Cartas al editor
Kyaw Tha Paw U
Yale University, School of Forestry & Enviromental Studies, New Haven, Connecticut 06511
El artículo de Callahan y Mankin[1] fue de cierta forma irreal. Los fuertes campos eléctricos citados y usados en un orden de magnitud mayor que los límites citados por otros autores; la bobina Tesla utilizada para producir los destellos era una aparato de alta frecuencia, mientras que se acepta generalmente que los campos en o cerca de las tormentas son de corriente continua con algún cambio de polaridad asociado con los relámpagos; las descargas en corona no fueron demostradas para insectos moderadamente grandes; y la existencia de fuertes campos eléctricos o actividades de tormenta no se estableció para la época de los avistamientos ovni.
Callahan y Mankin afirman: «Una combinación de tormentas y de una alta densidad de polución (partículas) daría sin ninguna duda campos eléctricos muy superiores a los 1.7-2.2 kV/cm necesarios para una descarga en corona»[2]. La literatura meteorológica sobre los campos eléctricos durante las tormentas no soporta esta conexión. También es dudoso que el fenómeno triboeléctrico pueda proporcionar suficiente gradiente de potencial durante las tormentas debido a la alta humedad relativa, lo que reduce los efectos triboeléctricos. Toda la literatura consultada reporta campos atmosféricos sustancialmente menores a 1 kV/cm, y de corriente continua.
Callahan y Mankin[3] establecen que Gunn[4] encontró intensidades de campo tan altas como 3.4 kV/cm en las tormentas. Aunque estos datos fueron reportados por Jun, fue para una altura de aproximadamente 4,000 metros; Jun notó que cerca de la superficie, el campo era mucho más pequeño[5]. Sus datos muestran que en promedio la intensidad del campo a unos 1,000 metros era sólo el 17% de la intensidad a 4,000 metros; entonces la máxima intensidad del campo entre 1,000 metros y la superficie era menor a 0.7 kV/cm. Muchas otras fuentes corroboran la magnitud de este estimado. Otra fuente citada por Callahan y Mankin[6] describe un incidente de tormenta donde el campo cerca de la superficie alcanzó 0.015 kV/cm[7]. Esto ocurrió durante condiciones de tormenta de arena y debió involucrar sustancialmente efectos triboeléctricos. Johnson[8] establece que los campos durante las tormentas deben alcanzar 0.3 kV/cm, pero el promedio es de 0.0013 kV/cm. Shvarts[9] reporta que la intensidad del campo en promedio en la parte alta de una tormenta fue de 0.13 kV/cm. Imyanitov y Chubarina[10] reportan campos eléctricos terrestres de alrededor de 0.0013 kV/cm, y campos durantes las tormentas de 0.1 kV/cm. El texto clásico de Chalmers[11] indica campos de 0.37 kV/cm durante las tormentas. Uman[12] caracteriza el campo de las tormentas cerca de la superficie en el orden de 0.1 kV/cm; él uso este valor durante la aparición de un relámpago.
Es importante resaltar que para el potencial de corriente directa de 1.7-2.2 kV/cm usado para sus estudios de descarga en corona, Callahan y Mankin no reportan ninguna medida de flujo radiante[13]. Sólo reportan densidades de flujo radiante para campos de alta frecuencia con bobinas Tesla de 5-7 kV/cm; no sólo fue esta intensidad de campo diez veces la máxima intensidad de campo reportada en las tormentas a nivel de superficie, fue corriente alterna de alta frecuencia, y debe por tanto considerarse como una representación no válida de las condiciones naturales. Loeb[14] ha descrito el efecto de la frecuencia sobre coronas de corriente alterna, pero sus resultados no se comentarán aquí, ya que las coronas de corriente alterna no son relevantes.
Los insectos tendrían que estar en enjambres para ser adecuadamente visibles, de acuerdo con Callahan y Mankin[15], pero no establecen la existencia de descargas en corona para enjambres de insectos en el laboratorio. Como describen autores tales como Chalmers[16], Uman[17] y Loeb[18], las descargas e corona involucran un flujo de corriente, que reduce la diferencia de potencial y el campo eléctrico; un enjambre de insectos descargando podría atenuar rápidamente cualquier gradiente local lo suficiente para crear una descarga en corona. En el experimento que describen Callahan y Mankin[19] la carga en el capacitor fue constantemente recargada por el suministro de alto voltaje, y no estaba involucrada mucha corriente ya que nunca se usaron enjambres de insectos.
