Los médicos ante los productos milagro

LOS MÉDICOS ANTE LOS PRODUCTOS MILAGRO[1]

Mario Méndez Acosta

La proliferación de los llamados productos milagro, que se anuncian de manera prolija por la televisión, ha ocasionado que la Comisión Federal para la Prevención contra Riesgos Sanitarios se haya pronunciado de manera enfática en contra de muchos de ellos. Es evidente que para tener éxito requiere de una concientización a fondo, tanto del cuerpo médico como de la población.

Los practicantes de la medicina científica requieren una buena capacitación para competir con las pseudociencias, pero sobre todo con la proliferación de publicidad de los llamados productos milagro. El médico goza de un gran poder de sugestión ante el paciente que lo consulta por primera vez; ciertamente, su habilidad en el trato hacia el paciente influye en la reacción inicial de éste y, muchas veces, se transforma en la moderación de muchos síntomas desagradables y malestares psicosomáticos; una característica que aprovechan con destreza los curanderos y los terapeutas de las llamadas medicinas alternativas. El contacto humano y hasta el mero trato con el médico tiene así efectos notables en el paciente desesperado, y desencadena procesos internos que, en muchos casos, llevan a la eliminación de bastantes males leves y pasajeros.

Este conjunto de factores se traduce en una vulnerabilidad anímica para el paciente común y corriente, y lo convierte en fácil víctima de una campaña vigorosa de promoción de los medicamentos milagrosos, que sorprenden su buena fe y los despojan de millones de pesos cada año, contradiciendo así el mito de que la medicina alterna es más económica que la científica.

Los méritos residuales que pueden tener algunos productos que se comercializan en los infomerciales transmitidos cada día por la televisión, como son el cardo mariano, el licopeno, el resveratrol, el extracto de semilla de uva y varios otros, no justifican ni remotamente el precio estratosférico con que se expenden al público, una población por completo desamparada por las autoridades de salud que han encasillado a estos productos como suplementos alimenticios ubicados más allá del bien y del mal.

Los efectos nocivos que ocasionan estos productos no son publicitados, como ocurre en el caso de los extractos de toronja o de alcachofa, ya que algunos estudios han demostrado que pueden causar daños al organismo.

Hay otro factor que contribuye a estimular el impacto de la pseudociencia médica y es el atractivo del origen folclórico que poseen las medicinas tradicionales, es decir, las que desarrollan los pueblos a lo largo de los siglos. No existe mérito alguno en esto.

Son escasas las ventajas intrínsecas reales de las medicinas tradicionales las que, en general, están afectadas por el pensamiento mágico, como ocurre con remedios como los ojos de venado, los testículos de tigre desecados, los cuernos de rinoceronte molidos y muchos otros productos cuya supuesta efectividad sólo se puede atribuir a una idea mágica.

Los seguidores de estas terapéuticas se sienten partícipes de un movimiento reivindicador o cuasi revolucionario, que supuestamente arrebata el control de la salud y la medicina de manos de una élite monopólica y explotadora, pero los resultados globales no son otros que el retorno a una época de barbarie y de futilidad médica.

Instituciones como la Universidad Autónoma de Chapingo, que promueven la herbolaria, mucho aportarían si enfocasen sus investigaciones al aislamiento de los ingredientes activos de las hierbas o de productos animales reputados como medicinales, en su prueba clínica y en el perfeccionamiento de su posología «“dosificación»“, sobre todo, si se acompañara de la promoción del desecho de productos nocivos que requieren desaparecer, por ser dañinos, lo más pronto posible del mercado.


[1] Publicado originalmente como: Méndez Acosta Mario, Los médicos ante los productos milagro, Ciencia y Desarrollo, Vol. , No. , México, octubre 2011. Págs. .

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