Historia de un engaño

HISTORIA DE UN ENGAÑO[1]

Por Víctor Vázquez Valenzuela

En la actualidad, existen en el D. F. varios centros e institutos en donde supuestamente se les enseña a niños a ver sin los ojos. Esta consiste en ver exactamente igual que con los ojos, pero sin la ayuda de éstos.

Aun cuando sabemos qué la visión sin ojos no tiene ninguna base científica (punto que ya analizamos en un anterior articulo) quisimos realizar unos experimentos para constatar empíricamente, y por notros mismos, hasta qué punto es real esta visión sin ojos.

Los experimentos los realizamos en la Facultad de Psicología de la UNAM.

Se invitó a que participaran en éstos experimentos a los centros en donde se enseña esta habilidad. Dos de éstos centros participaron llevando a sus niños más adelantados, algunos de éstos habían aparecido en demostraciones en televisión; también les habían dedicado extensos reportajes en periódicos y revistas. Participaron también dos niñas de provincia qué no habían recibido ningún entrenamiento, pero qué supuestamente tenían esta habilidad «espontáneamente».

Las edades de los niños eran de 5 a 10 años. En lo que sigue vamos a describir lo que sucedió con la mayor parte de los niños.

Primero, los niños eran vendados de los ojos por uno de sus familiares o por su instructor. El niño se sentaba en una silla, frente a una mesa sobre la cual se ponía el material (periódico, revista, fotografía, etc.) que había que leer o describir. Los niños tocaban con los dedos (generalmente con la punta de éstos) el material que se les presentaba y lo describían con exactitud.

Sin embargo, cuando se les ponía el material no sobre la mesa, sino frente al rostro, los niños levantaban la cabeza y leían; mientras más arriba se les ponía el material más levantaban la cabeza. Cuando se les dijo que no levantaran la cabeza, no pudieron leer el material. Esto de levantar la cabeza confirmaba nuestras sospechas de que los niños veían con los ojos, y a través de una rendija que queda entre los ojos, la nariz y los pómulos.

Creemos que esta es la razón por la cual los niños frecuentemente hacían gestos y se tocaban el vendaje, ya que con esto lograban que se despegara la venda y se formara la rendija. Cuando se puso un pedazo de masquin sobre éstos claros, ya no pudieron leer ni siquiera el material puesto sobre la mesa. Después se les quitó la venda y se les puso, sobre los ojos cerrados, unos óvalos de masquin: tampoco pudieron leer. Todo esto, como el lector podrá ver, confirma también nuestra suposición de que los niños ven a través de una rendija. Nada de que ven con la piel o con la mente; por una rendija.

Después, uno de los instructores trajo a un muchacho ciego qué supuestamente podía «ver» los colores de un objeto tocando con sus dedos en el mismo.

El instructor trajo varias láminas de colores, cada una en su respectiva funda. Le entregaba al joven ciego las láminas, de una en una, con todo y funda, y éste le atinó a la mayoría (aproximadamente un 90%). Pero cuando se le entregaban las láminas solas, sin su funda, le atinó a muy pocas, alrededor de un 10%, menos qué si hubiera contestado al azar. Es obvio que las fundas tenían algún tipo de marca (cada funda una marca distinta) que le permitía al muchacho ciego adivinar el color.

¿Qué podemos concluir de éstos experimentos sobre la visión sin ojos? la respuesta obvia es qué la visión sin ojos es un engaño.

¿Cómo es posible que existan centros e institutos en donde, aparte de enseñarles a los niños a mentir, todavía cobren por eso? El que menos culpa tiene en todo este asunto es el niño. Creemos que los niños mayores que son enseñados a «ver sin ojos», están conscientes de que están haciendo trampa, que saben que «ven» por una rendija; pero quizá los más chiquitos no estén conscientes de esto.

Nosotros no estamos en contra de la visión sin ojos. Consideramos que es una desgracia que no sea un hecho real. Ojalá y fuera cierto que se pudiera ver sin los ojos, ya que hay muchos millones de ciegos en el mundo, y ellos serían los más beneficiados.

Creemos que es inmoral e injusto que se les den falsas esperanzas a los ciegos de que van a ver mediante entrenamiento en «visión sin ojos».

¿Qué opinan (si es que están enterados) de todo este asunto autoridades como la Secretaria de Salubridad y Asistencia o la Secretaria de Educación Pública?


[1] Publicado originalmente en Excelsior (¿1984?)

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