Tíbet Ficticio: El origen y la persistencia del Rampaismo
Por Agehananda Bharati
Tibet Society Bulletin, vol. 7, 1974
Permítanme, antes de dar mis argumentos explicar algunos términos en el título: una tradición aparentemente interminable de pura ficción tomada como un hecho sagrado que se originó en Europa y América poco antes del cambio de siglo – la creación de algunos fértiles escritores y oradores, una serie de cuentos sobre el inaccesible Tibet y los místicos del Himalaya tomó forma en los escritos de esoteristas controversiales que cobró constante impulso hasta su culminación en el Lama Lobsang Rampa, alias de Mr. Hoskins, a partir de la producción del fantásticamente fraudulento El Tercer ojo y sus secuelas. Yo llamo a todo esto la falsa tradición del «Rampaismo» por su falso consumador, Rampa-Hoskins, y todos sus numerosos seguidores en América del Norte y Europa. Esta gente deprimente, devotos parcialmente bien intencionados, desinformados totalmente, y al parecer tienen algo así como un punto de vista modal uniforme: que hay, en algún lugar oculto en el Himalaya, una hermandad poderosa, mística, iniciada de lamas o adeptos similares a gurús, que no sólo conocen todos los misterios del mundo y del supermundo, que no sólo incorporan y trascienden las enseñanzas del budismo, el hinduismo y el cristianismo, sino que también dominan todas las artes ocultas – vuelan por el aire a velocidades enormes, corren 400 millas de un tirón, sin descanso, aparecen aquí y allá, y son el arco y núcleo de asesores de los sabios y los grandes que esconden estos vínculos finales de suprema sabiduría y control. Además, conocen todas sus encarnaciones anteriores, y pueden decirles a todos quiénes fueron en sus encarnaciones y quiénes van a ser. Geográficamente, la zona donde residen estos supergurus está vagamente definida como «Tíbet», «Himalaya», y a menudo incluye el Ganges y la India. Este, muy brevemente, es el credo, algo auto erótico, de una gran, y por desgracia en crecimiento, multitud de creyentes en el misterioso Oriente, a propósito de lo que mi colega, el profesor Hurvitz de la Universidad de British Columbia sagazmente observó que «para estas personas, el Oriente debe ser misterioso, de lo contrario la vida no tiene sentido». Para poner esto un poco menos de manera sucinta y más técnicamente, la enorme y penetrante alienación de Euro-América de la temática religiosa del mundo occidental, emparejada con el descontento general, con la arrogancia religiosa de las iglesias establecidas, el exceso de los modelos científicos que parecen generar la guerra y la destrucción, y más recientemente la proliferación de la fascinación por lo exótico para su propio bien – sobre el cual hablaremos más adelante en mayor detalle – todo ello contribuye a la desesperada búsqueda de ideas, rituales, y promesas que son diferentes a los de Occidente, que están alejadas de Occidente, y que son de fácil acceso, sin ningún tipo de esfuerzo intelectual, sin ninguna intervención discursiva.
Permítanme ahora presentar un esbozo histórico de la creciente penetración de pseudo-orientalismo, y específicamente de pseudo-budismo y pseudo-tibetanismo en Europa y América. Durante mi investigación sobre el cambio ideológico en el clero budista en Sri Lanka en 1971, me maravillé de una pintura en un templo en la parte sur de la isla. En un largo pasillo subterráneo, unas 200 viñetas que representan las fases del dharma desde sus inicios bajo el árbol de Bodhi en Buddhagaya a la fundación del templo particular, la última mostraba a una mujer blanca de rodillas y postrada ante la imagen de Tathagata y dos monjes que le administraban sil (los cinco preceptos del budismo Thervada), detrás de ella, varios hombres blancos con sombreros tropicales y trajes occidentales, uno de ellos con barba. Estos, según el monje que me estaba guiando, eran Madame Blavatsky y el Coronel Olcott abrazando el budismo. Esto es históricamente muy correcto. El bien intencionado estadounidense coronel Olcott y la señora Blavatsky, de origen ruso, los fundadores de la Sociedad Teosófica, que, efectivamente, se sometieron a la ceremonia de iniciación en ese santuario en Sri Lanka. Annie Besant se convirtió a Mme. Blavatsky, en lugar de al budismo, una década más tarde. Leadbetter y otros miembros fundadores formaron la incipiente camarilla de la sociedad que aún sobrevive, aunque muy modificada y en un formato reducido en gran medida en comparación con el empuje inicial en el mundo religioso ideológico de principios del siglo 20. Ahora hay que distinguir entre lo genuino y los elementos no esenciales en el movimiento y su relación con el budismo. Annie Besant fue sin duda una mujer sincera, una de las oradoras más poderosas del Imperio Británico, cofundadora del Congreso Nacional Indio, y una buena mente, realmente molesta por las necedades cometidas y constituidas por la escena misionera. El coronel Olcott también fue una persona genuina, preocupado por los asuntos humanos, y muy consciente de las opciones religiosas distintas de las del cristianismo. Pero creo que Mme. Blavatsky y Leadbetter eran puro y simple fraude. Mi definición de fraude o engaño no