Extrañas coincidencias: ¿Son casualidades o actos de Dios?

Extrañas coincidencias: ¿Son casualidades o actos de Dios?

image(Jim Cooke / Los Angeles Times; fotos Getty Images)

1 de diciembre de 2022

Deborah Netburn

En febrero de 1973, el doctor Bernard Beitman se encontró encorvado sobre el fregadero de la cocina de una vieja casa victoriana de San Francisco, asfixiándose sin control. No estaba comiendo ni bebiendo, así que no tenía nada que toser y, sin embargo, durante varios minutos no pudo recuperar el aliento ni tragar.

Al día siguiente, su hermano le llamó para decirle que a 5,000 kilómetros de distancia, en Wilmington (Delaware), su padre había muerto. Se había desangrado en la garganta, ahogándose con su propia sangre al mismo tiempo que el misterioso episodio de Beitman.

Sobrecogido por el asombro y la emoción, Beitman se sintió fascinado por lo que él llama coincidencias significativas. Tras convertirse en profesor de psiquiatría en la Universidad de Missouri-Columbia, publicó varios artículos y dos libros sobre el tema y creó una organización sin ánimo de lucro, The Coincidence Project, para animar a la gente a compartir sus historias de coincidencias.

“Lo que busco como científico y buscador espiritual son las pautas que conducen a coincidencias significativas”, afirma Beitman, de 80 años, desde su casa de Charlottesville (Virginia). “Son muchas las personas que relatan este tipo de experiencias. Entender cómo ocurre es parte de la diversión”.

Los investigadores que estudian las coincidencias están divididos sobre su significado. Algunos, como Beitman, creen que sugieren una conexión más profunda entre nuestras mentes y el mundo material de lo que la ciencia moderna puede explicar. Para otros, las coincidencias son puras probabilidades matemáticas, como el “teorema del mono infinito”, según el cual un mono que pulsa las teclas de una máquina de escribir al azar durante un tiempo infinito acabará escribiendo las obras de Shakespeare. Quizá improbable, pero no inexplicable.

Aun así, la mayoría de los estudiosos de las coincidencias coinciden en que observarlas y analizarlas nos ayuda a comprender mejor el funcionamiento del mundo.

Beitman define una coincidencia como “dos acontecimientos que se juntan sin explicación causal aparente”. Pueden cambiarnos la vida, como la experiencia con su padre, o reconfortarnos, como cuando suena en la radio la canción favorita de un ser querido justo cuando más lo echamos de menos.

El elemento sorpresa es esencial, afirma Mark Johansen, profesor de psicología de la Universidad de Cardiff (Gales). “Cuando uno experimenta una coincidencia, se sorprende porque se ha producido un acontecimiento que entra en conflicto con su modelo causal de cómo funciona el mundo”, explica. “Hay un desajuste”.

Aunque a Beitman le fascinan las coincidencias desde hace mucho tiempo, no fue hasta el final de su carrera académica cuando pudo estudiarlas en serio. (Antes de eso, sus investigaciones se centraban principalmente en la relación entre el dolor torácico y el trastorno de pánico).

Empezó elaborando la Weird Coincidence Survey en 2006 para evaluar qué tipos de coincidencias se observan con más frecuencia, qué tipos de personalidad están más correlacionados con notarlas y cómo las explica la mayoría de la gente. Hasta la fecha, unas 3.000 personas han completado la encuesta.

Beitman sigue recopilando datos, pero ya ha sacado algunas conclusiones. Las coincidencias más frecuentes están asociadas a los medios de comunicación: A una persona se le ocurre una idea y luego la oye o la ve en la televisión, la radio o Internet. Pensar en alguien y que esa persona llame inesperadamente es lo siguiente en la lista, seguido de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado para avanzar en el trabajo, la carrera y la educación.

Las personas que se describen a sí mismas como espirituales o religiosas dicen notar más coincidencias significativas que las que no lo son, y es más probable que las personas experimenten coincidencias cuando se encuentran en un estado emocional elevado, quizá bajo estrés o duelo.

La explicación más popular entre los encuestados para las coincidencias misteriosas es: Dios o el destino. La segunda explicación: el azar. La tercera es que nuestras mentes están conectadas entre sí. La cuarta es que nuestras mentes están conectadas con el entorno.

