Robo de Órganos

Robo de Órganos

24 DE ABRIL DE 2011

homem_de_lata_coracaoArtículo de Peter Burger, publicado en Magonia 56, junio de 1996

Traducción gentilmente autorizada, colaboración de Vitor Moura

Por casi diez años una historia horrible ha asombrado a los medios mundiales: a los niños de América Latina les han robado sus riñones y córneas para el beneficio de los estadounidenses ricos. Un análisis más profundo de estas historias de horror revela que se basan sólo en rumores y leyendas. Secuestro de órganos, la versión contemporánea de una leyenda antigua y universalmente conocida.

Las primeras imágenes del documental muestran a un hombre con una barba rala balanceando la cabeza hacia adelante y hacia atrás como si estuviera en trance. La cámara le da un zoom en su cara, mostrándonos que en sus ojos faltan el iris y la pupila. La escena siguiente se hace a puertas cerradas. Un pariente más joven pregunta en español: «¿Qué sacaron?» El ciego responde: «Mis córneas». El niño tira de los párpados del ojo derecho. Sobreponiéndose al tejido blanco nebuloso, el título aparece diciendo: Ladrones de Órganos.

El nombre del hombre ciego es Pedro Reggi. Tiene 26 años y vive en una pequeña aldea a casi 100 km de Buenos Aires. Sus córneas, dice la voz del narrador, fueron robadas durante un período que pasó en la institución mental Montes de Oca.

Los Ladrones de Órganos («Voleurs d’yeux») fue dirigido por la periodista francesa Marie-Monique Robin, una de las más influyentes divulgadoras del mensaje chocante de que en América Latina los órganos de los pobres son robados en beneficio de los ricos. Los destinatarios pueden ser americanos ricos, pero las córneas robadas son obtenidas también por cirujanos para trasplantes en Francia. El mensaje de Robin no fue ignorado. Su documental fue exhibido en varios países y mostrado tres veces en reuniones de las Naciones Unidas. La repetición en la televisión francesa en enero de 1995 atrajo a más de tres millones de espectadores.

Robin también vendió su historia a revistas extranjeras. En Life (octubre de 1993) ella describe a Reggi como teniendo «el rostro emaciado de Jesucristo». En un semanario holandés[1] Reggi es descrito como «el niño con el rostro de ángel», que «una vez tuvo un hermoso par de ojos castaños, donde ahora sólo hay dos agujeros».

Esta última afirmación es una exageración: los ojos de Reggi pueden parecer horribles, pero cualquiera puede ver que no son agujeros. Además de sus córneas todavía están allí también, como alguien con conocimientos técnicos en cirugía oftalmológica puede decir. Yo vi Ladrones de Órganos con la oftalmóloga holandesa Sra. H. Volker-Dieben, miembro del consejo de la Dutch Cornea Foundation. «Las córneas están nubladas», me dijo. «Esto se parece al tejido de la cicatriz causada por infecciones antiguas, tanto como puedo juzgar a partir de las imágenes del vídeo. Para estar completamente segura, tendría que examinar los ojos yo misma, usando el tipo correcto de luz».

Entonces las córneas de Reggi ¿no fueron robadas? No, el presunto robo ciertamente dejó sus órbitas vacías. Normalmente, para retirar las córneas de un donante fallecido el cirujano del transplante extraerá el ojo en su totalidad, sustituyéndolo con una bola de plástico del mismo tamaño y, finalmente, pegando los párpados.

La observación de la oftalmóloga holandés coincide con los registros médicos que se hicieron públicos después de la aparición de Reggi en un documental británico-canadiense anterior sobre el tráfico de órganos, The Body Parts Business: Reggi nació con glaucoma bilateral. Él perdió la visión debido a enfermedades oculares[2].

Los Ojos de Jeison

La historia de Pedro Reggi no es el único episodio controvertido en Ladrones de Órganos. En una inspección más cuidadosa del clímax emocional del documental, la historia de Jeison Cruz Vargas, de 10 años, el niño ciego fotogénico con la flauta, acaba siendo igualmente dudosa.

En el documental Robin encuentra a Jeison en el Instituto para la Ceguera, en Bogotá, Colombia. Su madre Luz se acuerda de llevar a Jeison a un hospital en las favelas cuando necesitó tratamiento para una diarrea. Al verlo de nuevo al día siguiente, sus ojos habían sido removidos. El pronóstico médico de su hijo había sido destruido, dijo. «Es un hospital para los pobres, es por eso que esas cosas están sucediendo aquí. Es el peor hospital del mundo».

