Un hombre que subió una estatua de Jesús de 45 pies de alto para rogar por una curación milagrosa vio que su plan se modificaba ligeramente, cuando se cayó, rompiéndose los huesos.
El granjero Alipio Acosta subió sobre la estatua de Jesús en Ocaca, Colombia delante de una multitud de curiosos -y las cámaras de la TV- en un intento por ser curado de su epilepsia. Una vez en la parte superior de la estatua, rezó por algunos momentos, y entonces comenzó a bajar.
Desafortunadamente, él no había planeado su ruta de descenso. Para agregar problemas, había estado lloviendo, lo que hizo que Jesús estuviera bastante resbaladizo.
Mientras intentaba bajar por el brazo de Jesús, Acosta se colgó por un momento, antes de soltarse, y se cayó.
Afortunadamente sobrevivió. Lo cuál es una especie de milagro.
Fue llevado al hospital, en donde le diagnosticaron fracturas múltiples en su muñeca, cadera y cráneo.
Esta no es la primera vez que Acosta ha subido la estatua del Cristo Rey -hizo la misma cosa hace dos años. En esa ocasión, no lo curaron de su epilepsia, pero tampoco se cayo de 45 pies de altura, de tal forma que lleva un marcador de 0 – 0.
El 31 de marzo de 1993 un objeto de origen desconocido penetró las defensas aéreas del Reino Unido. Personal militar, oficiales de policía y el público presenciaron el acontecimiento.
Ahora, trece años después, los investigadores británicos Gary Anthony y Chris Fowler demuestran que todo se trató de la reentrada del Cosmos 2238.
La tetrodotoxina proviene del pez erizo cornudo (Diodon hystrix), también conocido como pez globo por su costumbre de hincharse cuando es molestado. Un pez erizo de 20 centímetros absorbe poco más de un litro de agua, al mismo tiempo que eleva sus espinas hasta convertirse en un cojín flotante lleno de pinchos.
Estos peces son afines a los Teiraodon, cuya carne y viseras son altamente tóxicas, como consecuencia de una singular neurotoxina: la tetrodotoxina, o simplemente TTX. Viven en la mayoría de los mares cálidos del mundo. En la Polinesia se les conoce como Maki-Maki, que significa «muerte mortal». El veneno se concentra en la piel, los órganos reproductores, el hígado y los intestinos.
La tetrodotoxina, cuya fórmula química es conocida desde 1965, posee una curiosa propiedad de la cual deriva un efecto especial: bloquea los canales submicroscópicos que permiten el paso de iones de sodio a través de la membrana de las células nerviosas y musculares. El bloqueo iónico imposibilita las actividades nerviosa y muscular. Así, se produce una parálisis de los músculos del organismo y una depresión del sistema nervioso.
Ahora bien, recordemos que las leyendas vudú afirman que hay que evitar proporcionar sal (cloruro de sodio) a los zombis, para que estos permanezcan en ese estado. Parece ser que esta leyenda también tiene un fundamento. Probablemente al aumentar la concentración de iones de sodio en el cuerpo de los zombis, al ingerir sal por descuido, se contrarrestan los efectos del bloqueo iónico de la tetrodotoxina.
La bufotenina, otra de las drogas encontradas por Davis, proviene del sapo Bufomarinus. Estos sapos tienen veneno en unas glándulas situadas detrás de los ojos, las glándulas Parótidas. El veneno contiene una serie de sustancias llamadas bufoteninas, bufotalinas y bufaginas. Algunas tienen el mismo efecto que la digitalia: disminuyen las pulsaciones del corazón y aumentan la presión sanguínea, lo que va acompañado de hinchazón y náuseas.
DATURA Y CURARE
Davis encontró que los bocors obligan a los zombis a comer una pasta hecha de Datura, una potente planta alucinógena del género de los herbáceos, de la familia de las solanáceas, que acumulan alcaloides en las hojas, raíces y semillas. Comprende dos especies importantes: Datura metel y Datura stramonio.
El Datura stramonio es originario de México y comprende unas veinte plantas, algunas de ellas muy ornamentales y cultivadas con frecuencia en los jardines. Son plantas de olor desagradable que alcanzan más de un metro de altura. Sus hojas son aovadas, delgadas y agudas. Las flores son blancas y tubulares, con cáliz tubuloso, y se alargan en su extremo formando cinco lóbulos algo radiados. Están sobre cortos cabillos. La corola es blanca y el fruto es una cápsula ovoide erizada de púas verdes. En su interior poseen cuatro cavidades en las que alojan numerosas semillas reniformes de color oscuro. En términos generales tienen forma de Dalia.
