Parapsicología en Brasil: Entre la cruz y la mesa blanca

Parapsicología en Brasil: Entre la cruz y la mesa blanca

Prof. Dra. Fátima Regina Machado

Inter Psi – CENEP – COS – PUC/SP

Facultad de Comunicación y Filosofía – PUC/SP

Instituto de Psicología – USP

En mi tesis de maestría “A causa dos espíritus: Um estudo sobre a utilização da Parapsicologia para a defesa da fé católica e espírita no Brasil” (La causa de los espíritus: Un estudio sobre el uso de la parapsicología para la defensa de la fe católica y espiritista en Brasil), defendida con éxito en 1996 en el Programa de Posgrado en Ciencias de la Religión de la PUC/SP, presento un estudio comparativo entre tres abordajes adoptados para el estudio de los llamados fenómenos parapsicológicos, con concentración de interés en el tratamiento dado a la investigación de los llamados casos Poltergeist . Los proponentes de los diferentes abordajes en cuestión fueron Oscar Gonzales-Quevedo, Hernani Guimarães Andrade y William Roll, a cada uno de los cuales dedico un capítulo, exponiendo su trayectoria de estudios, su envolvimiento con la Parapsicología y su abordaje de investigación.

El deseo de dar a conocer esta tesis de maestría existe desde hace mucho tiempo, pero debido a algunos contratiempos aún no ha sido posible completar la transformación del trabajo académico en un libro. Mientras esta tarea no esté cumplida, traigo en este artículo una especie de resumen de parte de lo que fue tratado en la disertación como un todo, hechas algunas revisiones y actualizaciones, enfocando principalmente el contexto de desarrollo de la Parapsicología en territorio brasileño. Por lo tanto, el presente texto se centrará específicamente en los enfoques de Quevedo y Andrade. A través del conocimiento del contexto y de las formas en que la investigación parapsicológica – también conocida históricamente como Metapsíquica e Investigación Psíquica, hoy más ampliamente llamada Investigación Psi en Brasil – llegó y se desarrolló en nuestro país, es posible tener una comprensión más abarcadora de sus diferentes abordajes, de las desviaciones y sesgos que ha sufrido y aún sufre.

Cuando oímos hablar de “Parapsicología en Brasil”, viene a la mente una mezcla de ideas que involucran creencias, supersticiones, religiones, ocultismo. De hecho, hay una miscelánea de temas y prácticas que, a lo largo del tiempo, se han cobijado bajo el paraguas llamado “Parapsicología”, donde se ha empujado todo lo que es extraño, bizarro y aparentemente fuera de lo común. Por desconocimiento o, en ocasiones, por pura mala fe, a lo largo del tiempo se ha sembrado en tierras brasileñas desinformación sobre esta ciencia, difundida principalmente en Europa y Estados Unidos de América. En términos de divulgación popular, se han difundido informaciones más o menos distorsionadas sobre la investigación parapsicológica. Desde que esta información comenzó a llegar a tierras brasileñas hasta hoy hemos vivido capítulos de historias mal contadas por algunas personas que especulan sobre la “Parapsicología” de forma equivocada. Como en un juego de teléfono inalámbrico, hay varias personas que han interpretado y continúan interpretando las informaciones recibidas a su manera, satisfaciendo necesidades o deseos particulares.

Si, por un lado, hay creyentes absolutos en la existencia de fenómenos parapsicológicos, por otro hay quienes se autodenominan escépticos, negando a priori la existencia de cualquier posibilidad de sucesos anómalos que desafíen las leyes científicas establecidas. Esta negación se debe principalmente al escenario creado por las formas de divulgación de la Parapsicología en el país, siempre involucradas con grupos de tendencias religiosas, principalmente católicos y espiritistas kardecistas, que buscan explicar las experiencias psi desde la perspectiva de su respectiva fe, como si estuvieran hablando de ciencia. Si esto ha generado fricciones y prejuicios entre estos dos principales grupos religiosos, también ha generado prejuicios relacionados con la parapsicología en aquellos que están fuera de la disputa entre espiritistas y católicos. Esto ocurrió porque se creó el hábito de considerar esta ciencia como una pseudociencia, ya que lo que más se divulgó sobre la investigación parapsicológica a lo largo de tres décadas (de 1960 a 1980) fueron conocimientos derivados de estudios científicos realizados especialmente fuera de Brasil, utilizados con el fin de atestiguar o impugnar fenómenos aparentemente anómalos que servirían para validar tal o cual religión.

La principal arma de ataque y defensa en la disputa entre católicos y espiritistas fue el conocimiento científico interpretado a la luz de cada una de las doctrinas en conflicto. Esta “competición” comenzó en la primera mitad del siglo XX. En ese período, la Iglesia Católica vio amenazada su hegemonía en tierras brasileñas por el creciente número de adeptos espiritistas y de personas que, aunque oficialmente católicas, participaban en sesiones mediúmnicas desde finales del siglo XIX.

Existen registros de algunos grupos que se reunían para discutir novedades de investigación traídas del exterior a principios del siglo XX. Especialmente en el medio espiritista, las informaciones llegaron más rápidamente, debido a la conexión entre el inicio de la investigación psíquica y los movimientos espiritistas. Sólo para recordarlo, la London Society for Psychical Research fue fundada en 1882 por intelectuales y científicos con el objetivo de estudiar sistemáticamente los fenómenos de la lectura de la mente, la clarividencia, el mesmerismo y los llamados fenómenos espirituales (Proceedings of the SPR, 1882).

