ESCRUTINIO
El papel de la URSS en la derrota de Japón[1]
Juan José Morales
El próximo 15 de agosto se cumplen 70 años de la capitulación del Japón ante las fuerzas aliadas de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética, que le declaró la guerra apenas una semana antes de su rendición.
Por esta última razón, muchos creen «”porque esa versión ha sido ampliamente difundida de manera tendenciosa»” que la URSS entró al conflicto como un oportunista advenedizo, cuando Japón ya había sido derrotado, y que lo hizo sólo para adueñarse de territorios en el Extremo Oriente y ampliar su zona de influencia política hasta Corea.
Tropas japonesas en Manchuria. Esa zona del noreste de China fue crucial para mantener a Japón en guerra, gracias a sus materias primas y las industrias que ahí estableció, a salvo de los bombardeos norteamericanos.
En particular se insiste en que la ofensiva soviética no tuvo ninguna influencia en el resultado de la guerra, pues para ese momento el gobierno de Tokio ya había decidido rendirse ante la perspectiva de que siguieran lloviendo sobre el país bombas atómicas como la que fue lanzada sobre Hiroshima el 6 de agosto, dos días antes de que Moscú iniciara su ataque, y la que el 9 de agosto se arrojó sobre Nagasaki.
La realidad, sin embargo, es que la ofensiva soviética fue determinante para la rendición de Japón, que de no haber sido por ella, habría podido seguir resistiendo mucho más tiempo.
Para entender mejor esto, debe recordarse que el ataque soviético fue lanzado contra Manchuria, una región de millón y medio de kilómetros cuadrados del noreste de China que Japón había ocupado en 1931 y convertido en un estado títere denominado Manchukuo y en el cual había yacimientos de carbón, hierro, aluminio, plomo, cobre, magnesio y otros minerales indispensables para la industria militar japonesa. También, los campos agrícolas de Manchuria abastecían de alimentos a Japón y «”sobre todo»” en ese territorio había numerosas plantas industriales y Japón contaba con la mano de obra de cinco millones de obreros chinos en condiciones de esclavitud.
Dicho sea de paso, durante la ocupación hubo terribles atrocidades contra hombres, mujeres, niños, ancianos y prisioneros de guerra, a los cuales incluso se sometió a experimentos con armas bacteriológicas. Pero al final de la guerra, Estados Unidos concedió inmunidad a los autores de estos experimentos, a cambio de información que el ejército norteamericano usó para sus propios fines.
En cuanto al efecto de las bombas atómicas, ciertamente causaron una enorme devastación, pero «”aunque parezca increíble»” mayor fue la destrucción causada en los meses previos por las incursiones aéreas con bombas incendiarias de napalm sobre las ciudades japonesas, y pese a ello Japón no se rindió.
Un ejemplo de tales incursiones es la realizada contra Tokio la noche del 9 al 10 de marzo de 1945 por 279 aviones B-29. El abrasador incendio desatado por el napalm ocasionó temperaturas de casi mil grados y dejó reducidos a cenizas prácticamente todos los edificios en un área de más de 40 kilómetros cuadrados, o sea cerca de la la cuarta parte de la capital japonesa. Se calcula que cien mil personas murieron a causa del fuego, otras 40 mil resultaron heridas y un millón quedaron sin hogar (por contraste, en Hiroshima hubo 70 mil muertos y en Nagasaki entre 40 mil y 75 mil, sin contar los que fallecieron después por efecto de la radiación).
Pese a tan terrible destrucción y las numerosas muertes de civiles causadas por esos ataques, el gobierno japonés mantuvo su decisión de resistir. Con la experiencia de las sangrientas batallas en que había culminado cada desembarco en las pequeñas islas cuidadosamente fortificadas por las fuerzas japonesas, el alto mando norteamericano calculó que en la conquista de las grandes islas japonesas perdería al menos un millón de hombres entre muertos y heridos.
Si Japón podía seguir combatiendo aún en tales condiciones, era «”además del fanatismo de sus soldados, para quienes rendirse resultaba deshonroso»” porque en Manchuria contaba con grandes industrias y fuentes de materias primas fuera del alcance de los bombarderos norteamericanos, que le permitían seguir produciendo armas y municiones. Por eso, para derrotar a Japón, era indispensable ocupar Manchuria, y por eso el presidente norteamericano Roosevelt y el primer ministro británico Churchill estuvieron presionando largo tiempo a Stalin para que declarara la guerra a Japón.
Stalin estuvo de acuerdo, pero a condición de hacerlo tres meses después de la rendición de Alemania. Se requería ese tiempo para trasladar desde Europa occidental hasta el Lejano Oriente «”a muchos miles de kilómetros de distancia»” las enormes cantidades de hombres, armas, municiones y material necesarias para la ofensiva.
Stalin cumplió lo prometido. Y todos los analistas militares coinciden en que fue la pérdida de las materias primas y las plantas industriales de Manchuria ante la fulgurante ofensiva del Ejército Rojo «”de la que hablaremos la semana próxima»” el golpe de gracia al esfuerzo bélico japonés. De no ser por ello, la guerra se habría prolongado al menos uno o dos años más y hubiera sido necesaria la difícil y sangrienta invasión de las grandes islas japonesas para concluirla.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Martes 4 de agosto de 2015