Callahan y Mankin debieron haber establecido la presencia de fuertes condiciones de campo durante los avistamientos ovni. Esto debió haberse hecho con mediciones directas del campo, o al menos con reportes meteorológicos que indicaran una actividad de tormenta. Claramente, los campos eléctricos en condiciones normales son tan bajos como para crear fenómenos de corona persistentes en insectos. Callahan y Mankin establecen que la región de Uintah fue probablemente atacada por frentes o tormentas orográficas frecuentemente, posiblemente al tiempo y en la ubicación de los avistamientos, pero afirman que no obtuvieron ninguna información meteorológica de la región[20]. Presumiblemente no obtuvieron mapas sinópticos a escala para los datos en cuestión; de todas formas pueden argumentar que tales mapas no caracterizan explícitamente las condiciones meteorológicas locales durante los avistamientos. Sin embargo, algunos de los avistamientos descritos en detalle por Salisbury[21] contienen reportes de los testigos de las condiciones del cielo. De diecisiete reportes detallados, diez contienen observaciones del cielo; en siete casos el cielo estaba claro; y sólo en tres casos, había nubes presentes. No se menciona actividad de tormentas. Por ejemplo, Callahan y Mankin describen un avistamiento que ocurrió el 1 de septiembre de 1966[22], pero no mencionan que para este avistamiento, el testigo notó que el cielo estaba claro.
He usado los mapas sinópticos de la NOAA para las fechas de la mayoría de los avistamientos reportados por Salisbury[23] para determinar si era posible alguna actividad de tormenta. La actividad se consideró posible si (1) el paso del frente era inminente o había ocurrido recientemente (en 6 horas), o (2) condiciones de 500 mbar indicaban una posible influencia del tiempo, o (3) fue reportada cualquier precipitación en la región que rodea Uintah Basin, o (4) hubiera vientos geotrópicos del Sureste (135º +/- 45º), de tal forma que pudiera ocurrir precipitación orográfica. Si cualquiera de las condiciones enlistadas arriba estuvieran presentes, se consideraba posible una actividad de tormenta, aún pensando que esta técnica claramente sobreestima la actividad real. Cuando se hicieron estas suposiciones, sólo el 22.5% de los avistamientos involucraban objetos no plateados, posibles condiciones de tormenta, y ocurridos en la noche. Se supuso que una descripción del fenómeno como plateado, bajas condiciones climáticas, u observaciones diurnas impiden la explicación eléctrica (porque las descargas en corona no son plateadas, y no son muy brillantes). La mayoría de los avistamientos, 58.8% ocurrió en días o noches claros, o involucraban objetos plateados. Aproximadamente el 19% de los avistamientos no tenían información suficiente para adecuarla a los análisis sinópticos.
No apoyo ninguna hipótesis particular para los avistamientos ovni de Utah; simplemente deseo señalar que en la mayoría y probablemente en todos los casos, la procesionaria u otros insectos no crearon fenómenos ópticos significativos. El artículo de Callahn y Mankin[24] ha sido citado ampliamente como una nueva plausible explicación de los ovnis en fuentes tales como el Time[25] y el BBC World Service (estaciones de radio de onda corta)[26]. La información e hipótesis incluidas en esta carta demuestran claramente lo inadecuado de las hipótesis de Callahan y Mankin; desafortunadamente, el público general probablemente ahora cree que su hipótesis es una teoría bien fundamentada o incluso un hecho. Los entomólogos no deben usar los reportes ovni par indicar la migración de los insectos (como sugieren Callahan y Mankin[27]), porque los reportes de ovnis probablemente no involucran enjambres de insectos en corona.
Los insectos como objetos volantes no identificados Respuesta del autor a un comentario; 1
Philip S. Callahan
USDA, Agricultural Research Service, Insect Attractants, Behavior, and Basic Biology Research Laboratory, Gainesville, Florida 32604.