coincide con el significado habitual de estos términos en un diccionario. Un engañador no necesariamente duda de la tesis que él o ella propugna – de hecho pueden ser completamente creyentes. Pero lo que los hace farsantes es su actitud básica de negarse a hacer coincidir sus postulados con los de una auténtica tradición, y la imitación de estilos de vida que les son ajenos, por hacer cosas que superficialmente se ven como parte del estilo de vida que imitan, o por imitar estilos de vida que simplemente no existen en ningún cuerpo cultural, salvo como idiosincrasia. Leadbetter escribió acerca del Kundalini, la poderosa serpiente secreta, y varias otras cosas esotéricas que había recogido de fuentes indias en las primeras traducciones. Nunca aprendió ninguno de los idiomas principales – sánscrito, pali, tibetano; ni tampoco Besant, Olcott y Blavatsky. Leadbetter era un homosexual agresivo, y no hay duda en mi mente que él utilizó su homilía esotérica para seducir a los jóvenes – algunos de ellos se hicieron muy famosos en días posteriores. Ahora bien, no me opongo a la homosexualidad – Creo que el movimiento por la liberación gay es bien recibido y debe tener éxito. Pero me opongo a la utilización de trozos de material religioso o de otra índole doctrinal teológica para apoyar una predilección estética y sensual. Los textos budistas tántricos hindús, en efecto, utilizan modelos sexuales y analogías en sus sistemas esotéricos, por lo que es correcto si los investigadores y los profesionales usan estos textos en apoyo de su comportamiento sexual, ya que el apoyo está objetivamente ahí. Pero ningún texto tántrico implica relaciones distintas a las heterosexuales en su corpus. La más reciente presentación auténtica del lugar de la sexualidad en el tantrismo tibetano (1) debería ser suficiente como documento para rechazar las insinuaciones en los escritos esotéricos Leadbetter. H. V. Guenther, por supuesto, es un imperio de validez de los estudios budistas tibetanos y de sí mismo, y puede que no sea ni siquiera necesario citar tan alta fuente como sus prolíficos escritos con el fin de desmantelar los fraudes tipo Blavatsky o Rampa; una familiaridad con el budismo haría el trabajo.
La Doctrina Secreta de Mme. Blavatsky, una obra en varios volúmenes, es un batidillo de tonterías horrendas y fértiles invenciones de futilidades esotéricas, que cualquier budista y erudito tibetano está justificado evitar mencionar en cualquier contexto. Pero es precisamente porque los estudiosos serios no hemos mencionado esta obra que debería ser objeto de una publicación seria y en una cuyos lectores estén profundamente preocupados por la verdadera representación de la tradición tibetana. En otras palabras, ya que el trabajo de Blavatsky ha tenido notable importancia en la génesis y perpetuación generalizada, extraña, falsa, y engañosa pseudo-tibetana y pseudo-budista, y puesto que ningún tibetólogo o estudioso del budismo tocaría sus escritos con un palo largo (no es un juego de palabras, Blavatsky es un nombre ruso, la ortografía polaca es Blavatski), corresponde a un antropólogo que trabaje en el campo de tibetanos y budistas hacer este trabajo. No creo que más de cinco por ciento, y eso es mucho, de los lectores del trabajo de Lobsang Rampa-Hoskins haya oído hablar de Blavatsky, pero Lobsang Rampa-Hoskins los ha de haber leído, de principio a fin o parcialmente – todo su trabajo es sobre Blavatskyismo y, por supuesto, no cita sus fuentes «“ los falsificadores nunca lo hacen. Mucho antes de Rampa, toda la gama de esferas cuasi-matemáticas, acuerdos diagramados, niveles de existencia de la conciencia, relaciones amo y discípulo, muestran un estilo de retórica auto-indulgente y de auto-engrandecimiento, que fue más o menos creado por Blavatsky. Los escritores cristianos medievales, los herméticos y un gran número de pensadores afines y sus productos habían presentado de hecho un amplio panorama de las estructuras imaginarias impresionistas cuasi-matemáticas; antes, por supuesto, el misticismo judío con raíces cabalísticas, talmúdicas y rabínicas medievales podría haber sentado el ejemplo de los escritos cristianos medievales de este tipo, a menos que los escritores cristianos fueran inspirados por lo que se filtró a través de ellos de los esotéricos griegos y helénicos, los pitagóricos y un gran número de escritos neo-pitagóricos propagados a través del Mundo Helénico. Los eruditos medievales cristianos no leían el griego, y todo lo que sabían acerca de estos sistemas esotéricos lo obtuvieron a través de traducciones latinas. Nadie sabe hasta qué punto Blavatsky estaba familiarizada con todo esto. Como antropólogo, creo en la posibilidad perenne de la invención independiente – la gente tiene ideas similares sin ningún tipo de comunicación o difusión mutua necesaria. Sea como fuere, La Doctrina Secreta de Blavatsky y todos los escritos posteriores de la Sección Esotérica de la Sociedad Teosófica, más tarde rebautizada como «Oriental» para evitar las críticas de traficantes de misterios y la tendencia generalizada a identificar lo esotérico con lo erótico, se basaba en gran medida en tales esquemas cuasi-estructurales.