Desde que Robin se hizo público con la historia de Jeison, esta versión de los acontecimientos fue vehemente contestada, tanto por los implicados del hospital – Salazar de Villeta – como por el gobierno colombiano. De acuerdo con una declaración (4 de febrero de 1994) del oidor colombiano para la Salud y la Seguridad Social, Jeison nunca pasó por una cirugía ocular. A los cuatro meses de edad fue internado sufriendo de desnutrición severa, deshidratación y una serie de enfermedades graves, incluyendo una infección del globo ocular con pseudomonas e infección de la córnea. Probablemente porque sus padres eran muy pobres, ellos pararon el tratamiento y llevaron al niño a un yerbero. La infección destruyó su visión.

La disputa sobre los ojos de Jeison alcanzó un clímax después que el documental de Robin recibió el Premio Albert Londres en mayo de 1995, el más prestigioso honor para los periodistas franceses. Consciente del hecho de que las declaraciones por los médicos y funcionarios colombianos no tienen mucho peso en Francia, la embajada colombiana llevó a Jeison (ahora con 12 años de edad) en un vuelo a París en agosto de 1995, para que examinaran sus por dos renombrados especialistas franceses en enfermedades infecciosas y oftalmología. Un pediatra evaluó los expedientes del niño[3].

En su informe, los médicos franceses observaron que los globos oculares, a pesar de atrofiados, todavía estaban allí, así como partes de la córnea. La infección que irremediablemente perjudicó su visión es muy común en los niños desnutridos del Tercer Mundo. De nuevo, los ojos de Jeison no fueron robados.

Además, los médicos afirman, es imposible quitar las córneas de un donante vivo sin causar una hemorragia severa, y ningún cirujano en sana conciencia usaría las córneas infectadas de Jeison para trasplante ya que ellas matarían al destinatario. Se puede añadir que, con sus 28,000 muertes violentas por año, Colombia no tiene escasez de donantes de cualquier tipo. De acuerdo con la ley colombiana, todos son donantes potenciales a menos que la familia haga objeción[4].

El jurado del Albert Londres suspendió el premio de Robin y prometió reanalizar su documental[5]. Robin, mientras tanto, no salió del lugar. Para sostener que los ojos de Jeison fueron robados, ella recurrió a teorías de la conspiración cada vez más improbables y argumentos ad hominem. Los archivos podrían haber sido falsificados – al final, ¿por qué el hospital colombiano tardó dos años para presentarlos? «¿Qué vale más», ella preguntó, cuando se enfrentó al informe, «el testimonio oral de una madre, o la palabra de un grupo de expertos que intervienen 12 años después del hecho y cuyo interés es hacer que la gente dude de la existencia del tráfico de órganos (por razones de solidaridad profesional, un gusto comprobado de secreto, amistades internacionales establecidas durante el curso de sus carreras)?»[6]

Ella tampoco cree que el establishment médico es el único culpable. Cuando hablé con ella en febrero de 1995, Robin afirmó que la madre de Jeison y otros testigos y autoridades todos retiraron sus quejas bajo presión de la United States Information Agency[7].

En realidad, la USIA, una institución gubernamental que combate la propaganda anti-estadounidense, quiere emprender una campaña contra Robin. Desde 1988 ella ha publicado una serie de informes de forma sistemática, repudiando las acusaciones de robo de órganos. Esto comenzó como una reacción a la propaganda de la guerra fría de la KGB, en la que Estados Unidos sería el responsable del asesinato de niños sudamericanos. La KGB desapareció, pero las historias de atrocidades todavía están entre nosotros, así como está la campaña anti-rumor de la USIA. Robin culpa al oficial responsable del personal de USIA, Todd Leventhal, por muchos de sus contratiempos, e incluso sugirió que estaba implicado en el robo de su coche. Más tarde, ella recibió amenazas de muerte por teléfono y en internet. Como ella varias veces me dijo: «Es como un thriller».

Juanito y María

Marie-Monique Robin no fue la primera en llamar la atención sobre la mafia de órganos. Las historias sobre órganos robados aparecieron por primera vez en la prensa mundial en 1987[8]. El 2 de enero de ese año un diario hondureño relató que niños con discapacidades se vendieron a Estados Unidos como una fuente de repuestos. Trece niños habían sido descubiertos en cuatro casas de engordes («casas de engorda» – tono de la fábula de «Juan y María»). La fuente de estos relatos fue Leonardo Villeda Bermúdez, secretario general de la comisión de Honduras para el bienestar social. El 3 de enero, sin embargo, este funcionario se retractó de sus acusaciones, explicando que él sólo había repetido las hipótesis no confirmadas de los asistentes sociales.