En referencia al comentario realizado por Kyaw Tha Paw U[28], opino que subestima ciertas fuerzas de la Naturaleza. Paw U no parece estar al corriente de la literatura referida al fenómeno del fuego de San Elmo.
La centella es aceptado en la actualidad como fenómeno natural aunque todavía no se ha descubierto una explicación realmente satisfactoria. Dado que la centella flota, muchos físicos[29] opinan que la energía debe proceder de la absorción de intensas ondas de radio o electromagnéticas procedentes del entorno. El físico soviético P. L. Kapitza cree que algún potente proceso electromagnético (no nuclear) alimenta la centella. Si este fenómeno eléctrico produce ondas de radio, la centella no puede ser corriente continua pura como Paw U mantiene. Mi opinión personal es que bajo ninguna condición atmosférica puede darse corriente continua pura.
Viemeister[30] cita al gran experto sudafricano en rayos, B. F. J. Schonland, como testigo de hierbas fosforescentes. Dice «si la nube tormentosa está particularmente cargada incluso las hojas de las hierbas pueden brillar en las puntas porque allí es mayor la ionización». Por tanto, si los pastos y el aire (centella) pueden brillar de forma natural, los insectos también. Nadie ha producido todavía una centella en el laboratorio (excepto quizá Nikola Tesla); en cambio, nosotros hemos hecho brillar insectos bajo condiciones de corriente alterna o continua.
Nuevas investigaciones en mi laboratorio (no publicadas) demuestran que una vez el insecto ha sido estimulado para emitir fuego de San Elmo por un voltaje de 1700-2000 V/cm, la reducción del voltaje a un nivel tan bajo como 200-300 V/cm no elimina el brillo. Aparentemente los gases fisiológicos se mantienen en un estado de emisión metaestable por los bien conocidos procesos de histéresis o retroalimentación eléctrica.
Respecto a nuestra cita sobre tormentas de arena, las escamas son mucho más puntiagudas y abrasivas que las partículas de arena. Los entomólogos saben inhalar escamas es mucho más peligroso para los pulmones que inhalar arena. Los enjambres de insectos generan verdaderas tormentas de escamas, dado que están débilmente unidas al cuerpo y se desprenden con facilidad (observaciones personales). Si la arena puede brillar debido a efectos triboeléctricos, las escamas seguramente también «“ambas son dieléctricas. Hay pocas dudas de que incluso en tiempo seco y despejado, los pequeños insectos y escamas movidos por una rápida corriente de aire brillaran debido a la estimulación triboeléctrica.
Los enjambres de insectos son tan usuales en la atmósfera superior que en la actualidad los entomólogos[31] hablan de plancton aéreo y de la «zona de plancton» (por encima de los 300 metros «“Ref. 57 p. 299). Se ha capturado insectos hasta una altura de 4,267 metros[32]. Sobre una milla cuadrada de terreno en Louisiana, el aire puede llegar a albergar 93 millones de insectos en un momento concreto[33].
Los técnicos de radar de la NASA en el centro de vuelo de Wallops Islands y los ingenieros de la USDA están estudiando los enjambres de insectos como ángulos puntuales[34]. Las señales que aparecen en la pantalla del PPI (Punteador de posiciones) demuestran que incluso las pequeñas especies de insectos tienden a agruparse en capas según las condiciones atmosféricas.
En 1969 coloqué trampas para insectos en una torre de televisión de 312 metros cerca de Pelham, Georgia[35]. Durante las épocas de emigración recogí más insectos por encima de los 76 metros que por debajo. Había escogido el lugar porque sabía por experiencia que sería una probable ruta de emigración. Por una curiosa casualidad 6 años después, en 1976, un residente de Pelham tomó varias fotografías, en el mismo lugar, de un ovni. La revista True[36] me consultó y publicaron un artículo sobre mi trabajo publicado en Applied Optics. En la revista aparecía también la fotografía de Pelham. Los glóbulos luminosos parecían exactamente lo que era de esperar: insectos brillantes.