No me cabe duda que en sus primeros años, Blavatsky debe haber sido una lectora voraz muy ecléctica. Pero como con todos los no académicos en el campo de los sistemas religiosos, ella no separó lo auténtico de lo falso, ella obviamente tomó todas las fuentes como igualmente válidas. Sin conocer ninguno de los idiomas principales de la tradición budista-hindú, tenía que depender de lo que había sido traducido. Y, como un epifenómeno que despertó el interés en los estudios orientales, surgió un gran número de escritos no académicos, producido por gente que pensaba, o fingía, que podrían llegar al núcleo de la sabiduría recién descubierta del Oriente especulando acerca de ello por sí mismos en lugar de guiarse por sus fuentes, o mediante la búsqueda de orientación de los auténticos maestros en las tierras orientales.
Blavatsky, Besant, y los demás fundadores del movimiento teosófico, por supuesto, conocían otras traducciones disponibles por aquel entonces. El I Ching acababa de ser traducido al francés por primera vez, aunque la traducción clásica de Richard Wilhelm al inglés fue publicada después de La Doctrina Secreta. Toda esta especulación cuasi-matemática, muy indulgente consigo misma, por supuesto, era parte del paquete emocional del Renacimiento y la Edad Media en general. No hay duda de que el esoterismo fue, siempre es, una reacción contra la jerarquía eclesiástica oficial y en contra las doctrinas oficiales. En la India y el Tíbet, la esoterización nunca tomó este tipo de modelo pseudo-geométrico-matemático, ya que esos modelos ya eran parte de la tradición oficial, académica disponible. En estos dos países, la esoterización utilizada, que yo llamo modelos de psico experimentación, incluyendo lo erótico, como instrumentos de la oposición y la crítica de las instituciones religiosas oficiales. Es bastante obvio que la señora Blavatsky estaba muy identificada con esta tradición europea de oponerse al sistema occidental de creencias religiosas con lo esotérico, es decir, especulaciones cuasi matemáticas, pseudo-científicas y por los escritos que abarcan representaciones esquemáticas de un universo secreto. La Doctrina Secreta y la mayor parte de las viejas secciones «esotéricas» (más tarde «orientales») de la Sociedad Teosófica generaron un cúmulo de fantasmagoría de un tipo esférico, cíclico, superposición de gráficos, de conocimiento vago con pinturas de mandalas de la India que añadían sabor a estas creaciones.
