DEL ESPACIO EXTERIOR PARA TI
Howard Menger fue el más imaginativo de los contactados.
Nació en Brooklyn, New York, el 17 de febrero de 1922. Muy joven se fue a vivir al campo, a High Bridge, New Jersey, donde él y su hermano Alton Menger pasaban muchas horas jugando en los bosques. Ya de adulto afirmó que durante esos años los dos veían frecuentemente discos voladores.
Su libro From outer space to you es verdaderamente una obra notable ya que en ella hace un extraño sincretismo, adaptando la teología y las creencias populares a una teología ufológico cristiana: Dios y los ángeles no son espíritus nebulosos y omniscientes, sino miembros de una raza como la nuestra, aunque infinitamente más avanzada, que trata de conducir al ser humano a un nivel de civilización más elevado.
Menger afirmó haber establecido contacto, desde que era muy pequeño, con seres de Venus, Marte, Júpiter y Saturno. A los diez años, un día, se sintió atraído a su rincón favorito del bosque, donde se encontró con una aparición que nunca habría de olvidar. Dice en su libro:
Allí sentada en una roca junto a un arroyo, estaba la mujer más exquisita que mis infantiles ojos hubieran jamás contemplado.
La cálida luz del Sol se prendía en los reflejos de su largo cabello dorado que caía como una cascada en torno a su rostro y sobre sus hombros. Las curvas de su cuerpo, delicadamente torneadas, se revelaban a través del material traslúcido de su ropa, que me recordó los trajes de los esquiadores. Me quedé parado, y con el aliento entrecortado por un instante. No estaba asustado, pero un asombro abrumador me había dejado como congelado en el sitio.
Ella me llamó por mi nombre y me dijo que había venido de muy lejos para verme y hablarme:
Estamos poniéndonos en contacto con los nuestros.
Howard sintió «una enorme oleada de calor, afecto y atracción física, que surgía de ella hacia él». La escuchó arrobado, mientras ella contaba cosas que sólo entendió a medias. Le habló de guerras, catástrofes y del destino de la especie humana. Le dijo también que varios extraterrestres como ella, se hallaban en contacto con diversas personas en todo el mundo, que él era uno de los elegidos y debía prepararse para sufrir por eso. Finalmente le ordenó que se fuese, y Howard obedeció, con el rostro bañado en llanto. Al alejarse le preguntó:
¿Puedo mirar hacia atrás?
Oh, si, Howard, puedes mirar hacia atrás.
Y así lo hice, después de dar algunos pasos, muy despacio… Entonces eché a correr, sollozando… hasta que mis gemidos, provocados por una tristeza gozosa, aumentaron y resonaron en el bosque.
Este sería el primer, pero no el único, contacto que Menger tendría a lo largo de su vida.
En 1942, cuando estaba en el ejército, la gente del espacio intentó de nuevo comunicarse con él. En ese entonces Menger se encontraba de visita en Ciudad Juárez, Chihuahua (México). Cuando iba por la calle se le acercó un taxi. Un hombre que iba en el asiento de atrás, y que tenía el cutis bronceado y cabellos rubios que le llegaban a los hombros, le pidió que fuese con él. Menger se negó, pero repentinamente, su aspecto se le hizo familiar y entonces recordó que la chica le había dicho:
Siempre estarán a tu alrededor…, vigilándote…, guiándote.
ENCUENTRO EN JUÃREZ
Dejemos que sea el propio Menger quien nos cuente esta historia:
Cuando iba calle abajo en dirección a una tienda de antigüedades que había localizado, un taxi se detuvo al lado de la acera y el taxista se dirigió a mí en español.
Le contesté en el peor español del mundo, diciéndole que no hablaba ese idioma y comprendí por su expresión que él ya se había dado cuenta. Entonces dijo algo más, y señaló a un individuo que llevaba en el asiento posterior.
Mucho me temo que lo inesperado de la situación me dejase estupefacto. Lamento tener que decir que lo primero que se me ocurrió fueron algunas de las historias de carácter turbio que contaban en el campamento.
El desconocido tenía unos largos cabellos rubios que le llegaban hasta los hombros. Su tez estaba bronceada por el Sol. Me bastó una simple ojeada para darme cuenta de que era más alto y corpulento que el mexicano promedio.
Me habló en un inglés bastante bueno, aunque recuerdo que tenía un ligero acento mexicano.
