Las luces de los terremotos (Primera parte)

 

LUCES DE LOS TERREMOTOS

«Los Estremecimientos de nuestro planeta van acompañados de fenómenos relacionados con la electricidad atmosférica. Cuando tiene lugar un fuerte terremoto, éste, muy a menudo, va acompañado de tormentas bajo el cielo despejado. Con frecuencia, se observa una luminiscencia enigmática con estallido retardado de relámpagos. Se ha observado también esferas claras y largas franjas similares a una aurora boreal, aunque no ha habido tormenta en aquel momento».

Vladímir Mézentsev

Helmut Tributsch, citando a H. Bonnet, menciona que tal vez la primera referencia a las luces sísmicas es la siguiente que proviene del Antiguo Egipto:

«Abriendo grietas en el monte y produciendo lluvia y luces, un terremoto acompañó el renacimiento del rey».

Cayo Plinio Secundo, el Viejo (23 a 79 d.C.), historiador romano, escribió en su Naturae Historiarum, sobre un evento luminoso durante el terremoto de Modena, en el 89 a.C.:

«Como se puede leer en los libros sagrados de los etruscos, hace tiempo, bajo el consulado de Marzio e Sesto Giulio, durante un terremoto en la zona modense, se verificó un avistamiento muy singular. En efecto, dos montañas se confrontaron, descuartizándose y retrocediendo con gran fragor, mientras a plena luz del día, a la vista de muchos caballeros romanos, de sus sirvientes y de otros viandantes que se encontraban sobre la vía Emilia, en medio de ese lugar se vieron en el cielo flamas y humo. Lo que quedaba a su paso fue destruido: todas las casas y murieron muchos animales que ahí se encontraban».

También menciona unos Clipei Ardentes o escudos llameantes que se vieron en el cielo nocturno durante el terremoto general que derribó el enorme Coloso de Rodas, una de las siete maravillas del mundo antiguo, en el año 224 a.C.

Una de las primeras descripciones del fenómeno fue dada por el estoico Publius Cornelius Tacitus (Tacito), quien en su Annalium describió que en el terremoto de la ciudad de Achaian, en 373 a.C. fueron vistas unas luces. Cita el terremoto del 17 d.C. que destruyó 13 ciudades del Asia Menor, bajo el consulado de Cecilio y Pomponio. Se vieron flamas inmensas al momento del terremoto.

Las crónicas japonesas describen efectos luminosos durante los terremotos. En el año 869 d.C. en Mutu, al Norte del Japón, durante un terremoto se vio recorrer el cielo una luz de intensidad fluctuante. En el terremoto de Kamamura del 1257 se observaron flamas azules, que emergían de las fisuras abiertas en el terreno y luego se arrastraban por el suelo. Se mencionan objetos luminosos voladores en el terremoto de Yedo (Tokio), durante el invierno de 1672. Se vio volar una bola de fuego, parecida a una linterna de papel, en el cielo, hacia el Este. En el sismo de Tosa del 1689 se vieron numerosas bolas de fuego, en forma de ruedas, volando en todas direcciones.

En una crónica de Antonio Ghiselli se dice que la noche del 20 al 21 de julio de 1399, Bologna fue presa de un terremoto que produjo grandes daños. En ese mismo momento se vio «una trabe de luz ardiente».

En Ferrara, las noche del 16 y 18 de noviembre de 1570 se registraron varios sismos. El segundo fue muy intenso. Se mencionan ruidos subterráneos y globos en el cielo, elevación de las aguas del Po, y emisión de un humo denso.

Más enigmático fue lo ocurrido la segunda mitad de febrero del 1600 en Arequipa, Perú. En palabras de Ignazio Galli:

«El 18 de febrero de 1600 comenzó una violenta erupción del volcán Hayna-Putina, a 70 kilómetros de Arequipa. Un día después, el padre Martino Del Río se enteró por una carta de los misioneros que presenciaron el hecho, que se vieron muchos globos de fuego en torno a la ciudad, uno de los cuales, muy grande, saltó de la iglesia del monasterio y se fue por su calle, en donde desapareció esparciendo una luz similar a aquella del candil de la entrada, mientras una fuerte temblor abatió muchas casas».

