, y otros de épocas prehispánicas, han salido a flote.
Continuará…
Fotografías de Patton en las que se observan eso curiosos dinosaurios baldados: dinosaurios de dos patas.
Estas escenas zoofílicas deberían ser motivo de excomunión para Patton y Swift ¡Cómo se atreven a mostrar estas figuras! Harían más dinero en el mercado pornográfico y no en una sociedad bíblica. (Fotografías de Patton).
Dos obras de reciente aparición en el mercado, el libro de Hapgood (reeditado en Estados Unidos y en Polonia), y el libro del nuevo astroarqueólogo suizo, Luc Bürgin. Hay también videos.
Fachada y diversas vistas del Museo de los Dinosaurios de Acámbaro.
Inauguración del museo.
Figuras antropomorfas de barro pintado, de la cultura Chupícuaro. Muchas piezas de la colección Julsrud son originales de esta cultura. En otras se puede ver su influencia. Por ejemplo el pastillaje de los ojos. (INAH).
Cuenco perteneciente a la Cultura Chupícuaro. (INAH).
Cuenco arriñonado de barro rojizo, con terminados geométricos en tono blanco. (Cultura Chupícuaro). (INAH).
Foto INAH.
Museo Louvre.
[1] Desarrollo Integral para la Familia, una dependencia gubernamental.[2] Seguramente lo que encontraron fueron fragmentos o piezas de alfarería de la cultura Chupícuaro. En ningún momento hablan de figuras de dinosaurio.
[3] Quería hacer un chiste acerca de su doctorado, pero sólo señalo que el título no les ha ayudado mucho en sus matemáticas.
[4] Ver la descripción que doy de nuestra visita en el artículo publicado en la PUS y en La Nave de los Locos. Prácticamente es la misma.
[5] Con nosotros sólo estuvo un policía. Lo del AK-47 suena bien para una novela de acción.
[6]«Porque es una colección fantástica, hecha por hombres con demasiada imaginación», según sus propias palabras.
7] Un lanza dardos fabricado con un palo largo y ahuecado en el que se alojaba un dardo con punta de obsidiana, que remata en un tarugo contra el cual se apoya el proyectil para impulsarlo con mayor fuerza que si se lanzara a brazo limpio.
Hace unos años escribí mi primer artículo sobre las figurillas de Acámbaro[2].Además colaboré en el guión y la realización de un programa especial para TV Azteca sobre el mismo tema[3]. Para mí el asunto había quedado olvidado, e incluso consideraba «extintos» a los «dinosaurios» de Acámbaro, pero el interés en estas figurillas ha resurgido debido a tres eventos que se han conjugado: las recientes visitas de un grupo de investigadores creacionistas[4]; la reedición del libro de Charles H. Hapgood[5]; y la apertura de un museo dedicado a estas figuritas[6]. Por lo tanto consideré hacer una nueva aproximación al tema, aportando argumentos que puedan actuar de contrapeso a esta nueva oleada de sensacionalismo.
Algunos escritores de temas paranormales[7] afirman que, en 1923, Waldemar Robert Ludwig Julsrud Walden[8] y el padre Fray José María Martínez fueron los codescubridores de la Cultura Chupícuaro. No he encontrado referencias al respecto[9], pero lo que sí sé es que Julsrud «descubriría» las famosas figurillas de Acámbaro en 1945.
Waldemar llegó a México a principios del siglo XX huyendo de los estragos de la Primera Guerra Mundial. Había nacido en Alemania en 1875. Muchos lo presentan como arqueólogo alemán, pero en realidad era un comerciante de ferretería aficionado a las antigüedades y al hipismo[10]. Su ferretería La Reina fue la más grande de Acámbaro y se encontraba ubicada en la esquina de las calles de Leona Vicario y Juárez, en la Plaza principal del pueblo. Julsrud era un hombre curioso interesado vivamente por las civilizaciones antiguas, especialmente en la Atlántida.
Una vez más la historia es la siguiente: a mediados de julio de 1945[11], durante la época de lluvias, Julsrud cabalgaba a los pies del cerro El Toro (2,500 metros sobre el nivel del mar), una colina que domina la villa de Acámbaro, en el Estado de Guanajuato, cuando observó algunos fragmentos de cerámica que las aguas habían puesto al descubierto. Al desmontar se dio cuenta que eran restos de vasijas y figuras de barro de una cultura distinta a la Chupícuaro.