Posteriormente casos en Guatemala y Perú siguieron el mismo patrón: informes alarmantes, pero no fundamentados, que fueron removidos tan pronto como fueron publicados. Sin embargo, como la mala noticia es más interesante que la buena noticia, las revelaciones iniciales fueron frecuentemente relatadas por la prensa, mientras que los posteriores desmentidos fueron ignorados. Este es un vicio profesional de los periodistas, lo que puede ser aún más fuerte para aquellos que tienen un hacha ideológica para amolar. Sin sorpresa, a finales de los años ochenta las historias de horror sobre robo de órganos eran ávidamente recogidas y publicadas por la prensa soviética, que en el mismo período endosó el rumor de que el virus VIH había sido creado artificialmente en un laboratorio americano de guerra biológica[9].

El Parlamento Europeo también se pronunció dos veces contra el robo de órganos. En 1993, aprobó una resolución condenando el tráfico de órganos. La resolución se basó en un informe del socialista euro-parlamentario Leon Schwartzenberg. En este informe, el ex ministro francés de la salud pública describe las consecuencias médicas, éticas y sociales de la falta de donantes de órganos y subraya la existencia de una mafia de órganos homicida.

La propia idea de que traficantes cínicos literalmente venden la carne de niños del tercer mundo evoca fuertes sentimientos de tristeza y compasión. Esto en nada facilita un análisis imparcial y clínico de los hechos. Schwartzenberg aún descalificó a los escépticos igualándolos a los negadores del Holocausto: «Negar ese tráfico es comparable a negar la existencia de las cámaras de gas en la última guerra».

Nadie niega que en algunos países (como por ejemplo, Brasil, India y Egipto) los pobres ofrecen sus órganos para la venta. A este respecto, el tráfico de órganos es una realidad. Sin embargo, los expertos en trasplantes no están preparados para asumir la existencia de un comercio de órganos a gran escala controlados por una mafia. Casos específicos, como los de Pedro Reggi y de Jeison, no se resisten a un análisis. En general, el robo de órganos no es plausible porque los trasplantes clandestinos exigen un equipo altamente calificado y equipos médicos sofisticados que no se encuentran en los países donde se dice que los ladrones de órganos actúan. Como el director médico del euro-trasplante Guido G. Persijn me dijo:

«Por supuesto, es posible secuestrar a las personas, anestesiarlas y robar uno de sus riñones, pero para eso usted también necesita un destinatario, y el destinatario necesita tener un grupo sanguíneo y un grupo de tejidos compatibles. Usted necesita una tipificación HLA … ¿Y, en primer lugar, como usted puede estar seguro de que este Sr. X que usted sacó de las calles es un donante adecuado? ¿No está sufriendo de una enfermedad renal, nefritis, o VIH? Usted necesitaría una organización inmensa. Simplemente no vale la pena».

Incluso los más fuertes indicios de robo de órganos, tales como los informes de retirada de los riñones en la India que surgieron en febrero de 1995[10], son ambiguos, en el mejor de los casos. Los pobres habitantes de una aldea de Bangalore se postulaban a un empleo en la ciudad y eran destituidos de sus riñones, bajo el pretexto de un check-up médico de rutina. Un especialista, un médico y dos intermediarios fueron arrestados. La revista alemana Der Stern dio la noticia con un artículo titulado «Robo de órganos en la India comprobado por primera vez».

En realidad, las fotos de Der Stern de hombres y mujeres indias con enormes cicatrices sólo muestran que la India tiene una proporción significativamente mayor de habitantes con sólo un riñón que los países más ricos. En marzo de 1995, más de ochenta presuntas víctimas pobres fueron registradas en la policía de Bangalore. De acuerdo con el comisario de policía de la ciudad, sólo una pequeña fracción de ellas realmente fueron robadas; supuestamente, las otras vendieron uno de sus riñones y están esperando recibir una remuneración más elevada, mediante el registro de una queja[11].

Pero, ¿por qué esperar que se descubra evidencia concluyente? Cuando le llamé en febrero de 1995, Stan Miwesse, director de la sucursal holandesa de Defence for Children International (una organización que combate el trabajo infantil, la esclavitud, la prostitución infantil y otras formas de abuso infantil), afirmó que el robo de órganos es una realidad. «Los hechos y datos aceptados sobre el abuso de niños son tan avasalladores, que esto tiene que ser verdad también», dijo, repitiendo un argumento expresado por otros representantes de Organizaciones No Gubernamentales en el campo de los derechos humanos. ¿Quién podría creer, preguntó Miwesse, que a los seis años de edad los niños paquistaníes se ven obligados a trabajar como jinetes de camellos en los Emiratos Árabes Unidos? Sin embargo, este es un hecho indiscutible.

Miwesse subrayó que nunca había visto un relato «consistente, confiable y claro» sobre las córneas y los riñones robados. Todo seguía siendo eran las historias que se repiten una y otra vez: historias, Miwesse dijo, que convencen a todos en la comunidad de los derechos de los niños.

