La experiencia de abducción o el camino al origen

-Ponencia presentada en el I Forum Mundial de Ufología, Brasilia, 7-14 diciembre 1997-

The abduction experience or the path to origin

LA EXPERIENCIA DE ABDUCCION O EL CAMINO AL ORIGEN

-Entre la psicología y el mito de relatos extraordinarios-

Roberto E. Banchs Licenciado en Psicología, Doctor en Psicología Social

EXTRACTO: Reconociendo una dimensión psíquica insoslayable, el autor postula la hipótesis del recuerdo originario, señalando que muchos de los testimonios de presuntos abducidos consisten en una fantasía de naturaleza inconsciente, de un acontecimiento anterior y desencadenante de dichos relatos. Debido a la angustia emergente de una situación vital, recrean en forma enmascarada problemáticas y conflictos subyacentes con la apariencia de un secuestro y examen por extraterrestres.

Partiendo desde un punto de vista simbólico connotativo, esos informes denotan una estructura mica singular, que se corresponden con el mito del héroe y con las funciones básicas del rito de iniciación o pasaje, que advienen en una transformación del sujeto. mostrando cómo es posible que se produzca la separación de las condiciones originarias de totalidad y la adquisición de un nuevo estado.

Esta lectura antropológica queda ampliamente avalada y enriquecida por la investigación psicológica, cuyo estudio pormenorizado (eje sintético del trabajo) revela que las narraciones de los abducidos remiten a escenas perinatales, esto es, en torno al momento del nacimiento, o del desprendimiento del niño del cuerpo materno, escenificando la angustia que emerge en aquellos testigos, por cuanto el nacimiento -como recreación imaginaria- se constituye a posteridad en modelo o prototipo de la angustia primigenia, separación del cuerpo materno, como efecto del denominado complejo de castración o ruptura de un lazo imaginario. Esta vuelta al origen confronta al hombre con sus mitos, descubriendo en el trasfondo regresivo una estructura común, al interrogarse por el nacimiento.-

Los relatos de abducción, o secuestro* alienígeno, constituyen las más interesantes narraciones de casos sobre encuentros con ovnis, no solo por lo extraño del contenido, sino también por los indicios reveladores de su eventual naturaleza.

Es esta clase de informes los que durante largo tiempo han permitido suponer que irían a aportar los argumentos confirmatorios de la procedencia extraterrestre del fenómeno. En cambio, a medida en que nos adentramos en el misterio se deja entrever cuan complejo resulta el problema.

Entre los diversos tipos de manifestaciones, como es sabido, la mayoría se refiere a avistamientos de objetos a larga distancia y altitud, y de objetos relativamente próximos, con formas bien apreciables. En menor cantidad se hallan los aterrizajes, y aun menos frecuentes son los encuentros cercanos donde se observan entidades u ocupantes, la mayoría de las veces esquivos y faltos de interés en el ocasional testigo. En contraste con esa conducta (huidiza o indiferente), nos hallamos con otro conjunto de informes donde el testigo dice haber sido invitado al interior del objeto -ora nave-, y haber participado de conversaciones amigables, en las cuales es usual que se le transmita algún tipo de conocimiento, predicción o aviso rodeado de cierta aura espiritual.

Una tercera categoría es, precisamente, la de las abducciones. Bien diferente a las anteriores, aquí los abductores -mostrando inocultable interés en la especie humana- se apoderan impunemente de la persona, reduciéndola física o volitivamente, para conducirla a otro sitio donde es retenida y sometida a variados exámenes físicos.

Notando un comportamiento tan dispar según las diversas modalidades de presentación, algunos ufólogos han sugerido que semejante incongruencia podría deberse a que se trata de diferentes razas de extraterrestres, como ser: malvados grises y benévolos rubios. Para otros, una u otra población de casos sencillamente no es real.

Sin embargo, en todas resulta sugerente que las entidades alienígenas suelan ser descritas con un aspecto humanoide. Dicho termino, definido como un estado a semejanza del hombre, no puede dejar de ser atendido. Ellas se muestran como variantes de la forma y comportamiento humanos. Así visto, es posible señalar, aunque más no sea por analogía, que hay algo del hombre en dichas apariciones, algo que está presente y se le manifiesta, habitualmente con un claro interés en su persona.

