Extraterrestres ante las cámaras Vol. 6

Prólogo

«Me gusta la verdad. Creo que la humanidad la necesita;

pero más necesita todavía la mentira que la halaga,

la consuela, le da infinitas esperanzas.

¡Sin la mentira perecería de desesperación y de tedio!»

Anatole France

clip_image002Entremos en ambiente: «Sólo el esfuerzo y dedicación permitieron lograr el resultado de poder compartir algunos de los conocimientos que ellos gente (sic.) que existe en la galaxia tienen (sic.)«. No; no es del Maestro Yoda esta parrafada incoherente, sino de un contactado chileno, Maike Sierra, protagonista de uno de los sabrosos capítulos que conforman este libro que tengo el agrado de prologar. Y es que allí está expuesta gran parte de la subcultura con la que ha debido lidiar el autor, a fin de mostrarnos, con objetividad e ironía, uno de los aspectos más apasionantes de OVNIlandia: las fotografías de extraterrestres. Y, para hacer el cuadro aún más pintoresco, se trata de testimonios gráficos procedentes de Chile, país en el que abundan las leyendas de ser un «lugar privilegiado para ver OVNIs», de «centro magnético de la Era de Acuario», de «pasadizo cósmico», (que no cómico); en fin, de esas cosas.

Debo confesar que he leído y disfrutado este libro de un tirón, saboreando los comentarios -inevitablemente sarcásticos- de Luis Ruiz Noguez, y en general, viajando confortablemente por sus paginas, entre la sorpresa, la reflexión crítica y la carcajada.

Pero, ¿quién es ese «tal Noguez», que ha tenido siempre la osadía de hacer preguntas incómodas, de desenmascarar vivales y, si lo dicho no fuera suficiente, que ha acometido la faena de redactar una enciclopedia ufológica, en varios volúmenes, sobre fotos de presuntos extraterrestres? ¿Quién puede ser tan «razonablemente loco»? Para los que le conocemos, ese tal Noguez es uno de los pocos investigadores (si no es que el único) capaz de asumir una tarea tan titánica. La capacidad de trabajo de Luis, en efecto, nunca ha dejado de sorprenderme: sus artículos (largos, pero siempre amenos), están sustentados en frondosas bibliografías y son generosos en datos y referencias contrastables: todo lo contrario de los que ustedes están ya imaginando.

Ahora bien, el que Luis escriba una enciclopedia ufológica no debiera movernos a extrañeza, puesto que él mismo atesora unos conocimientos asombrosos sobre el tema, según constaté personalmente cuando le conocí en Ciudad de México en 1998, y nos llevó -a mi esposa y a mí- a la mismísima Teotihuacán, la Ciudad de los Dioses. En esa ocasión, Luis se reveló como excelente anfitrión, guía turístico y amigo. Sospecho, además, que su biblioteca debe ser una de las más completas del mundo (lo que ya es decir bastante en el gremio ufológico, pues en él abundan «“más que en otras partes- los coleccionistas de fuste) y no creo estar exagerando en modo alguno.

Yo tomé contacto con los escritos de Luis a mediados de los noventa, Primero, me enteré del nacimiento de Perspectivas ufológicas, una revista mexicana de corte crítico, que congregaba las firmas de Óscar García, Héctor Escobar, Héctor Chavarría, Mario Méndez y, por cierto, del autor cuyo libro estamos prologando. Segundo, noté que la revista sensacionalista Contacto OVNI empezó a incluir artículos escépticos, lo cual era muy extraño. Notas racionales de Óscar García y Ruiz Noguez, conviviendo tranquilamente con una selecta antología de desatinos, especulaciones descontroladas y meros disparates. ¿La explicación? Pues, que Contacto OVNI había sido «infiltrada» por el equipo de Perspectivas ufológicas. Es por eso que el primer libro fotográfico de Ruiz Noguez, 100 fotografías de extraterrestres (publicado por Editorial Mina en 1996), desconcertó a tantos lectores que se acercaron a comprarlo en los kioskos, ávidos de misterios y descubrimientos sensacionales, empapados en la atmósfera de Contacto OVNI (la editorial era la misma, lo que también vale para el modo de promoción y distribución), y se encontraron con la prosa crítica, sarcástica y documentada de un tal Noguez, que ya empezaba a fastidiar en grande. Estoy persuadido de que, en este caso, el doloroso peso de la decepción de esos lectores se transformó, muchas veces, en un saludable empequeñecimiento de tragaderas o, lo que viene a ser lo mismo, en el desarrollo del sentido crítico. Objetivo logrado, pues.