Criminales Legendarios

En Ladrones de Órganos una de esas historias recurrentes es contada por el diputado mexicano Hector Ramírez, miembro de la comisión parlamentaria encargada de la investigación del tráfico ilegal de órganos. Ramírez relata el caso de un niño que fue secuestrado en el mercado de Ixtapalapa y apareció dos meses después en el mismo lugar con una cicatriz en la espalda marcando el lugar donde uno de sus riñones había sido extraído.

Ramírez: «Su madre lo hizo ser examinado por un médico. Esto confirmó sus sospechas. Cuando el niño volvió a su familia, llevaba 2,000 dólares con él. Entré en contacto con su madre, pero ella no quiso decir nada. Ella estaba muy asustada. Con el dinero ella podría cuidar de él».

Por falta de nombres, imágenes o documentos, es imposible verificar esa historia. El informe oficial de Ramírez no la menciona. El equipo de Robin no pudo localizar a una víctima o un testigo en México. La historia parece improbable: ¿por qué esos criminales supuestamente implacables simplemente no mataron al testigo en vez de devolverlo a la escena del crimen, con 2,000 dólares en el bolsillo? Los actos ocasionales de bondad como éste nunca habían sido reportados en otras ramas del crimen.

Si esta historia es convincente o no poco importa, el llamamiento no está en su realismo, sino desde el punto de vista moral que aborda. La historia gráficamente expresa un mensaje que habla al corazón de los mexicanos pobres y de los activistas de los derechos humanos en todo el mundo: los estadounidenses piensan que pueden usar a los habitantes de América Latina de la manera que quieran a cambio de un poco de dinero en el bolsillo. Todo en la historia de Ramírez recuerda una leyenda contemporánea: un cuento que aparece repetidas veces en diferentes formas, pero siempre parece haber ocurrido recientemente. Es sólo girar la esquina donde vive el contador de historias. Las historias fantasiosas como esta, sin embargo, pueden tener consecuencias reales. En Colombia, Argentina, Francia, Suiza, Holanda y en otras partes del mundo, las donaciones de órganos cayeron mucho como resultado de esos rumores, afirman las organizaciones de trasplante.

Y «tuvieron un efecto devastador» sobre las adopciones internacionales, dice Susan Cox, presidente de Holt Adoption Services en Oregón, una de las agencias que ayudan anualmente a 8,000 niños a encontrar un hogar con padres estadounidenses. En Turquía, los funcionarios prohibieron las adopciones por extranjeros después de que surgió el mito de los ladrones de órganos[12]. Como los sociólogos están acostumbrados a observar: Siempre que la gente experimenta una situación como si fuera real ella se hará real en sus consecuencias. La verdad de esta máxima es revelada de forma aún más dramática por el pánico de robo de órganos de Guatemala en 1994.

Linchamiento para los secuestradores de niños

Guatemala, 8 de marzo de 1994[13]. La turista norteamericana Melissa Larson (37 años) está bebiendo un vaso de jugo de piña en el mercado de la aldea de Santa Lucia Cotzumalguapa. De repente ella se encuentra rodeada por habitantes indignados y es acusada de ser una secuestradora de niños. Para protegerla de la multitud, Larson es atrapada y llevada fuera de la aldea por las autoridades. Cuando los residentes descubren que se fue, ellos se vuelven contra sus protectores, quemando la comisaría de policía e incendiando diez coches. Fueron necesarios 500 agentes policiales, refuerzos del ejército y coches blindados para restablecer la paz. Larson, después de 19 días de prisión, tuvo la suerte de escapar.

Menos suerte tuvo June Weinstock, de 51 años de edad, que llegó a San Cristóbal para asistir a las celebraciones de la Pascua. El 29 de marzo los residentes la vieron fotografiando a sus hijos en el mercado y acariciando a un niño. Una mujer que perdió de vista a su hijo de 8 años de edad en el bullicio mira a Weinstock con desconfianza. «Tal vez la gringa haya puesto al muchacho en la maleta», bromea el vendedor de helados.

Weinstock se convierte en el centro de una multitud cada vez mayor: ¡hay una ladrona americana de niños en la ciudad! También necesita protección policial, ya que mil habitantes rodean a la comisaría. Cinco horas después, ella es arrastrada hacia fuera y brutalmente golpeada. Weinstock entra en coma y tiene que ser hospitalizada. Ella sufrió ocho cuchilladas, tuvo una fractura de la base del cráneo y los dos brazos rotos. Por entonces el niño perdido ya estaba desde hace algún tiempo de vuelta a su madre. Esto nunca habría ocurrido sin los rumores que precedieron a los acontecimientos. Se decía que los extranjeros de cabellos largos hacían víctimas a los niños. Un niño de la calle le habían robado sus córneas; el bolsillo estaba lleno de billetes de dólares estadounidenses. Ocho bebés fueron encontrados con sus corazones arrancados. Uno tenía una nota de cien dólares presa en la herida abierta con una nota diciendo «Gracias por su cooperación».