Simplemente no estoy seguro de si Mme. Blavatsky leía la literatura seria hindú y budista en las traducciones y comentarios disponibles en esos días, sobre todo los Sacred Books of the East, creados por Max Müller en los años 80 del siglo pasado. Si lo hizo, poco demostró en sus escritos. Una de las características más molestas en las «Cartas M» (M por Maestro) es su uso de nombres semi-ficticios, como «Maestro K H» (Koot Humi). No hay, por supuesto, ese nombre en una lengua indígena o tibetana. Sin embargo, en los Upanishads, hay un rishi menor mencionado por el nombre obviamente no indoeuropeo Kuthumi. No sé de dónde lo tomó, pero sospecho que podría haber visto los Twelve Principal Upanishads de R. E. Hume, que se publicaron por primera vez por Oxford University Press en los años 80 del siglo 19. La tonta ortografía «Koot Hoomi» se debió probablemente al deseo de los vendedores de misterios occidentales para hacer que las palabras sonaran más interesantes al dividirlo en una serie de letras casi chinas. Las Cartas del Maestro firmadas con «K» son claramente invención de Blavatsky, ningún indio o tibetano habla o escribe como un escritor de folletín europeo de principios del siglo 20. En un pasaje, «K» (por Koot Hoomi) critica a un escritor por decir que «el hombre sagrado quiere que los dioses sean adorados adecuadamente, vivir una vida sana, y amar a las mujeres». «K», comenta «el hombre sagrado no quiere tal cosa, a menos que sea un francés». En realidad debe haber entrado una estupidez necia en los primeros conversos para creer que un indio o un gurú tibetano utilizan estos estereotipos europeos. Una vez más mundus vult decipi, y si la media de extranjeros occidentales siente que ella o él pueden llegar a los productos esotéricos, él o ella tienden a reducir el nivel de escepticismo hasta virtualmente cero.
Las obras de Swami Vivekananda aparecieron casi al mismo tiempo que La Doctrina Secreta. Vivekananda conocía, y detestaba cordialmente, el esoterismo de la Sociedad Teosófica, él pronunció su desdén en el Parlamento de las Religiones en Chicago en 1892 – en tal convención los teósofos estaban bien representados. Pero mientras que los seguidores de los movimientos de Ramakrishna Vivekananda, así como los seguidores de la mayoría de los otros movimientos neo-hindúes y neo-budistas denunciaban oficialmente el esoterismo, ellos y otros grupos al margen de ellos, confusamente rechazaron ese esoterismo relativamente parroquial, o mucho más comúnmente, mezclaron lo esotérico del tipo Blavatsky y el reformismo hindú-budista del tipo de Vivekananda-Anagarika Dharmapala en la clase de caldo que está sólidamente instalado en la cocina de los que buscan la sabiduría del mundo occidental.
Permítanme ahora pasar al archi-paradigma de la falsedad esotérica de los últimos días. A mediados de los años cincuenta. Los señores Secker & Warburg, una editorial muy respetable en el Reino Unido, me enviaron un manuscrito para su evaluación. El nombre del autor era el lama Lobsang Rampa, el título El tercer ojo. Yo sospeché antes de abrir el envoltorio: el «tercer ojo» huele a bazofia blavatskyana y post-blavatskyana. Las primeras dos páginas me convencieron de que el escritor no era tibetano, en las siguientes diez, que nunca había estado en el Tíbet o la India, y que no sabía absolutamente nada sobre el budismo de ninguna forma, del tibetano o de otro tipo. Muy pronto el gato salió de la bolsa, cuando el «Lama», al reflexionar sobre una situación catastrófica en su pasado inventado, reflexionó, «porque sabemos que hay un Dios». Un budista a veces hace muchas declaraciones de un orden incomprensible, y puede poner muchas contradicciones, pero esta declaración nunca la haría, a menos que tal vez – estoy tratando de encontrar una posible excepción – sea un budista Nisei nominal en Seattle, Washington, que de alguna manera entró a la escuela dominical a los once años y realmente no sabe lo que está hablando. Incluso si se aplica una defensa académica muy indulgente para la declaración «hay dioses (lha) en budismo tibetano y del norte de la India, por cortesía, los numerosos Budas y Bodhisattvas del altamente difuso panteón budista podrían ser, ya veces se hace referencia a ellos como dioses»- la frase «hay un Dios» es y sigue siendo imposible para cualquier budista. Los lha (deva) son dioses, porque las traducciones de idiomas europeos de deus en el uso cristiano no hacen distinción entre Dios y los dioses en el nivel léxico. La letra capital «D» es un intento muy tardío para remediar esta situación, ya que sólo había letras mayúsculas en los caracteres romanos en el momento en que las nociones teológicas cristianas se conceptualizaron y codificaron. Entonces, puede haber miles de dioses, en el budismo, pero ciertamente no hay Dios. El estatuto ontológico y afectivo de Buda en el budismo de Sri Lanka, y mutatus mutandis, en otras zonas budistas, ha molestado recientemente a un fino erudito británico (2). Estoy de acuerdo con sus resultados: aunque el Buda es sin duda adorado como un dios de muchas maneras, no es visto como un dios, o como Dios. La vinculación semántica de «Dios» es el de creatorhood, control, poder, etc., que el Buda, obviamente, no puede tener, ya que ha pasado al mahanirvana y por lo tanto, se ha extinguido: de hecho, sólo los Budas se han extinguido – hombres, dioses, demonios, etc., están en el samsara; ellos, o algunos de ellos, tienen poder, hasta el poder de la creación como el demiurgo hindú Brahma, o el Dios judeo-cristiano.
