El misterio de las centellas (170)

El misterio de las centellas (170)

Siempre he sido un observador del clima, y por fin tuve la suerte de observar una centella en junio de 1991, muy cerca de donde ahora vivo. Había una fuerte tormenta eléctrica, y el servicio meteorológico había sido muy enfático en cuanto a la inestabilidad atmosférica en el centro de Virginia ese día.

Afortunadamente, mi trabajo requirióe que yo me saliera al campo aquella tarde, cuando la tormenta se formó, tomé muchas fotos del desarrollo de la tormenta. Sólo al final de mi viaje, regresé a la oficina y me encontré conduciendo en un aguacero intenso. La lluvia paró de repente, y mientras poco a poco comencé a acelerar mi coche, un rayo nube-tierra iluminó mi parabrisas a no más de 20 metros delante de mi coche.

Hubo un «click», seguido de un trueno que era tan fuerte como para sentirlo. Sobresaltado, pisé el freno, y observé cuatro globos de centella, tan brillantes como el rayo. Se formaron aproximadamente a 100 pies en el aire, y bajaron. Todas eran del tamaño de una pelota de baloncesto.

Sabiendo lo que estaba viendo, rápidamente salí del camino, y observé a tres desapareciendo rápidamente. La cuarta llegó al suelo, rodó unos metros y explotó con una detonación fuerte. (¿Mi cámara? En el asiento de atrás. Por lo general lo mantenga a mi lado dispuesto a tomar las fotos necesarias.)

Dicho sea de paso, una milla y media después, me salí del camino de nuevo para observar y fotografiar lo que más tarde aprendí que era una inusual (para Virginia) pared de nubes que se salió de un tornado F1 a 5 millas de distancia, que hizo algunos daños menores a varias casas en todo el Country Club de Virginia. Un clima muy memorable ese día.

C. Fielding

Midlothian, VA USA

Fiebre Fantasmal

FIEBRE FANTASMAL

Mario Méndez Acosta

Si algún visitante de otro planeta observase lo que en nuestros días se le ofrece en la televisión y en el cine al público de todos los países, concluiría que nuestra civilización no sólo es visitada por miles de diversas razas de extraterrestres, sino que también es un hecho cotidiano que algunas personas, al morir continúan departiendo, en espíritu, con los mortales.

fantasma Numerosas series de televisión como Dead like Me, Medium y The Ghost Whisperer parten del hecho de que al morir las personas se desprende de ellas una especie de duplicado espiritual capaz, incluso, de conservar puestas la mismas ropas del difunto.

En algunas de estas series los seres fantasmales tienen que desempeñar algunas tareas como ayudar a la muerte en su misión de llevar las almas al más allá, o bien entran en contacto con personas dotadas del poder de ver a los muertos o de comunicarse con ellos. Al igual que como ocurre con los ovnis, algunas personas sin escrúpulos se dedican a comercializar videos que contienen el supuesto registro visible de la presencia de fantasmas en diversas partes de la ciudad o del campo. Al observar estas grabaciones se descubre, no obstante, que sólo se trata de reflejos internos de diversas fuentes de luz dentro del equipo óptico de la cámara de video.

Es posible plantearse, con toda racionalidad, lo que implicaría que en verdad existieran los fantasmas, tal y como se nos propone que existen. En primer lugar, conviene señalar que esta noción sobre los fantasmas sólo podría tener validez si nuestro mundo fuera -como se creía que era hace miles de años- una superficie plana e inmóvil. Sin embargo, el mundo no es plano ni inmóvil, y ello tiene consecuencias notables en la viabilidad del fantasma como un objeto inmaterial real, visible sólo gracias a algún efecto para­normal.

Pero ocurre que el globo terráqueo sí se mueve, gira alrededor de su eje y se traslada alrededor del Sol, y éste a su vez se mueve en torno del centro de nuestra galaxia. Nosotros no notamos esos movimientos porque los compartimos, porque estamos hechos de materia y porque tenemos una masa que, en teoría, nos otorga una partícula subatómica llamada el bosón de Higgs. A todos nos atrae la gravedad y la misma nos confina a estar parados sobre la super­ficie de la Tierra. Poseemos masa y ésta tiene una inercia causante de que, al compartir los movimientos de la Tierra, no notemos que ésta no está quieta. Es más, si se detuviera en su giro, todos saldríamos despedidos a gran velocidad.

Sin embargo, los fantasmas, tal y como nos los presentan las leyendas y afirmaciones de quienes creen en ellos, no son materiales. Carecen de masa y no son atraídos por la gravedad. Al ser insustanciales pueden atravesar los más sólidos muros de castillos y casas ordinarias. Lo que no tendría ningún problema para estos seres si el planeta estuviera fijo pero, como sabemos, la Tierra se traslada.

fantasmas Al no tener masa, el fantasma no tiene inercia y no comparte el impulso del giro del orbe. Así, de existir los espíritus descarnados, al morir una persona, y al separarse su espíritu de su cuerpo, el nuevo fantasma sólo podría ver cómo se alejan de él su antiguo cuerpo y los lugares cercanos a su punto de fallecimiento, y pronto vería cómo se aleja de él a gran velocidad la misma Tierra. Tendría que hacer un esfuerzo consciente para seguir el movimiento de la Tierra, ya que no tendría manera de anclarse a algún objeto material.

Los fantasmas que viven en viejos castillos tendrían que hacer un esfuerzo constante para permanecer en él. Pero también ocurre que los fantasmas pueden atravesar barreras, aunque en apariencia se sostienen muy bien en el suelo firme. Todo lo anterior significa que, o bien los fantasmas tienen una masa residual, como lo han sugerido algunos, o sólo existen en las mentes de quienes creen observarlos, o bien, dentro de las cámaras de video en las que supuestamente se les graba.

De poseer una masa residual, tendrían que estar hechos de átomos, o de alguna partícula subatómica, y eso haría imposible que atravesasen objetos sólidos o herméticos, lo que evidentemente no ocurre en las leyendas fan­tasmales que circulan.

Necesariamente los espectros deberían estar hechos de materia de algún elemento de la tabla periódica y habría que explicar por qué no se detectan estos mismos átomos en las personas vivas.

Se puede concluir que los fantasmas sólo existen en las atormentadas mentes de quienes atestiguan su existencia.