Curiosamente, los investigadores de ovnis han adoptado el término “síndrome de abducción post-traumático” para referirse a un conjunto de signos y síntomas de causa desconocida o indeterminada (síndrome), que suelen observar en aquellas personas que aseguran haber sido víctimas de un secuestro por parte de presuntas entidades alienígenas, sin poner en duda que el mismo se produce como consecuencia del indeseado encuentro, expresado en un daño o trauma psíquico y acompañado en ocasiones por manifestaciones somáticas.

Aún más, la presencia de tales evidencias (que la literatura ufológica abunda en detalles), pretenden avalar el prosaísmo que surge de sus relatos. Sin embargo, debería ser considerada la posibilidad de que el propio testimonio ufológico pudiere ser parte de una fantasía de naturaleza inconsciente de un acontecimiento anterior y desencadenante de relatos de abducción. En síntesis, el episodio traumático se situaría en una instancia previa, muchas veces arcaica, siendo el relato del abducido un intento de simbolización, vale decir, una vía que encuentra el inconsciente para la representación y resolución del trauma.

La memoria recuperada

Uno de los recursos mediante los cuales se pretende dar estatuto de realidad a dichos relatos, es el empleo de hipnosis, con el supuesto que los testigos guardan recuerdos de su experiencia que han sido cancelados a su memoria consciente. No vamos a extendernos sobre el tema, pero es necesario brindar algunas precisiones.

Las declaraciones efectuadas en estos estados pueden revelar la verdad concebida por el sujeto, lo que no siempre coincide con los acontecimientos narrados. Precisamente, uno de los instrumentos que estimulan -en cualquier individuo- la creación de fantasías oníricas es esta clase de pruebas. No es casual que las confesiones o declaraciones realizadas bajo hipnosis no sean tomadas como validas en los tribunales de justicia, como tampoco las que se producen estimuladas por cualquier tipo de drogas (pentotal, thionembutal, etc.).

El bajo coeficiente intelectual (por su mayor dificultad de discernimiento de la realidad), y las denominadas “personalidades propensas a la fantasía” (expresión de moda, característica de la neurosis histérica, aunque no exclusiva), encuentran una vía rápida para la sugestión hipnótica, así como la tendencia a imaginar objetos y situaciones fantásticas.

En suma, el valor de estos procedimientos ha sido muy cuestionado, pues se admite que en estado de ensoñación, de inconsciencia o semiinconsciencia, no hay garantías que lo expuesto por el sujeto sea real, siendo frecuente que se trate de un delirio oniroide, en el cual el individuo habla de aquello que desea o teme que haya sucedido, más de lo que en realidad ocurrió.

Para un creciente número de ufólogos, las experiencias de abducción alienígena suelen producir estados amnésicos, la pérdida de memoria de la totalidad o un fragmento significativamente importante del inusual encuentro. A veces, un tiempo perdido en el que -para otros- no se recuerda porque nada habría ocurrido. Además, para qué los extraterrestres irían a bloquear la memoria consciente, si nos resulta luego tan sencillo desbloquearla.

Uno de los habituales argumentos expuestos pan justificar la falta de recordación de tales episodios, consiste en que la situación ha sido tan traumática (es decir, difícil de ser elaborada), que el testigo-protagonista ha debido defenderse psíquicamente pasándolas al olvido. Esto podría admitirse en algunos casos, por efecto inmediato de un shock hasta su recomposición anímica y emocional. Aunque puede darse en variadas estructuras de personalidad, es típico de la histeria, produciendo un olvido de partes de la vida ligadas a hechos traumáticos (“amnesia lacunar”). Interesara, pues, el discurso -el cómo y cuando- pan localizar ahí algo que ha sido reprimido, cancelado o bloqueado, y que se halla en el orden del deseo. Un deseo que siempre vuelve disfrazado.

No obstante, los estados amnésicos pueden producirse por cuadros confusionales (psicosis confuso-oníricas) de distinta etiología, directas (meningo encefalitis, shocks traumáticos y emocionales, etc.) e indirectas (intoxicaciones, anemia, etc.), por paroxismos generalizados o ictocomiciales, característicos de la epilepsia (“ausencias”, por breve perdida de la conciencia), y otras formas menos frecuentes.