Los grafitis advirtieron a los estadounidenses de que no eran bienvenidos: «Gringos ladrones de niños, vuelvan a su país». La histeria fue alimentada en La Prensa Libre (13 de marzo de 1994), el diario de mayor circulación de Guatemala, retratando el comercio de órganos en forma de un folleto publicitario. Diez órganos utilizables se exhiben como carne en un supermercado, con los precios que ellos valdrían en los Estados Unidos. En la etiqueta del precio del corazón se lee $ 100,000, un riñón vale US $ 65,000 y una córnea valía unos meros $ 2,500 en el mercado negro.

Éxodo de los niños

Entonces, ¿de dónde vienen estas historias? ¿Como las familias de Jeison y Pedro Reggi vinieron a creer que la ceguera de sus hijos fue causada por ladrones? Aparentemente, esas historias no se inspiraron en crímenes reales. ¿Así, ellas podrían ser el fruto de propagandas izquierdistas engañosas diseminadas por periodistas, como la Agencia de Información Americana ha repetidamente sugerido? En su último informe sobre Los rumores de la Trata de órganos de niños (diciembre de 1994), la USIA no es tan pesada con los «grupos de vanguardia soviética», como solía hacer; y proporciona información muy útil, pero todavía no explica el fenómeno.

Ambas partes – los creyentes humanitarios y los escépticos del gobierno americano, pero sobre todo los creyentes – subestiman el poder de las propias personas de desarrollar y difundir explicaciones no oficiales como una reacción a las circunstancias y tensiones del momento. En otras palabras, subestiman su capacidad para crear rumores. Estas historias se originaron en ciudades latinoamericanas, no en un ministerio ruso de la era comunista.

El estudio más detallado de estos rumores fue hecho por la folclorista Véronique Campion-Vincent de París. Campion-Vincent, que llegó a acompañar el rumor de robo de órganos durante años, sostiene que eso es mucho más que propaganda cínica. En vez de eso, el rumor es la síntesis irreal de dos consecuencias reales de la pobreza que afligen a América Latina: adopción y tráfico de órganos[14].

Los niños de países latinoamericanos son muy buscados en el mercado de adopción. En la época de los atentados de turistas estadounidenses en Guatemala, en promedio veinte niños a la semana eran adoptados de ese país, la mitad de ellos por estadounidenses. No todas las solicitudes de parejas estadounidenses y europeas para la adopción de un niño latinoamericano son satisfechas por medios legales. Los documentos son falsificados, las madres venden a sus bebés y hasta ocurren secuestros. Las casas clandestinas de adopción de hecho existen y son frecuentemente descubiertas por las autoridades. El pueblo se refiere a este éxodo de los niños con sentimientos mixtos: ¿cómo será el futuro de los hijos? ¿No pertenecen más a nuestro país?

Como hemos visto, también la venta de partes del cuerpo pertenece a la realidad de los países del tercer mundo. Los rumores sobre el robo de órganos, dijo Campion-Vincent, postulan una conexión imaginaria entre los dos fenómenos: de acuerdo con el rumor, las adopciones sirven al comercio de órganos.

Un tercer hecho de la vida en América Latina que alimenta el rumor es el elevado nivel de violencia cotidiana, claramente descrito por la antropóloga Nancy Scheper-Hughes en un capítulo deprimente de su libro Muerte sin Lágrimas[15]. Scheper-Hughes compartió la vida de los pobres en una comunidad en el Nordeste de Brasil, una región donde la «desaparición» es una forma espeluznante y de manera alguna imaginaria de dejar ese mundo. Los cuerpos de las víctimas anónimas pueden aparecer de un lado del camino, sus órganos genitales cortados y los ojos arrancados. La violencia es una característica tan rutinaria del mundo en que esas personas viven que ellas no pueden tomar por cierto ser dueñas ni siquiera de su propio cuerpo. Y así, a partir de mediados de la década de 1980, la ansiedad de los pobres produjo los rumores del tráfico de órganos.

«Se decía que los hospitales de enseñanza de Recife y grandes centros médicos en todo Brasil estaban involucrados en un tráfico activo de partes del cuerpo, un tráfico con dimensiones internacionales. Los habitantes de favela relataron varios avistamientos de grandes vans azules o amarillos conducidos por agentes externos (generalmente norteamericanos o japoneses), que se creía patrullaban las vecindades en busca de pequeños niños de la calle a quienes los conductores erróneamente pensaban que nadie extrañaría en las favelas superpobladas»[16].