Actualmente se conocen muchas especies de insectos que se mueven en los frentes tormentosos. Este es desde luego el caso de la procesionaria del pino[37]. Tales enjambres pueden tener entre 8 y 26 kilómetros de longitud. Es concebible que el voltaje en un punto concreto puede encender una porción de esta enorme masa durante un tiempo y moverse (o bien, aparecer en otro punto) y encender otra parte del enjambre. Esta actividad daría la impresión a un testigo en tierra de que la luz se habría movido de un punto a otro a una velocidad enorme (48.279 Km/h) o incluso a la velocidad de la luz.
Podría también argumentar de forma semejante para atribuir algunos avistamientos diurnos de luces brillantes a un origen similar, pero no lo haré ya que no ofrece ninguna aplicación práctica como en el caso de poder detectar las rutas de emigración nocturna de los insectos, gracias a las observaciones ovni.
Paw U no da a conocer sus creencias sobre los ovnis, pero mis convicciones personales coinciden con las de Wesson[38]. En un elegante ensayo sobre la probabilidad de la existencia de una avanzada civilización extraterrestre, Wesson señala que la existencia de una civilización electrónica igual o más avanzada que nosotros es muy poco probable. Su deducción se basa parcialmente en el hecho de que de los 250,000 millones de soles de nuestra galaxia, sólo el 1% o 2,500 millones pueden ofrecer planetas apropiados para la vida biológica. El resto de su artículo pasa revista a la historia de las distintas civilizaciones terrestres. El asegura que ninguna de ellas, excepto la europea, fue capaz de sustentar el alto nivel de pensamiento imaginativo necesario para asegurar su continuidad. Wesson atribuye el desarrollo de la ciencia moderna a una rara combinación de circunstancias accidentales que es muy improbable que se den en otros planetas y no digamos ya la sincronización entre ambos desarrollos. Por tanto, concluye que seremos incapaces de contactar con ninguna civilización extraterrestres similar a la nuestra.
A partir de nuestro propio trabajo y del elegante razonamiento de Wesson he llegado a la conclusión de que la gran cantidad de avistamientos ovni no son debidos a visitantes extraterrestres sino a fenómenos naturales. Y una mayoría de ellos, sin duda, a migraciones de insectos. Los entomólogos e ingenieros agrónomos deberían utilizar los archivos sobre ovnis de la Fuerza Aérea americana para escoger los emplazamientos de sus aparatos de radar para estudios de migraciones.
Los insectos como objetos volantes no identificados Respuesta del autor a un comentario; 2
R. W. Mankin
USDA, Agricultural Research Service, Insect Attractants, Behavior, and Basic Biology Research Laboratory, Gainesville, Florida 32604.
Mi parte del artículo[39] citado por Kyaw Tha Paw U[40] se refiere a la posibilidad de que una descarga en corona de un enjambre de insectos pueda ser visible bajo condiciones naturales. Creo que fue adecuadamente demostrado, aunque concuerdo con Paw U que esas condiciones son bastante raras. Aún pensando que tales condiciones son inusuales, el Fuego de San Elmo ha sido reportado muchas veces sobre otros objetos.
Como señala Paw U, una descarga en corona de corriente continua se atenúa rápidamente, causando un efecto de parpadeo que hace difícil de obtener el estimado de la intensidad radiante de las descargas de un enjambre, a partir de medidas del flujo radiante de un solo insecto. Para el ojo desnudo las descargas de corriente continua eran similares a las descargas de corriente alterna de 2-3 kV/cm (no a 5-7 kV/cm) excepto por su duración, así que se usaron las mediciones de flujo en corriente alterna para estimar la máxima distancia de observación posible. Por supuesto, en medio de la tormenta, la visibilidad puede ser cero, así que mayor refinamiento en estas mediciones es de poco valor.
Concuerdo con Paw U que aunque la hipótesis del enjambre de insectos es plausible, esto no significa que este completamente validada, y puede que nunca sea validada para la satisfacción de nadie.
[1] P. S. Callahan and R. W. Mankin, Appl. Opt. Vol. 17, 3355, 1978.[2] P. S. Callahan and R. W. Mankin, Appl. Opt. Vol. 17, 3355, 1978.
[3] P. S. Callahan and R. W. Mankin, Appl. Opt. Vol. 17, 3355, 1978.