Desatendiendo las causas que, por lo común, originan los estados amnésicos, muchos ufólogos están persuadidos que dichos estados constituyen una pauta corriente de las presuntas abducciones. Y esto es posible, a la vista de lo expuesto, si se abandonara la idea de los alienígenas acosando terráqueos de un lado a otro del planeta.

Algunos ufólogos van más allá, y le imputan a los alienígenas el haber provocado deliberadamente la amnesia a los desprevenidos testigos, sea para ocultar sus maquiavélicas intenciones o para atenuar el impacto producido por su indubitable presencia. Por extensión, cualquier desajuste -psíquico, neurológico o comportamental- observado en el abducido, le es achacado a los victimarios de la escena.

La matriz cultural

El tema de las abducciones y el empleo de las “regresiones hipnóticas” comenzarían a propagarse a niveles populares recién en 1966, cuando se publicó el famoso incidente norteamericano protagonizado en 1961 por Barney y Betty Hill, y el de Antonio Villas Boas, ocurrido en 1957 en Brasil, cuyos pormenores se difundieron altos después. Ellos habrían servido de clisé para otras historias, representando variaciones de grado o tono respecto a estos relatos. Y junto a las experiencias (o precediéndolas) se sumaron las regresiones hipnóticas, bajo el supuesto que los testigos guardaban algo en su memoria que solo podía ser revelado en las sesiones.

Claro está que sobre el caso narrado por los Hill, no parece haberse tenido muy en cuenta que para el Dr. Benjamin Simon, quien trató bajo hipnosis al matrimonio, el episodio habría sido una fantasía elaborada por Betty y transmitida a Berney**. En fecha más reciente, el investigador Martin Kottmeyer avanzó sobre esta pista y hallo que las raíces de la historia narrada -suponemos que a modo de restos diurnos– habrían de situarse en la consagrada serie televisiva “The outer limits» (Rumbo a lo desconocido).

Por lo expuesto, es factible pensar que la angustia emergente de la situación vital que aquejaba a la pareja, llevándola a pedir asistencia psicoterapéutica, haya podido ligarse a una representación imaginaria. En ella parecen recrearse en forma enmascarada problemáticas y conflictos subyacentes, con la apariencia de un secuestro y examen por extraterrestres. Justamente, la posibilidad de desarrollar o desenvolver esta novela bajo tratamiento, ha permitido que se produzca dicha ligadura, atenuando así la presión e incertidumbre que los llevó a consulta.

En el extenso historial analizado de casos referido a encuentros y secuestros por parte de alienígenas, hemos podido hallar frecuentemente lo que podríamos dar en llamar percepciones interiores de cosas proyectadas al exterior. Narraciones extraterrestres, de lo que en realidad es intrahumano. Y como es sabido que los ovnis además de verse. se “sueñan”, los mismos irrumpen, entonces, como parte de algo transfenoménico y hasta estructural del sujeto. Estos relatos son de singular importancia, pues, a lo extraño de su contenido, los mismos suelen responder a idénticos mecanismos del sueño, y a otras producciones que tienen su origen en el inconsciente.

Como en los sueños, existen otras fantasías conscientes e inconscientes, diurnas y nocturnas -que no son otra cosa que realización de deseos, de contenidos que han hallado una forma encubierta de emerger a la conciencia.

Hay episodios con un alto contenido simbólico que, evidentemente, guardan una estrecha relación con la vida de los testigos y su entorno. Historias tomadas de los núcleos profundos de la psique y del contexto vital más cercano, pero a la vez, muy lejanas en el tiempo.

Basándose en la inconsistencia y en la abundancia de detalles absurdos de muchos de los relatos, algunos ufólogos han llegado a pensar que a los testigos se les ha implantado una historia más o menos verosímil para ocultar los verdaderos propósitos de sus raptores. De manera más general, hay quienes decididamente se oponen a creer en la versión literal de las abducciones, rechazándola de plano, por considerarla de una ingenuidad pasmosa.

