Lo que sucede en el Ártico, no se queda en el Ártico

IMPACTO AMBIENTAL

Lo que sucede en el Ártico, no se queda en el Ártico[1]

Juan José Morales

Aquellos que aún dudan que el calentamiento global y el cambio climático sean una realidad contra la cual debemos tomar medidas de prevención y mitigación, quizá se convenzan con los datos sobre el casquete polar ártico que hace poco dio a conocer la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera (NOAA) de Estados Unidos.

Según la información, en la región ártica durante 2016, mes tras mes, la temperatura fue la más alta registrada a partir de 1900, cuando comenzaron a hacerse mediciones sistemáticas. Y de mediados de octubre a fines de noviembre, la extensión de la capa de hielo fue la menor en más de un tercio de siglo, desde que en 1979 se iniciaron los registros de su superficie mediante satélites artificiales.

imageLa tendencia a la reducción del casquete de hielo del Ártico se inició en el siglo XX y continúa, al parecer ahora con mayor intensidad. En la imagen pueden compararse su extensión promedio en los períodos 1935-44 (Izq.) y 2005-14. El año pasado se contrajo aún más. A la derecha del mapa, Eurasia; a la izquierda, América.

El informe de la NOAA recalca que durante doce meses consecutivos, la temperatura media del aire al nivel del suelo en el Ártico fue la más alta jamás registrada. En promedio, de octubre de 2015 a septiembre de 2016, estuvo 3.5 grados C por encima del promedio de todo el siglo pasado y los primeros 14 años del presente. Por lo demás, este es el tercer año consecutivo que ocurre tal cosa. Esto es, que las temperaturas de la atmósfera en el Ártico sean más altas que lo normal.

Por lo que se refiere a la temperatura del agua, también estuvo por encima del promedio, y de hecho más elevada que la del aire. En agosto de 2016, por ejemplo, fue cinco grados superior a la media del período 1982-2010 en una vasta región desde Alaska y Siberia hasta el norte de Rusia y Noruega, así como a lo largo de las costas de Groenlandia.

Como era de esperarse, temperaturas tan cálidas «”relativamente hablando»” entorpecieron considerablemente la formación de hielo. El resultado, ya dicho, fue que su cobertura fue la más reducida en 36 años y 28% inferior a la media del período 1981-2010.

Las cosas no paran ahí. Durante la primavera, hubo en gran parte del Ártico mucho menos nubes de lo habitual. De hecho, la cobertura nubosa fue la menor en el casi medio siglo transcurrido desde el inicio de las observaciones con satélites en 1967.

Todo esto «”menos hielo y menos nubes»” permite que los rayos solares penetren más profundamente en las aguas marinas, y ello a su vez ocasiona una proliferación de algas. Igualmente, se derrite en gran medida el suelo permanentemente congelado de la tundra «”un tipo de terreno cubierto de líquenes y otros tipos de plantas no arbóreas»” y se libera el dióxido de carbono atrapado en él. Y no debe pasarse por alto que, como señalan los científicos, ese suelo de la tundra contiene dos veces más dióxido de carbono del total que actualmente existe en la atmósfera terrestre. Su liberación, entonces, agravaría el problema del calentamiento global y el cambio climático.

En opinión de los climatólogos, este calentamiento del Ártico es resultado del aumento de las concentraciones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera terrestre, el cual durante 2016 se vio agravado por los efectos del fenómeno de El Niño sobre la corriente cálida del Pacífico Ecuatorial.

La situación, pues, resulta preocupante, pues no debemos olvidar que el Ártico es el motor del clima en una vasta región del planeta, particularmente en el hemisferio norte. Toda alteración de las condiciones naturales que ahí ocurra repercutirá en sitios muy distantes, inclusive en esta parte del mundo en que vivimos.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán Y Quintana Roo. Viernes 27 de enero de 2017

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