IMPACTO AMBIENTAL
Melón o sandía y la extinción de los dinosaurios[1]
Juan José Morales
Varias veces hemos escrito en esta columna acerca del llamado cráter de Chicxulub, la gran cavidad «”ahora cubierta por sedimentos»” que dejó hace 65 millones de años en lo que ahora es la costa norte de la península de Yucatán el catastrófico impacto de un cuerpo celeste que, según todos los indicios, ocasionó la extinción de los dinosaurios y otras formas de vida. Por cierto, y dicho sea de paso, en el Gran Museo del Mundo Maya en Mérida, hay actualmente una exposición temporal sobre este asunto que vale la pena visitar.
Representación artística del cráter de Chicxulub como se vería si no estuviera cubierto por una gruesa capa de sedimentos de kilómetros de espesor depositada a lo largo de 65 millones de años. Mide 180 kilómetros de diámetro y en la superficie de la península se manifiesta como una ancha y muy suave depresión semicircular del terreno.
Pues bien, ahora ha surgido una nueva hipótesis acerca del cráter de Chicxulub: que no fue formado por un asteroide como es la idea generalmente aceptada, sino por un cometa.
La suposición de que el objeto que chocó con la Tierra en aquel entonces era un asteroide, proviene del hecho de que en las capas geológicas correspondientes a aquella remota época se encontraron concentraciones anormalmente elevadas de iridio, un elemento muy raro y escaso en la corteza terrestre pero bastante común en cuerpos rocosos provenientes del espacio, como los asteroides. De hecho, los primeros indicios de que ocurrió el impacto se tuvieron precisamente por la presencia de iridio en las capas geológicas de la época. Por eso desde un principio se dio por sentado que había sido un asteroide el que cayó en ese sitio.
Sin embargo, dos investigadores norteamericanos, los profesores Jason Moore y Mukul Sharma, del Departamento de Geociencias del Dartmouth College en Hanover, New Hampshire, Estados Unidos, aseguran que en realidad se trató de un cometa.
Dicen que al revisar y analizar minuciosamente los datos sobre las concentraciones de iridio en las formaciones geológicas de esa época, encontraron que son mucho menores de lo que se había estimado y no corresponden a las que podrían esperarse en un asteroide. En cambio, resultan comparables a los que se encontrarían en un cometa.
Otro factor que apoyaba la hipótesis del asteroide, era el gran tamaño del cráter, que mide unos 180 kilómetros de diámetro. Por eso se suponía que fue formado por el impacto de un cuerpo macizo y de grandes dimensiones «”probablemente unos diez kilómetros de diámetro»”, como lo sería un asteroide.
Sin embargo, dicen Moore y Sharma, aunque los cometas, formados en gran parte por hielo, no son tan compactos y macizos como los asteroides, viajan a mucho mayor velocidad que éstos, de manera que en caso de una colisión, su energía cinética es tan grande que el impacto puede ser extremadamente violento y formar un cráter de las dimensiones del de Chicxulub.
Desde luego, la hipótesis del asteroide está demasiado arraigada como para que pueda ser abandonada fácilmente. Pero a fin de cuentas, lo que importa no es si lo que hace 65 millones de años cayó en Chicxulub fue un asteroide o un cometa, sino las consecuencias que aquel suceso tuvo sobre la vida en la Tierra, que no se limitaron a la extinción de los dinosaurios y el 70% de las demás especies de plantas y animales entonces existentes. Al desaparecer la gran mayoría de los reptiles, que eran la forma de vida animal dominante en aquella época, se facilitó el desarrollo de los mamíferos, que al evolucionar y diversificarse dieron finalmente origen al hombre.
Para usar una expresión popular: si fue melón o si fue sandía, no importa. Lo que cuenta es que gracias a aquella catástrofe los humanos somos ahora la especie dominante en la Tierra.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Viernes 26 de julio de 2013