En su investigación realizada en Brasil en la década de 1980, el antropólogo David Hess relevó la llegada y el interés por las primeras investigaciones parapsicológicas en el país. Dice que, según los documentos y libros que investigó (Abreu, 1950; Acquarone, 1982; Brown, 1986; Bruneau, 1974; Kloppenburg, 1967; Ribeiro, 1941; Wantuil, 1969; Warren, 1984), el Espiritismo comenzó a expandirse en Brasil en la década de 1870, más como doctrina que como ciencia. Sólo en la década de 1890 los espiritistas comenzaron a interesarse por la Investigación Psíquica, debido a la persecución que sufrieron con el advenimiento de la Antigua República. En aquella época, el Espiritismo era considerado ilegal – incluyendo tanto el Kardecismo como cualquier otra religión mediúmnica – y la ley preveía penas para los que lo practicaban. Al no conseguir cambiar la ley, los espiritistas intentaron dar un carácter científico a su movimiento, recurriendo a la Investigación Psíquica. Cuando la persecución al espiritismo disminuyó, alrededor de 1895, los espiritistas volvieron a una orientación más doctrinaria (Hess, 1987a, p. 472 y 473).

Durante la dictadura de Getúlio Vargas (1930-1945), se reavivó el interés por la Investigación Psíquica (denominación inglesa), Metapsíquica (denominación francesa), o como ya se llamaba Parapsicología, denominación difundida debido al hecho de que el matrimonio Rhine había establecido el Laboratorio de Parapsicología en la Universidad de Duke a fines de los años veinte. Este nuevo interés se debió al hecho de que la Iglesia Católica de la época llevó a cabo una fuerte campaña contra el espiritismo a través de publicaciones y discursos en los que utilizaba los conocimientos de la investigación parapsicológica para desacreditar lo que denominaba “mentiras espiritistas”. En aquella época, la palabra “Espiritismo” todavía era entendida por el Estado como un término que designaba todas las religiones mediúmnicas, siendo encuadrado como delito menor, con posible encarcelamiento para quien lo practicase en cualquiera de sus formas. Esto resultó en el cierre de varios centros kardecistas y terreiros de Umbanda y Candomblé. Por lo tanto, como señala Hess

“Una vez más, como parte de su estrategia de defensa, los espiritistas [kardecistas] proclamaron su empresa científica y tradujeron varios textos de la Investigación Psíquica Europea que aportaban investigaciones y conclusiones favorables a la interpretación espiritista de la mediumnidad y otros principios espiritistas” (Hess, 1987a, p. 473).

En 1953, la Iglesia Católica, a través del Consejo Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), declaró el Espiritismo una desviación doctrinal peligrosa e inició una fuerte campaña educativa contra el Kardecismo y la Umbanda en el país. Los principales autores católicos de la época fueron Frei Boaventura Kloppenburg (1957; 1960; 1961a; 1961b; 1967; 1972) y Álvaro Negromonte (1954). Los adversarios espiritistas, Carlos Imbassahy (1935; 1943; 1949; 1950; 1955; 1961; 1962; 1965; 1967; Imbassahy & Granja 1950) y Deolindo Amorim (1949; 1955; 1957; 1978; 1980) contrarrestaron los ataques católicos publicando artículos y libros.

En la década de 1960, el entonces seminarista español Oscar González Quevedo, más tarde fundador del Centro Latinoamericano de Parapsicología (CLAP), fue enviado a Brasil con la tarea de “librar” al país de la superstición espiritista. Uno de sus principales antagonistas fue el ingeniero e intelectual espírita Hernani Guimarães Andrade, fundador del Instituto Brasileño de Psicobiofísica (IBPP). Comenzó lo que Hess llamó una guerra de palabras (Hess, 1987a, p. 473) entre católicos, representados por Quevedo, y espiritistas kardecistas, representados por Andrade. Aunque el enfrentamiento se ha enfriado con el paso de los años, esta “guerra” continúa hasta nuestros días (Zangari & Machado, 1995b, p. 505). Quevedo sigue activo y presente en los medios de comunicación y, aunque Andrade murió en 2003, hay otros importantes defensores del pensamiento espírita, que siguen luchando por defenderlo y establecer un vínculo entre la doctrina y el conocimiento científico.

La consecuencia más inmediata de esta guerra de palabras fue la condena del sustantivo “Parapsicología” a la desviación semántica, quedando su significado comprometido para siempre, especialmente en los medios académicos. Por esta razón, la comunidad internacional de investigadores lleva mucho tiempo discutiendo el uso de otro nombre para esta disciplina o rama de la investigación, que no esté comprometida con tal o cual postura religiosa. De ahí han surgido los nombres de “Investigación Psi” y “Psicología Anomalista” adoptados por Inter Psi.

Para una comprensión más completa de las dimensiones e implicaciones de esta guerra de palabras en nuestro país en particular, intentaré resumir a continuación cómo se desarrolló el enfrentamiento entre Andrade y Quevedo entre las décadas de 1960 y 1980.