La tarde del 11 de febrero de 1692, los campesinos que vivían a las afueras de Alari, Sicilia, creyeron que la villa se había incendiado. Todas las casas parecían envueltas en llamas. El fenómeno duró poco más de un cuarto de hora. Los campesinos que se acercaron a auxiliar, encontraron que todo era una especie de ilusión. Horas después ocurrió el terremoto. Tres meses después, el 15 de mayo, dos horas antes de la puesta del sol, la atmósfera se aclaró de manera extraordinaria, y luego el cielo pareció estallar en llamas, sin relámpagos ni truenos. En Siracusa aparecieron dos arcos de colores extremadamente brillantes, y un tercero con sus extremidades invertidas, sin que en el cielo existiera ni una sola nube.
El 17 de junio del mismo año, le toco el turno a Jamaica. Se escucharon estruendos pavorosos en Port Royal y se vieron luces de formas indefinidas.
En el caso del Gran Terremoto de Genroku, del 31 de diciembre de 1730 en Tokaido, se reportaron «cuerpos» luminosos y «aire» luminoso durante las noches que precedieron al sismo. Después, se observo una especie de hoja o de lámina con una luminosidad parecida a la de los relámpagos, ¡durante 20 días¡, aún cuando no había ninguna nube en el cielo.
El terremoto de Londres, en 1749, también exhibió fuertes síntomas de una acción eléctrica. El Dr. Stephen Hales escuchó fuertes ruidos que terminaban en explosiones, que fueron atribuidas al escape del fluido de la torre de la iglesia de St. Martin»™s-in-the-Fields. Casi un siglo después, en 1842, el cielo de Cowrie, Perthshire se iluminó de tal manera, antes de la madrugada, que los pájaros de los árboles eran fáciles de distinguir.

El 1 de noviembre de 1755 la ciudad de Lisboa casi desapareció del mapa a consecuencia de los temblores y maremotos que la azotaron. Murieron miles de personas. El fenómeno atrajo la atención de estudiosos de la talla de Emmanuel Kant (1724-1804), quien con el tiempo publicaría sus resultados en donde menciona que, mientras Lisboa era arrasada, el agua de los manantiales, lagos y ríos de lugares a gran distancia de la ciudad portuguesa (Suiza, Suecia, Noruega) fueron sacudidas de una forma más intensa que la que produce una tempestad, a pesar de que el día era calmo y tranquilo. El agua del lago Neuchatel y la del Meiningen rebasaron sus niveles naturales. En Gemenos, Provenza, el agua de un manantial se transformó en lodo y luego se tiño de rojo.

Kant también encontró reportes de fenómenos luminosos que se observaron poco antes del terremoto. En Taum, Irlanda, apareció un fenómeno luminoso, de forma de bandera, sobre el mar, del cual se propagó una luz deslumbrante, seguida de un movimiento sísmico. Kant escribió:

«No puedo dejar de mencionar el hecho de que en aquel tremendo Día de Todos los Santos, en Augsburg, se dejó caer la calamidad y las agujas magnéticas se agitaron desordenadamente. Ya Boyle se refirió a que en, Nápoles, después de un terremoto, se verificó un hecho análogo. Conocemos poco de la naturaleza oculta del magnetismo para poder explicar el origen de tal fenómeno».

Se dijo que durante la noche que precedió al terremoto de Kyoto, en agosto de 1830, se vio un fenómeno luminoso en todo el cielo; a veces, la iluminación que se emitía hacia el suelo era comparable en brillo al de un día soleado. Uno de los reportes del Sismo de Shinano de 1847 dice:
«Bajo el cielo oscuro, apareció una nube ardiente en dirección del monte Izuna. Se le vio hacer giros y luego desaparecer. Inmediatamente después se escuchó un tremendo fragor, seguido por varios temblores».
El reverendo J. H. Murria mencionó fenómenos eléctricos en la costa Este de Sur América, en el mismo momento del terremoto de 1868.