Pero esto era sólo una de las imposibilidades de El tercer ojo. Cada página revela la absoluta ignorancia del autor de todo lo que tiene que ver con el budismo y el budismo que se practica como un sistema de creencias en el Tibet o en otro lugar. Pero el libro también muestra una intuición perspicaz de lo que millones de personas quieren oír. Los monjes y los neófitos volando por el viento misteriosos y enormes cometas, las imágenes de oro en las celdas ocultas, que representan encarnaciones anteriores del hombre que las ve, la cirugía arcana en el cráneo para abrir el ojo de la sabiduría; cuentos sobre los peligros de la formación mística y la iniciación – en un mundo occidental tan desesperadamente en busca de lo misterioso, donde todo es tan terriblemente accesible a la inspección, donde ha sido expurgado de lo divino o institucionalizado, donde se habla con caló moviendo el dedo para regañar a los moralistas, los menos fuertes y suaves buscan lo contrario a todos estos factores apagados.
No sé cuántos de los lectores de El Tercer Ojo y los libros que le siguieron, del mismo autor, en realidad creen en estas cretinas confabulaciones. Pero esto no viene al caso – ni siquiera si un lector nos dice que él o ella realmente no creen en esas cosas, sino que sirven como una fuente de inspiración, consuelo, edificación, y por qué no, esto no reduce la tragedia de la situación, lejos de eso, mejora la patética calidad de todo el conjunto. No podemos tomar nuestras señales emocionales de las cosas, acontecimientos y personas, cuya existencia conocemos. Tomar instrucción de las parábolas es una cosa diferente, es moralmente e intelectualmente admisible. Pero los cuentos contenidos en El tercer ojo ni siquiera califican como parábolas, ya que no hay cualidades morales añadidas a la cirugía mística, al vuelo de cometas y a la gran cantidad de eventos que el autor ha generado en su tira cómica. Tampoco podemos permitir el argumento estético; la operación para abrir el tercer ojo, las apariciones místicas, etc., no pueden ser verdaderas o moralmente importantes, pero son agradables de contemplar. Si esta fuera la única razón por qué la gente lea El Tercer Ojo, podríamos desecharlo con un encogimiento de hombros. Pero no lo es, porque aun cuando se elogia la calidad estética de estas historias, se hace con el fin de obtener el conocimiento esotérico – y el conocimiento esotérico no se puede tener de mentiras esotéricas.
Luego de unos seis meses a partir del momento en que leí el manuscrito, e informé a los editores que el libro era un fraude y que no podía publicarse, los señores Secker & Warburg, evidentemente, también preguntaron a otros tibetólogos y personas que conocían el tema, entre ellos Hugh Richardson, el último británico y el Indian Government Resident en Lhasa; Marco Pallis, el académico británico-viajero, y Heinrich Harrer del famoso Siete Años en el Tíbet, a quien el señor Richardson había arrestado una vez en Lhasa. Todas estas personas estuvieron de acuerdo, y entregaron a los editores informes idénticos e independientes: el libro es un fraude, y el hombre es una falsificación. Sin embargo, los editores no son los heraldos de la autenticidad, sino hombres de negocios. Publicaron el libro, a pesar de los informes negativos, anticipando su potencial de ventas. Y tenían razón. Yo entiendo que las seis ediciones británicas vendieron cerca de ochenta mil copias. La traducción al alemán, como sabrás, vendió cerca de cien mil, y un número similar de copias fueron vendidas en otras lenguas europeas.
Luego el señor Richardson y algunos otros estudiosos furiosos tomaron la iniciativa en sus propias manos, para localizar y someter al escritor. No pasó mucho tiempo, el lama tibetano resultó ser el señor Hoskins, un irlandés ex plomero, quien visitó varias bibliotecas de Londres, para leer ciencia ficción, incluyendo pseudo-orientalismo, y sin duda a Blavatsky, y preparó este libro asombroso. Estos hallazgos fueron publicados en la prensa británica, y a los libreros se les advirtió sobre la materia, a fin de no estar involucrados en el fraude. E. J. Brill, la famosa casa editorial oriental y agente literario en Leiden, Países Bajos, eludió el tema de la publicidad del libro y añadió una nota en letra pequeña, que indicaba que el libro no era un verdadero estudio del budismo o del Tibet, pero que era interesante por las experiencias que transmitía.