Una guerra de palabras

La distinción entre los enfoques adoptados por Quevedo y Andrade con respecto a la parapsicología y, en consecuencia, la interpretación de los resultados de sus investigaciones, es absolutamente clara. Sin embargo, en relación con los estudios parapsicológicos, tienen algo en común: pretendiendo ser científicos, no logran sobresalir en la búsqueda de la tan deseada neutralidad científica. Obviamente, la neutralidad ideal es algo prácticamente imposible de ser alcanzado en su totalidad, porque independientemente de las creencias religiosas personales, incluso la elección de la ciencia como medio de conocimiento de la realidad ya configura una decisión personal que ciertamente se toma debido a las creencias individuales. (Coracini, 1991) Pero se puede ver claramente cuando hay un esfuerzo por sobresalir en la neutralidad, por la distancia necesaria para no dejarse llevar por ciertas tendencias y no tirar al niño con el agua del baño. Un investigador psi debe tener conocimientos y práctica en la investigación espontánea y experimental de casos, mantenerse siempre al día sobre el tema y estar abierto a la crítica, que es esencial para el proceso de construcción del conocimiento científico. Esto permite buscar siempre nuevas posibilidades sin comprometer el rigor del trabajo científico. Es claro para quien conoce la historia del desarrollo de la investigación parapsicológica en el hemisferio norte y las propuestas teóricas y prácticas de Andrade y Quevedo que estos últimos reinterpretan la parapsicología secular – aquella que no está comprometida con la religión – de los Estados Unidos y Europa de forma organizada y sofisticada de acuerdo con objetivos muy específicos.

Desde su introducción en el país, el movimiento espiritista kardecista intenta mantener su propio espacio. En principio, los espiritistas no están interesados en combatir ningún otro credo, ya que otras religiones no les molestan. Sin embargo, asumen una posición de defensa ante los ataques recibidos de los religiosos católicos. Como se mencionó anteriormente, esta “lucha”, representada aquí por los trabajos del P. Oscar Gonzales Quevedo y Hernani Guimarães Andrade, siempre ha sido una lucha impulsada por intereses religiosos y políticos en el sentido amplio del término, lo que pone de relieve la utilización de la parapsicología como discurso competente al servicio de objetivos ideológicos (Hess, 1991).

Quevedo, estando interesado en los llamados fenómenos parapsicológicos desde la infancia, desarrolló todos sus conocimientos en el campo de acuerdo con un ambiente europeo, blanco y jesuita. Demuestra que recibió una educación ilustrada al tratar del espiritismo, lo que no es el caso al tratar de los milagros. Como el propio Quevedo declaró en una entrevista conmigo en 1996 en el CLAP, su implicación con la parapsicología se debió en parte a planes personales y en parte a los planes trazados por el P. Vicente Gonzales, superior de la provincia brasileña en 1959, que vio en Quevedo a alguien que tendría la posibilidad de librar una lucha eficaz contra el espiritismo creciente en Brasil.

Andrade, por su parte, también declaró en una entrevista conmigo en 1996, en Bauru, que inició un camino de búsqueda personal de explicaciones sobre el origen y el mantenimiento de la vida. Se definía a sí mismo como un “francotirador”, no religioso, sin vinculación formal a ninguna asociación. Curiosamente, sin embargo, publicó varios textos en el periódico Folha Espírita defendiendo explícitamente el Espiritismo utilizando seudónimos para firmarlos, a saber, K.W. Goldstein y Lawrence Blacksmith.

Según Foundations for Parapsychology, publicado en 1986 en los EUA, escrito por miembros de la Parapsychological Association , la más importante asociación internacional de investigadores psi, la Parapsicología sería “…el campo científico que estudia las interacciones sensoriales y motoras que aparentemente no son mediadas por ningún mecanismo o agente físico conocido”. (Rush, 1987, p. 4) Andrade y Quevedo presentan definiciones muy diferentes de lo que es la parapsicología. Quevedo la define como “la ciencia que tiene por objeto la comprobación y el análisis de fenómenos a primera vista inexplicables que presentan, sin embargo, la posibilidad de ser el resultado de facultades humanas”. (Quevedo, 1982, p. 21) Esta definición es bastante errónea. Hay muchos fenómenos aparentemente inexplicables, y ciertamente hay varios que no pertenecen al ámbito de la Investigación Psi. Puede haber fenómenos geológicos, meteorológicos, médicos, etc. que a primera vista sean inexplicables, pero seguramente hay ciencias relevantes que se ocuparán de ellos, y no la Investigación Psi. Además, la definición de Quevedo abre el camino a la posibilidad de que estos “fenómenos inexplicables” no sean el resultado de la acción humana, pero no aclara cuáles serían estas otras posibilidades de intervención. De hecho, Quevedo asume que los fenómenos pueden ser causados o por seres humanos vivos o por intervención divina, nunca por espíritus. Y cierra la cuestión.

Según Andrade, “la parapsicología es algo provisional que debe estudiar fenómenos cuyas leyes causales eficientes no encajan en el conjunto de las leyes conocidas”. (Andrade, 1967; Herrero, 1979b, p. 7) Estas palabras se ajustan más a la definición propuesta por Foundations que a la de Quevedo, pero no explicitan el enfoque que Andrade realmente adopta. Como él mismo afirma en sus textos, firmados con su propio nombre o con los seudónimos que adopta, los seres humanos vivos pueden realizar fenómenos parapsicológicos, pero cuentan con la ayuda de seres incorpóreos que a veces actúan incluso independientemente de los seres humanos vivos. Además, su interés en la investigación está influenciado por otros principios espíritas, como la reencarnación y la existencia del periespíritu o cuerpo astral. (Andrade 1959; 1976; 1983; 1984; 1986; 1988) Y a partir de ahí, en la práctica, Andrade construye una complicada estructura teórica basada en la doctrina espírita para explicar la ocurrencia de los fenómenos, utilizando también conocimientos de física, biología y parapsicología. (Hess, 1987a, p. 468).