Exactamente a las 21:10 del 25 de diciembre de 1884 un terremoto azotó Andalucía, en España. En Rubite y Vélez de Benaudalla se vieron «auroras boreales». En Granada el cielo se tiño de rojo y duró así durante mucho tiempo. En Niguelas, al mismo tiempo del terremoto, se vieron luces rojas en el campanario y en la alcaldía. En Murchas, Periana y Zafarraya se vieron nubes luminosas que, incluso, se dividieron dirigiéndose al este y al oeste, siguiendo la propagación del terremoto. En el terreno se formaron fracturas de las que salieron columnas de fuego, luces fosforescentes y pequeñas bolas de fuego.

La comisión que se instauró para investigar el fenómeno publicó un estudio titulado: Terremotos de Andalucía. Informe de la Comisión nombrada para su estudio. Madrid 1885″, en la que se puede leer:

«Respecto a la aparición de flamas o fuegos fatuos, que son cosa frecuente en los grandes terremotos, las ruedas luminosas, las columnas de gas y vapor, la iluminación del espacio, no ya como globos, sino como auroras boreales o luces fosforescentes, tienen una explicación sencilla cuando se acepta la teoría geodinámica, fundada principalmente en el vapor de agua. Esto es, en efecto, si el agua sale a la presión suficiente por las fisuras, puede dar origen a una manifestación eléctrica, como se obtiene artificialmente en el laboratorio de física con la máquina de Armstrong»¦ Respecto a los otros fenómenos, debidos a la electricidad atmosférica, se comprende bien que, si ésta se acumula, puede presentar todos o casi todos: por esta razón, no sólo se vieron luces eléctricas, de las cuales ya habíamos hablado a propósito del gas comprimido, además se observaron auroras boreales en Rubite y Vélez de Benaudalla. Y para que no quedara ningún vacío en este cuadro de fenómenos, en Orgiva se observó la aparición de un bólido o globo de fuego: este es el único fenómeno que no se explica con la teoría del vapor de agua o de gas, que circulando por la tierra producen una gran presión, cerca de su «˜salida»™».

El naturalista De Montessus De Ballore menciona luces vistas en el cielo durante el terremoto de Valparaíso el 16 de agosto de 1916.

La tarde del 23 de julio de 1885, a las ocho en punto, J. B. A. Watt se dirigía a su casa en Midlothian, England, cuando a unos 10 metros de él, sobre la calle apareció, repentinamente un objeto luminoso que se dirigió hacia él haciendo movimientos sinuosos, a una velocidad de aproximadamente 50 kilómetros por hora. En cierto momento el objeto pareció envolver a Watt y sus acompañantes.
«Mi mano izquierda experimentó la misma sensación que si hubiera recibido una descarga eléctrica de una batería galvánica. Tres minutos después escuchamos un tronido, pero, aunque esperamos algún tiempo, no vimos ningún relámpago».
Uno de sus acompañantes, el jardinero, describió así lo que vio:
«Pensé que era una nube de polvo centellando sobre la avenida, y antes de que pudiera pensar en cómo era posible que eso ocurriera si no había trazas de viento, vi que el fenómeno cubrió a mis tres acompañantes dentro de una luz brillante».
Otro de los testigos dijo que vio lo que parecía ser una nube luminosa corriendo por la avenida en un movimiento ondulante. Cuando alcanzó a los testigos, rozando el suelo, atravesó el cuerpo de dos de ellos y emitió una especie de destello en sus hombros. Todo ocurrió en dos o tres segundos. El día había sido muy caluroso y había alcanzado los 27°C a la sombra.
Posteriormente el jardinero proporcionó otros datos. La nube, inicialmente, parecía tener una altura de 1.20 metros, y conforme se iba acercando a los testigos, fue creciendo.
En el terremoto de Kwanto del 1 de septiembre de 1923, un miembro del equipo del Observatorio Central Meteorológico vio una especie de bola de fuego estacionada en el cielo.

Varios de estos reportes provienen de los anales del Dai Nihon Jishin Shiryo (Comité Imperial para la Investigación de los Terremotos), que fue publicado por vez primera en 1904. De estos testimonios Kinkiti Musya (Instituto de Investigación de los Terremotos de la Universidad de Tokio) extrapoló que todos los temblores estaban asociados a fenómenos luminosos, aunque en ocasiones no se les reportara debido a la ausencia de testigos. Torahiko Terada (1878-1935), de la misma Universidad, facultad y grupo de investigación, comparó la casuística nipona con la del resto del mundo, concluyendo que en cualquier parte del mundo, durante los terremotos, se manifiestan fenómenos luminosos. Terada afirmó que ese era un fenómeno recurrente.

