El extraño mundo de los nazis

Magia en el III Reich

EL EXTRAÑO MUNDO DE LOS NAZIS

Por Mario Méndez Acosta

Una de las mayores sorpresas de la historia de la Segunda Guerra Mundial fue la que se llevaron los aliados al ocupar los centros alemanes de investigación nuclear.

El temor manifestado por Alberto Einstein al presidente Roosevelt de que los germanos pudieran construir un detonante nuclear resultó finalmente exagerado: no tanto por falta de ganas por parte de los alemanes, sino por la extrema pobreza a la que el nazismo redujo a la ciencia durante el Tercer Reich.

MauriceJolyEsto tiene una explicación muy simple: los jerarcas nazis vivían sumergidos en un mundo poblado en exceso por las más insólitas supersticiones. Por supuesto, todo partía de la absorción, por parte de Adolfo Hitler, de las teorías racistas proarias – antisemitas de Chamberlain y Gohineau – de la adopción de la creencia en una supuesta conspiración judeo-masónica-liberal-comunista para conquistar al mundo: misma que fuera inventada por los círculos más reaccionarios de Francia y de Rusia durante el último tercio del siglo XIX, época en que se cocinó esa colosal falsificación conocida como Los Protocolos de los Sabios de Sion. Esta obra, copiada descaradamente del libro de Maurice Joly, Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, atribuye a un cierto gobierno mundial secreto judaico todos los tortuosos consejos y planes políticos que Maquiavelo propone al azorado Montesquieu.

Ya en los años veinte de este siglo, los Protocolos habían recorrido el mundo a través de docenas de traducciones. En cada país, la correspondiente versión del panfleto atribuía a los judíos alianzas con los peores enemigos de la nación de que se tratara. En la versión británica, los judíos aparecían aliados con el Káiser – en la traducción germana se les señalaba como aliados de los financieros británicos.

Todas estas patrañas fueron asimiladas por completo por los jerarcas nazis y, a la postre, resultaron la causa del holocausto de más de 6 millones de inocentes.

MITOLOGIA

Pero los nazis habían comprado todo el paquete incluyendo las fantásticas leyendas mitológicas que rodeaban a la existencia de una supuesta raza aria.

El concepto de ariedad, que no se refiere en realidad a cuestiones étnicas, sino más bien a aspectos lingüísticos comunes de un grupo de pueblos racialmente tan diferentes como pueden serlo un iranio y un noruego, fascinó a tal grado a los nazis que no vacilaron en acudir a fuentes indostanas para nutrir su iconografía – su canon doctrinario. De aquí viene su adopción de la suástica y de algunas ceremonias secretas de iniciación en algunos capítulos de las SS.

En 1942, en plena ofensiva germana hacia Stalingrado, cuyo objetivo final era llegar hasta el Mar Caspio, Hitler autorizó que se efectuara una expedición a la Cordillera del Cáucaso con objeto de realizar la ascensión del Monte Elbruz, el pico más alto de la misma. En esta comarca fue donde supuestamente se originó la raza blanca. (En realidad las evidencias lingüísticas indican que este grupo humano surgió más hacia el oriente, en las cercanías del Mar de Aral en lo que ahora es el Turquestán).

En la cumbre del Elbruz, los elementos de la SS efectuaron una ceremonia relacionada con algún oscuro tipo de culto solar.

Hitler no vacilaba en mezclar las mitologías, por lo que también adoptó muchos elementos de la mitología nórdica. Su ilusión era sustituir el cristianismo por una mezcla ecléctica de mitos pre-helénicos.

El énfasis mitológico nórdico se vio sobre todo en el aspecto de la educación infantil difundiendo con entusiasmo entre los niños las colosales leyendas de esta antigua religión y subrayando la misión divina que implícitamente asignaba a la raza germánica.

SEUDOCIENCIA

Hitler también adoptó varias creencias seudocientíficas. Una de ellas fue la astrología. En diversas ocasiones consultó a un astrólogo para decidir cuestiones de estrategia militar. Creía en la vigencia de un horóscopo único para toda Alemania, tomando como fecha del nacimiento del Reich el momento de la firma de la rendición francesa y la proclamación del imperio alemán en Versalles, después de la guerra Franco- Prusiana de 1870.

 

Al enterarse de estas tendencias, los ingleses contrataron astrólogos para tratar de adelantarse a las decisiones que pudiera tomar el Führer: pero como la astrología no es una ciencia demasiado exacta, jamás lo lograron.

También Hitler, al no tener resultados confiables de la astrología, acabó por desilusionarse de la misma.

Hanns HörbigerPero los nazis tenían una mente abierta a la charlatanería. Otra de sus creencias favoritas era la doctrina del hielo eterno de Hans Horbiger, ingeniero en minas austríaco que postuló que la Tierra ha tenido seis lunas, las cuales han caído en sucesión al planeta ocasionando grandes catástrofes. La última vez que esto ocurrió fue hace catorce mil años, ocasionándose entonces el diluvio universal.

Según Horbiger la Luna y los planetas están cubiertos por capas de hielo de 180 kilómetros de espesor. Las manchas solares son causadas por la caída en el astro de enormes trozos de hielo.

La teoría del hielo cósmico agradó mucho a los nazis. Esto llegó a causar tantos problemas que Goebbels tuvo que aclarar que «uno puede llegar a ser un buen nacional-socialista sin tener que creer en la doctrina del hielo cósmico eterno».

Sin embargo, hasta el final, el nazismo se identificó con esta creencia: «Nuestros antepasados nórdicos se fortalecieron en el hielo y la nieve. La creencia en el hielo eterno es una herencia natural del hombre nórdico», afirmaba un texto de la época. Y concluía: «Sólo Horbiger, un austríaco al igual que Hitler, ha podido limpiar al mundo de la ciencia judía».

En efecto, los nazis eliminaron la «ciencia judía»: expulsaron a Einstein y denunciaron a la física moderna como anti germánica, por eso, cuando los aliados llegaron a sus laboratorios tan sólo hallaron basura.

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