Charles Fort, un hombre de cartas
La correspondencia de Fort revela mucho sobre su viaje filosófico y la evolución de sus teorías sobre el cosmos, dice Bob Rickard, y también sobre su metodología y sus opiniones contrarias.
Letters of the Damned. The Forgotten Investigations of Charles Fort. Ed. Chris Aubeck. Publicación independiente (Amazon) 2024. Pb, £14.85, 376pp, ISBN 9798327836426
Chris Aubeck es un veterano forteano especializado en fenómenos ovni anteriores a 1947. Fundó el centro de investigación de archivos en línea Magonia Exchange y fue el partero de su grupo hermano Forteana Exchange. También ha escrito varios estudios históricos importantes de lo que podría llamarse “ufología forteana”, entre ellos Wonders of the Sky (2010), con Jacques Vallée.
Su último proyecto es una antología de 71 cartas escritas por Fort a periódicos entre junio de 1924 y octubre de 1926. Este es el periodo en el que Fort y su esposa Anna alquilaron un piso en Marchmont Street, junto a Russell Square, Londres, a menos de 10 minutos a pie del Museo Británico. Estas cartas -la mayoría de las cuales serán nuevas incluso para los forteanos veteranos- fueron recuperadas por Aubeck de archivos en línea y se transcriben aquí con notas explicativas, una breve cronología y biografía, listas de fuentes y, alabado sea Fort, un índice.
Leídas secuencialmente, revelan mucho sobre el viaje filosófico de Fort y la evolución de sus teorías sobre el cosmos. También presentan una nueva visión de la metodología y las “opiniones” contrarias de Fort, que perseguía historias que le llamaban la atención mientras investigaba en la Biblioteca del Museo Británico.
Este “periodo Marchmont” comienza poco después de la publicación de New Lands (1923) y muchas cartas tratan de los tipos de fenómenos que Fort ya había introducido en sus dos primeros libros (Book of the Damned y New Lands)… pero también estaba, en esta época, persiguiendo informes sobre temas que aparecerían más tarde en sus dos últimos libros (Lo! y Wild Talents).
Aubeck compara la prodigiosa actividad epistolar de Fort con una de las primeras formas de “investigación colectiva”. Fort comenzaba cada carta con un caso clásico y resumía todos los intentos de explicarlo. A continuación revela que ha descubierto muchos más incidentes de este tipo, señalando que no sólo se confundía a los “expertos”, sino que tampoco había verdaderos intentos de correlacionar o estudiar los datos. Además de hacer un llamamiento al director del periódico para que publique su resumen, también invita a quien lo desee a que le escriba si tiene alguna información relacionada que apoye sus nociones o (y esto es importante) que las refute.
Como la mayoría de las cartas siguen la misma fórmula, Aubeck ha suprimido muchas repeticiones. Los (pocos) errores de Fort se corrigen provechosamente gracias a la diligente investigación del propio Aubeck, que consigue rastrear, por ejemplo, el objeto que cayó o las personas implicadas. Por ejemplo, Fort repite su pesar por el hecho de que, después de recopilar un gran número de relatos de caídas de cientos, incluso miles, de ranas diminutas, no pudo encontrar ninguno de renacuajos que cayeran; Aubeck produce uno obedientemente, y en FT hemos impreso otros a lo largo de los años. En mi opinión, estos lapsus no se deben tanto al hombre como a la limitación de su tiempo y sus recursos. Este libro es un excelente ejemplo de la riqueza a la que los investigadores modernos pueden acceder en los archivos de Internet de hoy en día.
“Frenando sus excentricidades”, Fort evitó ser ignorado como un “chiflado”
Pero prepárese, porque el Fort que creíamos conocer se reencuentra con sus propias palabras. Como revela Aubeck, existe una clara distinción entre el estilo de prosa provocador de Fort, familiar por sus libros, y estos llamamientos más cautelosos tanto a los editores como a los lectores de periódicos. El “ingenio, humor y entusiasmo” de Fort siguen estando presentes, escribe Aubeck, pero “al poner freno a sus excentricidades”, Fort evitó ser ignorado como un “chiflado”. Este puede resultar uno de los aspectos más significativos de la investigación de Aubeck.
Por ejemplo, en una carta al editor del Springfield Republican, Fort resume las “misteriosas luces viajeras en el cielo” en diciembre de 1909, de las que se informó desde lugares de Nueva Inglaterra a Alabama, descritas a veces como “un objeto o construcción”. “Si sólo tuviera entre 10 y 15 visitas aparentes de este tipo por parte de exploradores de otros mundos habitados, estaría impresionado”, escribe Fort, “pero tengo 50 de este tipo, todas en tiempos modernos”. Luego añade: “El dato se lo pone difícil a quienes intentan encontrar explicaciones poco interesantes”.
Aubeck también aborda la delicada cuestión de si Fort “creía” en sus excéntricas teorías. Hay indicios en las cartas de que eligió escribir muchos de sus “datos” como ejemplos de “una distribución intencionada” en la Naturaleza: pensemos en caídas de ranas, apariciones y desapariciones, migraciones masivas o incluso “bombardeos de esta tierra “como si” procedieran de posiciones estables en lo alto”. Aunque es famoso por decir que no se creía sus propias teorías, Aubeck señala correctamente que Fort tampoco “dijo [que] fueran tonterías o triviales”.
Es más productivo, concluye Aubeck, ver las obras de Fort “como un ataque metafórico al pensamiento arraigado… un ejercicio de ‘qué pasaría si’”. En todo caso, el compromiso de Fort con la búsqueda de pruebas de anomalías (y pruebas anómalas) era mucho más importante para él que demostrar nada en un sentido u otro… y sigue inspirando a los forteanos de hoy, independientemente de la diversidad de sus interpretaciones.
En otra carta, Fort hace una observación fascinante sobre su estilo de escritura, llamándolo “subjetivismo”. “Es el intento de producir por escrito la forma en que la mente recibe las impresiones; es decir, fragmentariamente, a menudo sin detalles, a menudo con viveza de un solo detalle, y saltando de una cosa a otra (como los pintores postimpresionistas)”.
También puede sorprender a los lectores la proliferación de ilustraciones monocromas en un libro de cartas. Las hay de varios estilos, desde las realizadas por Alexander King para el Lo! original (1928), fotos de noticias de la época, retratos contemporáneos y creaciones asistidas por inteligencia artificial a partir de indicaciones proporcionadas por Aubeck. De estas últimas, la imagen en color de alta resolución de Charles Fort en su escritorio -utilizada en la portada de este libro- es especialmente conmovedora.
He aquí, pues, la auténtica voz de Charles Fort, aclamado por Aubeck como “el primer ufólogo propiamente dicho” y uno de los pensadores menos ortodoxos del siglo XX. Hay que felicitar a Chris Aubeck por publicar esta valiosa adición a los estudios forteanos, que todo forteano agradecerá y apreciará.
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