En la parte central de Chipre se vio un enorme y brillante destello, la mañana del 20 de enero de 1941. Nicosia Hodja, quien estaba en un minarete en su rezo matutino, pudo observar el fenómeno. Dijo que primero escucho un gran ruido y creyó que se trataba del impacto de un proyectil y que, incluso, le hizo pensar en la posible caída del minarete. Posteriormente vio un relámpago globular de color rojo, moviéndose lentamente hacia el Este. El ruido desapareció lentamente.

Una gran emisión de luz de terremotos hizo la noche día sobre la República de Malgasy, en la costa sureste de África, el 30 de julio de 1977. Bolas de fuego brillantes cruzaron los aires, como grandes relámpagos esféricos. Media hora más tarde, un terremoto sacudió la isla. Se habían visto unas señales similares en los cielos de China, en el año anterior. Los geólogos mexicanos que visitaban la China, dijeron que el cielo nocturno «brillaba como de día», poco antes del terremoto de Tangshán.

SIGNOS QUE PRECEDEN A LOS TERREMOTOS

Recientemente los científicos han descubierto que cantidades excesivas de gas radiactivo radón, son vertidas en la atmósfera antes de algunos terremotos. El gas se produce dentro de las rocas por el decaimiento radiactivo del radio. Las grietas que forman la presión antes de un temblor, hacen que grandes cantidades de radón se escapen a la atmósfera, y así ayudan a indicar la inminencia de los terremotos.

El campo magnético de la Tierra también puede predecir la proximidad de un gran temblor. La primera vez que se descubrió esto fue en el siglo pasado. El campo se puso muy débil antes del severo terremoto de Tokio de 1923, y luego recobró su intensidad normal.

El comportamiento anómalo de los animales antes de los terremotos no es una leyenda popular que no tenga fundamento.

Los animales pueden comportarse de una manera extraña antes de un temblor. Hay muchas historias sobre perros y gatos que condujeron a sus dueños fuera de la casa sólo unos minutos antes de ocurrir un terremoto que destruyó la misma. Si estas historias son ciertas, los animales deben haber sentido el rumor de muy baja frecuencia (inaudible para los humanos) que precede los terremoto, o pudieron haber olido el gas radón que se vierte a la atmósfera por las vibraciones, y salieron afuera por instinto, para evitar ser aplastados con la caída de la casa. Es posible que los perros y los gatos puedan oír el grave rumor de las rocas que chocan entre sí debajo de la tierra, y las serpientes quizás puedan sentir las débiles vibraciones en su cuerpo, a tiempo para salir huyendo y evitar así ser enterradas vivas en sus madrigueras, al desmoronarse estas.

En la revista inglesa Nature se planteo la posibilidad de que la electricidad que hay en la atmósfera puede tener algo que ver con esto. En un artículo aparecido en dicha revista se sugirió que los terremotos podrían cambiar, de alguna manera, las cargas eléctricas de la atmósfera (los experimentadores del siglo XIX notaron más electricidad en la atmósfera antes y durante los terremotos) que podría inquietar a los animales.

La electricidad atmosférica podría, también, explicar uno de los fenómenos más raros relacionado con los temblores, la Luz de los Terremotos o Sismoluminiscencia.

Esta luz es un raro resplandor que se ve, a veces, en el cielo antes o durante los temblores. La luz puede ser de cualquier color. Puede aparecer en forma de un resplandor suave y difuso, como el de la aurora, o puede ser tan refulgente como los fuegos artificiales.

El experto en temblores Dr. Valentín Ulomov, de la entonces URSS, creía que estas luces eran algo parecido a los relámpagos. Sospechaba que la tierra emite, de alguna manera, electrones antes de un terremoto. Estos electrones, al interactuar con las partículas del aire, hacen resplandecer el cielo.

