Los niños salvajes (29)

LOS NIÑOS PERRO

Ivan Mishukov vivió con una manada de perros salvajes en Retova, al oeste de Moscú, después de escapar del hogar a la edad de cuatro años en 1996. La madre se había unido a un alcohólico que lo golpeaba.

Ivan pedía limosna en las calles y se hizo amigo de los perros a los que les daba los desechos de sus alimentos. Los perros protegían al muchacho de otros mendigos y lo mantenían caliente en invierno, en donde las temperaturas solían bajar hasta -30ºC. En 1998 la policía intentó atraparlo, pero los perros lo impidieron. Después de tres intentos, finalmente lo atraparon después de poner un narcótico en las sobras de comida que les dio un restaurante.

Pasó un corto periodo de tiempo en un orfanato de Reutov. Actualmente Ivan tiene 15 y va a la escuela.

En 1999 en Mirny, Ucrania, fue encontrado Edik, un niño de 4 años de edad que había permanecido 2 años confinado. Su madre era alcohólica. Edik tenía una hermana que fue recogida por los vecinos, pero el niño fue abandonado en un departamento donde tuvo que convivir con perros.

Los servicios de seguridad social se hicieron cargo. Cuando cumplió 6 años había alcanzado el nivel de un niño de 3. Como muchos otros niños salvajes, a Edik no le gustaba vestirse y comía en el suelo, como los perros.

Algo similar le ocurrió al niño chileno Axel Rivas.

El 16 de junio del 2001 fue rescatado del mar mientras intentaba escaparse de la policía. No era la primera vez que se escapaba. Su madre lo tuvo a la edad de 16 años. Sus padres lo maltrataban y terminaron por abandonarlo a la edad de cinco años. Fue internado en un centro de atención a menores en Chillancito, cerca de Concepción, en donde permaneció hasta los ocho años. Pero en el orfanato tampoco era bien tratado. En 1998 Alex escapó y vivió con una jauría de 15 perros callejeros en una cueva en las cercanías del puerto de Talcahuano, Chile.

La gente local lo conocía como «el niño perro» y gruñía a cualquier ser humano que intentaba acercarse. Lo describieron como extremadamente violento, subalimentado, hiperactivo e inarticulado. Se había roto los dientes delanteros y tenía una mejilla marcada con una cicatriz.

Se alimentaba de lo que encontraba en los botes de basura y de la leche de una perra que había dado a luz recientemente. Aquella tarde del 16 de junio la policía fue a atraparlo, y él intentó escapar tirándose al mar. Estaba asqueroso. Con los dientes podridos por su alimentación y por las drogas

Mientras lo llevaban al centro de menores, les dijo a sus captores «Déjenme ir, los perros son mi familia, por favor, déjenme volver con ellos».

Fue llevado al Servicio Nacional de Menores (SENAME), dirigido por Delia Delgatto Reyes. «Muestra signos de depresión, es agresivo y no habla mucho, aunque sabe hablar», dijo Delgatto.

Constantemente se escapaba del orfanato, sólo para ser atrapado de nueva cuenta. La última vez que se supo que se había escapado fue el 14 de noviembre del 2001. Al día de hoy desconozco su paradero

A principios de febrero del 2002 atraparon otro niño salvaje que vivía en la región de Brasov de Transylvania, Rumania. Se llamaba Traian Caldarar, tenía siete años, y había huido del violento novio de su madre.

Fue descubierto por el pastor Manolescu Ioan, una noche que se le descompuso su coche y no tuvo más remedio que caminar a casa a través de sus terrenos en la sombra de las montañas de Fagaras. A las 6 am vio un niño desnudo, salvaje que vivía en una caja de cartón cubierta con una hoja de plástico. Estaba comiendo los restos de un perro muerto. Manolescu reportó su hallazgo a la policía, que más adelante capturó al muchacho.

Se creyó que había vivido solo en el bosque por años, pero los doctores pensaron que debía haber tenido cierta protección; quizás se había unido a algunos de los muchos perros salvajes en la región. Tenía el tamaño de un niño normal de tres-cuatro años, pero sus dientes de leche delanteros faltantes apuntaban a una edad de siete. Tenía raquitismo, anemia, el vientre dilatado, estaba medio hambriento, y tenía congelados sus pies y piernas. Su cara y cabeza estaban marcadas con cicatrices.

Comió lo que le dieron, pero no reconoció la fruta. No estaba entrenado para ir al baño. El personal del hospital en Fargas lo llamó Mowgli, por el personaje del libro de la selva de Kipling.

El doctor Mircea Florea dijo: «Fue encontrado en una posición animal y sus movimientos eran como los de los animales. Los hechos demuestran que no creció en un medio ambiente social. Se agita mucho cuando no tiene comida. Siempre está buscando algo para comer todo el tiempo. Se duerme después de comer».