– Tengo algo que decirle. ¿Quiere hacer el favor de subir al coche? «“me dijo-. Pero yo me disculpé, pretextando que tenía que reunirme con mis compañeros para regresar al campamento y seguí mi camino. Cuando me volví, vi que él también se volvía y se limitaba a decir: «Muy bien», con tono también muy agradable.
Cuando relaté lo sucedido a mis compañeros, estos lo acogieron con risotadas y durante varios días me hicieron objeto de toda clase de burlas y bromas.
Tiempo después encontraría a otro desconocido, que se identificó como viajero espacial. Durante la charla, le contó a Menger que el hombre de cabellos largos y rubios y piel oscura que iba como pasajero en el taxi, era uno de sus compañeros espaciales y, sonriendo, le comentó que le había advertido oportunamente que si deseaba hacer contacto con la gente de la Tierra, primero debía cortarse sus largas trenzas rubias y adoptar una apariencia que estuviera más de acuerdo con la gente del planeta. El extraterrestre le dijo a Menger que en México había muchas personas que estaban conscientes y convencidas del fenómeno de los ovnis, que había muchos contactados mexicanos y que muchos años antes de que los conquistadores españoles llegaran a la Nueva España, ya había mexicanos que estaban en contacto con ellos. Afirmó que los extraterrestres habían transmitido múltiples secretos a los aztecas y que les regalaron inventos maravillosos.
A partir de entonces comenzó a tener una serie de encuentros en los que se le avisó de acontecimientos futuros de su vida. Como el de aquel extraterrestre disfrazado de soldado que le dijo que pronto saldría con destino a Hawai. El encuentro tuvo lugar en el Campo Cook, en California. La comunicación se llevó a cabo telepáticamente, no hubo palabras de por medio. Todas las predicciones resultaron ciertas. Fue precisamente ahí en donde tuvo otro encuentro con un ser del espacio de sexo femenino. Siguiendo un impulso incontenible, tomó un jeep y se fue a una región de la selva en donde estaba seguro que encontraría a seres del espacio. Detuvo el auto cerca de unas cuevas. Allí vio a una linda morena.
Vestía una especie de túnica flotante de tonalidad pastel. Bajo sus translúcidas y rosadas vestiduras llevaba unos pantalones muy anchos parecidos a los de un pijama. La túnica caía en graciosos pliegues en torno a su cuerpo, bellamente conformado. El aire húmedo y templado de la noche tropical parecía acariciar sus facciones finamente moldeadas.
Sucedió entonces algo en verdad embarazoso. Howard empezó a sentir la «poderosa atracción física a la que es imposible oponerse, cuando uno se halla en presencia de estas mujeres».
PREDICCIONES DE LOS EXTRATERRESTRES
La extraterrestre se dio cuenta de inmediato de lo que ocurría.
Oh, Howard «“dijo zalamera-, esto es una cosa muy natural; yo también lo siento. No sólo pasa de mí para ti, sino de ti para mí.
La extraterrestre morena le predijo que pronto sería trasladado a Okinawa, en donde él tendría que matar a un hombre en combate.
Prestó sus servicios en el ejército, como jefe de almacén de municiones en el Arsenal de Picantinny. En 1942 fue asignado a la Armored Tank Division y posteriormente en la Army Intelligence and Chemical Warfare. En la primera semana de abril de 1945 desembarcó en Okinawa, tal como le habían dicho. Howard dio muerte a varios japoneses, y sobrevivió al combate, pero sufrió daños en los ojos durante la batalla. Durante su estancia en el hospital de la base se dio cuenta que una de las enfermeras parecía una persona del espacio.
Después de su recuperación, Menger fue despertado una noche por una voz que le llamaba insistentemente por su nombre, y se dio cuenta al momento de que estaba recibiendo la llamada por telepatía. Vistiéndose, pidió prestado un jeep y se dirigió a un sitio donde se había encontrado anteriormente con gente del espacio. Allí le esperaba un hombre vestido de caqui. Se pusieron a hablar, y el hombre le dijo que no existía la muerte, que sólo se abandonaba la envoltura física, pero que la vida interior continuaba. Le dijo que la guerra terminaría pronto, y que en Navidad estaría ya de vuelta en el hogar, como así fue. Aquel hombre dijo proceder de Venus.