Esta teoría se relaciona estrechamente con las viejas leyendas sobre los «tiempos de terremoto». Las nieblas y ciertas nubes raras fueron en su tiempo tomadas como señales de advertencia de temblores.

Las partículas cargadas de electricidad estática en el aire, pueden crear nubes y neblinas donde el aire tenga una humedad menor del 100%. Así que, si las nubes y las nieblas aparecen en una atmósfera relativamente seca, cerca de una falla activa, quizás esté en camino un terremoto.

Estas nubes han dado origen a muchos reportes de OVNIs en California. En la década de los ochenta se les utilizó para predecir terremotos.

Lu Dajiong, presidente de la Sociedad de Nubes Terremoteras (sic), de Pekín, afirma que los terremotos se pueden predecir si se estudia con detenimiento las nubes. La sociedad cuenta con 100 miembros y fue capaz de predecir el terremoto del 7 de noviembre de 1983 en Shandong (Este de China), de 5.9 en la escala de Richter.

Ocurren otros fenómenos durante los temblores: la presión exprime el agua de la roca y eleva así los niveles freáticos cercanos; la roca se vuelve más resistente a las corrientes eléctricas; y se libera mayor cantidad del gas radón.

Poco antes del sismo, el agua se filtra de nuevo en las grietas minúsculas y todo vuelve a la normalidad. El regreso del agua también debilita la roca dilatada a lo largo de la falla y produce multitud de pequeños temblores previos, que rápidamente crecen. Esos temblores cesan de repente. La tierra adopta una siniestra quietud hasta que, de repente, la falla se divide en una ruptura gigantesca, los lados vibran convulsivamente, pasan al lado o por encima el uno del otro y sacuden la tierra. Suele haber choques posteriores, casi tan violentos como los primeros.

Los chinos, que han registrado esos fenómenos desde hace 3,000 años, sostienen que poco antes de un terremoto grande las ratas huyen de los edificios y los caballos y los cerdos corren espantados de un lado al otro. Creen que los animales sienten las vibraciones, oyen sonidos, huelen el radón y sienten cambios en los campos eléctricos, que los humanos no pueden percibir.

Los chinos lograron su mayor triunfo en el arte de predecir terremotos en 1975. Diez mil sismólogos profesionales, ayudados por unos 100,000 aficionados, estuvieron alertas a los síntomas de temblores en 5,000 lugares distintos. En los alrededores de la ciudad de Haicheng, en Manchuria, notaron ligeros cambios en la inclinación del suelo y en la conductividad eléctrica, variaciones en los niveles de radón en el agua de pozo y un rápido aumento de sacudidas ligeras. Cuando el 4 de febrero esos temblores terminaron repentinamente, las autoridades ordenaron la evacuación de la ciudad. Cinco horas y media después, Haicheng fue estremecida por un sismo que destruyó, o causó grandes daños al 90% de las estructuras de la ciudad.

Esta proeza indujo a algunos geólogos a anunciar, ufanos, que la predicción de los terremotos era ya un hecho. Pero su optimismo resultó prematuro. Dieciocho meses después ocurrió, sin advertencia, el gran terremoto de Tangshán, con un saldo de 750,000 muertos. De 31 predicciones hechas en China en un periodo de dos años, 18 fueron exactas, 7 dudosas y 6 erróneas por completo.

Posterior a los temblores, también se pueden producir fenómenos todavía más raros. El 6 de mayo de 1976 hubo un temblor en Friuli, Italia, en el que perecieron unas mil personas. Posteriormente varios pescadores afirmaron que bancos de peces morían en los ríos de la región y que sus cuerpos se descomponían con extraordinaria rapidez. Otros testimonios señalan que las hojas de los árboles se cubrían por la mañana de una sustancia viscosa que desaparecía misteriosamente durante la jornada.