Ahora, uno podría pensar que las revelaciones acerca de Rampa-Hoskins y el Khasa-Hyde Park podrían impedir, si no detener, la producción. Ni mucho menos. La mayor parte de los millones que seguían comprando el libro y sus secuelas no sabía nada de los hechos – simplemente no habían leído las declaraciones en la prensa británica. Sin embargo, no pocos que leyeron o escucharon acerca de estas revelaciones, se mantuvieron como seguidores, no menos ardientes del Lama, a saber, dos canadienses que me llamaron de larga distancia de Toronto una noche, diciendo: «Señor, usted es una persona malvada. Dice que el Lama Lobsang es un fontanero irlandés, bueno él puede estar en el cuerpo de un fontanero irlandés, pero el alma de un lama tibetano vive en él». «Bueno, entonces no puedo ganar», admití, y colgué. Las reacciones a esta increíble situación son variadas y, para los interesados en la antropología cultural conciernen al cambio ideológico, altamente fascinante, y son mucho más complejas que las efusiones de los canadienses. Hace menos de un año – más de una década después de la publicación de El Tercer Ojo, un colega mío, un historiador con credenciales académicas universitarias perfectamente respetables, me visitó y me habló de la sabiduría de Rampa, con ojos brillantes. Cuando le conté los hechos directamente, en breves palabras, estaba visiblemente conmovido, pero dijo algo así como: bueno, tal vez el hombre no es tibetano, pero capta las verdades del budismo. Él no hace nada por el estilo, le dije y lo demostré – pero no convencí al hombre. Él (mi amigo historiador) había entrado en Rolfing, Macrodier, Yin y Yang, Hatha Yoga, y una media docena de otras cosas eminentemente disponibles en Estados Unidos. Para él, la cuestión de la autenticidad o falsedad no planteaba ningún problema, y tengo el presentimiento de que esta desaparición de la distinción posible entre lo genuino y lo falso es una parte muy importante de la pauta total de atracción ecléctica de lo esotérico.
Hoskins se mudó a Toronto y fundó algo como un ashram, con muchos seguidores hasta la fecha. Así es como son las cosas en la franja lunática, pero sorprendentemente, escribió secuelas de por lo menos tres libros más, después de la exposición de El Tercer Ojo, comenzando con Doctor in Chunking. Todos estos han sido publicados en bolsillo durante años, y son visibles en todo tipo de estanterías – librerías, por supuesto, farmacias, aeropuertos, incluso estaciones de autobuses Greyhound. Dado que los editores no son organizaciones de caridad, esto significa que el libro se vende mucho. Al decir lo que he dicho acerca de Lobsang Rampa, y, mutatis mutandis, de la mayoría de los otros cultos pseudo-asiáticos en el mundo occidental, por supuesto, he ganado muchos enemigos más que amigos. La gente simplemente no puede soportar la idea de que no hay ningún hombre de las nieves, que no hay hermandad blanca en algún lugar de la cordillera del Himalaya, y que la gente no vuela por el aire, excepto en los aviones, y menos aún pueden sufrir la idea de que los especialistas religiosos en el Tíbet son eruditos, teólogos duros, y líderes monásticos con los pies en la tierra, con un montón de saber político, y con la medida de la crueldad y la estrategia que parece ser común a todos los líderes eclesiásticos que también tienen poderes seculares, y esto, por supuesto, era mucho el caso del Tíbet antes de que los chinos tomaran el poder.