La enfermera principal de la sala de niños dijo: «Él sólo conoce dos palabras «“ «˜mamá»™ y «˜comida»™ – y es muy feliz en su dormitorio en el hospital mientras haya alimento allí. Tiene el pelo oscuro y ojos oscuros y una vez que se le lavó y cortó el pelo parecía realmente presentable, pero tiende a caminar como un chimpancé más bien que verticalmente e intenta dormir debajo de su cama y no en ella. Pero si tiene un poco de alimento en su mano él es más agradable».

Alrededor de una semana después de su captura, fue identificado como Traian Caldarar, perdido tres años atrás a la edad de cuatro. Después de ser reeducado en un orfanato en Brasov, en abril de ese año se le reunió con su madre Lina Caldarar, de 23 años, en la lejana aldea de Vistea de Jos, a menos de once kilómetros de donde lo encontraron en febrero. «Amaba a mi hijo, pero tenía un marido violento que me pegaba», dijo.

Traian Ciurar, de 24 años, el padre del muchacho, se casó con la señorita Caldarar bajo la ley gitana. Cuando ella huyó de nuevo con su familia para escapar de la crueldad de su marido, él evitó que ella se llevara a su hijo. Ella cree que el niño huyó por la misma razón. «Estaba loca pero no había nada que pudiera hacer», dijo ella. «Esperaba que quizás otra familia lo hubiera adoptado».

Traian parece estar en rehabilitación, pero todavía no está entrenado para estar en casa. «Alguien necesita vigilarlo porque es fácil que se lastime», dijo su madre. «Él todavía no puede identificar los peligros en la calle. Como un perrito inexperto, cruza la calle, sin importar si vienen coches.

Prateep Chumnoon fue alejado de su abuela en el 2003. La señora, de 60 años de edad, lo dejaba al cuidado de un perro mientras iba a trabajar. Los vecinos avisaron a las autoridades cuando el niño comenzó a ladrar.

La abuela, Prateep y el perro vivían en un cuarto en la provincia de Nakhon Si Thammarat, al Sur de Tailandia. El niño sólo tenía un año cuando fue ingresado en un orfanato.

El 6 de abril del 2004, cuando apenas tenía dos años, fue encontrado muerto dentro de un contenedor plástico de la lavandería. Se desconocen las causas de su muerte.

Un caso similar ocurrió en Baspalovskaya, un pueblo alejado y perdido de Siberia, en la región de Altai, donde viven tan pocos habitantes, que ninguno de los escasos vecinos notó que la casa más remota había sido abandonada. Ahí vivían Andrei Tolstyk con su madre y su padre inválido y alcohólico. También tenían un viejo perro guardián.

Andrei nació con problemas del habla y auditivos, y según las autoridades esa fue la razón por la que sus padres lo abandonaron a los tres meses de nacer. Primero se fue su madre y al poco tiempo el padre también abandonó la casa. Ignorado por todos, sólo quedó allí el bebé y el viejo perro guardián, que se las fue ingeniando para ayudar al cachorro humano a crecer y alimentarse. Andrei forjó, según se informa, un enlace cercano con el único ser vivo, el perro protector de la familia, que le ayudó de alguna manera a sobrevivir y a criarse.

Pasaron siete años para que las autoridades se dieran cuenta que el hijo de los Tolstyk no asistía a la escuela local. Se envía unos asistentes sociales los cuales descubren en abril del 2004 que la casa está vacía y sólo la habitaba el niño y el perro: «Corría a gatas y gruñía. Al principio pensaron que jugaba pero la casa está a millas de cualquier lugar y es poco más que una ruina, y él estaba realmente sucio y desnudo, así que se dieron cuenta que algo estaba mal. Cuando se acercaron les gruñó e intentó morderlos cuando iquisieron alejarlo del viejo perro».

Los investigadores dedujeron que Andrei tuvo una única posibilidad para subsistir: el perro guardián de la casa se las arregló para darle alimentos. Cuando lo encontraron se comportaba como un perro: caminaba en cuatro patas, olisqueaba los alimentos no sabía hablar, era hosco con la gente y comportamiento salvaje en general.

Fue llevado a un orfanato en una ciudad próxima. El personal del orfanato declaró a la agencia de noticias rusa RIA-Novosti que al comienzo tenía miedo de la gente, se comportaba con agresividad y erráticamente. Finalmente pudieron comunicarse mediante gestos y usando el lenguaje básico de signos. Dos semanas después de su llegada comenzó a caminar en dos piernas y a dominar el arte de comer con una cuchara, de hacer su propia cama y de jugar con una pelota.

Los demás niños, asustados, lo miraban recelosos y lo apodaron el «niño salvaje». Pero las autoridades lo animaron a relacionarse con otros niños. Andrei logró algo espectacular, aunque paulatino: trabó amistad con una pequeña niña del orfanato comunicándose a señas.

