A la caza de seudociencias

La Prueba de Bunge

A LA CAZA DE SEUDOCIENCIAS

Por Mario Méndez Acosta

A la disciplina que se dedica al estudio de la actividad científica, analizando lógicamente sus procedimientos y validando con rigor su metodología, se le ha nombrado metaciencia. No viene a ser otra cosa que una aplicación muy detallada de la lógica simbólica moderna. Abunda en aspectos como el estudio de la validez de la explicación científica y la correcta construcción de hipó­tesis, teorías y leyes generales o descriptivas concernientes a fenómenos científicos.

MarioBunge El filósofo argentino Mario Bunge ha profundizado en el desarrollo de la metaciencia y expone su trabajo en la obra La investigación científica (Ariel; Barcelona, 1983).

Las diferentes escuelas metacientíficas pueden cali­ficarse, según Bunge, por la cantidad de teorías que le permitan pasar a una teoría científica cualquiera sujeta a su análisis.

Esa es una de las razones por las que Bunge se ha dedicado con esmero al estudio de las diferentes seudo­ciencias o disciplinas charlatanescas que han proliferado en nuestro siglo. Según él, esta actividad constituye el mejor campo de pruebas posible para cualquier doctrina que pretenda normar o describir formalmente a la investigación científica legitima.

Bunge ha determinado una lista de características que debe reunir toda doctrina o campo cognoscitivo para poder llamarse ciencia. Una doctrina que no reúna esas condiciones, y que afirme ser científica, definirá a una seudociencia. En un artículo previo aparecido aquí el día 2 de julio, se detallaron estas características, las cuales constituyen la Prueba de Bunge para comprobar la cientificidad de cualquier disciplina.

Bunge aplica su prueba a algunas doctrinas pretendidamente científicas y de gran difusión y aceptación en la actualidad con resultados interesantes.

PARASICOLOGlA

El caso de la parasicología es particularmente significativo, porque se trata de una disciplina que, al revés de lo que ocurre con muchas seudociencias, utiliza frecuentemente la estadística; cuenta con laboratorios de experimentación y publica regularmente los resultados de sus pruebas. Sin embargo, Bunge le encuentra deficiencias esenciales respecto a muchas de las condicio­nes que debe cumplir una actividad científica.

El dominio de la parasicología incluye reconocidamente, a entidades inmateriales tales como espíritus descarnados. El dominio de la ciencia versa únicamente sobre entidades reales.

Su visión general de la realidad entra en conflicto con el conocimiento científico, el cual se aplica a un conjunto de principios limitantes fuera de los cuales le es imposible actuar. Estos principios son: (I) no hay acontecimiento que carezca de base física; (II) el espíritu no es una sustancia muy sutil que pueda abandonar el cuerpo, propagarse en el espacio y obrar en la materia; el «espíritu» es simplemente el nombre de un complejo sistema de funciones del sistema nervioso; (III) ningún efecto preexiste a su causa, en particular, ningún men­saje puede recibirse antes de ser emitido; (IV) las leyes básicas de la física rigen sin excepción en cualquier lugar y en cualquier tiempo (V) todo conocimiento de cualquier hecho requiere de una percepción sensorial en algún momento. Señala Bunge que es inútil tratar de hacer ciencia por fuera de estos principios.

El fondo formal de la parasicología incluye la estadística. Sin embargo, los parasicólogos no son muy rigu­rosos en su uso. Consistentemente seleccionan la evidencia favorable de una serie de experimentos. No distinguen las coincidencias de la relación causa-efecto y no son dados a construir modelos matemáticos de sus sistemas hipotético-deductivos.

El fondo específico de la parasicología no hace uso de conocimientos de otros campos, como la física o la fisiología. Es más, los parasicólogos afirman que las ciencias están equivocadas o que no cubren los fenómenos síquicos.

Los problemas a resolver por la parasicología se reducen a uno solo: probar que existen fenómenos para­normales, o sea, hechos que no pueden ser explicables por la ciencia normal.

