Que nuestro clima no sea motivo de queja

IMPACTO AMBIENTAL

Que nuestro clima no sea motivo de queja[1]

Juan José Morales

Ya estamos entrando al período más frío del año en estas tierras del Mayab, que no es diciembre como hacen pensar las estampas navideñas, sino enero y febrero. Pero eso de frío es relativo. Lo que en el español peninsular se conoce como «heladez» «”un frío húmedo contra el que frazadas y ropa de abrigo no parecen ser muy efectivas»” resulta juego de niños comparado con las gélidas temperaturas que padecen los habitantes de otros países e incluso de otras regiones de México, como el norte y el noroeste. Tampoco tenemos por estos rumbos un calor realmente extremoso y agobiante, aunque en mayo, junio y julio llega a ser muy pesado.

clip_image002Por desagradable que pueda parecer nuestro clima, no tiene comparación con el de lugares donde, tras un verano infernal, tienen que soportar condiciones como las de la foto, cosa que nunca ocurre en tierra peninsular.

En realidad, como señalo en mi libro La península que surgió del mar, tenemos un clima bastante benigno, caluroso pero no demasiado, y sin el frío extremo que se registra en otras partes del mundo. En julio del año pasado, por ejemplo, al llegar a Chicago me tocaron temperaturas del orden de 38 grados, mientras en Cancún y Mérida rondaban por los 30. Y sobra decir que aquí nunca tenemos temperaturas por debajo del punto de congelación, como las hay en esa ciudad norteamericana.

Como digo en el libro, «en otros países situados en altas latitudes y usualmente considerados fríos o de clima muy benigno, puede haber en verano temperaturas realmente tórridas, iguales o superiores a las que se registran en la península. Los neoyorquinos maldicen del clima y sudan a mares durante su húmedo verano. Los romanos cada año se enfrentan al insoportable calor del ferragosto, que los hace huir hacia las playas, y los madrileños, que en el verano ven subir el termómetro a más de 40 grados, han acuñado la expresión En Madrid, del infierno al invierno».

Y es que, después del ardiente verano, vienen los meses invernales, en que madrileños, romanos y neoyorquinos deben enfundarse en gruesos abrigos y hasta palear nieve, cuando las temperaturas descienden a menos de cero grados, cosa que jamás ocurre en la península de Yucatán, donde aún en pleno invierno se puede andar tranquilamente en mangas de camisa.

Y agrego en la obra citada: «En realidad, contra lo que la mayoría de la gente piensa, las zonas tropicales no se caracterizan porque en ellas reine todo el tiempo un calor abrasador, sino porque las temperaturas medias son bastante uniformes y no se registran condiciones extremas. A lo largo del año la media se mantiene por encima de 25 grados todos los meses, sin que nunca se presenten heladas ni el termómetro marque generalmente «”aún en invierno»” menos de 15 grados, aunque excepcionalmente puedan registrarse temperaturas inferiores a ello. Para la totalidad de la península la temperatura media anual es de alrededor de 26 grados y en la mayor parte de los meses del año se registran días con temperaturas máximas superiores a 30 grados, que en cierta época con frecuencia pueden acercarse a los 40. Sin embargo, durante la noche casi siempre refresca bastante, sobre todo en los meses invernales, aunque tampoco puede hablarse de frío intenso. La temperatura media en el mes más fresco «”que puede ser diciembre, enero o febrero en diferentes zonas de la región»” supera los 20 grados.»

De modo, pues, que no podemos quejarnos de nuestro clima. En esta tierra nuestra no nos veremos sepultados bajo masas de nieve, no andaremos patinando en aceras cubiertas de hielo, ni tampoco sufriremos tórridos calores veraniegos, como sí ocurre a los habitantes de lugares donde en verano puede haber 40 grados y en invierno 30 bajo cero, o sea una diferencia de 70 grados en el curso del año.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Viernes 17 de enero de 2014

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