Un buen ejemplo para ilustrar los enfoques de Quevedo y Andrade es la forma en que cada uno de ellos aborda el estudio o las explicaciones de los llamados casos Poltergeist. La metodología utilizada por Andrade para investigar los casos Poltergeist es ejemplar: busca hechos, recopila datos, hace análisis, indaga en cuestiones psicológicas y también intenta arrojar luz sobre los sucesos físicos ocurridos en los casos. Hay, sin embargo, un desliz que marca la diferencia a la hora de analizar los datos: Andrade no tiene en cuenta la posibilidad de fallo en el testimonio humano. Este fallo no se refiere necesariamente a mentir de mala fe, sino a la posibilidad de fallos perceptivos y de cumplimiento de expectativas a los que todos los seres humanos somos susceptibles. Por muy honestas que sean las personas, siempre existe la posibilidad de que se produzcan interpretaciones erróneas de los hechos o exageraciones y/u omisiones inconscientes. Por lo tanto, aunque el testimonio humano es valioso en las investigaciones, no se puede confiar únicamente en él. Andrade ha establecido que las investigaciones de laboratorio con epicentros (protagonistas de casos Poltergeist) no conducen a nada, como afirmó en su entrevista conmigo. Por lo tanto, no realizó investigaciones experimentales con los protagonistas de los casos. Sus respuestas a la razón y al mecanismo de los sucesos son el resultado de observaciones y de la recogida de testimonios de los casos que investigó. (Andrade, 1988, p. 125) Andrade adoptó oficialmente un punto de vista sobre los fenómenos Poltergeist que aparentemente se sitúa en un término medio entre lo que él llama el enfoque reduccionista y el enfoque espiritista, es decir, que los fenómenos podrían ser provocados tanto por seres humanos como por seres incorpóreos. Como él mismo afirma:

En determinadas circunstancias el paciente se convierte en epicentro, es decir, pasa a producir la energía (o sustancia) capaz de propiciar la acción mecánica sobre los objetos materiales, por parte de un ser incorpóreo, ya sea un espíritu desencarnado, un elemental, el cuerpo astral de un viviente, o bien cualquier otro ser incorpóreo. Mientras sea posible que un ser incorpóreo haga uso de la energía del médium, es tanto más posible que el Espíritu del epicentro haga uso de su propia energía para producir fenómenos Poltergeist. Para eso, sería necesario que por lo menos una parte de la individualidad del epicentro pudiese salir de su propio cuerpo y actuar a cierta distancia de él (Andrade, 1988, pp. 24 y 25).

Al aclarar su posición, queda claro que, de una forma u otra, Andrade atribuye la causa de un Poltergeist a la acción de un espíritu. De hecho, acomoda sus suposiciones a las ocurrencias y siempre encuentra apoyo para su modelo de explicación del fenómeno. Este modelo incluye prácticas mágicas y la acción de seres incorpóreos, es decir, espíritus. Estas prácticas mágicas se refieren a trabajos realizados en terreiros Macumba, Umbanda y Candomblé. Como se dijo, es innegable que la recolección de datos de Andrade en las investigaciones de casos de Poltergeist es rigurosa, sin embargo, sus interpretaciones y conclusiones de los hechos son sesgadas.

Quevedo también presenta un modelo “definitivo” de explicación de los llamados fenómenos parapsicológicos. Considerando los Poltergeist, por ejemplo, él y su equipo se proponen investigar casos con respuestas listas, queriendo disipar “ese mal” buscando algún adolescente que sería responsable del fenómeno. La ocurrencia de un Poltergeist es, según Quevedo, un signo de patología. Lo importante es “iluminar con caridad a la familia afectada y hacer que el fenómeno deje de producirse”. Y para ello es necesario seguir las instrucciones del CLAP. El hecho de que se garantice que siguiendo las orientaciones y sometiéndose al tratamiento propuesto por el equipo se resolverá el problema crea una subordinación de los personajes de los casos al CLAP y, por lo tanto, a la doctrina católica. La lista de procedimientos de investigación (Friderichs, 1980, p. 21-24) incluye oraciones y bendiciones, especialmente si la familia no profesa la religión católica, y advertencias caritativas sobre los peligros que acarrea el espiritismo. Como puede verse, estos procedimientos no constituyen una investigación científica de campo, sino más bien una visita catequética. Hay observaciones relativas a la desnutrición o a la incidencia de patologías entre los implicados en el caso que corresponden al lado negativo que Quevedo presta a los Poltergeist y a otros fenómenos parapsicológicos. Sostiene que los fenómenos son naturales, propios del ser humano, pero señala su lado malo, es decir, la degeneración psicofisiológica resultante de la producción repetitiva de estos fenómenos. De esta forma, intenta inhibir la búsqueda de su fomento, alentada por el Espiritismo. Para ser coherente, Quevedo también se opone a las investigaciones experimentales que intentan producir los fenómenos en el laboratorio con fines de estudio. Contradictoriamente, sin embargo, Quevedo elogia los experimentos realizados por investigadores como Ferdinando Cazzamalli, Emilio Servadio, William Crawford, William Crookes, Eugéne Osty, entre otros, e incluso defiende, aunque indirectamente, no sólo la realización, sino también el reconocimiento de esos experimentos por la comunidad científica en general (Quevedo, 1983b, p. 30).