En Japón se ha reportado la aparición de una misteriosa niebla que anuncia el arribo de un terremoto. Se observa a lo largo de los flancos de las montañas, llega desde el mar o puede oscurecer e impedir las labores en el interior de las minas. Los japoneses la conocen con el nombre de «Chiki», que traducido literalmente significa «el aire de la tierra». El químico italiano Helmut Tributsch ha estudiado el fenómeno. Desde el punto de vista meteorológico la niebla es el resultado de la condensación del vapor de agua en los estratos inferiores de la atmósfera terrestre. Estas minúsculas gotitas de agua en suspensión se forman cuando están presentes núcleos de condensación en torno a los que se coagulan las moléculas de vapor; ocurre si la temperatura del aire asciende a un valor específico, bajo el punto de rocío. El aire enfriándose no determina sólo un abatimiento de su propia temperatura, sino una contracción en el volumen ocupado por su propia masa, esto produce un aumento de la cantidad de vapor por unidad de volumen alcanzando contracciones a valores próximos al 100% de humedad, el aire se vuelve saturado e inicia el proceso de condensación, por lo tanto el punto de rocío no es un valor constante, sino que varía en función de la cantidad de vapor presente.

Tributsch observó que las cargas electrostáticas permiten la condensación del vapor de agua, aunque no se haya alcanzado la saturación. Es decir, este proceso, en conjunto con el posible aumento de los iones presentes en la baja atmósfera puede producir la particular neblina que antecede a los eventos sísmicos.

LAS LUCCI TELLURICHE Y GALLI

Probablemente el primer científico que investigo las luces que aparecían (o se reportaban) durante los terremotos, fue el sacerdote italiano Ignazio Galli. Este sacerdote, nacido en Velletri en 1841 y muerto en Roma el 10 de febrero de 1920, fue, durante 45 años, profesor de ciencias naturales de la preparatoria de Velletri. En esa escuela, en 1883, instaló un observatorio meteorológico en el palacio comunitario.

Alentado por Arcanuelo Secchi, se interesó en los fenómenos de la electricidad atmosférica y recolectó cientos de reportes de toda la geografía italiana. Su mayor interés se enfocó en la sismología, geofísica, meteorología y óptica atmosférica. Fue el primer investigador en Italia en interesarse en las centellas. También incursionó en el campo de la botánica e incluso en el de la música.

En el campo sismológico concentró su atención en el estudio, diseño y construcción de nuevos instrumentos sísmicos, por lo que fue premiado con la medalla de oro de la Esposizione Nazionale di Torino, en 1884.

El hecho de ser sacerdote le permitió acceder a los archivos eclesiásticos, de donde extrajo testimonios de varios misioneros, diseminados en todo el mundo, sobre los fenómenos luminosos que ocurrían durante los terremotos. A Ignazio Galli se le debe el primer catálogo que relaciona los fenómenos luminosos con los terremotos.

La primera exposición de sus investigaciones la hizo en el Congresso dei Naturalista Italiani de Milan, en 1907. Su obra cumbre sobre el fenómeno de las luces de los terremotos se publicó en 1910 con el título Raccolta e classificazione dei fenomeni luminosi osservati nei terremoto.

En el seno de la comunidad científica italiana se desató una disputa en torno a si los fenómenos reportados por Galli eran reales y merecían ser estudiados o eran cuentos sin fundamento. El profesor Agamennone G., tomó partido por Galli, pero atribuyó las luces a causas múltiples: fuegos en lontananza causados por incendios forestales, relámpagos, lámparas, daños en las líneas eléctricas y telegráficas, fenómenos inexistentes debido al estado de shock de los testigos que sufrieron los terremotos. Agamennone relata el caso sucedido en el terremoto de Bisignano el 3 de diciembre de 1887. Después del evento se vio una columna luminosa, pero después de estudiar el caso encontró que sólo había un testigo, por lo que se dudó de su testimonio. Sin embargo, uno de los casos mejor documentados por Galli fue el del sismo del 8 de septiembre de 1905, en el que se contó con varios testigos. Agamennone visitó el sitio, pero las noticias fueron totalmente insuficientes y discordantes, por lo que la objetividad del fenómeno se puso en duda.