No obstante, sabemos que muchos de los abducidos obran de buena fe y que vivieron realmente sus experiencias en forma aterradora. Sus relatos no tratan apenas de un mero avistamiento desusado (a fin de cuentas, quién no ha visto alguna vez una rareza en el cielo), sino que hay en ellos un fuerte compromiso afectivo y un notorio protagonismo, propias del héroe en virtud de sus hazañas. La casuística abunda en estas narraciones fantásticas, conformando un rico anecdotario.

El mito del héroe y el rito de iniciación

Las similitudes entre las abducciones con otras experiencias extraordinarias como las de proximidad de la muerte, las extracorporales, las psicodélicas o las shamánicas, tienen en común la psique humana.

En efecto, existe en las abducciones una dimensión psíquica insoslayable y que es vivida en muchos como esencial. Igual a quienes tuvieron una experiencia cercana a la muerte o pasan por una iniciación, sienten que sus vidas han cambiado profundamente y que nada volverá a ser como antes. Una “experiencia primariamente mística”, a decir del autor de Communion, Whitley Strieber.

A pesar de las diferencias formales, estas experiencias tienen en común -formula Kenneth Ring– el consistir en viajes arquetípicos de iniciación, haciéndole sospechar que son manifestaciones distintas del mismo universo y, por tanto, sendas alternativas al mismo tipo de transformación psicoespiritual.

En todo caso, es revelador considerar las abducciones desde un punto de vista simbólico. Examinando estos informes, es posible hallar una estructura invariante donde se transparenta el guion convencional de la prueba iniciática, seguido de una transfiguración en la vida de su protagonista, adoptando la representación de muerte y resurrección sucesivamente. De este modo, las abducciones son vistas como una suerte de sueño extraordinario, cuyos símbolos aluden a una transformación, como energías creativas, capaces de cambiar la realidad.

En rigor, la secuencia de las abducciones no se aparta de modo alguno a las tipologías básicas o situaciones que se encadenan en la estructura de los cuentos folclóricos establecidas en 1928 por el ruso Vladimir Propp (a las que llama funciones), como resultado de la comparación de un amplio número de versiones de los mismos temas. Propp reconoce la existencia de 31 funciones básicas, que otros autores reducen finalmente a 7.

En el cuento tradicional llamado la “aventura del héroe” se reitera el esquema de una prohibición, una trasgresión y una aventura cumplida felizmente por el héroe***, protagonista de una epopeya o algún hecho dramático. El periplo mítico tiende a la restauración de un orden; es circular, vuelve al comienzo pero es una vuelta que se ha enriquecido con el paso del mal, por el infierno o por el peligro. El héroe cambia de estado, lo cual se trasunta en el adquirir un nuevo nombre o una nueva categoría.

Si pasamos a analizar los relatos de abducción, nos hallaremos en algunos casos con figura de transformación, de grandes cambios. Transformación que corresponde al pasaje de un estado a otro, de una etapa o nivel a otro. Se hace preciso, pues, ubicarlos dentro del contexto antropológico, que es el que corresponde a la iniciación religiosa. Apreciaremos entonces su referencia a la vida espiritual, al cambio interior.

En sentido parecido, abriendo camino por los trabajos de Graciela Maturo (que basa en autores tales como Jung, Propp y Lévi-Strauss) sobre el mito y el cuento tradicional, hallamos que tales relatos corresponden a una estructura mítica singular, como reelaboración del campo mítico-simbólico que la humanidad ha conservado por múltiples vías. Para el psicólogo Milton Rosenberg la tradición oral que antes quedaba reservada al mundo de los cuentos, en la actualidad resultaría sustituida por los periódicos sensacionalistas, la televisión y el cine.

El modo más inmediato y eficaz para comunicar el mito es el de la narración. En la tradición europea ese mito fundamental es el que Joseph Campbell llama protomito. El hombre no nace ya realizado, sino que debe cumplir un esfuerzo atendiendo a su evolución personal para dejar atrás su ser aparente y revelar su ser profundo. De ahí que los ritos de Melodeon se refieren siempre a cambios de conciencia. Ritos de pasaje que adoptan, en consecuencia, la representación de la muerte y el nuevo nacimiento, retrotrayéndose al más profundo nivel de la originaria identidad madre-hijo.