Es interesante notar que, con excepción de la materialización perfecta, que Quevedo dice imposible (Quevedo, 1982, p. 68), no niega los fenómenos supuestamente causados por espíritus. Ni siquiera ignora el ectoplasma. En la llamada “parapsicología quevediana” se transforma en telergia condensada. La adopción de una clasificación detallada de los fenómenos, como hizo Charles Richet en Metapsíquica, permite a Quevedo presentar una explicación específica para cada uno de ellos. Sin negar los fenómenos en principio, no aleja a los que creen en la acción de los espíritus desencarnados, pero les ofrece una interpretación diferente de la propuesta por la doctrina espiritista.

Quevedo ataca explícitamente al Espiritismo y no se esfuerza en ocultar su verdadera intención de desmitificar los llamados fenómenos espirituales a través de la Parapsicología. Como si hablara en nombre de los investigadores psi en general, Quevedo afirma:

La parapsicología se opone a la posición espiritista porque la considera “apriorística” y superflua; porque no explica lo que pretende explicar y porque se ha demostrado que sus fundamentos no resisten el rigor de la experimentación científica. Por otro lado, quiero dejar claro que esto no significa que la Parapsicología niegue alguna intervención producida de vez en cuando “de allá para acá”, espontáneamente, por el poder divino. Hay fenómenos que la parapsicología no ha podido explicar: lo que llamamos milagros. Más aún, fenómenos que superan claramente las posibilidades humanas. Tales fenómenos sólo se han producido en un contexto religioso divino. A excepción de estos pocos fenómenos, insisto en que todos los demás han sido explicados y son explicados hoy por la parapsicología como hechos naturales. Son fenómenos del alma humana que no pueden atribuirse a espíritus ni a ninguna otra entidad (Quevedo, 1973, p. 21).

Quevedo abriga bajo el término Espiritismo todas las religiones mediúmnicas. Pretende demostrar que el espiritismo es un engaño, porque, según él, contradice hechos científicos comprobados. Además, Quevedo es abiertamente sectario: para él, el milagro, único fenómeno sobrenatural que, según él, sería aceptable, sólo se produciría en un ambiente católico.

La posición de Andrade respecto a la postura de Quevedo queda clara en el artículo As três Faces da Parapsicologia (III): A Cara Espírita Brasileira. Como en un desahogo, bajo el seudónimo de Lawrence Blacksmith, Andrade explota:

En los países donde predomina el materialismo, además de la influencia de otras creencias religiosas reaccionarias, los fenómenos espiritistas son desacreditados o descartados. Las facultades mediúmnicas son rápidamente silenciadas, catalogadas y tratadas como casos ordinarios de psicopatía o neurosis en cuanto se manifiestan.

La mencionada falta de información ha tenido otras consecuencias negativas para la parapsicología en nuestro país. Ha favorecido la proliferación de pseudoparapsicólogos con objetivos turbios y acientíficos. Entre estos aventureros, algunos religiosos fanáticos e intolerantes pretenden sembrar la confusión entre las masas legas, utilizando indebidamente el nombre de Parapsicología como soporte para sus absurdos ataques al Espiritismo. Aprovechándose de la ingenuidad de la mayoría mal informada, recurrieron a vulgares argumentos acientíficos en favor de sus ridículas tesis (Blacksmith, 1979c, p. 13).

Incluso cuando escribe con su propio nombre, Andrade intenta claramente demostrar que lo que dice tiene base científica y se puede probar, pero utiliza palabras suaves, sin acusar directamente a quien piense lo contrario. Establece todo un discurso en torno a la física y la biología, construye aparatos y es un trabajador del conocimiento. Dice que no es espiritista, a pesar de su evidente creencia en los espíritus. Tal vez su negación se deba a restos de la época en que existía una persecución legal del espiritismo, tiempos en que los espiritistas se veían obligados a disfrazar su interés religioso y lo hacían bajo el camuflaje de Investigación Psíquica, Metapsíquica o Parapsicología. La idea de que llamarse espiritista era asumir una posición marginal en la sociedad parece haber permanecido. Por lo tanto, puede ser que al adoptar seudónimos, Andrade se sintiese más cómodo para defender abiertamente el Espiritismo. El hecho de no presentarse oficialmente como espiritista daría mayor credibilidad a sus investigaciones, pues supuestamente no le daría un aire tendencioso. De esta forma, Andrade no desautoriza lo que los espiritistas anuncian, sólo dice lo mismo, creando o utilizando términos diferentes.

Es posible notar rasgos iluministas en el pensamiento de Andrade y Quevedo. Si Andrade, por un lado, critica la cerrazón de la ciencia en general a las hipótesis – por no decir certezas – espiritistas, rechazando una de las mayores conquistas de la Parapsicología que fue la afiliación de la Parapsychological Association a la American Association for Advancement of Science (AAAS) desde 1969, por otro, se empeña en aplicar en sus trabajos los mismos métodos propuestos por la comunidad científica internacional y en negar su lado espiritista. Además, Andrade, especialmente al asumir el seudónimo de Lawrence Blacksmith, intenta mostrar a los espiritistas que la Parapsicología es una aliada del Espiritismo y no una enemiga, como pretenden demostrar principalmente Quevedo y sus colaboradores:

Aunque tales tentativas de desmoralizar el Espiritismo no hayan producido el efecto deseado, han generado una reacción inesperada. Han creado una inmerecida aversión contra la parapsicología por parte de varios dirigentes espiritistas que quedaron impresionados por la abundante verborrea y los circos mágicos empleados como “demostraciones científicas” de las conferencias pronunciadas por algunos de esos sectarios. Esta reacción por parte de varios dirigentes espiritistas ha dificultado la necesaria penetración de la parapsicología en el seno de las élites kardecistas, impidiéndoles aprovechar las investigaciones parapsicológicas para enriquecer su acervo científico.