La Datura stramonio es conocida en Haití como «Pepino de los zombis». Nace en primavera, florece en verano hasta bien entrado el otoño y muere a principios del invierno. Su principal alcaloide es la daturina, aunque también tiene hiosciamina (Atropina) y escopolamina.
Davis continuó sus investigaciones en Sudamérica. En el Amazonas se dedicó a estudiar las plantas medicinales y brebajes utilizados por los nativos. Trabajó con más de una docena de tribus y encontró que el veneno más conocido era «“y sigue siendo- el Curare.
El Curare es una sustancia extraída de diversas especies del género Strychnos (Strychnos toxifera, Strychnos panamensis, etc.)
El Curare debe su acción al alcaloide D-tubocurarina, que produce bloqueo del impulso nervioso a nivel de placa motora; ello trae como consecuencia una parálisis muscular, que afecta primero a los músculos de la cara, proporcionándole a la víctima un aspecto de idiota, y en el último término a los músculos respiratorios. Dicha acción es contrarrestada por la Fisostigmina y la Prostigmina.
En la antigüedad lo utilizaban los nativos de América, Asia y Oceanía para impregnar sus flechas. Los monos envenenados comienzan por relajar sus músculos y terminan por caer de los árboles. «La poción no mata necesariamente a los monos», dice Davis. Actualmente se emplea para reducir las convulsiones y espasmos musculares, y suprimir así el peligro de fracturas óseas, en el electrochoque, y en muchos síndromes neurológicos que causan la hipertonía muscular. Asimismo se utiliza en la anestesia con el fin de obtener una relajación muscular más completa.
DEL AMAZONAS AL JAPÓN
Para averiguar más sobre estas pociones, Davis recurrió a una extraña fuente de información: la literatura médica japonesa.
Engelbert Kaempfer, médico agregado a la embajada holandesa en Nagasaki a finales del siglo XVIII escribió:
«Los japoneses lo consideran un pescado muy delicado, y son muy aficionados a él, pero hay que quitarle la cabeza, las tripas, las espinas y todos los desperdicios, y lavar y limpiar cuidadosamente la carne antes de que esté lista para comerla. Y aun así, mucha gente muere a causa de él. El veneno de este tipo de pescado es absolutamente mortal, y ningún lavado ni limpieza puede eliminarlo. Por consiguiente, nadie lo quiere, a no ser que pretendan quitarse la vida».
Kaempfer se refería al Fugu o pez globo. Cada año unos 50 japoneses padecen envenenamiento con tetrodotoxina, por comer peces erizos cornudos mal preparados, y, aún más, la mitad de ellos muere. El veneno actúa con rapidez. En media hora la víctima se siente débil y mareada, con sensación de hormigueo, y el entumecimiento se extiende apareciendo el sudor, la dificultad para respirar y hemorragias. Finalmente, la parálisis y quizá la muerte.
En Japón, algunos restaurantes especializados sirven este pez, preparado por Chefs especialmente entrenados. Se eliminan las entrañas antes de comerse. Si se llega a consumir el veneno en pequeñas cantidades produce una sensación placentera y eufórica. Además se cree que es un afrodisíaco. Tal vez por eso los japoneses se atreven a comerlo. Existe un refrán japonés que dice : «Grande es la tentación de comer Fugu, pero mayor es el temor de morir».
Davis descubrió algunos casos que «parecían relatos de zombificación»: dificultad para respirar, mirada vidriosa y parálisis. Algunos japoneses fueron declarados muertos, pero revivieron después de haber sido enterrados. Sin embargo, las víctimas conservan sus facultades mentales. En dos casos, por lo menos, los japoneses afectados recuperaron sus facultades antes de que los enterraran. Durante horas, la persona intoxicada se encuentra en un estado de muerte reciente. La muerte se produce por parálisis de los movimientos respiratorios.
«Una docena de jugadores se hartaron de fugu en Nakashimamachi de Okayama, en Bizen. Tres de ellos presentaron síntomas de envenenamiento, y dos acabaron por morir. Como uno de los muertos era natural de la ciudad, fue enterrado sin dilación. El otro pertenecía a un distrito distante…, bajo la jurisdicción del shogun. Por consiguiente, el cadáver fue trasladado a un depósito, donde quedó bajo la vigilancia de un guardián hasta que un funcionario del gobierno pudiera examinarlo. Siete u ocho días más tarde el hombre recobró la conciencia y curó por completo. Cuando le interrogaron acerca de su experiencia, dijo que lo recordaba todo y afirmó que, cuando oyó decir que la otra persona había sido enterrada, quedó aterrorizado al pensar que podían sepultarle vivo».