El profesor Luigi Bombicci, en su artículo, en donde comprende y amplía el contenido del libro del profesor Bianconi (Storia naturale dei terreni ardenti, dei vulcani fangosi, delle sorgenti infiammabili, dei pozzi idropirici, e di altri fenomeni geologici operati dal gas idrogene e dell»™origine di esso gas), estudió los casos del territorio emiliano romagnolo y sus zonas limítrofes y reporta casos ocurridos en ausencia de terremotos. Los fenómenos iban de las explosiones de gas (grisú) en las minas de Bisano y luego en el valle del Idice, a las emanaciones gaseosas que produjeron una flama de tres metros en el valle del Reno, a la centella vista en abril de 1879 en Grecia (Lizzano en Belvedere), los fuegos de Pietramala y de Abrigazo producidos por la combustión de gases del subsuelo.

En la obra de Galli se informa de 148 casos ocurridos en todo el mundo (principalmente en Italia y Europa) distribuidos desde el año 89 a.C. hasta 1910 de la siguiente forma:

9 casos hasta el siglo X

4 de los siglos X al XV

4 en el siglo XVI

15 en el siglo XVII

37 en el siglo XVIII

74 en el siglo XIX

5 en el siglo XX

Galli dividió sus luces en cuatro categorías:

a) Luces y resplandores que desaparecen instantáneamente. Son luces difusas de corta duración que iluminan repentinamente el cielo, sin dar posibilidad de determinar su punto de origen. Sus colores van del blanco al rojo, pasando por el rosa. Conforman el 80% de la muestra de Galli.

b) Luces difusas y nubes luminiscentes que persistían durante algún tiempo. La luminiscencia de las nubes se ha intentado explicar como debida a la difusión/refracción de la luz solar de las partículas de polvo y vapor producidos durante el terremoto. En dos casos ocurridos en Filipinas (el 4 de marzo de 1862 y el 18 de junio de 1878), el padre Saderra Maso reportó la presencia de nubes con una coloración rosa, durante los terremotos.

c) Flamas y nieblas luminiscentes. Luces observadas casi a nivel del suelo que, incluso, penetran en las habitaciones en el momento de los sismos. Probablemente se deban a la combustión de gases liberados durante el terremoto. Se han reportado olores de compuestos bituminosos (petróleo), anhídrido sulfuroso y otros.

d) Formas estructurales con capacidad de movimiento y con tiempos de vida apreciables (globos, columnas, trabes y trompetas luminosas). Estos objetos se pueden mover muy lentamente o a velocidades increíbles en forma rectilínea o un zigzag.

Galli creía que los reportes de columna y de trabes luminosas eran el mismo fenómeno reportado por observadores en posiciones diferentes.

En algunos de estos reportes se habló de sonidos como los producidos por el viento. Esto le sugirió a Galli la idea de que el fenómeno era debido al gas que, en condiciones de calma, producía las columnas y, en condiciones de torbellino, formaba las trompetas. Pero esta explicación no se puede aplicar, por ejemplo, al caso del terremoto de Palermo en 1726, en el que las columnas se vieron sobre la superficie del agua por un tiempo considerable, y luego desaparecieron precipitándose en ella.

La noche del 20 al 21 de julio de 1399, en concomitancia con el temblor, apareció en el cielo una gran trabe luminosa que provocó gran inquietud en la población de Bologna. De mayor envergadura fue el fenómeno observado el 26 de julio de 1805 en el terremoto que convulsionó Campania y el Molise; similar a una trabe, fue vista elevarse en la zona de Bojano, sobrevolar todo el territorio de Isernia, en donde se precipito contra un muro de refuerzo produciendo un hueco de 16 por 8 palmos (4 por 2 metros). El día siguiente, en la zona de San Giorgio (Benevento) se observó en el cielo una trabe muy luminosa, de unos 25 metros de largo por 0.25 de diámetro, que viajaba a gran velocidad y que se disolvió en colores cambiantes. El 22 de marzo de 1821, en el momento mismo del sismo que azotó Umbria, se vio una columna de fuego sobre Cannara, luego se observó otra (¿o la misma?) sobrevolar la ciudad de Rieti, en el lago Cantalice. En Calabria, la noche del 24 al 25 de abril de 1836, muchos animales mostraron signos de inquietud y el mar se puso, repentinamente, agitado y tempestuoso; en la localidad de Calopezzati apareció una trabe en el momento de la sacudida.

Los globos luminosos se han visto surgir de la tierra, del mar y del mismo cielo. Se mueven en línea recta o zigzagueando.

