La coca, maldita, bendita y proscrita

La coca, maldita, bendita y proscrita[1]

Juan José Morales

No sé «”eso deben decidirlo los expertos»” si el consumo de cocaína debe ser legal como lo es desde hace mucho el de tabaco y alcohol y comienza a serlo el de la mariguana. Pero lo que sí sé es que esa droga no siempre ha sido satanizada, y que en tiempos muy recientes incluso se le consideraba benéfica, se recomendaba su uso para proteger la salud y mejorar la condición física y mental y se le podía encontrar en los botiquines de monarcas, presidentes y altos jerarcas religiosos. Pero vamos por partes.

Como los lectores seguramente saben, la cocaína es un alcaloide contenido en las hojas de cierto arbusto originario de la región andina que por nombre científico lleva el de Erythroxylon coca, en la lengua quechua se conoce como kuka y en español como coca. Desde tiempo inmemorial los habitantes de la región han acostumbrado masticar las hojas, mezcladas con ceniza y cal, para absorber la cocaína a través de las mucosas, pues esa sustancia reduce la fatiga, calma el hambre y provoca cierta sensación de calma y bienestar, aunque consumida de esa manera no provoca alucinaciones ni grandes alteraciones de los sentidos.

clip_image002Debo confesar que he consumido coca… en forma de la infusión o mate que se muestra en la ilustración, muy común y popular en la región andina. La bebí a orillas del lago Titicaca, a 3 800 metros de altitud, para reponerme del malestar ocasionado por el soroche o mal de montaña.

Actualmente, en cualquier pueblo o camino de los Andes puede verse a hombres y mujeres con la inconfundible protuberancia que forma en la mejilla el pequeño amasijo de hojas de coca que mantienen en la boca. El acullico, como se le llama en la lengua aymará.

La masticación de hojas de coca es una práctica ancestral que data de los tiempos prehispánicos y no tiene nada qué ver con la inhalación de cocaína en polvo para absorberla a través de las mucosas de la nariz como hacen los drogadictos. En aquellos tiempos, sin embargo, la masticación de hojas de coca tenía carácter ritual. Su uso habitual estaba restringido a ciertos estratos sociales elevados de la antigua sociedad inca y el común de la gente sólo la empleaba en ciertas ceremonias.

MALDITA Y BENDITA

Tras la conquista, la Iglesia prohibió tajantemente esa práctica por considerar que «los indígenas la usan para fines maléficos, como la adoración o invocación a Satanás» y que era «parte de sus idolatrías, ceremonias y hechicerías y fingen que trayéndola en la boca les da más fuerza, y vigor para el trabajo, según afirman los experimentados es ilusión y Demonio.»

Esa fue la época en que la coca estuvo maldita. Pero pronto comenzó a aflojarse la prohibición y la coca no sólo fue tolerada, sino que se alentó su consumo. La Santa Iglesia se olvidó de Satanás, la idolatría y la hechicería porque los encomenderos españoles descubrieron que al emplearla como estimulante, los indígenas podían soportar «”aunque a la postre murieran pronto»” el hambre, la sed y el brutal cansancio de las largas e inhumanas jornadas en los socavones de las minas a cuatro mil metros de altitud.

Pasaron los siglos, hasta que en 1859 el químico alemán Albert Niemann logró aislar la cocaína de las hojas de coca y posteriormente sintetizarla. Y casi de inmediato comenzó lo que podría llamarse la época de la cocaína bendita.

En 1863, un químico y empresario italiano, Angelo Mariani, inventó un vino al que bautizó Vin Mariani, a base de extracto de hojas de coca y alcohol etílico, mezcla que resulta un poderoso estimulante ya que combina y multiplica los efectos separados del alcohol y la cocaína.

clip_image001El Vin Mariani prácticamente recibió la bendición papal cuando Su Santidad León XIII autorizó que se usara su efigie para anunciarlo.

El éxito fue inmediato y arrollador. Artistas e intelectuales, sobre todo escritores como Henrik Ibsen, Émile Zolá, Julio Verne, Alexander Dumas y Sir Arthur Conan Doyle, lo tomaban con entusiasmo. Incluso se dice que Robert Louis Stephenson escribió su famosa obra El Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde en el curso de una borrachera de seis días con el brebaje.

Popular entre la tropa, el Vin Mariani lo era también entre la nobleza. La reina Victoria de la Gran Bretaña, el rey Jorge de Grecia, Alfonso XIII de España y el Sha de Persia, entre otros monarcas, acostumbraban echarse sus buenas dosis de Vin Mariani entre pecho y espalda, lo mismo que sus contrapartes republicanos de Estados Unidos, los presidentes William McKinley y Ulysses S. Grant. Y al escultor francés Auguste Bartholdi, creador de la Estatua de la Libertad, se atribuye haber dicho que si hubiera tomado el famoso vino, la habría hecho de varios cientos de metros de altura.

