Un bigfoot en problemas

Tal vez pocos se habían preguntado qué pasaba cuando los pies grandes sentían el llamado de la naturaleza. No nos referimos a la época de celo, más bien al momento cuando los patotas grandes necesitan ir a regar las florecitas.

Esos momentos son más complica-dos cuando los aún «patitas pequeñas» están en el kinder, pues tienen que pedir permiso a su maestra, y si no hay nadie que los acompañe, el «chorrito» puede bañar sus extremidades inferiores, pues supongo que, aunque todavía no desarrolladas, algo deben sobresalir.

Cuando ya son adultos el trance se limita a buscar un buen arbolito, y como los pies grandes suelen vivir en el bosque, ese es un problema menor. Nuevamente lo complicado es bajarse el ziper, pues aunque no son «manos grandes», sino «pies grandes», si las tienen proporcionadas a su cuerpo, y entre tanto pelaje les es difícil encontrar el ziper.

Meditando esta situación ahora pienso que las grabaciones de pie grande deben ser auténticas. Esos desgarradores aullidos los han de producir cuando se agarran el «pilín» al subir el ziper sin cuidado.

Para las hembras pies grandes la faena todavía es más peliaguda, pues si sus compañeros sólo tienen que bajar un ziper, ellas deben quitarse toda la piel, a menos que tengan un ziper que corra de la parte frontal a la posterior, o viceversa.

Todas estas profundas reflexiones filosóficas no hubieran salido a la luz de no ser por las oportunas fotografías de este bigfoot en apuros, tomadas por un famoso criptozoólogo.

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