Pero las cosas van más allá de eso. Tenemos que investigar la aversión extrema del difícil argumento teológico de las Escrituras, una aversión que caracteriza a todos los seguidores del neo-hindú-budismo, y los movimientos pseudo-asiáticos de un tipo milenario. En primer lugar, el anti academicismo es una de las características de los movimientos milenaristas en cualquier momento. Dado que el budismo tibetano es algo muy diferente del milenarismo, no descarto la posibilidad de que las iglesias más altamente esotéricas como la Nyingmapa, Karmapa y los grupos minoritarios podrían haber sido clasificadas como milenaristas en el momento de su creación, no en el escalón más alto de su liderazgo académico, sino más probablemente en sus parámetros populistas. Pero durante los últimos cien años o más, el budismo tibetano, incluso en sus formas más altamente esotéricas como el Nyingma, han sido mucho más que un asunto eclesiástico, del establishment. El quinto Dalai Lama podría haber sido un rebelde en su día, pero ahora es sin duda canónico como la figura más suave y más interna de la hagiografía tibetana. De la misma manera, muchas, si no la mayoría de las figuras fundadoras religiosas en el mundo fueron marginales a sus correligionarios, al margen, rechazados por el establishment. Pero el proceso de ascenso, formación de la meseta, y descenso en fases consecutivas son prácticamente seguras en el desarrollo de cualquier movimiento religioso, milenarista o de otro tipo, y ha sido estudiado por los antropólogos en la última década. (3)
En este momento, hay cerca de 300 instituciones en América del Norte que pretenden tener un background hindú o budista, o, en menor medida, un fondo taoísta. Numéricamente, la referencia budista prevalece, lo que es natural, ya que son fuentes o supuestas fuentes indias, chinas, japonesas y tibetanas. El negocio de los gurús es un buen negocio, y esto ha sido demostrado en algunos escritos recientes. (4) Pero esto no quita el hecho de que el budismo, el hinduismo y otras tradiciones genuinas del Este están mal representados, y que una imagen del Tíbet se crea y perpetúa, lo que no puede dejar de ser perjudicial para la futura interfaz entre la cultura tibetana y el Occidente. Es a estas tergiversaciones a las que ahora me refiero, en mi valoración final.
El primer y más importante problema, por extraño que parezca, tiene una respuesta muy simple. ¿Cómo pueden millones de buscadores de los misterios del oriente, intelectualmente inertes, pero de buena voluntad, ser informados acerca de las tradiciones del budismo actual, sobre el actual Tibet? La respuesta es que los agentes de lectura – bibliotecas, librerías y editoriales – tienen que poner algún esfuerzo adicional para mercadear auténticas obras sobre estos temas, junto con la basura rampanesca. Hasta hace una década, las buenas obras sobre estos temas estaban de hecho disponibles sólo para los estudiosos, publicadas por editoriales no muy conocidas, y en ediciones caras, con una tirada pequeña. Pero esto ya no es así. Una biblioteca básica, en inglés, de obras sobre el budismo tibetano y otros, está disponible en cualquier librería, y sin mayor búsqueda que las obras de Rampa y otros gurús pseudomísticos. Religions of Tibet de Helmut Hoffman, la introducción al budismo de E. Conze en libro de bolsillo, y para los más motivados, algunas de las obras de Herbert V. Guenther, David L. Snellgrove, y tal vez mi propio Tantric Tradition (una edición de bolsillo de Anchor-Doubleday, si se me permite tocar mi propia trompeta en este momento oportuno), son artículos que podría tener para responder, casi literalmente. Ahora, algunos podrían decir que la mía es una suposición ingenua, que los lectores en general eligen los buenos libros sobre los libros no auténticos, pero interesantes en la búsqueda de la verdad. Pero no creo que el asunto sea tan simple, y el público lector común es tal vez menos tonto de lo que parece. Me gustaría pensar que la lectura inicial de cosas interesantes falsas (autobiografía de un Yogui, Lobsang Rampa, Castaneda, etc.) les piden a los lectores que continúen con algo más auténtico en la misma línea, si eso más auténtico está igualmente disponible. En la actualidad es, como he señalado, pero no es conocido para la mayoría, este es el caso. Tiene que ser, y puede ser, dado a conocer por el libro y el comercio editorial.
En segundo lugar, y quizás mucho más importante es que en América del Norte hay ahora por lo menos dos, y posiblemente más, centros budistas tibetanos auténticos, a saber. Karma Dzong de Chögyam Trungpa Rinpoche en Boulder, Colorado, y su Tail of the Tiger en Barnet, VT; y Nyingma center de Lama Tarthong de Berkeley, California. En Gran Bretaña, hay otros dos, y yo entiendo algo de este tipo se ha creado recientemente en Suiza, posiblemente por los colonos de refugiados tibetanos en ese país. Ahora lo que hacen los internos de Tail of the Tiger, etc., es auténtico – es tedioso, una meditación budista seria, aunque perfectamente positiva, y una cierta cantidad básica de aprendizaje budista, probablemente, no menos que lo que hacía el bajo clero en los monasterios tibetanos antes de la invasión china. Tarthong en Berkeley, incluso enseña el idioma y la literatura tibetanos a sus alumnos. Ahora, aquí está el principal argumento para el aumento de estos centros y de las secuelas institucionales: ya que, literalmente, miles de estadounidenses, la mayoría jóvenes, llegan en tropel a centros de meditación espirituales, místicos, casi orientales, y no saben la diferencia entre lo verdadero y lo falso, ¿por qué no generar más de estos verdaderos centros con un mejor aparato de propagación, difusión y propaganda? Inmediatamente viene a mi mente una analogía que he encontrado en un contexto totalmente diferente desde hace mucho tiempo, durante el comienzo de la contra cultura hippie, Ravi Shankar y Ali Akbhar Khan, dos de los mejores intérpretes de música clásica de la India, se hicieron muy populares, – la marihuana y el LSD, sin el conocimiento de estos maestros, ayudó a las ventas de sus discos de larga duración en este país, la cítara y el sonido de sarod se amplificaban con estas drogas, incluso si usted no sabía nada en absoluto acerca de la música. Luego, hace unos tres años, bajo el hechizo del eclecticismo artístico patológico de la era del rock, algo de música cinematográfica de la India también se hizo disponible en las tiendas de discos estadounidenses.