[4] R. Gunn, J. Appl. Phys., Vol. 19, 481, 1948.
[5] R. Gunn, J. Appl. Phys., Vol. 19, 481, 1948.
[6] P. S. Callahan and R. W. Mankin, Appl. Opt. Vol. 17, 3355, 1978.
[7] A. Kamra, Nature, Vol. 240, 143, 1972.
[8] J. C. Johnson, Physical Meteorology, MIT Press, Cambridge, 1954.
[9] Y. M. Shvarts, Studies in Atmospheric Electricity, V. P. Kolokolov and T. V. Lobodin, Eds., Israel Program for Scientific Translations, Jerusalem, 1974.
[10] I. M. Imyanitov and E. V. Chuvarina, Electricity of the Free Atmosphere, Israel Program for Scientific Translations, Jerusalem, 1967.
[11] J. A. Chalmers, Atmospheric Electricity, Pergamon, New York, 1967.
[12] M. A. Uman, Lightning, McGraw-Hill, New York, 1969.
[13] P. S. Callahan and R. W. Mankin, Appl. Opt. Vol. 17, 3355, 1978.
[14] L. B. Loeb, Electrical Coronas, Their Basic Physical Mechanisms, U. California Press, Berkeley, 1965.
[15] P. S. Callahan and R. W. Mankin, Appl. Opt. Vol. 17, 3355, 1978.
[16] J. A. Chalmers, Atmospheric Electricity, Pergamon, New York, 1967.
[17] M. A. Uman, Lightning, McGraw-Hill, New York, 1969.
[18] L. B. Loeb, Electrical Coronas, Their Basic Physical Mechanisms, U. California Press, Berkeley, 1965.
[19] P. S. Callahan and R. W. Mankin, Appl. Opt. Vol. 17, 3355, 1978.
[20] P. S. Callahan and R. W. Mankin, Appl. Opt. Vol. 17, 3355, 1978.
[21] F. B. Salisbury, The Utah UFO Display: A Biologist»™s Report, Devin, Old Greenwich, Conn., 1974.
[22] P. S. Callahan and R. W. Mankin, Appl. Opt. Vol. 17, 3355, 1978.
[23] F. B. Salisbury, The Utah UFO Display: A Biologist»™s Report, Devin, Old Greenwich, Conn., 1974.
[24] P. S. Callahan and R. W. Mankin, Appl. Opt. Vol. 17, 3355, 1978.
[25] Time Magazine, 20 noviembre 1978.
[26] BBC World Service, 16 enero 1979 (0430 UT).
[27] P. S. Callahan and R. W. Mankin, Appl. Opt. Vol. 17, 3355, 1978.
[28] Kyaw Tha Paw U, Appl. Opt. Vol. 18, 2723, 1979.
[29] P. E. Viemeister, The Lightning Book, MIT Press, Cambridge, 1972.
[30] P. E. Viemeister, The Lightning Book, MIT Press, Cambridge, 1972.
[31] C. G. Johnson, Migrations and Dispersal of Insect in Flight, Methuen, London, 1969.
[32] B. R. Coad, Insects Captured by Airplane and Found at Surprising Heights, Yearbook of Agriculture, USDA, 1931.
[33] B. R. Coad, Insects Captured by Airplane and Found at Surprising Heights, Yearbook of Agriculture, USDA, 1931.
[34] C. R. Vaughn, W. Wolf, and W. Klassen, Radar, Insect Population Ecology and Pest Management, NASA Conf. Publ. 2070, Wallops Island Flight Center, Va., 1978.
[35] P. S. Callahan, A. Sparks, J. W. Snow, and W. W. Copeland, Environ. Entomol., Vol. 1, 497, 1972.
[36] Anon., True Flying Saucers & UFO Quarterly, Spring, 1979.
[37] W. R. Henson, Can. Entomol., Vol. 83, 240, 1951.
[38] R. A. Wesson, Nat. Hist., Vol. 88, 9, 1979.
[39] P. S. Callahan and R. W. Mankin, Appl. Opt. Vol. 17, 3355, 1978.
[40] Kyaw Tha Paw U, Appl. Opt. Vol. 18, 2723, 1979.