1 500 millones de seres humanos en la oscuridad

IMPACTO AMBIENTAL

1 500 millones de seres humanos en la oscuridad[1]

Juan José Morales

Por si usted no lo sabe, le diremos que 2015 ha sido declarado por la Unesco el Año Internacional de la Luz y las Tecnologías Basadas en la Luz. Oficialmente, comenzó el pasado lunes 19 de enero con una ceremonia encabezada por el secretario general de la ONU, Ban Ki Mon, y su propósito, según la Unesco, es mostrar a la sociedad que la ciencia y las tecnologías basadas en la luz mejoran la calidad de vida y que su control y manejo son fundamentales como disciplina científica para promover el desarrollo sustentable.

imageSi en el siglo XX el mundo fue iluminado por los focos incandescentes, el XXI será el siglo del LED, un nuevo tipo de lámpara más eficiente y de más bajo consumo de energía, pero que ahora está fuera del alcance de uno de cada cuatro seres humanos. En la foto, una de las aplicaciones de la luz: la producción de obras de arte a través de imágenes fotográficas.

Y aquí cabe subrayar que el concepto luz incluye no solamente lo que usualmente se denomina luz visible «”o sea las radiaciones que puede percibir el ojo humano»”, sino en general todas las frecuencias del espectro electromagnético, desde los rayos infrarrojos hasta los rayos X y gamma, pasando por la luz ultravioleta.

Hay buenas razones para que este año hubiera sido designado Año Internacional de la Luz, o AIL para abreviar, pues en él se conmemoran varios importantes aniversarios relacionados con el tema: hace mil años el científico árabe Ibn al-Haytham publicó su magna obra sobre óptica, hace 150 años el británico James Clerk Maxwell dio a conocer su teoría electromagnética de la luz, y hace 50 años comenzó a utilizarse la fibra óptica, uno de los grandes avances tecnológicos de nuestros tiempos.

Pero, sobre todo, es un hecho que vivimos en la era de la luz. De todo tipo de luz, que se utiliza en todos los órdenes de la vida humana, lo mismo en la economía que en la medicina, la astronomía, la protección a la salud, las comunicaciones y prácticamente todo lo imaginable.

Pero el hecho de que usted, y yo, y la mayoría de los habitantes de este planeta vivamos muy a gusto gozando de los beneficios de la luz en todos sus aspectos «”desde el alumbrado casero y público hasta las radiografías y la Internet»” no debe hacer olvidar que, como señalaba el periodista británico Lee Williams en un artículo recientemente publicado en el diario londinense The Independent, todavía en estos tiempos, ya bien entrado el siglo XXI, más de la cuarta parte de la población mundial vive en la oscuridad.

No es exageración. Por increíble que parezca, y de acuerdo con datos de la Unesco, hay en el mundo 1 500 millones de personas que no tienen acceso a la luz eléctrica. De ese total, alrededor de 1 300 millones tienen que gastar un alto porcentaje de sus magros ingresos «”a veces hasta la mitad de lo poco que ganan»” en la compra de velas de parafina para iluminar precariamente sus hogares por la noche.

Eso no solamente significa un gasto excesivo, sino también un peligro para su salud. La Organización Mundial de la Salud estima que respirar habitualmente humo de parafina provoca los mismos daños a los pulmones y el sistema cardiovascular que fumar cuatro cajetillas de cigarros al día. Y el resultado «”dice el informe de la OMS»” es la muerte de millón y medio de personas cada año por esos daños a su organismo, que además resulta más vulnerable ante las enfermedades debido las condiciones de insalubridad y malnutrición en que viven.

Llevar la luz a quienes todavía carecen de ella resulta, pues, una necesidad urgente. Pero difícilmente podrá lograrse en las actuales condiciones de economía de mercado, en que el acceso a la electricidad «”o más concretamente, a la iluminación»” no se considera un derecho fundamental de los seres humanos sino un privilegio reservado a quienes puedan pagarlo. Y, en el caso de México y otras naciones donde se ha seguido la política neoliberal de privatizar la producción y distribución de electricidad, resulta obvio que las empresas extranjeras que se han venido apoderando del negocio no tienen el menor interés en llevar luz y energía a poblaciones pequeñas, aisladas y remotas, habitadas por gente pobre cuyo consumo es mínimo.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Viernes 23 de enero de 2015

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