De regreso a su casa ordenó a uno de sus peones, el albañil Odilón Tinajero, que fuera al sitio y desenterrara las piezas. El pozo estaba lleno de figuras de arcilla. Tinajero regresó con Julsurd empujando una carretilla con 38 piezas. Se dijo que eventualmente Tinajero, trabajando en El Toro y en otro cerro llamado El Chivo, logró desenterrar cerca de 37,000 piezas en un periodo de poco más de un año. Lo interesante de la colección es que ningún objeto está duplicado, no existen moldes y no hay dos piezas iguales. De éstas, sólo el 7 por ciento (2,600 piezas) muestran dinosaurios. Las más grandes tienen 1 metro de altura y las hay de lagartos con 1.5 de longitud.
Según Waldemar, las piezas fueron encontradas en diversas excavaciones. Estaban enterradas en grupos (20 a 40 objetos) a no más de 1.20 metros de profundidad. Todas las piezas fueron encontradas en un área no mayor a media hectárea. Datos interesantes que han pasado inadvertidos para los escritores de lo insólito.
Charles H. Hapgood menciona que Tinajero fue muy cuidadoso en la extracción de las piezas, no por sus conocimientos arqueológicos, sino porque el alemán le pagaba un peso por cada pieza completa (diez por las más grandes), pero el precio bajaba si estaban rotas. Las piezas que se llegaban a romper eran cuidadosamente pegadas. Robert Charroux escribe en El enigma de los andes:
«Las piezas encontradas rotas, o que se rompieran durante el transporte, deberían ser restauradas por los excavadores para ser cobradas, también, a un peso cada una».
Eso de que Odilón y sus dos hijos fueran los mismos que tenían la obligación de restaurar las piezas despierta varias sospechas. Implica un conocimiento profundo de las técnicas del trabajo con piezas de cerámica, y la necesidad de contar con un horno. En aquel entonces un jornalero ganaba unos 10.00 pesos al mes ($ 10.31 era el salario mínimo mensual). Mantengamos esto en mente para un análisis posterior.
Dentro de la colección se encontraban seis cráneos humanos deformados. Otro más de un mamut. También se hallaron algunos dientes, que el doctor George Gaylord Simpson, paleontólogo americano del American Museum of Natural History, analizó en 1955, identificándolos como pertenecientes a un Equus conversidans Owen, un caballo desaparecido en el Pleistoceno. Según Simpson:
«Me parece probable que los reptiles en la colección, a pesar de su inicial y ocasional semejanza con los dinosaurios, está inspirada en reptiles vivos de Mezo América, tal como la iguana, los lagartos y esta fue la opinión del profesor Romer[12]de Harvard»
La colección incluye, además de los dinosaurios, máscaras, ídolos, piedras, jades, obsidianas, herramientas, utensilios, estatuas, figuras humanas e instrumentos musicales. Entre estos últimos sobresalen las flautas que no tienen agujeros, lo mismo que las pipas, que son completamente sólidas. Es como si hubiesen sido hechas sólo para exhibirse y no para ser usadas.
La colección llegó a ocupar 12 cuartos en la mansión de Julsrud: el vestíbulo, el comedor, las recámaras, la biblioteca… Llegó el momento en que Julsrud tuvo que dormir en la bañera para dejar espacio a las figuras.
A finales de 1950 un periodista americano, Lowel Harper, viajó a México y posteriormente publicó el primer reportaje sobre el asunto[13]. En su artículo afirma haber sido testigo de cómo Julsrud desenterró algunas piezas que se encontraban debajo de un maguey.
La revista Fate no tardaría en interesarse por la colección. En 1952 y 1953 se publicaron varios artículos del periodista freelance, de Los Angeles, William N. Russell[14]–[15]. El periodista declaró que las figuritas eran muy antiguas. Él fotografió varias que dijo fueron encontradas entre las raíces de los árboles.
LAS PRIMERAS INVESTIGACIONES OFICIALES
La primera investigación hecha por un arqueólogo profesional fue la del doctor Charles C. DiPeso[16], en 1952. DiPeso planteaba a sus directivos de la Amerind Fundation, que no se podía hablar de fraude tan sólo porque en la colección se encontraban figuras que representaban dinosaurios del Mesozoico, y que era necesario hacer una investigación en toda regla antes de descartar cualquier explicación. Esto contrasta con la declaración de Swift, quien dice que DiPeso iba con el único fin de desbaratar la colección de Julsrud.