Antes de proseguir, nos gustaría advertir a los espiritistas aún influenciados por la ridícula campaña arriba mencionada, que la Parapsicología nunca fue, es o será adversaria del Espiritismo. Se complementan. Su combinación dará origen a un nuevo aspecto del conocimiento científico sobre la naturaleza del hombre y del universo, cuya grandeza e importancia difícilmente pueden ser estimadas en este momento. (Herrero, 1979c, p. 13 y 14).

Quevedo explicita que su trabajo en parapsicología se orienta básicamente a la observación de hechos y a la investigación bibliográfica. Sus referencias, sin embargo, son prácticamente todas anteriores a principios de la década de 1970. Quevedo extrapola los resultados de las investigaciones, apropiándose de datos no concluyentes y adaptándolos a sus intenciones, utilizándolos como pruebas irrefutables.

El sesgo de las interpretaciones de Andrade y Quevedo queda patente en la forma en que se refieren a los investigadores. Por ejemplo, al referirse a los investigadores de los casos de Poltergeist, Andrade clasifica los enfoques y propuestas de Guy Lyon Playfair y el de Camille Flamarion como dualistas y conciliadores, ya que ambos aceptan tanto la posibilidad de que un evento parapsicológico ocurra simplemente por la acción de un ser humano vivo, como la intervención de una entidad incorpórea. Las opiniones de Hereward Carrington, Nandor Fodor y William Roll, en cambio, son interpretadas como reduccionistas, ya que defienden la idea de que los fenómenos serían provocados por el propio ser humano. (Andrade, 1988, pp. 12-18) Sin embargo, Andrade busca en los escritos de los “opositores” a la hipótesis espírita, algo que pueda corroborar de alguna manera esta hipótesis. Refiriéndose al enfoque del investigador William Roll, por ejemplo, Andrade dice

El Dr. W.G. Roll es conocido internacionalmente como una autoridad en fenómenos de embrujamiento y Poltergeist. Especialmente en lo que se refiere al Poltergeist, mantiene una visión predominantemente monista y reduccionista, tendente a atribuir el origen de las perturbaciones al epicentro. Sin embargo, admite que está abierto a reconocer, en algunos casos, la intervención de entidades incorpóreas. Transcribiremos íntegramente esta opinión expresada en su obra, The Poltergeist; New Jersey: New American Library, 1974 (Andrade, 1988, p. 19).

Y Andrade transcribe el siguiente pasaje, traducido al portugués:

No conozco ninguna prueba de la existencia del Poltergeist como agente incorpóreo, excepto las propias perturbaciones, y éstas pueden explicarse más sencillamente como efectos PK de una entidad de cuerpo y alma que está en su centro. Sin embargo, no por ello debemos cerrarnos a la posibilidad de que algunos casos de RSPK puedan deberse a entidades incorpóreas. Pero no hay razón para postular tal entidad cuando los incidentes ocurren en torno a una persona viva. Es fácil suponer que la propia persona central es la fuente de la energía PK (Roll, 1974, p. 144, citado en Andrade, 1988, p. 19).

Como puede verse, Roll no dice que admita la hipótesis en algunos casos, sino más bien que no se puede cerrar la cuestión sobre una acción únicamente humana a pesar de las pruebas ya planteadas que apuntan a ello. Dependiendo de cómo se lean las palabras de Roll y las observaciones de Andrade, pueden interpretarse de diferentes maneras. Cabe recordar que, para Andrade, las características de los eventos Poltergeist descritos por los testigos serían más que una evidencia de que el fenómeno ocurriría a través de agentes incorpóreos.

Un aspecto interesante del discurso de Quevedo son las palabras que utiliza al referirse a los investigadores cuando los cita o menciona. Durante la entrevista que me fue concedida el 04/09/1996, por ejemplo, se refiere a las enseñanzas espiritistas como “errores de Kardec”. Las palabras que Quevedo elige para componer su discurso explicitan su postura. Cuando el investigador, según la interpretación de Quevedo, corrobora sus ideas, recibe adjetivos como: “el grande”, “el ilustre”, “el célebre”, etc. Pero cuando se refiere a investigadores que tienen tendencias diferentes a las suyas, aunque Quevedo esté utilizando el nombre de alguno de ellos para corroborar su idea, pueden recibir algún adjetivo negativo o ser objeto de algún comentario poco complaciente. No ocurre lo mismo con Andrade, que en sus conversaciones siempre buscaba elogiar a aquellos a los que se refería, compartiesen o no sus opiniones.

