LA FUSIÓN FRÃA[1]
Mario Méndes Acosta
Sin duda, uno de los más persistentes sueños de la humanidad ha sido el de obtener una fuente de energía inagotable, barata y eco lógicamente limpia, y así el desarrollo de la energía atómica en los años 40 permitió albergar esperanzas de que tal sueño se haría realidad al fin. No obstante, pronto se pusieron en evidencia sus desventajas y peligros, pues el empleo de la fisión atómica, con la cual, mediante el rompimiento de un átomo pesado de uranio 235 o de plutonio 239 se obtenía gran cantidad de energía, creaba también un exceso de radiactividad y de desperdicios radiactivos de larguísima vida media. Desde hace más de 30 años se intenta aprovechar otro proceso que a su vez producirá grandes cantidades de energía completamente limpia, esto es, la fusión nuclear, proceso inverso al de la fisión, ya que se trata de unir dos átomos de hidrógeno para formar uno de helio, lo que genera también gran cantidad de energía sin crear radiactividad y residuos peligrosos. Sin embargo, el logro de este proceso, que parecería ser la solución, se enfrenta con graves problemas tecnológicos, dado que para que ocurra la fusión se necesitan grandes cantidades de energía y la reacción tiene que darse en un medio con temperaturas de millones de grados, como las que se presentan en el núcleo del Sol.
Las bombas de hidrógeno operan con fusión termonuclear, pero necesitan un detonador, consistente en una bomba atómica ordinaria de fisión, por lo cual el trabajo para construir reactores de fusión económicamente viables sigue su larga y complicada trayectoria. La fusión del combustible se lleva a cabo a tan elevadas temperaturas que el material no puede tocar las paredes del recipiente que lo contiene, y para ese fin se le tiene que mantener flotando al interior del horno, mediante un campo magnético poderosísimo. Así es como funcionan los actuales reactores experimentales de fisión, también llamados tokamaks, y hoy, la energía producida por este sistema resulta cara en exceso; por ello causó gran expectación el anuncio, hecho el 23 de marzo de 1989, en Salt Lake City, Utah, por dos químicos estadounidenses, B. Stanley Pons y Martin Fleischmann, quienes aseguraban haber descubierto un proceso de fisión nuclear a la temperatura de una habitación, cuya evidencia consistía en producir un excedente de calor a partir de barras de paladio, sumergidas en un electrolito con deuterio, en este caso, agua.
Los científicos mencionados afirmaban también haber observado que ello se acompañaba de la emisión de neutrones, cuya captura en la solución era indicada por la emisión de rayos gamma. La prensa se volvió loca, sobre todo ante la aparente seriedad de los proponentes, además de la plausibilidad del proceso químico con que se explicaba el fenómeno. Pronto, numerosos equipos de químicos y físicos intentaron duplicar el experimento en todo el mundo, y tanto el Tecnológico de California (Caltech) como el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) lo repitieron un sinnúmero de veces, sin obtener el resultado logrado por los dos químicos. Ello ha venido ocurriendo con muchos otros centros de experimentación, como el de Harwell, el mayor laboratorio inglés de investigaciones en fusión nuclear, en donde se trabajó junto con Fleischmann en el intento de duplicar el procedimiento. Diez experimentadores pasaron tres meses y gastaron medio millón de dólares, buscando la replicación, sin encontrar los efectos esperados.
No obstante, subsiste la creencia en que la fusión fría es un fenómeno real, que ha sido descartado por los científicos tradicionalistas por razones de índole conspirativa. De los descubridores originales sólo Fleischmann mantiene su fidelidad al supuesto hallazgo, en tanto que un doctor en ciencia, llamado Eugene F. Mallove, sostiene una organización y una revista, Infinite Energy, dedicadas a la defensa de la fusión fría y de otras supuestas panaceas energéticas, como la de la energía de punto cero, que pretende aprovechar de manera tecnológica la que producen las parejas de partículas subatómicas virtuales, que surgen en el vacío y se aniquilan mutuamente de inmediato, lo mismo que diversos proyectos de máquinas de movimiento perpetuo. Se ha fundado así un extraño culto tecnológico, aunque casi místico en sus fervores anticientíficos, que gira alrededor de un fenómeno del que sus mismos creyentes reconocen no contar siquiera con un modelo de demostración, aunque anuncian en su revista costosas plantas industriales con todo y detallados planos y especificaciones, que supuestamente aprovechan dicha fusión fría o fenómenos similares.
Jed Rothwell, un defensor de la existencia de la fusión fría, señaló en un simposio sobre el tema, llevado a cabo en Manchester, New Hampshire, en octubre de 1998: «En resumen, nos enfrentamos a la apatía, a la pérdida de fe en el futuro y a la oposición del establishment. Estos problemas no importarían si la fusión fuera fácil de replicar, pero esto es difícil y nos pone en un aprieto. Mallove y yo consideramos que la única forma de salir de este predicamento consiste en fabricar un aparato de demostración, para convencer al público, pues necesitamos algo que funcione como demostración de prueba de principio, es decir un versión miniatura que demuestre que la cosa se puede hacer… el prototipo no necesita tener un uso práctico».*
Es sorprendente que quienes informan sobre cientos de supuestos éxitos y aplicaciones tecnológicas colosales de la fusión fría, pretendidamente ya en etapa de comercialización, y agreden con furia en sus publicaciones a notables físicos como Lean Lederman, Glenn T. Seaborg o Murray Gell-Mann -todos premios Nobel de física-, quienes han criticado los experimentos que intentan demostrar que la fusión fría es algo real, no cuenten siquiera con un sencillo dispositivo de demostración que apoye sus desorbitadas afirmaciones.
Referencias
* Jed Rothwell. «Comparisons from the History of Technology», Infinite Energy Magazine, Vol. 4, Issue 23, 1999, p. 41.
Bibliografía
Clase, Frank. Too Hot to Handle, London, 1990, W.H. Allen Publishers.
Mallove, Eugene, F. Fire from Ice: Searchingfor the Truth Behind the Cold Fusion Furor, Nueva York, 1991
Taubes, Gary. Bad Science: The Short Story and Weird Times of Cold Fusion, NY, 1993, Random House.
[1] Publicado originalmente n Ciencia y Desarrollo, No. 147, México, julio/agosto de 1999. Págs. 96-97.