Rastrear las formas simbólicas y expresivas desde el proceso espiritual que las origina, nos muestra aspectos muy significativos que no se hacen evidentes cuando hacemos un estudio meramente formal y descriptivo.

El contenido de los relatos gira alrededor de la aventura del héroe o tema de la iniciación. En Carl Jung esa “aventura” se revela como un proceso de la conciencia, a la que denomina camino de individuación. Siguiendo a Jung y a Freud, el psicoanalista J. Campbell estudia el mito del héroe y ofrece el siguiente esquema: Separación – cruce del umbral – Iniciación – Retorno.

El héroe recorre un periplo que comporta un apartamiento de circunstancia habitual, es decir, una separación; atraviesa un umbral, cruza a otro mundo en el que recibe la iniciación, y luego vuelve, vive el retorno al hogar, trayendo consigo un conocimiento. Cuando vuelve, es el mismo y es “otro”.

Hay un cautiverio, un sufrimiento y luego un triunfo. Es siempre la salida del tiempo y del espacio, la estadía en un “lugar” que puede ser entendido como lo maravilloso y a la vez como lugar de peligro. Es el contacto con el más allá, con lo prohibido. Se cumple el “cruce del umbral” con sus instancias de separación, iniciación y retorno.

Tampoco adopta siempre una modalidad romántica, poética y feliz. El intento de atravesamiento del umbral puede manifestarse en una forma patogénica (concerniente al desenvolvimiento de una enfermedad); o bien en un modo positivo, espiritual y superador. En otras palabras: puede tratarse de un ser que, viviendo dramáticamente la angustia o un padecimiento subjetivo, termine hundiéndose en la nada, en el vacío, o que se abra paso a través de ella, en cuyo caso se produce la superación de la angustia, mediante el crecimiento del espíritu. Como diría S. Kierkegaard, desarrolle la riqueza de la intensidad vivida en el estadio religioso.

La vida que los niños dejan forzosamente atrás y con apariencia de castigo es -según los estudiosos de las religiones- la etapa de la niñez o de la adolescencia, algo que debe ser superado por la iniciación. Este pasaje, consagrado por medio de rituales, comporta asimismo una separación y la adquisición de un estadio o categoría diferente.

Se cumple el mitema del encuentro con el antagonista, la bruja, que aparece bajo la forma engañosa como protectora y ejerce su dominio (madre estragante). Puede hacerlo también como inmersión en una gruta o paso por un túnel, evocando el inicio en la vida. Por consiguiente, y por cuanto el mito intenta dar una respuesta acerca del origen de la vida, la sexualidad humana suele ser uno de los temas centrales. Se encuentra el símbolo tradicional del laberinto, que tiene además un sentido infernal y originario, es un retorno al útero materno, pero con un sentido positivo, pues triunfar en el laberinto (esto es, lograr superar los avatares tras ser retenido y expuesto a distintos peligros) es acceder a un nivel superior de conciencia.

Ese paso de un nivel a otro, se reitera en múltiples formas. En las versiones ufológicas los protagonistas humanos son transportados a una nave, haciendo alusión a su dominio del vuelo, familiar al lenguaje shamánico. El envío y la partida vinculada a la búsqueda son constantes.

La vida real no destruye la estructura de tales relatos. Al mito se le reconoce como otro modelo de aprehensión y ordenaci6n de la realidad.

No obstante, esta lectura simbólica connotativa permite pasar a una consideración psicológica, reveladora de aspectos de gran importancia.

La hipótesis del recuerdo originario

Nuestro propósito inicial se había orientado, como resultado de la labor clínica, hacia la investigación de los sucesos que acaecían ante el incremento de las ansiedades paranoides y de las vicisitudes regresivas consecuentes.

Corroborando las observaciones, nos llevó a afirmar la existencia de una situación regresiva constante con la aparición de los mecanismos inherentes a la situación fetal (regresión a mecanismos prenatales), toda vez que una intensa situación persecutoria fuerza al yo al abandono de la relación con la exterioridad y le impulsa al refugio inicial de la vida intrauterina (posición autista).