Una de las pocas críticas que se le pueden hacer a DiPeso fue su falta de tiempo para completar la investigación. Pasó cuatro horas examinando la colección de Julsrud y en su artículo dijo que hizo un examen minucioso en donde no dejó «una sola mota de suciedad empacada en las grietas». Esta declaración haría que sus críticos pusieran en tela de juicio sus conclusiones. Dennis Swift, por ejemplo, dijo que:
«DiPeso debió haber sido un arqueólogo biónico, llevando objetos a velocidades que exceden de las de Superman. Para alcanzar éste la labor hercúlea debió inspeccionar 133 objetos por minuto. En realidad le debió haber tomado varios días de desempacar la enorme jungla de piezas intactas, rotas y reparadas de las cajas».
Al día siguiente DiPeso se dirigió con Tinajero a El Toro para desenterrar piezas del tipo Julsrud. Encontraron algunos objetos de ese tipo, pero ninguno mostraba haber estado enterrado durante mucho tiempo. Según DiPeso, la familia de Tinajero fabricaba las figuritas durante «los meses de invierno, mientras no se laboraba la tierra». El arqueólogo creía que los Tinajero obtenían sus ideas del cine local, las revistas, los periódicos y de los libros de la biblioteca, pero yo creo que eso no es verdad. Las ideas provenían del propio Julsrud y de la imaginación e inventiva del artista (Odilón).
La siguiente sería una constante en las declaraciones de Julsrud cada vez que se presentaba algún arqueólogo a investigar su colección. Según el alemán:
«El señor DiPeso me dijo que estaba completamente convencido de que mi descubrimiento era genuino. Él esperaba comprar cierta cantidad de piezas de origen tarasco para su museo».
Aquí es importante señalar que DiPeso trató de comprar piezas de origen tarasco, pero no las piezas que mostraban dinosaurios. Lógicamente para su museo necesitaba piezas auténticas y no falsas figuras de dinosaurios. De igual forma, Julsrud no quiso vender sus piezas auténticas, pero envió a DiPeso con un vendedor de objetos prehispánicos. Este traficante le dijo a DiPeso que había otra familia, un hombre y sus tres hijos, que fabricaban figuras de cerámica del tipo Julsrud. Vivían cerca de la recién inaugurada Presa Solís, a unos 30 minutos de Acámbaro. Tenemos ahora, por lo menos, 7 artesanos que podían fabricar las piezas (Odilón y sus dos hijos y los cuatro integrantes de la familia que vivía cerca de la Presa Solís).
Según Swift ésa fue una mentira urdida por el traficante de antigüedades para que DiPeso no le comprara a Julsrud. Pero este argumento cae por su propio peso, ya que fue el mismo Julsrud el que no quiso vender y el que envió a DiPeso con el traficante.
Hapgood escribió que Francisco Aguilar Sánchez, Superintendente de la Planta Nacional de Irrigación Solís, le dijo:
«Sobre la base de 4 años de tener un íntimo conocimiento de los habitantes de esta área y de su actividad arqueológica, enfáticamente niego que exista tal tipo de producción cerámica en la vecindad».
Incluso Swift afirma que el Presidente Municipal de Acámbaro, Juan Terrazas Carranza, emitió la declaración oficial No. 1109, el 23 de julio de 1952, refutando los alegatos de DiPeso.
«Esta presidencia, bajo mi dirección ordenó que fuese llevada a cabo una investigación sobre el asunto, y ha llegado a la conclusión de que en esta área municipal no existe ninguna persona que haga esta clase de objetos».
No he leído el original de ese bando del Presidente Municipal de Acámbaro, si es que existe, pero me parece extemporáneo porque el reporte de DiPeso se hizo hasta abril de 1953[18]. Además, es contrario a la declaración de Julsrud en el sentido de que DiPeso lo había felicitado por su hallazgo.
La conclusión final de DiPeso fue:
«Nuestra investigación prueba de manera concluyente que las figuras no son prehistóricas y no fueron hechas por una raza prehistórica superior asociada con los dinosaurios».
Por otra parte, Julsrud había comenzado a publicitar su hallazgo. Luego de publicar su libro, en 1947[19], se había comunicado con The New York Times, que no lo tomó en cuenta, y hasta con la BBC de Londres. Todos estos rumores, junto con las investigaciones de DiPeso y su artículo publicado en 1953, hicieron que los arqueólogos mexicanos finalmente se ocuparan del asunto. Los directivos del American Museum of Natural History se comunicaron con sus homólogos mexicanos y entre ambas instituciones se organizó una excavación, para 1954.