Para Beitman, ninguna explicación es suficiente. “Algunos dicen Dios, otros Universo, otros azar y yo digo ‘Sí’”, dijo. “La gente quiere que las cosas sean en blanco y negro, sí o no, pero yo digo que hay misterio”.

Está especialmente interesado en lo que ha bautizado como simpatía: sentir el dolor de un ser querido a distancia, como cree que hizo con su padre. La ciencia no puede explicar actualmente cómo puede ocurrir, pero en sus libros ofrece algunas ideas no tradicionales, como la existencia de “la psicosfera”, una especie de atmósfera mental a través de la cual la información y la energía pueden viajar entre dos personas emocionalmente cercanas aunque físicamente distantes.

En su nuevo libro, publicado en septiembre, “Meaningful Coincidences: How and Why Synchronicity and Serendipity Happen”, comparte la historia de un joven que pretendía poner fin a su vida a orillas de un lago aislado. Mientras lloraba sentado en su coche, otro vehículo se detuvo y su hermano se apeó.

Cuando el joven le pidió explicaciones, el hermano le dijo que no sabía por qué había subido al coche, adónde iba o qué haría cuando llegara. Sólo sabía que tenía que subirse al coche y conducir.

“No digo que tenga razón, pero te digo que estas cosas pasan”, dijo Beitman. “A los científicos les cuesta creerlo porque no saben cómo ocurre”.

David Hand, estadístico británico y autor del libro de 2014 “The Improbability Principle: Why Coincidences, Miracles, and Rare Events Happen Every Day”, se sitúa en el extremo opuesto de Beitman. Dice que la mayoría de las coincidencias son bastante fáciles de explicar y se especializa en desmitificar incluso las más extrañas.

“Cuando se observa de cerca una coincidencia, a menudo se descubre que la probabilidad de que ocurra no es tan pequeña como se cree”, afirma. “Quizá no sea una posibilidad entre mil millones, sino de hecho una posibilidad entre cien, y sí, es de esperar que ocurra con bastante frecuencia”.

Por ejemplo, ganar la lotería dos veces. Si hay una posibilidad entre cien millones de ganar la lotería una vez, la posibilidad de ganar dos veces es de una entre cien millones al cuadrado, algo aparentemente imposible. Pero si tenemos en cuenta el número de personas que juegan a la lotería y el número de veces que compran boletos, es casi seguro que alguien, en algún lugar, ganará dos veces y, de hecho, varias personas lo han hecho.

Hand llama a esto la ley de los números realmente grandes. “Coges algo que tiene una probabilidad muy pequeña de ocurrir y le das muchas, muchas, muchas oportunidades de ocurrir”, dice. “Entonces la probabilidad global se hace grande”.

Cuando se le preguntó cómo entendía la experiencia de Beitman de atragantarse al mismo tiempo que su padre, Hand se preguntó si otra persona, menos sensible a las coincidencias, se habría dado cuenta de la coincidencia en absoluto. Esa persona podría haber supuesto simplemente que tenía la garganta seca.

¿Se habría sorprendido igual Beitman si se hubiera atragantado al mismo tiempo que se moría un hermano, un amigo, un profesor o un vecino? Según Hand, cada persona adicional en la lista aumenta la probabilidad de que ocurra uno de esos sucesos.

Pero que Hand tenga una perspectiva matemática no significa que las coincidencias le parezcan aburridas. “Es como contemplar un arco iris”, afirma. “Que entienda la física que hay detrás no lo hace menos maravilloso”.

Beitman cita ampliamente el trabajo de Hand en su último libro y afirma que su pensamiento ha afinado su propia perspectiva. Sin embargo, considera que el punto de vista de Hand es limitado. “Tanto si dicen que es la probabilidad como si es Dios, me vuelve loco la gente que piensa que sólo hay una cosa que causa las coincidencias”, dijo.

Johansen, profesor de Psicología en Cardiff, y su colega Magda Osman, catedrática de Toma de Decisiones Básicas y Aplicadas en la Universidad de Cambridge, están especialmente interesados en cómo determinamos si una coincidencia es un hecho fortuito o no.

Prestar atención a las coincidencias, afirman Osman y Johansen, es una parte esencial de la forma en que los humanos damos sentido al mundo. Dependemos constantemente de nuestra comprensión de la causa y el efecto para sobrevivir.