De vuelta a la vida civil, Menger regresó con su esposa y se estableció como pintor de rótulos en su propia compañía, la Menger Advertising Co. En junio de 1946 regresó al bosque en donde había visto por primera vez a la mujer extraterrestre. El sitio era más o menos el mismo que antes. Paseó largo rato por el claro, y comenzó a sentirse poseído por una tristeza profunda, por la sensación de que el encanto había desaparecido. De pronto vio un chispazo de luz y sintió en la nuca una sensación de calor. Al volverse, vio una enorme bola de fuego que se dirigía a gran velocidad hacia él:
Parecía un inmenso Sol que giraba, brillaba, parpadeaba y cambiaba de colores. Voló sobre el campo, mientras yo lo observaba, como traspuesto.
Los palpitantes cambios de color disminuyeron y la bola de fuego se convirtió en un vehículo de aspecto metálico, rodeado de ventanillas.
Descendió lentamente al suelo. Cuando estaba casi en tierra, pude distinguir claramente su forma. Parecía tener forma de campana, y el Sol se reflejaba en él como en un espejo.
Me di cuenta de que aquello no era una máquina hecha por nadie de este mundo.
La descripción que da Menger de las naves extraterrestres es muy parecida a la de George Adamski, lo mismo que la vestimenta de los venusinos.
Los tripulantes del aparato iban vestidos con unos uniformes, de un gris azulado, parecidos a trajes de esquiar. Tenían largos cabellos rubios, hombros anchos y notable belleza física. La nave por fin aterrizó y de ella salió una hermosa mujer, vestida con un traje parecido, que llevaba flojo sobre su armonioso cuerpo. Su tejido era semitraslúcido y parecía luminoso, con suaves tonalidades pastel. Menger de pronto se dio cuenta que era la misma mujer que viera de niño, y que no había cambiado nada.
¿Eres en verdad la joven… la misma joven de la roca? «“le pregunté.
– Sí, lo soy. La misma joven Howard.
Pero no has envejecido…
– Oh, ya lo creo que he envejecido. A ver si adivinas mi edad, Howard.
Me limité a mirarla en silencio.
– Pues tengo más de quinientos años. ¡Ahora podrás hacer callar a quien te diga que las mujeres mienten al hablar de su edad!
Pero no has cambiado.
– Claro que no.
LA ESTIRPE DE MATUSALÉN
Entonces ella me miró, de pies a cabeza, y noté que mi rostro ardía. Era como si un pariente de visita contemplase a un muchacho, para ver si había crecido mucho.
Comprendí que se burlaba cariñosamente de mí, cuando me guiñó un ojo y agregó:
– ¡Oh, pero tú si has cambiado!
Cuando comentó eso, ella se echó a reír y añadió:
Cuando vivimos respetando las leyes de nuestro Creador, somos bendecidos con el don de la longevidad. Pero no es éste el más importante; es sólo un subproducto de nuestras bienaventuranzas.
La edad de la venusina era más o menos la edad de Alf, de donde se podría concluir que este personaje de la televisión también ha sido bendecido por el don de la longevidad, porque seguramente respeta las leyes del Creador.
La venusina también informó que había estado sometido a una constante observación desde el primer encuentro.
Volví a sonrojarme y agaché la cabeza.
Ella se echó a reír.
– La verdad es que no siempre has sido un buen chico. Ha habido ocasiones en que… «“e hizo un gesto como si fuese a darme unos azotes en la parte que comúnmente empleamos para sentarnos. Di un respingo y recobré mi compostura. Entonces me eché a reír con ella.
La venusina confirmó que había sido elegido para difundir las palabras de los seres del espacio por la Tierra. Su misión era ayudar a la gente del espacio en sus benévolos esfuerzos de salvar a la raza humana de si misma. Dicho esto, le dio un beso en la mejilla a manera de despedida. Él le preguntó si la volvería a ver, pero ella le dijo que no. A partir de entonces su vida cambió. Continuamente se entrevistaba con los seres de las estrellas. Se le aparecían en todo momento y bajo toda clase de disfraces. A veces en un punto escogido de antemano, un lugar situado junto a un árbol llamado «Field location 2», y a veces inesperadamente.
Continuará…
Buena historia pero quisiera saber si tienes el ebook de Howard Menger, en verdad suena una historia interesante.
Almatros