El acervo de conocimientos de la parasicología no incluye un solo hallazgo en firme, ni un solo dato confiable en telepatía, clarividencia, precognición o sicoquinesis y, menos aún, alguna hipótesis verosímil para explicar los mecanismos de esos supuestos fenómenos. Lo único que pueden afirmar es que sus datos son anómalos, o sea, inexplicables por la ciencia actual. No existe tal cosa como la Primera Ley de la Clarividencia o la Segun­da Ley de la Telepatía o la Tercera Ley de la Sicoquinesis.

El objetivo final -no siempre confesado- de la parasicología es apoyar antiguos mitos o sustituir a las religiones que declinan. No intenta fijar leyes y teorías que sirvan para entender y pronosticar.

Los métodos de la parasicología han sido escrutados por científicos, estadísticos y magos de escenario por más de un siglo e, invariablemente, se ha hallado que son defectuosos. Su mayor falla es, siempre, la falta de controles estrictos; derivada del deseo del experimentador de hallar lo que busca y no la verdad. Sin embargo, el engaño y los trucos han plagado desde siempre la parasicología. Desde aquél que pretende doblar las cucharas con la mente o el que supuestamente enseña a niños con los ojos vendados a leer con la piel; todos sin excep­ción han sido desenmascarados como estafadores en pruebas estrictas de laboratorio o ante verdaderos exper­tos calificados.

La parasicologia no forma parte del sistema del cono­cimiento humano. No hace ningún contacto con otros campos de investigación. Sus hipótesis ni siquiera intentan armonizar con otras hipótesis de otras disciplinas.

La parasicología no evoluciona. Por el contrario, sus supuestos hallazgos más difundidos se han visto desacre­ditados por investigadores cuidadosos que se han molestado en corroborar reportes e informes de hace ya algu­nas décadas.

Aunque cada experimento en particular que desarrolla la parasicología puede ser sujeto a contrastación o falsificación -demostrar que es falso-, en su conjunto la disciplina no es susceptible de ser refutada.

Si un supuesto síquico empieza a fallar ante un escéptico, el parasicólogo puede afirmar que el sujeto está cansado, que ha perdido su capacidad o que la negativa influencia síquica del supervisor ha neutralizado sus poderes.

A veces, un sujeto que intenta ir adivinando una serie de cartas o mensajes, en una prueba de telepatía, falla consistentemente; no obstante, el parasicólogo señala que puede estar leyendo la carta o el mensaje siguiente de una secuencia; es decir, que presenta el fenómeno de desplazamiento anterior, interpretable como un caso claro de profecía.

También ocurre que, si un supuesto síquico falla demasiado, entonces presentará un fenómeno de rechazo síquico… ¡también paranormal!

No hay posible falla. Siempre podrá cocinarse una explicación al fracaso. Simplemente la parasicología no es contrastable ni refutable… por lo que no es ciencia.

Pero la prueba de Bunge no sólo puede ser aplicada a disciplinas que acuden a explicaciones paranormales o mágicas. También doctrinas que actúan dentro del dominio de los fenómenos naturales pueden ser evaluadas y Mario Bunge somete a prueba al sicoanálisis. Eso lo veremos en la siguiente entrega.

El misterio de las centellas (10)

El misterio de las centellas (10)

Cuando tenía 15 año (ahora tengo 65) y un amigo y yo regresábamos a casa de una fiesta (sin alcohol) en la noche. Cuando miramos hacia atrás en el camino, a unos 250 metros de nuestras casas, vimos una bola de luz. Nos asustamos y corrimos velozmente a casa y la bola nos siguió a la misma velocidad. Parecía no producir ruido.

Norman Leaver

Australia

Curación por la fe a juicio

Curación por la fe a juicio

Una familia aquí en Oregón está siendo enjuiciada hoy por la muerte de su hija de 15 meses en marzo de 2008, una muerte que fue el resultado directo de sus creencias religiosas que involucran la curación por la fe. Su hija, que había estado enferma con neumonía y una infección de la sangre podría haber vivido si la familia le hubiera dado atención médica adecuada, pero en lugar de eso acudieron a su creencia de que Dios y Jesús serían capaces de sanarla, y ahora la pregunta que se plantea es si son o no culpables de la muerte de su hija.