En aquel entonces el doctor Eduardo Noguera Auza era el director de Monumentos Prehispánicos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Noguera dirigió la expedición que contaba entre sus miembros al ya mencionado doctor George Gaylord Simpson, y Raymond Barber, de Los Angeles County Museum, por parte de los americanos, y los doctores Rafael Orellana, Ponciano Salazar Ortegón y José Antonio Pompa y Pompa. Además estaba Don Carlos Perea, quien fuera el director del Museo de Arqueología de Acámbaro entre 1945 y 1946.
Se seleccionó un sitio de excavación en las faldas de El Toro y se procedió a remover la tierra de manera meticulosa. El lugar era una romería. Los vecinos del sitio, los alumnos de las escuelas y los miembros más prominentes del pueblo se reunieron alrededor del sitio de excavación. Se desenterraron diversos fragmentos de cerámica de Chupícuaro, que tenían trazas indudables de haber sido enterradas hacía mucho tiempo. También se desenterraron los dientes del caballo de la Edad de Hielo. Perea dijo que éstas eran las únicas excavaciones autorizadas, las de Julsrud nunca lo habían sido. También dijo que varios otros campesinos encontraron figuras similares, pero que dudaba de su autenticidad.
Nuevamente, al igual que lo que había pasado con DiPeso, según Julsrud, los arqueólogos le aseguraron que sus piezas eran auténticas. De acuerdo con la declaración de Julsrud, Noguera lo felicitó por el hallazgo, pero ésa es una versión difícil de creer, principalmente por lo que ocurriría tres semanas después. El reporte final, publicado casi un mes después de las excavaciones, indicaba que las figuras eran un fraude:
«Realmente a pesar de la aparente legalidad científica con que fueron encontrados estos objetos, éste es un caso de reproducción es decir falsificación, hecha en una época relativamente reciente. En mi opinión está hecha de tres tipos diferentes de objetos, unos son las figuras que pretenden ser reproducciones de animales extintos hace millones de años; posiblemente el falsificador de ellas se inspiró en algunos libros de paleontología que estaban en boga a finales del siglo pasado o al principio del presente»[20].
Los otros tipos de objetos a los que se refería Noguera eran los fragmentos de cerámica de la cultura Chupícuaro y los restos de animales y seres humanos, abundantes en la zona.
Según Swift, «Noguera se dio cuenta de que las figuras de dinosaurios tenían el problema de que podían arruinar su carrera profesional». Pero, de ser cierta la colección, o de ser cierto que los seres humanos convivieron con los dinosaurios, eso lo convertiría en el arqueólogo más famoso del mundo, y más que arruinar su carrera, la habría catapultado.
Continuará…
Diversas fotografías de Waldemar Julsrud de su niñez, adolescencia y juventud. (Foto familia Julsrud).
Julsrud como soldado poco antes de la Primera Guerra Mundial. (Foto familia Julsrud).
Waldemar Julsrud antes de partir rumbo a México. (Fotos familia Julsrud)
Waldemar y su esposa en su casa de Acámbaro. (Foto familia Julsrud).
Era miembro del Club Alemán de equitación y logró acumular algunos premios. Incluso Porfirio Díaz presenció algunas de sus competencias. (Foto familia Julsrud).
Waldemar en la época de su «descubrimiento». (Contactos Extraterrestres).
Waldemar se casó en México y compró una hacienda cerca de lo que hoy es el parque Los Azufres, en Michoacán. Posteriormente se mudaría a la ciudad de Acámbaro, Guanajuato. (Foto familia Julsrud).
Diversas fotografías del exterior e interior de su casa en Guanajuato. (Foto familia Julsrud).
Waldemar abrió una ferretería, La Reina, en Acámbaro. (Foto familia Julsrud).
La ferretería de Waldemar todavía continúa abierta. (Luis G. Durán).
Eduardo Noguera Auza (Instituto Nacional de Antropología e Historia).
El doctor Noguera en una de sus excavaciones en el Estado de Morelos.
El doctor José Antonio Pompa y Pompa.
Foto de las figuras de Acámbaro, cortesía Contactos Extraterrestres
Fotos de las figuras de Acámbaro INFO Journal
Fotos de las figuras de Acámbaro Harry Möller
Fotos de las figuras de Acámbaro Charles Hapgood.