Es más: el papa León XIII no sólo era un entusiasta consumidor del Vin Mariani, sino que lo recomendaba e incluso casi podría decirse que le otorgó la bendición papal, pues permitió que su efigie apareciera en un cartel publicitario y premió a su inventor con una medalla de oro.

ANTECESOR DEL VIAGRA

A la gran popularidad del Vin Mariani contribuyó mucho la afirmación «”cierta o no»” de que era un magnífico vigorizante de los órganos sexuales, cosa que naturalmente el Santo Padre no mencionaba al recomendar su consumo.

clip_image001[5]Un sugestivo anuncio del Vin Mariani, con mensaje subliminal acerca de una de las propiedades que se le atribuían: el de multiplicar la potencia sexual, aunque de esto nunca habló el Santo Padre al recomendar su consumo.

La versión norteamericana del Vin Mariani fue la Coca Cola, inicialmente un vino de coca inventado por el farmacéutico John Pemberton a fines del siglo XIX. Primero la presentó como medicamento, pero luego «”con motivo de la prohibición de la venta de bebidas alcohólicas»” cambió la fórmula para sustituir el vino por jarabe de azúcar y empezó a venderla como refresco. La anunciaba como una «bebida intelectual», estimulante y vigorizante, que «ofrece las virtudes de la coca sin los vicios del alcohol». Y vaya que era vigorizante. Se dice que cada botella contenía el equivalente a una línea de cocaína. Fue sólo hasta 1903 cuando «”debido a las advertencias sobre los peligros de esa sustancia»” se dejó de incluir cocaína en la Coca Cola.

Pero en aquella época la cocaína e incluso la morfina, se utilizaban profusamente en remedios contra el dolor de muelas y otras afecciones. Cierto medicamento contra el catarro y la llamada fiebre del heno, por ejemplo, contenía 99.9% de cocaína pura. En las tiendas de Sears en Estados Unidos se anunciaba allá por 1900 un vino peruano de coca que «refresca el cuerpo y la mente.» Y en 1916, durante la Primera Guerra Mundial, los famosos almacenes Harrod»™s de Londres ofrecían en su sección de regalos, para enviar a «los amigos que se hallan en el frente», estuches con cocaína, morfina, jeringas y agujas hipodérmicas.

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En una época, en cualquier farmacia se vendían libremente medicamentos a base de opio, morfina y cocaína, como estas gotas para aliviar el dolor de muelas que, según sugiere el anuncio, podían administrarse incluso a niños.

Y no sólo se usaba la cocaína como medicamento, sino también con fines recreativos. Sigmund Freud la recomendaba y la usaba regularmente, como lo hacían también otros personajes célebres. De hecho, aspirar cocaína o tomarla en elíxires y tónicos fue muy popular durante toda la segunda mitad del siglo XIX. Fue sólo hasta 1922 cuando se le declaró ilegal en Estados Unidos y la moda de consumirla sólo se mantuvo clandestinamente entre las clases altas.

LA DROGA PROSCRITA

En las alturas de los Andes, sin embargo, no desaparecieron el hambre y la miseria. Por ello ahí la gente seguía masticando las hojas de esta planta que, como ha escrito alguien, «sacia a los hambrientos, da fuerzas nuevas a quienes están fatigados o agotados y hace olvidar sus miserias a los desdichados». Al gobierno de Washington, aquello le tenía enteramente sin cuidado. Pero cuando la cocaína se abarató y su consumo dejó de ser privilegio de los ricos y famosos para generalizarse entre los obreros y empleados, hubo preocupación en Washington por la posibilidad de que ello afectara la vida económica. Se quiso entonces solucionar el problema de la manera que parecía más fácil: obligando a los gobiernos de los países sudamericanos a erradicar el cultivo de la planta.

No tomó en cuenta la situación económica, social y política de los cocaleros, los cultivadores de coca; mucho menos las tradiciones, cultura, costumbres y formas de vida de la población, y las consecuencias están a la vista: al convertirse la cocaína en droga proscrita, se desató una cadena de interminables conflictos sociales y políticos, que para México significó caer en un baño de sangre, con decenas de miles de muertos y desaparecidos, gracias a gobiernos que actúan como gendarmes de Estados Unidos para tratar de evitar que llegue a ese país la droga que consumen ávidamente los adictos norteamericanos.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en la revista Gaceta del Pensamiento, de Quintana Roo. Núm. 19. Ene-Feb de 2013.

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