Desde cualquier punto de vista este es un tema controvertido. La libertad de religión ha sido una de las muchas cosas que hace a los EU lo que es, pero ¿dónde trazar la línea? ¿Es correcto para las personas ignoren lo que otros consideran lógico y acudan a sus creencias religiosas con la esperanza de ayudar a sus familiares a través de la fe, la oración, o prácticas similares? Después de todo, a las familias que tienen esas ideas, sus creencias religiosas igualmente les parecen más lógicas que las ideas mantenidas por personas que no siguen sus creencias.

Personalmente, creo que a pesar de sus creencias causaron la muerte de su hija, no son culpables de nada, sino que hicieron una mala elección, y que han sufrido bastante desde su muerte. Llevarlos a juicio por cargos de homicidio sólo extiende su sufrimiento y pone de manifiesto la intolerancia (como lo demuestran los comentarios al final de este artículo en el Oregonian) de muchas personas a ambos lados de la controversia que se ha generado.

Tal vez como un método de prevención de futuros incidentes, tal vez se deben poner algunas leyes/restricciones que permitan la libertad religiosa, pero aún así protejan la vida de aquellos que no tienen la suficiente edad (como en este caso) para decidir lo que creen. Por ejemplo, si un niño es menor de cierta edad (tal vez 15 años de edad o menos) y sufre una enfermedad que amenaza su vida, la familia debe obtener atención médica para el niño a menos que el niño esté por encima de la edad de restricción, en cuyo caso el niño debe tomar su propia decisión sobre si debe ver a un médico o seguir sus creencias religiosas.

En cuanto a mis propias creencias en la curación por la fe, debo decir que soy un firme creyente en la mente sobre la materia, que creo que es fundamental para la curación por la fe, sin importar la creencia religiosa, en mi opinión. En pocas palabras, si usted tiene una fuerte creencia de que basta la fe, Dios, Cthulhu, o el Flying Spaghetti Monster lo sanará, entonces, puede ocurrir. Sin embargo me gustaría aconsejar que mezclar tales creencias en la curación con atención médica adecuada y sólo apelar únicamente a cualquier deidad en la que usted crea cuando parezca que la atención médica no va a funcionar.

Y en una nota final, debo preguntar a los que sólo buscan curación por la fe frente a la atención médica moderna, un Dios que realmente nos permiten desarrollar nuestra moderna tecnología médica y medicina, ¿no quiere que la utilicemos?

Fuente / leer más:

The OregonianTrial in death of infant raises questions of parental rights, religious freedom

Pajarovni sobre Mendoza

Mendoza1

Mendoza2 Pajarovni en Mendoza

Hola, mi nombre es Cristian, soy de Buenos Aires, Argentina, y quisiera saber que opinan de la fotografia, yo no estoy bien seguro de que es, pero en su momento pense que era un pajaro que volaba de derecha a izquierda, pero la duda esta si el objeto esta mas alla de la montaña o esta de este lado, por eso me gustaria que ustedes la vean y opinen, la foto no la tome yo, fue tomada por mi primo en enero de este año en la provincia de Mendoza, Argentina, y segun mi primo no se ha dado cuenta de que el objeto estaba alli hasta que llego a su casa y vio las fotos, bueno muchas gracias por su atencion y disculpen las molestias.

Mi intencion es solo mostrarles la foto para que me digan que les parece.

Alejandro Dolina. El Chamamé de los Marcianitos

El Chamame De Los Marcianitos «“ Alejandro Dolina

Hemos llegado hasta aquí,

preste atención,

pues somos extraterrestres

de otra civilización

En nuestra nave espacial

¡observenlans!

Andamos por las galaxias

del universo porá

No tienen nada que temer

porque venimo’ en son de paz

Hagannos casos nada más

y no los vamos a comer

Hemos llegado de otra civilización

Tenemos armas que lo pueden destruir

Tenga cuidado no se vaya a retobar

porque con nosotros nadie va a jugar

Vía Alejandro Agostinelli y Fernando Bonsembiante

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