Ahora, para el público que compra, los amantes de rock y los habitantes de la contra-cultura por debajo de los treinta años, el contenido de estos discos no hizo ninguna diferencia en absoluto, y ha llegado el momento, por desgracia, cuando se oye cada vez menos a Ravi Shankar y más y más a Lata Mangeshkar (la Doris Day hindú, por así decirlo) en sesiones de rock y hachís en todo el país. Pero esto no tiene que ser así. Todo indio era bienvenido, igualmente bienvenido, así que si la basura podría haber sido rechazada, las cosas genuinas podrían permanecer intactas. Del mismo modo, ya que el público crédulo no puede distinguir entre falsos trajes a lo largo de la Costa y en Nueva York o en otro lugar, y verdaderas instituciones como Tail of the Tiger, etc., ¿por qué no canalizar a los verdaderos? Para que esto ocurra, los verdaderos tienen que ser más accesibles, más conocidos, y por supuesto, mejor organizados. La razón principal para el gurú de la India de 15 años de edad o de 19 años de edad (siendo esta última su verdadera edad, la primera es su edad oficial), Maharishi Mahesh Yogi y la Meditación Trascendental, y para Prabhupada Bhaktivedanta y sus saltarines ISKON Hare Krishna que son tan populares y bien conocidos es, precisamente, que tienen mejores servicios de relaciones públicas. Creo que esto podría ser hecho por las pocas organizaciones tibetanas genuinas (y otros budistas).
En resumen, la respuesta radica en la mejora y certificación de verdaderas y genuinas instituciones del budismo tibetano disponibles en este país y en otras partes del mundo occidental, y en el debilitamiento de las falsas, de una manera sistemática. Las falsas sólo pueden ser socavadas al ser señaladas por las verdaderas y por comparación con las demás. No creo que los estudiosos orientalistas puedan hacer eso, ya que el público hambriento los detesta, englobándolos en la peor parte del establishment. Pero creo que los pocos lamas en este país que no saben inglés pueden y deben hacer eso. Una vez que el proceso se haya puesto en marcha, más aprendices y más guías competentes pueden ser invitados a la comunidad de expatriados religiosos en la India. Para conocer el verdadero lama y sus habilidades, Lobsang debe salir. Todavía puede ser un buen fontanero, y ese es un trabajo lucrativo, honesto. O, si ha aprendido algunos poderes desde que abandonó sus herramientas, podría, por supuesto, con razón, instalarse como un curandero, o incluso un maestro de meditación si eso le ayuda – pero no de meditación tibetana. Nunca comprendí por qué Don Juan debe ser un yaqui (que no lo es) para enseñar algo importante, ni por qué debe ser Hoskins tibetano (que no lo es) si tiene algo importante que enseñar.
Notas
1. H.V. Guenther, The Tantric View of Life, Los Angeles: Shambala Press, 1972
2. R.F. Gombrich, Precept and Practice: Traditional Buddhism in the Rural Highlands of Ceylon, Oxford: Clarendon Press, 1971. Especially Chapter 3, «The Buddha».
3. A.F. Wallace, «Revitalization Movements,» in American Anthroplogist 58 (1956) 264-81; A. Bharati «Anthropological Approaches to the Study of Religion, Ritual, and Belief Systems,» in Biennial Review of Anthropology, ed. B.J. Siegel, Stanforn University Press, 1972, 230-283
4. Khushwant Singh, «The Guru Business,» in New York Sunday Times Magazine, April 30, 1973; A. Bharati «Hindus Ignorant of Hinduism and Phony Swamis Abroad,» in Illustrated Weekly of India, Bombay, March 18, 1973
Un pensamiento en “Madame Blavatsky y Lobsang Rampa”