Según Scheper-Hughes, los habitantes del primer y del tercer mundo defienden puntos de vista incompatibles de la donación de órganos:

«Mientras los europeos occidentales y los norteamericanos continúan pensando en los trasplantes de órganos como «˜regalos»™ donados libremente por personas amorosas y altruistas, para las personas del Alto, cuyos cuerpos son tan rutinariamente abusados por los ricos y poderosos (en los intercambios económicos y (…) Los rumores brasileños expresan las percepciones de las personas pobres, basadas en una realidad económica y biotecnomédica de que sus cuerpos y los cuerpos de sus hijos pueden, valer más muertos que vivos para los ricos y poderosos»[17].

Estos sentimientos de impotencia ante la explotación despiadada son anteriores a la introducción del trasplante quirúrgico. En realidad, las historias de asesinos blancos que acechan a los sudafricanos pobres queriendo partes de sus cuerpos caben en una tradición nativa que ya existía mucho antes de la adopción y del trasplante se convirtieron en cuestiones importantes. Uno de los ogros blancos que abundan en estas leyendas tradicionales es el «pishtaco» de los indios andinos, un ladrón de la noche que recoge grasa humana[18]. Él vende su botín para las fábricas (como un lubricante) o las empresas farmacéuticas (como base para los medicamentos). Se decía que la grasa indígena también era usada para dar la partida en motores a reacción. Los monstruos no desaparecieron con el tiempo y actualmente están buscando córneas y riñones.

La pandilla del Euro-Riñón

El temor de médicos crueles que prosperan bajo los tejados de chapa de hierro corrugada de América del Sur existe también en el Oeste americano y en los apartamentos de lujo europeos. Aunque las emociones no se elevan tanto como en el tercer mundo, los holandeses, por ejemplo, tienen sus propios rumores sobre partes de cuerpos robadas. En 1990, una leyenda urbana circuló en Holanda, que es un espejo de las versiones latinoamericanas. Una historia conocida y acreditada contaba como un empresario o un turista visitando Brasil (o Túnez o Turquía) es anestesiado por secuestradores y al volver a sí descubre que falta uno de sus riñones[19].

Desde 1992 una nueva versión está circulando, esta vez estelarizada por un niño, en vez de una víctima adulta. En una excursión con los padres a Disneylandia de París ellos pierden de vista a uno de sus hijos. Después de un tiempo el niño[20] se encuentra en un banco, pálido y confuso, con una gran cicatriz que marca el lugar donde su riñón fue extraído.

Estas historias surgieron apenas dos semanas después de que el parque temático de París abrió sus puertas en 1992. No sólo asustaron a los padres holandeses: los padres alemanes, suizos, austríacos y suecos también temen por la seguridad de los bebés en EuroDisney. A pesar de eso, ni siquiera una sola víctima – o sus padres – jamás apareció. Disney niega que el incidente ocurrió (pero ellos ¿lo negarían, o no lo negarían?). La historia es un ejemplo clásico de una leyenda urbana contemporánea[21].

De manera típica a una leyenda, también, es la forma en que la historia se adapta a su ambiente. El asustado secuestro en EuroDisney refleja una cierta xenofobia, pero no es la expresión de un pueblo que se siente explotado. Así como su contraparte mexicana, los ladrones de riñones parisinos gentilmente regresan a sus víctimas al lugar del crimen, pero a diferencia de sus colegas latinoamericanos, nunca dejan miles de dólares en efectivo en el bolsillo.

El Carruaje de Sangre

El pánico moral causado por cuentos sobre extraños que secuestran y matan a niños existe por lo menos desde que la leyenda del Libelo de Sangre acusó a los judíos de mezclar la harina del pan ázimo de la Pascua con la sangre de niños cristianos. Entre aquellos numerosos pánicos históricos de rumores hay uno que es la imagen del temible robo de órganos actual[22].

París, mayo de 1750. La ciudad está en polvorosa, porque bajo los ojos de la población la policía está atrapando a los niños en las calles, colocándolos en carruajes cerrados, con destino desconocido. Las personas se resisten; se producen tumultos. El oficial de policía Labbe es atrapado en flagrante cuando agarra a un niño de 11 años. El muchacho es liberado por la multitud y Labbe tiene que correr por su vida. Él entra en una casa e intenta esconderse debajo de la cama, pero sus perseguidores lo arrastran a la calle. Los guardias vienen corriendo, lo liberan de las manos de sus captores y lo llevan a la residencia del comisario de policía. Las personas rodean su refugio y ordenan a quien está dentro que entreguen al secuestrador. Al final, ellos derrumban la puerta. Hay un intercambio de disparos, la multitud furiosa lleva a Labbé lejos de los guardias y lo matan con palos y piedras.