Las técnicas para inducir la regresión fetal con el propósito de provocar el incremento intenso de la relación con la fantasía a expensas de un mayor bloqueo con el mundo exterior, consisten en la exacerbación de las ansiedades paranoides por métodos frustrantes o agresivos, tales como ayunos, abstinencia, aislamiento e intoxicaciones (a través del empleo de ciertas sustancias, como mezcalina, ácido lisérgico, etc.). Estos procedimientos han puesto en evidencia su capacidad para inducir una profunda acción regresiva a los niveles fetales con notable intensidad, involucrando sensaciones corporales y fantasías.

En 1975 extendimos nuestra investigación al campo de los “no identificados”, y elaboramos una hipótesis referida a la naturaleza psicológica de la abducción. El estudio de numerosos informes (por citar algunos, los producidos en Buenos Aires, Ing. White, Mendoza, Arias, Las Carolinas, Huinca Renancó, Rio Cuarto) corroborarían los hallazgos, observando en gran número que dichas narraciones nos remiten a escenas perinatales (pre a post natales). Esto es, en torno al momento del nacimiento, o del desprendimiento del niño del cuerpo materno.

Sin recurrir a una simbología universal, y si al análisis del sujeto atendiendo su historicidad y al relato ufológico que produce, hallamos entre ambos aspectos una estrecha vinculación, y en sus narraciones elementos que se corresponden con la representación del útero materno, donde se aloja el nuevo ser por nacer, infiriendo que se trata de un modo de escenificar la angustia que emerge en aquellos testigos, eje central de estos relatos.

Recién dos años después, Alvin Lawson comienza a interesarse en un estudio sobre hipnosis de ciertos casos de abducción y, todavía más tarde, advierte el paralelismo entre los raptos ufológicos y el llamado trauma natal****.

Convengamos señalar que, para Otto Rank, el nacimiento no solo significaba un verdadero trauma para el ser, sino que produce el primer y más importante estado de angustia en la historia del individuo, modelo de toda la angustia posterior, es decir, a la que ha de remitir reproduciendo, en cierto modo, la situación del nacimiento.

De manera general, puede decirse que el nacimiento -conto recreación imaginaria- se constituye en un modelo, prototipo de la angustia primigenia, separación del cuerpo materno, como efecto del complejo de castración o ruptura de un lazo imaginario.

Precisamente, ese estado de angustia primigenia remite a una falta, a una separación, y proviene de una situación no resuelta o elaborada (es decir, traumática), antecediendo a relatos del género ufológico. Una novela que aparece como intento de eliminar esa angustia, restitutivamente como fantasía, delirio o alucinación, y que es, a la vez, exteriorización del conflicto subyacente.

La angustia, en cualquiera de sus diferentes modalidades, nos permite descubrir la problemática doble: fusión y separación (del yo y del objeto), unión y desunión. Como defensa patógena, provoca la regresión a etapas tempranas, que tienen al nacimiento como modelo, prototipo de angustia.

No trataremos aquí de tomar posiciones acerca de las controversial que provienen de concepciones psicogenéticas distintas y que sobrepasan nuestro análisis. Tampoco consiste en este articulo determinar si tales regresiones suponen un recuerdo real, o se trata simplemente de una construcción fantasmática, imaginaria. Aunque nos inclinamos razonablemente por esta última, más allá de admitir la existencia de una suerte de memoria fisiológica (antes de haberse conformado el aparato psíquico), cuyos registros o huellas se resignificarían bajo determinadas circunstancias.

De hecho, la remisión a la angustia del nacimiento esta fuera de toda polémica. Y es allí donde la experiencia perinatal (esto es: antes, durante y después del nacimiento), se abre en la polaridad fusión (goce, alienación) y separación, o abandono (castración, arrojamiento).

Numerosas historias de abducci6n contienen esta problemática, encubierta, camuflada en un relato ufológico que parece hacer “revivir” esa experiencia natal, sin poder despojarse de ese sentimiento (en su forma arcaica de aniquilamiento, deglución) y del dualismo abducción-aducción, o por igual, retención-separación.