Se puede notar la diferencia en el tratamiento que Quevedo da a los investigadores a los que se refiere comparando la cita en la que se refiere a Crawford e, inmediatamente después, cuando habla de los experimentos realizados por William Crookes con Daniel Dunglas Home, experimentos que, según Quevedo, corroborarían sus ideas “telérgicas”:

¡LA FUERZA EXISTE! – Prescindiendo ahora de los efectos mecánicos realizados por ella y que estudiaremos a lo largo del libro, la misma fuerza como tal ha sido comprobada, medida y verificada…

El Dr. Crawford ha sido muy discutido; pero ha realizado experimentos de gran valor, como veremos. Con la señorita Goligher actuando como médium, Crawford probó la fuerza mecánica del “fluido”: [Quevedo cita a Crawford] “Había construido un contacto eléctrico muy sensible… bastaría soplar fuertemente sobre él para hacer funcionar la campana. Pasaba el aparato aquí y allá delante de la médium, con el cartón paralelo a su cuerpo y perpendicular a cualquier línea que emanase de ella”. Durante las sesiones en que la señorita Goligher realizaba la telequinesis de una mesa (movimiento a distancia, que estudiaremos), cuando Crawford interponía el aparato entre la médium y la mesa, la campana sonaba y la mesa quedaba inmóvil.

UN SABIO LO PRUEBA – El célebre sabio Dr. William Crookes, en magníficas condiciones de experimentación, [trabajando con D.D. Home, quizás el más notable de los dotados en la historia de la investigación parapsicológica, probó e incluso intentó medir la fuerza mecánica ejercida por el fluido en determinadas ocasiones (porque la fuerza puede fluctuar mucho, según las diversas dotaciones y ocasiones). (Quevedo, 1983, p. 37 y 38)

La diferencia en el tratamiento dado a Crawford y Crookes es notable. Parece que Quevedo sólo utilizó el ejemplo de Crawford para demostrar que en las sesiones espiritistas la telergia está supuestamente presente, pero quien realmente confirma esa hipótesis, según él, es Crookes, “el sabio”, “el célebre”, que no realizó sus investigaciones en sesiones espiritistas, sino en “magníficas condiciones de experimentación” y no con cualquiera, sino con tal vez “el más notable de los dotados”, D.D.Home, que, que se sepa, nunca fue descubierto en fraude. El hecho de que Crawford experimentara con un determinado tipo de fuerza y que estos experimentos se correspondieran con sus hipótesis, no significa que la fuerza que detectó tuviera que ver necesariamente con la telergía postulada por Quevedo, al igual que Crookes.

Quevedo fue criticado por el psicólogo puertorriqueño Alfonso Martínez Taboas en un artículo publicado, entre otros medios, por la Revista Brasileira de Parapsicologia (1993). En este artículo, Taboas afirma que no se puede negar que los libros y artículos de Quevedo citan, como referencia, un gran número de obras clásicas, sin embargo,

…si revisamos crítica y cuidadosamente sus argumentos y documentación [de Quevedo], nos encontraremos con algo que nos causa extrañeza. Lo que parecían citas fidedignas de documentos, en no pocas ocasiones, son distorsiones de los originales; su razonamiento se debilita considerablemente por la sutileza con que utiliza diversas falacias; lo que parecía una conclusión irrefutable, a la hora de comprobarlas en los documentos citados, resultaba insostenible, debido a la manipulación de los documentos. (Taboas, 1993, p. 20).

Taboas afirma haber catalogado, sólo en Las fuerzas físicas de la mente (1983b), más de setenta manipulaciones de pruebas o errores, subdividiéndolos en contradicciones, omisiones, distorsiones, equivocaciones y dogmatismo. Afirma que la “parapsicología quevediana” está claramente comprometida con la doctrina católica. Por lo tanto, en palabras de Taboas (1993, p. 24), Quevedo puede ser considerado un autor proselitista que desea impulsar su ideología católica de manera desenfrenada, comparándolo con Sir Arthur Conan Doyle, que presentó un comportamiento similar, pero sesgado hacia el espiritismo. En palabras de Taboas:

Gonzales Quevedo, al esbozar su teoría del ectoplasma, afirma que esa misteriosa y controvertida sustancia llamada ectoplasma, lo más que puede lograr es formar miembros o figuras “rudimentarias” e “imperfectas”.

Sobre el médium [efectos físicos] D.D. Home, el P. Quevedo dice que “nunca se le podrá acusar de truco. Y es sintomático que los ectoplasmas del bien dotado Home hayan sido siempre rudimentarios”. Quevedo continúa fundamentando su afirmación citando extensamente a Sir William Crookes [1874, p. 281], donde parece demostrar que las manos que solían presentarse en sus sesiones espiritistas eran vagas e inexactas.

Sin embargo, es inquietante pensar por qué el P. Quevedo no transcribió el siguiente párrafo del testimonio de Crookes, que es del mayor interés e importancia para fundamentar o rechazar su teoría. Dice Crookes: “Al tacto, la mano parece a veces fría como el hielo y como muerta; otras veces, sensible y animada, y me aprieta la mano con una presión firme, como lo haría un viejo amigo”. (Taboas, 1993, p. 21)

Otros autores también han llamado la atención sobre la postura dogmática de Quevedo, como el antropólogo estadounidense David Hess y el psicólogo mexicano Sergio Rueda:

Oscar Gonzales Quevedo reinterpretó la Parapsicología de los Estados Unidos y de Europa a la luz de la doctrina de la Iglesia Católica … para obstruir las bases científicas del Espiritismo, de la Umbanda y de las religiones afrobrasileñas.(Hess, 1987b, p. 26).

… [Quevedo] ha utilizado la Parapsicología como arma ideológica en una lucha por marcar su particular perspectiva conceptual… De hecho, para lograr sus objetivos, el P. Quevedo ha tergiversado la parapsicología en sus libros, queriendo, la mayoría de las veces, acomodar los dogmas católicos a su conveniencia” (Rueda, 1991, p. 183).

