ESCRUTINIO
Los jóvenes mayas y la globalización[1]
Juan José Morales
Hace algunos años me encontraba en Popolná, población del oriente de Yucatán, en casa de una familia campesina. Mientras varios de sus miembros conversaban en maya, otros veían en televisión una película sobre una pandilla de pistoleros negros, hablada en inglés y con subtítulos tan pequeños que el reducido tamaño de la pantalla y la distancia impedían leerlos. En ese momento entraron tres jóvenes ataviados con coloridas bermudas, camisetas con leyendas en inglés, zapatos de tenis casi fluorescentes y anteojos obscuros, un atuendo que contrastaba notablemente con los hipiles, alpargatas, sombreros y vestimenta tradicional de los presentes.
«Es que trabajan en Cancún», se sintió obligado a decir el jefe de la familia para justificar su aspecto.
En esta obra, la antropóloga Maya Lorena Pérez Ruiz expone los resultados de los dos estudios que, con tres décadas de diferencia, realizó en la población yucateca de Yaxcabá sobre los cambios que los habitantes de esa comunidad «”particularmente los jóvenes«” están experimentando en su forma de vida, costumbres, tradiciones, actividades económicas, relaciones familiares y otros aspectos.
Recordé aquello al leer en la revista Anales de Antropología del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM la reseña del libro de Maya Lorena Pérez Ruiz, «Ser joven y ser maya en un mundo globalizado», pues en él se aborda ese fenómeno de transculturación del cual tuve una muestra en Popolná, de las amplias y a veces profundas transformaciones que están experimentando las comunidades campesinas de la península «”especialmente su población joven»” debido a la globalización.
El libro «”editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia»” se basa en los resultados de una investigación antropológica realizada por la autora en Yaxcabá, Yucatán, y tiene la especial característica de que la autora ya había realizado 30 años atrás un estudio similar en esa misma comunidad. Ello le permitió conocer y apreciar mejor los cambios ocurridos en ese lapso.
De haber hecho ambos estudios en un intervalo semejante pero, digamos, en el siglo XIX, e incluso en la primera mitad del XX, no habría encontrado mayores diferencias. Pero en la actualidad los cambios son muy rápidos y acelerados. Tuvo entonces la oportunidad de ver cómo se han transformado las relaciones familiares, la economía local, las actitudes de los jóvenes, y otros muchos aspectos de la comunidad.
Como señala Cristina Oehmichen Bazán en su excelente reseña de la obra, «en este estudio, la autora muestra profundos cambios derivados de los procesos de la denominada «globalización» expresados en nuevos consumos culturales, que se dan a la par de la persistencia cultural que se observa en pautas de cortejo y matrimonio, en la práctica del hetzmek, y el trabajo en la milpa, sobre todo cuando los desastres meteorológicos afectan a las zonas turísticas a las cuales los jóvenes suelen salir a trabajar.»
La investigación mostró, entre otras cosas, que la migración es en cierta medida bien vista por las personas de mayor edad, puesto que los ingresos provenientes del trabajo fuera de la comunidad tienen gran importancia para la economía local y también porque permite a los jóvenes que carecen de tierras de cultivo encontrar ocupación remunerada. Pero a la vez se mira a la migración como causa de problemas. Por ejemplo, el alcoholismo, la drogadicción, la rebeldía juvenil y el alejamiento de las costumbres tradicionales.
De todas maneras, como encontró la autora durante su investigación, aún los jóvenes migrantes parecen mantener lazos no sólo afectivos sino económicos con su comunidad, especialmente en lo referente a las labores agrícolas. Aunque el sistema milpero tradicional de tumba, roza y quema es una ocupación dura, mal remunerada por sus bajos rendimientos y por ende poco apreciada por las nuevas generaciones, sigue siendo una base productiva, social y cultural que les permite a las familias superar períodos de crisis. Así, la autora señala que tras los huracanes Isidoro y Wilma, ocurridos en 2002 y 2005, quienes habían migrado a Cancún y la Riviera Maya regresaron al pueblo por falta de trabajo y se dedicaron al cultivo milpero para salir de aprietos económicos y posteriormente volver a la industria turística.
Nos guste o no, para bien o para mal, el mundo está cambiando, y hacen falta muchos estudios como este para comprender mejor el impacto que esa transformación tiene sobre las nuevas generaciones y las comunidades tradicionales.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Martes 12 de julio de 2016