En cierto modo los parisinos no están equivocados: los policías de vez en cuando arrestan a los niños y los colocan en la cárcel, sin concederles un juicio adecuado. Esto forma parte de una operación para limpiar las calles de vagabundos. Como los policías reciben una recompensa para cada niño presa, ellos no son juiciosos sobre aquellos que detienen, así mismo aquellos cuya edad, comportamiento o estatuto social no encaja en la descripción corren el riesgo de ser aprehendidos.

Situaciones ambiguas como éstas son criaderos ideales para el rumor, y de hecho surgen instantáneamente los rumores. Los niños son cortados, dicen, y sangrados hasta la muerte en una bañera, pues un príncipe enfermo -o una princesa o incluso el propio rey- tiene que bañarse en la sangre de niños. Esta historia no se originó en la París de 1750. Ella ya era contada sobre el emperador Constantino, que se negó a ser sanado de esta manera no cristiana y vio que su salud era restaurada por Dios como una recompensa por su rectitud.

En París, el entonces rey Luis XV fue uno de los blancos del rumor. Por sus atrocidades, él fue comparado con Herodes, el asesino de niños inocentes. De acuerdo con los historiadores franceses Arlette Farge y Jacques Revel, el hecho de que las personas apuntaban al rey Luis como el autor revela su odio de un gobernante que se había transformado de un benefactor en un Herodes.

El rumor era conocido en Amberes del siglo XVIII[23]. Los padres lo usaban para alertar a sus hijos contra permanecer en la calle hasta tarde, hablando sobre el «Carruaje de Sangre», un hermoso carruaje tirado por caballos. Dentro de él habría una señora rica que ofrecía dulces a los niños jugando en la calle pidiéndoles acompañarla a su castillo para jugar con su hija. Si este enfoque no tenía éxito, sólo necesitaba arrastrarlos hacia dentro. En su castillo, sus dedos eran cortados y los niños sangraban hasta la muerte en la bañera de un rey que sufría una enfermedad grave que podía ser curada sólo con la sangre de niños menores de siete años.

Los niños parisinos forzados a donar su sangre a un miembro enfermo de la familia real encuentran un equivalente exacto en los niños del Tercer Mundo que son robados de sus órganos para el beneficio de ricos occidentales – en realidad, el rumor no ha cambiado realmente en dos siglos y medio. Una de las versiones del rumor, que generó problemas en 1768, Lyon, involucra hasta trasplantes. Para que un príncipe mutilado adquiriera un brazo nuevo, un niño joven era secuestrado todos los días. Día tras día los cirujanos intentaban injertar un nuevo brazo, pero cada vez la operación fallaba.

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Las versiones anteriores de este artículo aparecieron en las revistas holandesas Wetenschap, Cultuur & Samenleving (abril de 1995) y Skepter (septiembre de 1995), y en mi colección de leyendas y rumores contemporáneos, Der Gebraden Baby (Amsterdam, 1995). Véronique Campion-Vincent, Todd Leventhal y Eduardo Mackenzie fueron todos muy generosos en compartir sus opiniones y materiales de investigación.

https://web.archive.org/web/20160415082621/http://www.ceticismoaberto.com/ceticismo/6167/roubo-de-orgaos


[1] Panorama (no. 50, 1993)

[2] Report by Dr Patricia Rey, Buenos Aires, 6 Dec. 1993

[3] Renard, G., M. Gentilini, A. Fischer, Rapport d»™examen de i»™enfant Wenis Yeison Crus Vargas. Paris, 10 August 1995. Para las reacciones de Robin y otras partes involucradas ver: Gillot, Nathalie, «˜Polémique sur l»™enfant aveugle.»™ France-Soir, 12 August 1995; Nau, Jean-Yves, «˜Un reportage sur les greffes de cornées en Colombie suscite un polemique.»™ Le Monde, 17 Aug. 1996; Proenza, Anne, «˜Un document violemment critiqué a Bogota.»™ Le Monde 17 Aug. 1995; Bantman, Beatrice, «˜Jeison, aveugle mais pas victime.»™ Liberation, 18 Sept. 1995; Fritisch, Laurence,»˜C»™était une maladie,»™ France-Soir, 19 Sept. 1995; Nau, Jean-Yves, «˜Un rapport medical contredit un reportage sur un traffic d»™organes en Colombie.»˜ Le Monde, 19 Sept. 1995.

[4] Proenza, op. cit.

[5] Mackenzie, Eduardo,»™Suspendido premio a Marie Monique Robin.»™ El Espectador, 26 Sept. 1995

[6] Bantam, op, cit.)

[7] Esto es desmentido por su antiguo colaborador, el colombiano activista de los derechos humanos Hector Torres, que acordó mantener un ojo en la madre de Jeison. De acuerdo con él, ella no se siente amenazada. (Proenza, op, cit.)