[1] Agradezco su colaboración en la corrección de este texto. Sus críticas y comentarios ayudaron a mejorar la lectura del mismo.[2]Ruiz Noguez Luis, La extinción de los dinosaurios de Acámbaro. Primera parte, Duda. Lo increíble es la verdad, Año XXI, No. 1104, México, septiembre 15 de 1992, Págs. 24-25. Ruiz Noguez Luis, La extinción de los dinosaurios de Acámbaro. Segunda parte, Duda. Lo increíble es la verdad, Año XXI, No. 1105, México, septiembre 30 de 1992, Págs. 25. Ruiz Noguez Luis, Las misteriosas figurillas de Acámbaro, Perspectivas Ufológicas, No. 5, México, mayo de 1995, págs. 35-40. Ruiz Noguez Luis, Las misteriosas figurillas de Acámbaro, La Nave de los Locos, No. 20, Chile, enero del 2003, págs. 35-38.
[3]En Busca de lo Desconocido, dirigido por Juan Chía.
[4]Don R. Patton y Dennis Swift. El primero pertenece al Metroplex Institute of Origin Science (MIOS), una organización que trata de refutar la teoría de la evolución.
[5]Hapgood H. Charles, Mystery in Acambaro, An Account of the Ceramic Collection of the Late Waldemar Julsrud in Acambaro, Guanajuato, Mexico, edición del autor, impreso por Griswold Offset Printing, Inc. Brattlebaro, Vermont 1973. Hapgood es el mismo que investigó los portulanos de Piri Reis http://marcianitosverdes.blogspot.com/2006/09/los-portulanos-de-piri-reis-primera.html
[8] Nacido en Bremen, Alemania el 16 de octubre de 1875 y muerto en León, Guanajuato el 30 de noviembre de 1964.
[9] Parece que esto es otro mito en torno a este asunto. Incluso el doctor Antonio Pompa y Pompa, director del Departamento Nacional de Archivos y Bibliotecas, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que hizo excavaciones en el sitio, en compañía de otros arqueólogos y del mismo Julsrud, declaró: «En realidad le tomaron el pelo al señor Julsrud, un alemán que no conocía nuestras culturas prehispánicas y se impresionó por algunas figurillas que él mismo encontró y que, esas sí, eran auténticas. Las demás las hicieron los alfareros, quienes previamente las enterraban para que parecieran antiguas». Es decir, el propio encargado de los archivos y bibliotecas del INAH, arqueólogo profesional, difícilmente podría decir, de ser cierto el descubrimiento de la cultura Chupícuaro por parte de Waldemar, que Julsrud era un ignorante de las culturas prehispánicas.
[11] Curiosamente entre mayo de 1945 y mayo de 1949 se llevó a cabo el estudio más exhaustivo de la cultura Chupícuaro. Se hicieron cientos de excavaciones por parte del antecesor del INAH, en conjunto con los trabajos de la Comisión Nacional de Irrigación (CNI) que estaba construyendo la Presa Solís. A pesar de las enormes dimensiones de esta empresa arqueológica, y la remoción de toneladas de tierra, nunca se encontraron figuras del tipo Julsrud. En medio de toda esta vorágine, justo dos meses después de iniciada la empresa oficial, Julsrud hace su descubrimiento. Curioso, muy curioso.
[12] Se refiere al doctor A. S. Romer, profesor de zoología en la Universidad de Harvard, quien dijo que las figuras no correspondían a ninguna especie de dinosaurios conocida, y que los modelos eran, probablemente, lagartos actuales de la región.
[13]Harmer Lowell, Mexico finds give hint of lost world, Los Angeles Times, March 25, l951.
[14]Russell N. William, Did Man Tame the Dinosaurs?, Fate, March, 1952, pags. 20-27.
[15]Russell N. William, Report on Acambaro, Fate, June, 1953, pags. 31-35.
[16] Al doctor DiPeso no se le puede tachar de escéptico. Era una mente abierta e inquisitiva. Incluso se ocupó del mecanismo de Antikitera, al cual le dedicó un artículo en la famosa Scientific American.
[17]Tierney H. John, Pseudoscientific Attacks On Acambaro Artifacts. The Ceramic Technology of Intellectual Suppression, World Explorer Magazine, Vol. 1, No. 4, pags 52-61.
[18]DiPeso C. Charles, The Clay Figurines of Acambaro, Guanajuato, Mexico, American Antiquity, April 1953, pags. 388-389.
[19]Julsrud Waldemar, Enigmas del pasado, sin pie de imprenta, Acámbaro, Guanajuato, 1947
[20] El escritor David Hatcher Childress saca de contexto este párrafo y escribe: «El Dr. Eduardo Noguera, admitió «la aparente legalidad científica con la cual fueron encontrados estos objetos». A pesar de la evidencia de sus propios ojos, sin embargo, oficialmente declaró que como los objetos eran de una naturaleza fantástica, debían ser un fraude hecho a Julsrud».