LA NEGACIÓN DEL VIAJE LUNAR[1]
Mario Méndez Acosta
Así como hay numerosas personas que, ante evidencias muy endebles creen que la Tierra es visitada por cientos de naves extraterrestres, que interactúan de diversas maneras con muchos seres humanos, también hay grupos que muestran una tendencia contraria, es decir, un escepticismo más allá de lo razonable, dirigido hacia una de las hazañas más notables de la humanidad.
Video de Bill Kaysing en donde presenta sus «pruebas» del «fraude de la Luna».
La irracionalidad humana, sobre todo cuando se viste con el ropaje de la ciencia, ciertamente no conoce límites. Ya algunos neonazis de muchos países se han dedicado a tratar de negar todo el doloroso testimonio de los supervivientes, el cual debería ser suficiente prueba de la bestialidad del régimen nazi.
Alguna similitud con esto se presenta, sobre todo al acudir a las teorías conspiratorias más demenciales, como la absurda hipótesis de que el humano nunca llegó a la Luna, sino todo fue una simulación costosísima y complicada, perpetrada por la NASA, involucrando a miles de personas para hacer creer a la comunidad científica, y de paso a toda la humanidad, que con el Programa Apolo, vigente entre 1968 y 1972, el hombre llegó a la Luna en seis expediciones, aparte de que otras cuatro más circunnavegaron nuestro satélite, con lo que doce astronautas caminaron en su superficie, en lo que sin duda es uno de los momentos estelares de la historia, como lo calificó el propio presidente Nixon al descender los astronautas del Apolo 11.
Desde luego, para los científicos, la evidencia más clara y contundente que el ser humano estuvo en la Luna consiste en la naturaleza de las transmisiones radiales y de telemetría recibidas desde el satélite cuando estuvieron allá los astronautas, mismas que pudieron ser ubicadas direccionalmente como provenientes de la Luna, por cientos de receptores profesionales y aficionados que colaboraron en el registro y clasificación de la información transmitida. Los lapsos transcurridos entre el envío de los mensajes y el regreso de las señales de respuesta de todo tipo correspondían precisamente con la distancia a la que se encuentra la Luna; además, los astronautas dejaron en la superficie lunar varios instrumentos muy sensibles, que transmiten hasta hoy datos sobre el satélite, entre ellos un sismógrafo que ha mostrado cómo la Luna todavía experimenta la vibración sísmica del impacto del meteorito que dio lugar al cráter Copérnico, en el siglo XI de nuestra era, y un reflector de rayos láser, con el que se ha podido determinar la distancia exacta de la Tierra a la Luna. Está también la evidencia de las rocas lunares, varias toneladas traídas por cada expedición, mismas que muestran características cristalográficas y geológicas consistentes con las condiciones en que allí fueron halladas en la Luna. Tales características son tan reveladoras que cualquier geólogo podría identificar una roca de origen lunar «“y hasta marciano-, sin que se le revelara su origen. No existe, pues, duda alguna de la realidad del viaje para la comunidad científica; desafortunadamente, no ocurre lo mismo con el público estadounidense en general, afectado por un alarmante nivel de analfabetismo científico.
Una de las cosas más difíciles de simular en un estudio cinematográfico de la época es el efecto de que la gravedad de la Luna es sólo de una quinta parte de la de la Tierra. Los saltos y la agilidad mostrada por todos los astronautas, así como algunos experimentos realizados al arrojar objetos, demuestran que la acción se llevaba a cabo en un ambiente de gravedad muy reducida.
Entre los principales proponentes de que los viajes fueron simulados están Bill Kaysing, quien trabajó en el departamento de publicaciones técnicas de Rocketdyne, empresa aeroespacial, y Kevin Overstreet, quien mantiene una página de Internet en la cual se exhiben fotografías de la NASA, que supuestamente demuestran que todo fue actuado en un foro cerrado de la Fuerza Aérea estadounidense. Para ellos, el prodigioso cohete saturno sólo llevaba a los astronautas en un vuelo suborbital, del cual descendían en el desierto de Nuevo México y de ahí eran llevados al estudio cinematográfico.
Afiche de la película Capricornio Uno. El primer referente del mito de la Luna.
A principios del 2001, la cadena televisiva Fox de los Estados Unidos, difundió un programa documental amarillista para promover, con demasiada credulidad, el punto de vista de los revisionistas lunares. Ahí se presentó a un grupo de personas que consideran que no hubo tal viaje, entre ellos el productor de la cinta Capricornio Uno, estrenada en 1977, que representa supuestamente cómo se fingió el programa Apolo, además de Boris Valentinov, un cosmonauta ruso poco conocido, así como la viuda y el hijo del astronauta Gus Grissom, muerto lamentablemente en el ígneo accidente del Apolo I en 1967.
Portada de la novela de Ron Goulart.
Las objeciones presentadas por estas personas, extrañamente, no se refieren a detalles fundamentales del proyecto, sino a indicios en el material fotográfico y grabaciones de televisión, por ejemplo, se señala que en casi ninguna foto o grabación se aprecian estrellas en el cielo, que según ellos deberían verse, ya que no hay atmósfera en la Luna. Pero esto no es más que el resultado de que las fotos se tomaron en pleno día, con la apertura de las cámaras fijada para registrar una escena brillantemente iluminada, por lo que no pudo registrarse la tenue luz de las estrellas. Lo cierto es que si se hubieran visto las estrellas, ¡ello sí hubiera movido a sospechar algo raro! Además, señalan, que las banderas colocadas por los astronautas ondean en algunas grabaciones como si hubiera brisa, pero ello se debe a la vibración de su estructura rígida, después de ser manipuladas por los astronautas, más adelante no vuelven a moverse, aunque, por otra parte, tampoco hubiera habido brisa en un estudio cerrado.
La viuda y el hijo de Gus Grissom.
Alegan que en algunas fotos se aprecia el mismo fondo montañoso detrás de distintos objetos en primer plano. Pero eso es precisamente lo que ocurre en cualquier paisaje, donde las montañas se encuentran muchos kilómetros atrás, y es algo que jamás ocurrirá en un foro cinematográfico.
Para explicar el hecho de que su verdad no haya sido revelada en todo el mundo, lo que representaría una de las noticias más jugosas y redituables de la historia, los revisionistas lunares aseguran que existe una conspiración auspiciada por la Nasa y el gobierno estadounidense, pero para funcionar, la misma debería contar con la complicidad y el silencio de por lo menos tres mil empleados de la institución, además de unos 10 mil miembros del ejército, empleados del Pentágono y varios cientos de personajes más de la Casa Blanca y el Congreso, así como de todos los servicios soviéticos de inteligencia, hoy rusos, al igual que de unos dos mil científicos espaciales y astrónomos de todo el mundo, de los cuales ninguno ha decidido decir la verdad en más de 37 años. Esta es la parte más difícil de creer de toda esa patraña.
Pero lo preocupante en verdad es que un 14% de los estadounidenses en verdad cree que los vuelos del Apolo nunca tuvieron lugar, y fueron simulados por el gobierno de los Estados Unidos a un costo equivalente al de mandar realmente esas misiones a la Luna.
REFERENCIAS
James V. Scotti, Fox Special Questions Moon Landing but not Its Own Credulities, Skeptical Inquirer, Vol. 5, Num. 3, June 2001.
[1] Este artículo fue publicado originalmente en Ciencia y Desarrollo, Vol XXVIII, No. 162, México, enero-febrero 2001, páginas 92-93.
Muy interesante información. Espero que se le dé continuidad a este tema. Gracias.