Las dos caras de los invasores exóticos

IMPACTO AMBIENTAL

Las dos caras de los invasores exóticos[1]

Juan José Morales

Con frecuencia nos referimos en esta columna a las llamadas especies invasoras. Es decir, aquellas plantas y animales llegadas de otras regiones del mundo que, al propagarse en su nuevo ambiente, desplazan a las especies nativas y ocasionan alteraciones ecológicas que pueden llegar a ser graves.

Tales son los casos, para citar un puñado de ejemplos en México, del lirio acuático, que ha proliferado en canales, ríos y lagos, el pez diablo o plecostomo «”una temible plaga que está diezmando las poblaciones de peces nativos en ríos y embalses»”, la casuarina o pino de mar, que desplaza a la vegetación de dunas costeras y afecta la anidación de las tortugas marinas, y «”recientemente»” y el pez león, procedente del Pacífico, que se instaló en los arrecifes del Caribe mexicano.

Pero, si bien se mira, no todas las especies llegadas o traídas de lejanas tierras son indeseables. Muchas son, por así decir, neutras, en cuanto a que no ocasionan daños ni problemas ni tampoco aportan ventaja alguna. Y muchas son también benéficas y han contribuido al bienestar de los habitantes de aquellas regiones donde se propagaron.

Así lo hace notar el científico británico Ken Thompson, de la Universidad de Sheffield, en un libro de reciente publicación titulado Where do camels belong? The story and science of invasive species (¿De dónde son los camellos? Historia y ciencia de las especies invasoras).

clip_image001Portada del libro de Thompson. De su lectura se desprende que no es fácil encasillar en exóticas y nativas a las especies, pues a lo largo de millones de años su distribución ha ido cambiando sin cesar, ya sea debido a factores enteramente naturales o gracias a la intervención humana. Y tampoco por ser introducida una especie debe ser tachada de invasora indeseable y combatida.

En efecto, nadie se atrevería a decir que son indeseables el arroz, el mango, el trigo, la caña de azúcar, la cebada y la cebolla, o las vacas, caballos, cabras, cerdos y gallinas. Todas esas plantas y todos esos animales «”al igual que otros muchos»” fueron traídos del Viejo Mundo después de la conquista española, se adaptaron perfectamente a nuestro medio ambiente, se propagaron por amplias zonas del país, y hoy forman parte de la alimentación de los mexicanos.

A la inversa, del Nuevo Mundo los conquistadores llevaron a Europa, Asia y África el tomate, la papa, el maíz, el frijol, el aguacate, el cacao, el pavo y otros muchos vegetales y animales que también se incorporaron a la dieta de la gente o se utilizan en la engorda de animales de corral.

Y un detalle curioso «”al cual se debe el título del libro de Thompson»” es que como consecuencia de ese ir y venir de especies por el mundo, en ese desplazamiento de un continente a otro, a veces se pierde de vista el real origen de algunas de ellas. De los caballos, por ejemplo, la idea generalizada es que llegaron a América con los españoles, y sobre los camellos la imagen usual es que son originarios del mundo árabe y las estepas del Asia central, que es donde ahora se encuentran las dos especies de esos animales. Pero en realidad, hubo caballos y camellos en América hace miles de años. De hecho, los camellos surgieron y evolucionaron en el continente americano, aquí alcanzaron su mayor diversidad y de aquí se extendieron a otras regiones del mundo. Sólo que en América desaparecieron durante la gran extinción del Pleistoceno, que acabó también con mamuts, gonfoterios, osos gigantes, gliptodontes y otros grandes mamíferos. Volvimos a verlos, traídos del otro lado del mundo, a partir del siglo XVI.

No se puede por lo tanto, como señala Thompson en su obra, generalizar y decir que toda especie exótica sea nociva o indeseable simplemente por su origen y por tanto haya que combatirla y erradicarla. Por lo contrario, las hay en extremo benéficas. Tan sólo el trigo y el ganado bovino proporcionan en nuestro continente alimentos por valor de 800 mil millones de dólares anuales.

Cada caso debe ser considerado y analizado individualmente, pues, desde luego, los hay en que esos invasores causan daños realmente dramáticos, como los ya citados del pez diablo y el lirio acuático.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Lunes 1 de septiembre de 2014

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