El 16 de enero de 1780 uno de los miembros de la academia de Bologna vio salir del suelo un globo blanco de unos 1.20 m de diámetro, el cual voló al ras del suelo de su habitación y al alejarse emitió un fuerte silbido. No menos espectacular fue lo que ocurrió cerca de San Severino en donde un enorme globo de fuego pasó por sobre un olmo y desecó la mayor parte de las hojas para luego dirigirse a un establo que era usado como bodega de lino y heno incendiándolo por completo y dañado otras construcciones en la vecindad. En el mismo caso, la campana de la única iglesia del castillo Cessapalombo fue golpeada por un globo luminoso que dañó la estructura del muro y produjo un hueco circular en la cúpula. No tuvo mejor suerte la torre del campanario de la Collegiata, cerca de San Ginesio, en donde un globo luminoso elevó una pesada estructura metálica. Se dice que encima de la torre había una estructura de hierro compuesta de 4 columnas pegadas en arco en cuyo centro estaba una pelota de cobre y una cruz con una banderola de unos 3 metros de altura. La estructura entera pesaba unos 4 «quintali» y estaba empotrada en los muros hasta una profundidad de 1.5 metros. Al momento de la sacudida, del campanario cayeron varias partes de la torre, calcinadas, al pie de la misma; pero la estructura metálica cayó 6 metros más allá, hacia el centro de la plaza. Los testigos observaron un globo que acompañó la estructura hasta el suelo, pero que no llegó a tocar el suelo.

Helmuth Tributsch

Publius Cornelius Tacitus (55 a 120 d.C.)

El sismólogo y sacerdote italiano Ignazio Galli.

El doctor Stephen Hales.

El naturalista De Montessus De Ballore.

Grabado en madera del terremoto de Lisboa, ocurrido el día de todos los santos de 1755. En varios episodios sísmicos se ha podido observar luces y destellos en el cielo.

Emmanuel Kant en un grabado del Siglo XVIII.

Robert Boyle (1627-1691) fue el primer químico que rompió con la tradición alquimista.

Un timbre conmemorativo con la imagen de uno de los mejores físicos que ha dado el Japón, Torahiko Terada.

Reportes de luces de los terremotos, como esta, fue lo que estudió el padre Galli.

Entre 1965 y 1967 se dieron una serie de terremotos en la región japonesa de Matsushiro. En esa época se logró tomar varias fotografías de diversas luces sísmicas y fenómenos asociados. Entre ellas ésta de la misteriosa neblina llamada «Chiki».

Escena de la devastación en Tangshan, China del 28 de julio de 1976 (3:45 de la madrugada). En 23 segundos murieron entre 750,000 y un millón de personas, convirtiéndolo en el terremoto más mortífero de los últimos siglos.

Continuará…

Vea también los siguientes enlaces
https://marcianitosverdes.haaan.com/2006/05/las-luces-de-los-terremotos-primera-parte/
https://marcianitosverdes.haaan.com/2006/05/las-luces-de-los-terremotos-y-2/
https://marcianitosverdes.haaan.com/2006/05/las-luces-de-los-terremotos-y-3/
https://marcianitosverdes.haaan.com/2006/05/las-luces-de-los-terremotos-y-4/
https://marcianitosverdes.haaan.com/2006/06/las-luces-de-los-terremotos-final/
https://marcianitosverdes.haaan.com/2007/05/luces-de-los-terremotos/
https://marcianitosverdes.haaan.com/2007/08/luces-de-los-terremotos-en-per/
https://marcianitosverdes.haaan.com/2007/08/el-terremoto-de-per-y-las-luces-ssmicas/
https://marcianitosverdes.haaan.com/2007/08/otro-video-de-las-luces-de-los-terremotos-en-per/
https://marcianitosverdes.haaan.com/2007/08/transformadores-o-luces-de-los-terremotos/
https://marcianitosverdes.haaan.com/2007/08/luces-rojas-en-el-terremoto-de-per/
https://marcianitosverdes.haaan.com/2007/08/luces-elctricas-en-el-terremoto-de-per/

6 pensamientos en “Las luces de los terremotos (Primera parte)”

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