«Un hombre de Yamaguchi, en Boshy, sufrió en Osaka un envenenamiento por fugu. Creyendo que había muerto, enviaron su cuerpo al crematorio de Sennichi. Al retirar el cuerpo del carro en que lo habían transportado, el hombre se recobró y regresó a su casa. Como en el caso anterior recordaba todo lo sucedido».
Davis menciona un tercer caso:
«En la Nochebuena de 1977 un residente de Kyoto, de cuarenta y ocho años, fue admitido en el hospital a causa de un envenenamiento por fugu. El paciente dejó pronto de respirar, y todos los síntomas demostraban la muerte cerebral. Los médicos recurrieron de inmediato a la respiración artificial y a otros tratamientos adecuados. No le sirvieron de nada pero, cuarenta y ocho horas más tarde, el paciente empezó a respirar de nuevo de modo espontáneo. Acabó por recuperarse del todo y, más tarde, recordó haber oído llorar a su familia sobre su cuerpo inmóvil. El veneno no le había afectado los sentidos. Desesperado, intentó hacerles saber que seguía con vida, pero no pudo conseguirlo. «Fue un verdadero infierno», dijo a los investigadores médicos cuando se recuperó».
Los investigadores japoneses Fukuda T. y Tani I. distinguen cuatro grados de envenenamiento con tetrodotoxina: los dos primeros se distinguen por una sensación progresiva de entumecimiento; el tercero incluye parálisis del cuerpo entero, dificultades respiratorias, cianosis y presión sanguínea baja, aunque la víctima conserva la conciencia; el último grado produce un paro respiratorio y la muerte.
LA SOLUCIÓN AL MISTERIO
Davis cree que los bocors, que conocen perfectamente las cualidades positivas y negativas de las plantas, preparan un brebaje para dárselo a la persona, aplican una cocción conteniendo Bufotenina y tetrodotoxina a la piel de sus víctimas, causando una dificultad respiratoria, insuficiencia cardiaca y renal, agitación psicomotriz y confusión mental progresiva.
La persona cae en un estado de enfermedad grave, más grave, hasta que el cuerpo empieza a ponerse rígido, adquiere un tono cadavérico y el pulso se hace débil, tan débil que llega a creerse que está muerto. Parece que no hay ningún soplo humano en sus células y después de varias horas, si al doctor se le pide el certificado luego de sus exámenes, determina oficialmente que esta persona está muerta. La víctima es enterrada.
El bocor se encarga, antes de 24 horas, de exhumarlo y devolverlo a la vida… Pero a la vida de zombi, drogándolo con Datura. El tratamiento a que se somete a la víctima es brutal. En este punto es decisivo suministrarle al presunto zombi un preparado vegetal alucinógeno a base de stramonio (Toloache). La víctima, probablemente afectada por lesiones residuales en el cerebro, provocadas por la escasez de oxígeno durante la falsa muerte y el sucesivo sepelio, vuelve a tener conciencia en medio de espantosas alucinaciones y es fácil convencerlo de que es un «muerto viviente».
Las investigaciones realizadas por Davis señalan que el zombi sólo puede efectuar trabajos físicos, como labores en el campo y en la casa. Las funciones intelectuales son perdidas por completo, e incluso habla con dificultad. Vive como un retrasado mental o idiota y pierde por completo sus posibilidades de hacer vida sexual. Se ha convertido en un esclavo.
«Es verdad «“dice el doctor Douyon- que hay personas consideradas como muertas y enterradas que «resucitan» y son encontradas meses o años después por sus familiares o amigos. Pero no hay nada de misterioso en esto; más bien se trata de un asunto terriblemente inmoral. Llevo años denunciándolo».
Para concluir sólo señalaremos que el mismo antiguo Código Penal Haitiano, en su artículo 246, hacía referencia directa a los zombis:
«Se considera atentado a la vida de una persona por envenenamiento, todo empleo que se haga contra ella de sustancias que, sin dar la muerte, hayan producido un estado letárgico más o menos prolongado, y esto sin tener en cuenta el modo de utilización de estas sustancias o su resultado posterior. Si a consecuencia de este estado letárgico la persona ha sido enterrada, el hecho será calificado de asesinato».