Una flagrante, que no puede dejar de citarse, es la afirmación de Quevedo sobre la posición contraria de William Roll en cuanto a la realización de investigaciones experimentales, que no se corresponde con la práctica investigadora de Roll. Entre estas y muchas otras situaciones, se puede decir que el control de Quevedo sobre la información transmitida también está presente en su preocupación por no permitir el libre acceso a todos los libros de su vasta biblioteca, que conserva secciones permitidas sólo a determinadas personas.

Cuando recibe críticas, Quevedo a veces las ignora. Cuando se le pidió que respondiera a las críticas de Taboas (1993) publicadas en la Revista Brasileira de Parapsicologia, Quevedo dijo que no tenía interés en hacerlo, porque, según él, cualquier persona inteligente vería que carecían de fundamento. Además, afirmó que durante cuarenta años ha mantenido las mismas ideas y no tiene intención de cambiarlas.

Andrade, por su parte, afirmó que adoptó la política de no debatir. Como dijo en una entrevista en 1996: “Todo el mundo tiene derecho a salir con su nariz, pero no puedes dar puñetazos en la nariz de gente que no tiene una nariz como la tuya”. Sin embargo, calificó de reduccionista y materialista el enfoque de los investigadores de la comunidad internacional que realizan investigaciones de laboratorio y de campo, debido a que no dan fe de la existencia de espíritus o del ectosoma, como él propone. La comunidad parapsicológica internacional debate cuestiones como las afirmaciones sobre la acción de los espíritus y la supervivencia después de la muerte, pero no existe una posición consensuada que rechace o acepte estas hipótesis a priori. Se están investigando y se considera prematuro adoptar una posición al respecto en este momento. Las pruebas, sin embargo, son favorables a la hipótesis de la acción de los seres vivos.

Los latinoamericanos y los ibéricos no suelen estar abiertos a las críticas, quizá porque suenan como un ataque al criticado. Sin embargo, ser capaz de criticar es ser capaz de evaluar una cuestión de la forma más neutral posible, señalando aspectos dignos de mención, ya sean positivos o negativos. Los latinoamericanos e ibéricos, quizás por una cuestión cultural, no saben en general recibir críticas como tampoco saben criticar. Esto se refleja en el comportamiento de Quevedo y Andrade. Por razones políticas, probablemente elogian la obra del otro, pero nunca dejan de criticar negativamente al “adversario”: siempre se han considerado mutuamente parciales y fanáticos.

Las actitudes de Quevedo y Andrade descritas en este artículo son la razón principal de su alejamiento de la parapsicología secular. Sus conceptos de Parapsicología y sus anhelos hacia ella no corresponden a lo que realmente es. La parapsicología o investigación psi, de hecho, hace hincapié en la investigación científica de experiencias humanas aparentemente anómalas, que desafiarían las leyes científicas establecidas. La búsqueda de respuestas por medios científicos de investigación requiere abrirse a las experiencias y, cumpliendo los protocolos de investigación, intentar comprenderlas. Como dice Marilena Chauí

La oscuridad de una experiencia no es otra cosa que su carácter necesariamente indeterminado y el conocimiento no es otra cosa que el trabajo para determinar esa indeterminación, es decir, para hacerla inteligible. Sólo hay conocimiento cuando la reflexión acepta el riesgo de la indeterminación que le da origen, cuando acepta el riesgo de no contar con garantías previas externas a la propia experiencia y a la propia reflexión que trabaja sobre ella (Chaui, 1990, p. 5).

Los discursos y las tácticas de Andrade y Quevedo son claramente elegidos en función de sus motivaciones personales. La pregunta importante es: ¿por qué eligieron un discurso supuestamente científico como arma de ataque o de defensa? ¿Y por qué eligieron la parapsicología como uno de los instrumentos para llevar a cabo tal empresa? Lo cierto es que, a la hora de elegir un arma, tendrían que optar por algo que sea consistente, fuerte y convincente. La Filosofía, por ejemplo, se ocupa de ideas, que son fácilmente discutibles, no tangibles, por lo que no serviría para estos fines. Pero la Ciencia se ocupa de hechos, investigaciones, resultados y demostración de pruebas, por lo que tiene un carácter más definitivo, aunque hoy la tendencia científica no es cerrar la cuestión sobre nada, sino considerar demostraciones que pueden ser refutadas por futuras investigaciones. Probablemente, la parapsicología fue elegida como arma porque su objeto de estudio linda con las creencias religiosas de supervivencia a la muerte. Así, no respetando los límites propios de la ciencia, la Parapsicología fue adoptada con el propósito de confirmar la existencia del alma, del espíritu o de lo sobrenatural, en un intento de imponer ideas y conceptos.

A la luz de lo expuesto, es evidente que la parapsicología fue utilizada para defender las confesiones católica y espiritista en Brasil. Como ya se ha dicho, esto contribuyó y contribuye en gran medida a la generación de prejuicios en relación a la propia Investigación Psíquica. Este escenario comienza a cambiar gracias al esfuerzo de personas seriamente comprometidas con la investigación científica psi. Se han realizado trabajos académicos y hay un gran esfuerzo por difundir y actualizar la información sobre la investigación y sus resultados. Un futuro más promisorio parece dibujarse para la Investigación Psi en tierras brasileñas, mucho más allá de la cruz y de la mesa blanca.

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