Los riesgos del naturismo

LOS RIESGOS DEL NATURISMO[1]

Mario Méndez Acosta

En una primera aproximación al tema, pocas personas objetarían los postulados de la terapia que se hace llamar naturismo o naturopatía. En efecto, ¿quién podría oponerse a seguir una dieta balanceada, a consumir muchas verduras, a respirar aire fresco, a hacer ejercicios moderados y a tomar el sol sin exageraciones? Por otro lado, nadie puede asegurar que los antibióticos funcionan siempre y que toda la cirugía que se practica es en ver­dad indispensable.

Caracter Sin embargo, tras esa fachada atrac­tiva y optimista se encuentra un cuerpo de creencias realmente anticientífico y hasta peligroso para la salud. Tal vez el mayor riesgo que implica el naturismo actual para sus practicantes más devo­tos resida en que, al igual que otras seudociencias relacionadas con la me­dicina -como la homeopatía y la qui­ropráctica- la terapéutica naturista nie­ga el efecto patógeno de los gérmenes; es decir, no acepta que los microorganismos, bacterias o virus, ocasionen alguna en­fermedad. Para ellos todos los males que sufre el ser humano se deben a que ha dejado de vivir en armonía con la naturaleza y, sobre todo, a que no con­sume exclusivamente alimentos natura­les, mismos que incluyen sólo vegetales frescos y semillas, así como leche y hue­vos en forma limitada. Así, la fuente de toda enfermedad radica en la acumula­ción de tóxicos en el intestino grueso, derivados de una dieta antinatural.

El doctor Adrián Vander, un clásico del naturismo, afirma que los gérmenes son causados por las enfermedades y no viceversa, pues: «Un cuerpo sano, en plena vitalidad y libre del todo de ma­terias muertas (sustancias extrañas) di­fícilmente puede ser víctima de los mi­crobios». Eso que lo sostenga ante todos los enfermos de sida que hay ahora en el mundo. Y tal creencia se vuelve to­davía más peligrosa cuando los natu­ristas se oponen al empleo de toda cla­se de antibióticos y a la aplicación de vacunas, tanto a niños como a adultos.

Plantas Este aspecto negativo ha sido disi­mulado un poco por los propagandistas actuales del naturismo; sin embargo, el peligro seguirá vigente mientras sus se­guidores se nieguen a reconocer que las bacterias o los virus pueden atacar al organismo hasta del vegetariano más ferviente, y causar en él un conjunto de síntomas perfectamente determinados, predecibles y bien descritos por la ver­dadera medicina moderna.

Lo absurdo de la creencia mencio­nada se pone de manifiesto en forma cruel y dramática en el caso de las en­fermedades infecciosas graves. La per­sona mordida e infectada por un perro rabioso desarrolla casi de manera ine­vitable la enfermedad y muere en terri­ble agonía si no se le vacuna a tiempo. No importa si es vegetariana o no, si toma baños de sol o se aplica compre­sas de agua fría como recomienda el naturismo, y lo mismo ocurre en el caso del tétanos o del sida, Si a un naturista se le inocula una dosis de espiroquetas, éste desarrollará la sífilis aunque se ce­pille la piel o ayune por varios días, pero desde luego no se sabe de alguno de esos médicos que haya aceptado someterse a tal experimento.

Impotencia El naturismo también es víctima de una obsesión muy extraña: el temor al estreñimiento, al que atribuye graves efectos. Por ese motivo, uno de los tra­tamientos básicos de dicha terapéutica consiste en lavados intestinales o ene­mas, irrigación colónica como los lla­ma el naturista Robert Wood, quien sos­tiene que son muy efectivos contra la apendicitis, la sífilis y la tuberculosis ósea. Por supuesto lo anterior no tiene base científica alguna, pues el organis­mo sólo absorbe agua del intestino grue­so y no existen las toxinas de las que hablan los naturistas, ninguno de los cuales ha podido dar la fórmula quími­ca de una sola de las sustancias que su­puestamente causan tantos males. El na­turismo no reconoce la existencia de en­fermedades derivadas de las deficiencias genéticas que se manifiestan en el siste­ma inmune del organismo, como el cán­cer, el lupus y la artritis reumatoide; para quienes lo practican, esos males se de­ben siempre a una mala dieta, y esto causa graves y dolorosas tragedias en pacientes que dejan de atenderse con médicos auténticos.

Otra de las obsesiones de los natu­ristas es la del ayuno repetido y prolon­gado, mismo que tal vez explique por qué sufren tanto de estreñimiento, pues no existen evidencias de que un ayuno corto contribuya a curar otra cosa que los pequeños males digestivos, mientras que el de carácter prolongado y habitual cau­sa, sin duda, desnutrición y baja resis­tencia a las enfermedades.

Asma Uno de los pilares de este tipo de te­rapia es la convicción de que el hombre sufre múltiples padecimientos por haber abandonado la dieta vegetariana, alimen­tación que supuestamente le es natural y exclusiva. Pero eso es falso. Los hallaz­gos de los paleoantropólogos, quienes buscan restos de nuestros más remotos antepasados, demuestran que el factor que impulsó en mayor medida el desa­rrollo de la inteligencia fue la práctica de la cacería. Innumerables vestigios encon­trados en los antiguos asentamientos prueban que el hombre consumía con regularidad antílopes, elefantes u otros animales menores, cuya captura reque­ría del talento necesario para fabricar y manejar armas arrojadizas o instrumen­tos cortantes apropiados. Otras adapta­ciones surgidas de los hábitos de caza fueron la pérdida del pelo corporal, así como la capacidad para correr grandes distancias en persecución de las pre­sas.

La alimentación que incluye el con­sumo de carne es esencial para el desa­rrollo físico y neuronal de los niños, y evitarlo significa dificultar el desarro­llo de su cerebro y propiciar, más tarde, deterioros graves en su capacidad inte­lectual como adultos. Según los na­turistas la carne contiene una serie de toxinas, a las que llaman «neuronas», mismas que sólo existen en su imagina­ción. Así, ahora les ha dado por reco­mendar el presunto uso curativo de in­gerir la orina propia de cada persona, práctica inútil y potencialmente peligro­sa.

Ver En especial riesgo se encuentran los niños atendidos por naturistas, pues aparte de que pueden sufrir algún daño neurológico al no ser alimentados ade­cuadamente con proteínas animales, también es posible que se evite vacunar­los para prevenir males mayores como la poliomielitis, el sarampión y la difte­ria.


[1] Artículo Publicado en Ciencia y desarrollo, No. 136, México, septiembre/octubre de 1997, Págs. 97-98.

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