Los años pasaron. La mayoría de los ufólogos escépticos y críticos dan testimonio de ese paso con cierta desvinculación del tema. Pero Luis es incorregible, pues sigue con las banderas a tope y todavía más prolífico, si cabe, que en los buenos y viejos tiempos de Perspectivas ufológicas. Esta enciclopedia, que alcanza ya la media docena de volúmenes, así viene a demostrarlo con colorida elocuencia.

Este volumen, dedicado a Chile, otorga una radiografía de una parte de la ufología chilena que, como otras, también toca fondo con el tema de los «humanoides». Personajes como Maike Sierra, así como también los ufólogos avispados que presentan fotogramas de «extraterrestres» borrosos, creen que le hacen el mejor servicio a la ufología, pues muestran a los alienígenas mismos, más allá de sus naves, de sus aporreados platillos y prodigiosas naves-nodriza. Diríase que, cansados ya de tantas luces nocturnas y discos diurnos (el que lee, entienda), buscan ahorrarse pasos intermedios, llegando con los marcianos hechos y derechos, por fin. En realidad, esos propagandistas no perciben que le hacen el mejor favor a los críticos, porque nos muestran siempre una instantánea de sus creencias y de la propia ufología crédula (a la que adscriben con más entusiasmo que reflexión). De las primeras, por el antropomorfismo de los seres, por la improbabilidad de su biología, por la puerilidad total de sus «caras», de sus «extremidades», de sus desplazamientos. Que si el ser está mirando hacia la cámara, que si va caminando, que si tiene doblada la «pierna»»¦ La objetividad misma, según se ve.

De la segunda, de la ufología crédula, porque esas fotografías reflejan toda el ansia de llegar a la «evidencia definitiva» a cualquier precio, incluido el de hacer el ridículo. El lector lo comprobará cuando haya hecho el recorrido propuesto por el libro: se le habrá confrontado una y otra vez a la voluntad de creer en sus distintas manifestaciones, para la cual lo insólito es la regla y lo banal, la excepción. Cuántas veces hemos leído eso de «no, no puede ser un reflejo», cuántas la opinión de un grupo fantasmagórico de analistas que «descartaron el fraude» (generalmente a velocidades hiperlumínicas), cuántas veces hemos visto que una fruslería cualquiera, que un manchón cualquiera, confirma la presencia de la Confederación Galáctica entre nosotros.

Bienvenidos al mundo del engaño y el auto-engaño, indisolublemente ligados en el ámbito de las fotografías ufológicas. Los lectores tendrán en Luis Ruiz Noguez al mejor guía en ese mundo tan hostil (lo es, por irrespetuoso con nuestra inteligencia). Pues una vez más, el tal Noguez ha logrado venir en nuestro auxilio, trayendo cilindros de oxígeno crítico (y también de municiones y suministros, hay que decirlo), precisamente cuando el ambiente se tornaba más irrespirable. Como ufópata chilensis curtido y escaldado, que ha debido padecer zarandajas de nota como un marciano paseando por el Parque Forestal o, peor aún, el imprimatur de ciertos entusiastas a las fotografías de Maike Sierra, no puedo más que agradecer esta revisión de nuestros delirios de grandeza y de nuestros milagros mínimos. Y es que, pese a que la veta humorística de Luis es innegable y en ocasiones lo expuesto no permita otra respuesta que la carcajada, lo cierto que este libro también nos conecta con un lado preocupante de la realidad; pues asombra la férrea voluntad de auto-engaño, tan propia de la condición humana, y que en cuestiones ovnísticas alcanza niveles de patología.

Con este libro, valioso por tantos conceptos, ese tal Noguez ha vuelto a las andadas, poniendo claridad en el submundo de la confusión; de la confusión interesada, incluso. Que no digan que no se los advertí. Sea.

Sergio Sánchez Rodríguez

Santiago de Chile, Septiembre del 2010

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