Actualmente los doctores, los pediatras y los psicólogos están intentando resolver si se le puede enseñar comportamiento humano normal. Si la respuesta es sí lo transferirán a otro hogar de niños; si es no, le enviarán a un colegio especializado de internos. Paralelamente lo someterán a investigaciones para determinar cómo se desarrollan aspectos del conocimiento humano, como el lenguaje.

La policía buscó a sus padres para enfrentarlos a cargos de negligencia. Hasta el momento no han aparecido.

En Kenia los bebés no deseados – debido a relaciones fallidas o pobreza extrema – son abandonados en medio de la selva. Así le ocurrió a Ángel un bebé que fue abandonado por su madre a las dos semanas de vida.

El 6 de mayo del 2005 dos niños que jugaban en una zona cercana a su casa, a las afueras de Nairobi, escucharon el llanto de un bebé. Fueron con su madre y luego salieron a buscar al bebé.

Mary Adhiambo dijo a The Daily Nation que dos de sus hijos le contaron que podían oír a un bebé llorando pero no podían encontrarlo. «Los seguí y buscamos alrededor de nuestra propiedad y en un terreno próximo».

«Vi mi perra, Mkombozi, que he tenido por cinco años, descansando y cuidando a sus perritos recién nacidos. Al lado estaba el bebé que descansaba en un paño negro rasgado, dentro de una bolsa de plástico. Tomé al bebé en mis brazos y lo llevé a la casa».

Entonces la dueña de la perra le dio un poco de leche y lo limpió antes de avisar a sus vecinos. Uno de ellos llevó al bebé a una comisaría de policía próxima y de ahí al Hospital Nacional Kenyatta.

Los doctores encontraron gusanos en su cordón umbilical, pero una portavoz del hospital dijo que el bebé respondía bien al tratamiento en vista de que le habían dejado afuera en el frío. Se conjeturó que habían dejado al bebé, en un bosque próximo, dos días antes de ser descubierto. De ahí lo trajo la perra cargando la bolsa de plástico por el camino principal de Ngong.

El personal del hospital le puso el nombre de Ángel y dijo a la prensa que los miembros del público habían comenzado a donar ropas y leche de bebé.

El caso recibió una enorme cobertura de los medios. Aunque algunos expresaron escepticismo sobre el informe. Pero parece que esto es mucho más que una leyenda. Tal vez el instinto materno hizo que la perra recogiera otro cachorro que estaba llorando en medio del campo Y es que a veces entre los animales un niño encuentra el cariño que ni en su casa puede encontrar.

El último caso documentado en Rusia es el de Ramzia Tukmatullina, «la niña perro de Rusia».

De nueva cuenta la historia se repite. La madre de Ramzia era alcohólica y la abandonó en la calle. Pronto una manada de perros se hizo cargo. Los vecinos, en lugar de tomar al niño, simplemente la llamaron Naida, un nombre común para los perros en Rusia.

La niña creció con los perros durante 6 años. Finalmente el 14 de julio del 2005, cuando Ramzia tenía 14 años, las autoridades se hicieron cargo.

Los primeros tres años de su vida, Ahmed Yassine los pasó con su tía materna Khadija, pero como esta mujer no se ocupaba de ella, la niña fue dejada a cargo de Zahra G., que resultó todavía peor. Los siguientes tres años la confinó en un cuarto con cuatro perros y treinta gatos.

Ahmed, una niña de Marruecos, sólo sabía decir «kelb» (perro), cuando la rescataron el 4 de junio del 2006. Estaba a punto de morir debido a la inanición.

Hay otros casos de niños criados por perros en las Filipinas (1982), Alemania (1988), Oklahoma (1989), Inglaterra (1992), Hungría (1994), Rumania (1994), e Italia (1994).

Continuará…

7 pensamientos en “Los niños salvajes (29)”

  1. los perros salvajes adoptan a los niños mientras que los vesinos solo miran me parece que los perros tienen mas respeto por la vida que los humanos con eto me cuestiono ¿que significa ser salvave? ¿que es el respeto a la vida? ¿porque los perros aceptan una cria que no es de su especie y los humanos sercanos y vecinos de esos niños los tratan con apatia y solo miran?

  2. Escalofriantes, realmente el ser humano se ha degradado a tal punto, que aun un perro, demuestra mas amor que el. El hombre se ha vuelto un ser insensible y egoista,falto total de compasion y de amor.

  3. Que asco de personas que permiten que sus hijos pasen por esto y peor aún que los vecinos no tengan corazón para haber recogido a la niña k poka lo uniko bueno k nos deja esto es la lección de vida de unos pequeñines tan fuertes y también a que piensen dos veces antes de tener hijos y tenerlos de esta manera.
    Me da tanta tristeza por estos peques quisiera poder ayudar a estos y a otros niños por que ellos deberian ser felices y no pasar por esto.

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