La primera se vincula, según el modelo psicoanalítico, con las protofantasías***** o fantasías originarias. Expresamente, con la denominada “vida intrauterina”, también conocida como experiencia oceánica. Lugar de goce y completud en el cuerpo materno. La segunda, en cambio, nos conduce a la angustia primaria o traumática del “real angst” y se relaciona con la “castración” (termino que toma el sentido de separación, y que designa cualquier atentado contra la integridad psíquica o corporal). Para el pensamiento mítico, antropológico, esa castración o separación corresponde al pasaje de un estado a otro y adopta las formas de una transfiguración, con su ulterior correlato en los procesos de la conciencia.

Dichas fantasías originarias son estructuras que el psicoanálisis reconoce como organizadoras de la vida fantasmática cualesquiera sean las experiencias personales del sujeto, sorprendiendo por tener un carácter común: todas ellas se refieren a los orígenes y poseen una importante relación con la vida sexual y con los síntomas, reveladores de procesos de fondo. Esas fantasías -que consisten en dar forma sensible o reproducir con imágenes las cosas pasadas- son, ante todo, los sueños diurnos, escenas, episodios, novelas, ficciones que el sujeto forja y se narra a si mismo.

Al igual que los mitos colectivos (por cuanto remiten a los orígenes), intentan aportar una representación y una “solución” dramatizada a lo que, para el sujeto, aparece como un gran enigma, como origen de una historia, lo que se le presenta como una realidad de tal naturaleza que exige una explicación.

El camino regresivo

El fondo del problema parece hallarse en los orígenes, en la prehistoria del sujeto, en sus estados profundamente regresivos, reactualizados ante una situación emergente y como un intento de simbolizar algo de lo real.

No hay dudas que el relato de una abducción revela una experiencia traumática. Pero como todo recuerdo, el trauma es siempre un recuerdo encubridor.

Su valor mnémico no radica en su propio contenido, sino su relación con otro contenido reprimido. Como si una huella mnémica de la infancia hubiera sido reproducida luego, en una etapa posterior. En las situaciones traumáticas esto se observa cuando los pacientes reprimen en sueños el suceso y vuelven al lugar del incidente, obedeciendo a la denominada compulsión a la repetición, donde el acontecimiento traumático vuelve sobre el sujeto procurando su ligadura de significantes, su representación, pero siempre en forma camuflada, como intento de hacer surgir lo olvidado y reprimido (fantasías o sueños como realización del deseo de la conciencia de culpa), y de dominar la violenta sensación experimentada.

En las neurosis traumáticas (p. ejem., traumas de guerra), el yo -asegurando la función de unidad e integridad- se defiende de un peligro que lo amenaza, pero cuyo conflicto se reactualiza ante una situación de riesgo. Por lo tanto, el trauma es algo exterior, que desencadena algo interior, y anterior (véase las Series Complementarias: factores constitucional – predisponente – desencadenante, o síntoma).

Al respecto, todo peligro -a la integridad yoica- tiene como prototipo al nacimiento. De ahí que la angustia se reproduciría en situaciones análogas al nacimiento, automáticamente, como reproducción inadecuada (la excitación se transforma directamente en angustia, sin ligadura). Aparecería como reacción general al peligro. Para Rank, incluso, las alteraciones fisiológicas que se producen en la criatura durante el parto (asfixia transitoria, taquicardia, opresión, etc.) son idénticas a los que acompañan la angustia, pudiendo inferirse que esta experiencia iría a establecer la norma que se repetirá en la vida ante situaciones de peligro.

Un peligro de tal magnitud que el sujeto quedaría en desamparo. Desamparo material frente a un peligro real, y psíquico. El trauma se configura de este modo en la serie: angustia – peligro -desamparo. Una sensación de desamparo reconocida, recordada y esperada, como aparecen en numerosas experiencias de abducidos.

También hay otras características comunes: imposibilidad de olvidar, angustia que invade el cuerpo, sueños u otras fantasías que repiten el suceso (a veces puestas en el cuerpo, como síntomas somáticos).

Estas narraciones de índole traumática no se distinguen, a fin de cuentas, de otros episodios menos fantásticos -y no menos interesantes- vistos en la clínica. Inclusive, con bastante frecuencia, cercano a su hábitat, y muy especialmente en el dormitorio. No es extraño que allí ocurra, pues es en el dormitorio donde se efectúa la actividad del dormir, de los sueños por excelencia, de la criptica relación del hombre con su inconsciente.