“Las coincidencias se asocian a menudo con algo místico o sobrenatural, pero si miramos bajo el cofre, darse cuenta de las coincidencias es lo que los humanos hacen todo el tiempo”, afirma Osman.

Ni siquiera los científicos están exentos.

Por ejemplo, se cree en gran medida que la pandemia de COVID-19 comenzó cuando un virus saltó de un huésped animal a un humano en un mercado húmedo de Wuhan (China). ¿Es también una asombrosa coincidencia que en Wuhan haya un laboratorio que estudia los coronavirus?

“Esta pregunta ha impulsado las decisiones científicas a la hora de examinar vías alternativas al origen del virus”, afirma Osman. “Si la segunda explicación sigue siendo sólo una coincidencia o una alternativa viable, una explicación causal, es ahora una cuestión de considerable debate y controversia científica, pública e internacional”.

Charles Zeltzer, psicólogo clínico y analista junguiano del condado de Santa Bárbara, ofrece otra perspectiva. Zeltzer lleva 50 años estudiando los escritos de Carl Jung, el psicólogo suizo del siglo XX que introdujo en el mundo occidental moderno la idea de la sincronicidad. Jung definió la sincronicidad como “la coincidencia en el tiempo de dos o más acontecimientos sin relación causal que tienen el mismo significado”.

Una de las historias de sincronicidad más emblemáticas de Jung se refería a una paciente que, en su opinión, se había quedado tan estancada en su propia racionalidad que interfería en su capacidad para comprender su propia psicología y su vida emocional.

Un día, la paciente estaba contando un sueño en el que había recibido un escarabajo de oro. En ese momento, Jung oyó un suave golpeteo en la ventana. Abrió la ventana y un bicho parecido a un escarabajo entró volando en la habitación. Jung arrancó el insecto del aire y se lo presentó a su paciente. “Aquí tiene su escarabajo”, le dijo.

La experiencia resultó terapéutica porque demostró a la paciente de Jung que el mundo no siempre es racional, lo que la llevó a romper su propia identificación con la racionalidad y abrirse así más a su vida emocional, explicó Zeltzer.

Al igual que Jung, Zeltzer cree que las coincidencias significativas pueden animar a la gente a reconocer lo irracional y misterioso. “Tenemos la fantasía de que siempre hay una respuesta y de que deberíamos saberlo todo”, afirmó.

Los estudios sugieren que la mayoría de la gente se fija en una coincidencia a la semana, y casi todos tenemos al menos una favorita que compartir, incluido el autor de esta historia.

No me decidía a escribir sobre coincidencias cuando quedé con una amiga en una cafetería a unos 20 minutos de mi casa. Cuando llegué, me sorprendió ver al editor extranjero de The Times. (Primera coincidencia.) No le había visto desde el comienzo de la pandemia, y me invitó a acompañarle hasta que llegara mi amiga.

Le comenté que la amiga con la que había quedado trabajaba como corresponsal en el extranjero para otro periódico. Resultó que posiblemente estaba buscando contratar a alguien en la misma ciudad donde vive mi amiga. (Segunda coincidencia.) Cuando llegó mi amiga, me dijo que estaba buscando un nuevo trabajo. (Tercera coincidencia.)

En ese momento, saqué de mi bolso el nuevo libro de Beitman. (Cuarta coincidencia.) Lo había cogido justo antes de salir de casa por si mi amiga llegaba tarde y yo necesitaba algo que leer.

Más tarde, mientras conducía de vuelta a casa, pensé: “¿Cómo no voy a escribir sobre coincidencias después de esta cascada de coincidencias?”

Beitman estaba encantado con mi historia. Dijo que representaba una meta-coincidencia, una coincidencia sobre coincidencias. Hand se preguntó cuántas veces había ido yo a ese café (varias veces) y si el editor extranjero es asiduo (lo es). Quizá fuera inevitable, dijo, que nos viéramos.

Osman me aseguró que escribir una historia basada en lo que podría ser una procesión aleatoria de acontecimientos no era tan ilógico como podría parecer. “A veces las opciones de que disponemos están bastante equiparadas -¿escribo esta historia o busco otra? – y entonces buscas algo que incline la balanza”, explica.

Sinceramente, no estoy segura de qué creer, pero no estoy segura de que importe.

Como Beitman, mi actitud es “Sí”.

https://www.latimes.com/california/story/2022-12-01/how-coincidences-help-us-make-sense-of-the-world

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