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Honorables miembros de la Academia. ¿Eh?… No… ¡Perdón!… Me equivoqué de discurso. Este es para cuando gane el Oscar.
Estimados amigos
Estoy brincando de gusto por el premio Cuadernos de Ufología. En este momento tengo el ego por las nubes que casi alcanza a subirse en un platívolo volador. Pero como soy escéptico, y no creo en los platívolos, tengo que desinflarlo (al ego, por su puesto; los platívolos se desinflan solos).
En realidad de no ser por los amigos, colaboradores y maestros, en este momento yo continuaría siendo un magufín del montón. Mucho le debo a Mauricio José Schwartz, Mario Méndez, Philip Klass, Héctor Quintanilla, Edward Condon, James Oberg, Martín Gadner, Carl Sagan, Donald Menzel, James Moseley, Karl Pflock, Ronald Story, Vicente Juan Ballester Olmos, Manuel Borraz, Luis Alfonso Gámez, Félix Ãres, Werner Walter, Roberto Banchs, Ruben «Guru» Morales, Heriberto Janosch, Guillermo Roncoroni, Alejandro Agostinelli, Peter Brookesmith, John Rimmer, Andy Clarke, Sergio Sánchez, Edoardo Russo, Mauricio Verga, Giussepe Stilo y de otros que en este momento no me vienen a la memoria, pero que prometo que citaré sus nombres en cuanto me acuerde. Sus libros y artículos han sido mi guía para tratar de entender la ufología.
Ha sido una experiencia imborrable el haber podido trabajar con Héctor Escobar, Héctor Chavarría, Óscar García, Kentaro Mori, Diego Zúñiga. Todos y cada uno de ellos son mentes privilegiadas a las que envidio. Lo mismo que Luis R González, con quien para mi mala fortuna no he trabajado nunca. La primera vez que lo leí me dije: «Cuando sea grande quiero ser como él» (aún no llego a su edad, pero sigo queriendo ser como él).
Hay otros a los que quiero agradecer sus comentarios. A Marta, y no sólo por lo del premio, sino porque le parecía gracioso Perspectivas. A Manolo Elmas, que por lo visto sigue sin saber de ovnis (al igual que todos nosotros). A quark con chocolate, cuyo trabajo es el impecable. A AleB por su revista Pensar y por ayudarme a desentrañar el misterio de la raya en el agua. Al tal Agostinelli (AleA) quien no sólo fue el primero en leer mis mamotretos, sino mi primer corrector (sigo escribiendo «ocación»). Saludetes al Magno Carolus, pero te equivocas, es Disneyworld el que me financia. Josué Belda, no sé cuál será el equivalente mexicano a la expresión ¡Torero!, pero te la mereces por Paranormalidades. Appzuh, te seguiré debiendo ese artículo, ya AleA y Luis R González se encargaron de resolverlo (¿permitirán que publique algún resumen?). Bajo el volcán de Gerardo es otro blog que debería ser premiado. Lo mismo que La corte de los milagros de Martín Pereyra.
También debería agradecer a los del otro bando: a los magufos. Porque sus burradas (saludos Cardeñosa), fraudes y mentiras me han enseñado de qué lado está la razón.
Pero más que premios y buenos comentarios de los amigos, lo que deberíamos hacer es promover nuestros trabajos en los medios no escépticos. Lo importante no es encontrar los argumentos o los datos que demuestran que lo paranormal es una mezcla de fraudes, engaños, malas interpretaciones o ilusiones, sino formar y educar a las nuevas generaciones, o darle ese empujón a los que están indecisos. Intentaré estar a la altura con Marcianitos verdes, porque al ver la lista de los que han ganado este premio, me ha entrado un poco de pánico:
1997
Revista Anomalia de CNIFO en Oporto (Portugal).
1998
Pere Redón Trabal, presidente del CEI.
1999
Joaquín Abenza Moreno y su programa de radio El último peldaño.
2000
La revista británica Magonia.
2001
La revista chilena La nave de los locos, en la persona de Diego Zúñiga Contreras.
2002
La revista británica European Journal of UFO and Abduction Studies, en la persona de Craig Roberts.
2003
El Centro Italiano Studi Ufologici, en la persona de Edoardo Russo.
Durante 53 años, James Moseley, el Comandante Supremo, ha publicado la historia más crítica y graciosa de la ufología. Su boletín Saucer Smear deberían leerlo todos los ufólogos. De lo poco que vale la pena en ufología.