Surgida de aquella tarea, el estudio de un conjunto de informes sobre abducciones nos permitió establecer una singular relación con el momento del nacimiento. Sin embargo, no se trataría de un recuerdo real, de la imagen del momento primordial que aparece enmascarado, sino, una representación que viene a constituirse en modelo o prototipo de la angustia primigenia.

Esta vuelta al origen confronta al hombre con sus mitos, descubriendo en el trasfondo regresivo una estructura mítica común, por cuanto se interroga por el nacimiento.

Recuerdo o recreación imaginaria, lo indudable es que el nacimiento es una de las instancias más dramáticas de todo individuo. Plenitud, vacío, la nada. Angustia y goce. Éxtasis místico, conciencia cósmica o trascendental, estado modificado de conciencia. Experiencia oceánica. Antesala, vientre materno. Rito de iniciación, de pasaje, que dejara su marca.

La naturaleza diferente y cambiante del fenómeno torna improbable formular un modelo que ofrezca una descripción única acerca de todas las causas y motivaciones que subyacen tras los informes de abducción, siendo procedente un estudio especifico, caso por caso. No obstante, resulta plausible admitir -a la vista de estos estudios- la existencia de un conjunto importante de informes cuyo examen arroja la cierta y significativa adecuación al modelo propuesto.

Lejos de desdeñar los casos de abducciones, propiciamos desde una visión humanista continuar enérgicamente con su estudio. Estamos persuadidos que estos relatos fabulosos, sobreimpresos a la existencia real y concreta, nos ofrecen una oportunidad excepcional pan comprender la vasta realidad humana. Tomados como símbolos, nos hablan desde la interioridad del hombre. De su capacidad creadora, de su nacimiento y renacimiento, de su hondo sentido religioso (permitiendo intuir algo superior que roza el misterio cósmico).

Verdad o fantasía, la polémica continua. Quizá no sea esto lo importante frente al significado que ellos encierran. Significado que adquiere valor cuando conduce al hombre a volver una mirada hacia sí mismo y -como mito vivo que es- a proponer un camino de transformación psicoespiritual. Es que algo se nos comunica acerca de ese universo maravilloso que es la mente humana: de la imperiosa necesidad por trascender, de hallar una respuesta sobre los orígenes. He aquí las preguntas fundamentales de la filosofía de la existencia, por encontrar el hilo de sentido que permita orientar al hombre en su promisoria búsqueda.

La aparición de estos fenómenos cuya referencia común es el cielo y la luz, fiel a una intencionalidad de inocultable sentido cósmico y sagrado, suscita en el hombre una serie de interrogantes. La respuesta a ese interrogante es conocer. Conocer es también nacer, “nacer-con”. Y en todo nuevo conocimiento el hombre nace y renace la humanidad toda.-

Bibliografía

Banchs, Roberto E. Fenómenos aéreos inusuales -Un enfoque biopsicosocial. Leuka, Buenos Aires, 1994.

Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras. F.C.E., Mexico, 1959.

Freud, Sigmund. Obras Completas. T. XVIII, XIX, XXII. Amorrortu, Buenos Aires, la. reimpr. 1989.

Jung, Carl G. El hombre y sus símbolos. “Los mitos antiguos y el hombre moderno”, Joseph L. Henderson. Aguilar, Madrid, 2a. ed. 1974.

Laplanche, J. y J.-B. Pontalis. Diccionario de Psicoanálisis. Ed. Labor, Barcelona, 1981.

Maturo, Graciela. El mito y el cuento tradicional. Tekne. Buenos Aims, 1986.

Rivera, Luis F. Antropología existenciaria – El hombre como centro y sentido. Ed. Guadalupe, Buenos Aires, 1983.

Rank, Otto. The trauma of birth, ps. 187/188, citado por R. Mandolini Guardo en “Historia General del Psicoanálisis ps. 303/306: y E. Mira y López. en “Psicología Evolutiva”, ps. 30/33.

© Roberto Banchs, 1997


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.