[8] La síntesis más amplia de los rumores fue escrita por Campion-Vincent: «˜The Baby-parts story: a new Latin American legend»™ Western Folklore 49, (Jan. 1990), pp.9-25 and Leventhal, Todd: The child organ trafficking rumour: a modern «˜urban legend»™. USIA, Dec. 1994

[9] Soviet Active Measures in the Era of Glasnost, USIA, Washington, July 1989, pp.12-13. Para una versión menos patriótica sobre los rumores del sida ver Turner, Patricia A., Heard it through the Grapevine; rumour in African-American culture, Berkely [etc.] 1993, pp. 151-164.

[10] Penberthy, Jefferson, «˜An abominable trade»™, Time 20 Feb. 1995; Ulli Rauss & Jay Ullal, «˜Nieren-Klau in Indien»™, Stern, 23 Feb. 1995.

[11] Leventhal, Todd, «˜The illegal transportation and sale of human organs: reality or myth?»™ Paper read at the annual meeting of the International Association of Chiefs of Police, Ghent, 25 Apr. 1995.

[12] Frankel, Mark, John Barry & David Schrieberg, «˜Too good to be true.»™ Newsweek, June 26 1995.

[13] Las principalesfuentes para el robode órganos en Guatemala: «™Foreigners attacked in Guatemala.»™ New York Times, 5 Apr. 1994; Carol Morello, «˜A nation in the grip of panic»™. Philadelphia Inquirer, 10 Apr. 1994; Mark Frankel & Edward Orlebar, «˜Child stealers go home»™ Newsweek, 18 Apr. 1994; Laura Lopez «˜Dangerous Rumors»™, Time, 18 Apr. 1994; Gleck, Elizabeth, «˜Rumor and Rage»™, People, 25 Apr. 1994; «˜Body parts panic in Guatemala»™ FOAFtale News 33/34 (June 1994), pp.17-18; Shonder, John A., «˜Organ theft rumors in Guatemala, some personal observations»™, FOAFtale News 35 (Oct. 1994), pp. 1-4.

[14] Campion-Vincent, op. cit.

[15] Scheper-Hughes, Nancy, Death Without Weeping: the violence of everyday life in Brazil, Berkeley [etc.] 1992, chapter 6: «˜Everyday violence. Bodies, death and silence.»™ pp. 216-267. Pages 233-239 deal with rumours of organ traffic.

[16] Op, cit, p. 233

[17] Op. cit. p. 238-239

[18] Oliver-Smith, Anthony, «˜The Pishtaco, Institutionalised fear in highland Peru»™,Journal of American Folklore 82 (1969), pp. 363-368; Caro, Frank de. «˜The body parts panic and the Peruvian pistaco tradition.»™ FOAFtale News 36 (Jan. 1995), pp. 1-2.

[19] Burger, Peter, De Wraak van der Kangoeroe. Sagen uit het Moderne Leven. Amsterdam 1992, pp. 23-2620 Whenever the tellers specify the child»™s gender, it»™s always a boy. Why?

[20] Varios coleccionistas de leyendas contemporáneas en todas partes del mundo han registrado versiones de la leyenda del robo del riñón. Por ejemplo, Brednich, Rolf Wilhelm, Sagenhafte Geschichten von Herute. Munchen 1994, pp 215-217, 310-311; Brunvand, Jan Harold, The Baby Train and other Lusty Urban Legends. New York 1989, pp. 149-154; Czubala, Dionizjusz, «˜The «Black Volga»: child abduction urban legends in Poland and Russia»™, FOAFtale News 21 (March 1991), pp 1-2; Goldstuck, Arthur, The Leopard in the Luggage. Urban legends from Southern Africa, Johannesburg, 1993, pp. 99-101; Klintberg, Bengt af, Den Stoma Njuren, Sagner och Rykten i var Tid. Norstedts, 1994, pp. 15-22, 66-68; Seat, Graham. Great Australian Urban Myths, Sydney 1995, pp. 133-135; Toselli, Paolo, La famosa invasione delle vipere valanti e altre leggende metropolitane dell»™Italia d»™oggi. Milan 1994, pp. 149-164.

[21] Forge, Arlette & Jacques Revel. Logiques de la Foule. L»™affair des Enlevements d»™enfants Paris 1750, Paris 1988. (English translation The Vanishing Children of Paris, Cambridge, MA, 1991)

[22] Roodenburg, Herman. «˜The autobiography of Isabella de Moerloose: sex, childrearing and popular belief in seventeenth century Holland.»™ Journal of Social History 18 (1984/5) pp. 522-524; «˜More on body parts abductions»™,FOAFtale News 32 (Feb. 1994), p.10.

[23] Campion-Vincent, op. cit

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