INVASORES, HISTORIAS REALES DE EXTRATERRESTRES EN LA ARGENTINA
Invasores es una obra ufológica-erótico-musical. Bueno, no realmente. Hay muchos platos voladores y marcianos. También hay música en todos los capítulos, pero el erotismo sólo se tomó de paso.
La prosa de Agostinelli es digna de mejores temas, pero los interesados en los ovnis tenemos suerte que su primer libro lo haya dedicado a los marcianitos verdes (invasores, como él les dice).
Hace meses Ale me envió su manuscrito para que le diera mis comentarios y/o escribiera una reseña para Marcianitos verdes. Pasaron los días, las semanas»¦ Con mucho tacto, de forma políticamente correcta, indirectamente me urgía para escribir esta nota. «Mis amigos son unos atorrantes», él decía. Aunque eso es cierto, supongo que se lo decía a los otros, no a mí. Yo, por si las moscas, volteaba al cielo y silbaba una tonadita mientras me hacía a un lado.
Pasaron los meses, concluí mi proyecto en el trabajo, luego vino la influenza y»¦
En realidad, todo eran excusas. Me daba terror escribir algo para el tal Agostinelli. Cuando éramos adolescentes ya me había dicho que «ocación» se escribe con «s». Ahora tenía miedo de hacer algo tan simple, algo que ni de milagro alcanzara los niveles de Ale. Él refinó su estilo y su escritura. Yo sigo siendo el mismo atorrante de aquellos años»¦ Ah, no»¦ habíamos quedado que los atorrantes son sus otros amigos. Lo que sí, es que sigo «escribiendo» como entonces.
Luego pensé, «pues ni modo Alejandro César Agostinelli, tú lo pediste y aquí lo tienes. Me gustaría escribir como tú, pero no puedo. No obstante los años (décadas) de amistad harán que me perdones no estar a tu altura».
El tal Agostinelli haciendo como que está trabajando.
A lo largo de cinco capítulos, Invasores nos va desvelando el aspecto humano de ufólogos, testigos y contactados argentinos. No están todos, pero sí muchos de los más curiosos.
Siempre he dicho que lo mejor de la ufología no son los platos voladores ni los marcianos. Son los seres humanos que están a su alrededor «investigando», contando las historias más estrambóticas o las mentiras más sensacionales.
A la distancia, desde México, en los setentas y ochentas, me parecía que la historia de la ufología se escribía en tres países: Estados Unidos, Brasil y Argentina. De vez en cuando había algunos párrafos escritos en España, Francia, Inglaterra o algún otro país, pero los tres primeros eran los que tenían la casuística más abundante y extraña.
Por simple afinidad idiomática estaba más cercano a la ufología argentina. Pensaba que era un país donde sólo había psicoanalistas, futbolistas y ufólogos. Algún día, tal vez, me mudaría a ese país, para ver pasar el ovni de las 10, ir a medir la huella dejada a la vuelta de la esquina o de perdida tomar una foto del Nahuelito o del Ucumar. Total, si quiero regresar a México, tan sólo es cuestión de subirme a un Peugeot 403 y entrar a una neblina, para aparecer en la México-Toluca, México-Querétaro o alguna otra carretera cercana al DF.
Arriba Anibal Uset, director de la película «Che Ovni», origen de uno de los mitos ovni más perdurables.
Alejandro se ocupa de las «teleportaciones» en el capítulo «Entre la neblina». Se trata de la historia del matrimonio Vidal que un día de 1968 desapareció en medio de la neblina para llegar ipso facto a la Ciudad de México. Este capítulo me lo quería saltar. Ya había leído otros trabajos de Ale sobre este caso, habíamos platicado del mismo y pensé, erróneamente, que no había nada nuevo que me sorprendiera. Estaba equivocado. Alejandro hizo una verdadera y profunda investigación de este asunto (y de los otros casos que presenta en su libro).
Mateyko, Fontana y Pipo. Recortes de prensa sobre el caso Vidal.
Por la época en que conocí a Ale leí el libro de los hermanos Duclout y pensé que fumaban de lo mismo que estaba fumando el papá de los hermanos Paz (Carlos y Sixto) y la mismísima Marla. Incluso años después le comenté a Ale que me gustaría investigar qué relación pudieron haber tenido todos estos contactados, más allá de su gusto por la «Golden Acapulco». Pero Ale dice que no están locos. Supongo que no, pero qué mentirosos o alucinados que eran (y son).
Agostinelli viajó a Santiago de Chile a entrevistar al eslabón perdido del caso Duclout, único familiar vivo de los primeros contactados argentinos, que le hizo (a él y a Diego Zúñiga, gran colaborador del libro) inquietantes revelaciones biográficas sobre sus tíos y la experiencia que vivieron.
Pablo Kittl Duclout.
Los Duclout no me impresionaron mucho. Al que no soportaba, y se me revolvía el estómago al leer sus libros de «ciencia extraterrestre», era a Pedro Romaniuk. No entendía cómo ningún argentino le decía que estaba completamente deschavetado y que lo que escribía no tenía ningún fundamento científico. Ale lo describe muy bien: «La simpatía es un don fugitivo en Romaniuk».
Al que, más que simpatía, le tuve lástima fue al pobre de Francisco García. «Pobre güey», como diríamos en México, ¿pero a quién se le ocurre hacer profecías tan detalladas? Peor aún, ¿qué profeta es lo suficientemente estúpido para estar presente cuando se supone que se debe cumplir su profecía? Lo bueno es que no le pasó nada. Lo mejor es que escarmentó y se alejó de las profecías y los platos voladores.
Los que sí me parecen simpáticos y me merecen respeto son Silvia y Andrea Simondini y el Comandante Clomro.
Las primeras porque aunque creen o piensan que hay algo extraterrestre tras de los ovnis, no están tan cerradas como para no darse cuenta cuando un caso no es auténtico. Acá recuerdo el extraño caso de la ranita alienígena. Además, a pesar de no conocerme, me hicieron el favor de enviarme varios de sus reportes de avistamientos en Victoria. Sirva esto, también, para agradecer a ellas ese detalle.
El contactado Francisco García, quien alegó en televisión que era marciano por parte de madre, inspiró a Dante Quinterno en este episodio de la tira cómica Patoruzú (830, 1977). pero para entenderlo tienen que leer Invasores.
El otro, Claudio Omar Rodríguez, mejor conocido como Comandante Clomro, lo respeto por tener el sentido del humor de burlarse de las creencias extraterrestres adoptando la identidad de un marcianito verde viviendo en la Tierra. Clomro es, como dice Alejandro, «uno de los pocos superhéroes del mundo real».
La parte musical de Invasores está al principio de cada capítulo. El epígrafe es la estrofa de alguna canción relacionada con la historia. Leer el libro al mismo tiempo que se escucha cada una de estas canciones le da una dimensión extra. Casi diría erótica. Aunque no tanto como lo que experimentó Martha Green, a quien le corresponde esa parte en el libro.
En fin, lo único que le puedo criticar a Invasores, historias reales de extraterrestres en la Argentina, es que es eso: una historia de extraterrestres en la Argentina. Me consta que Agostinelli ha investigado marcianitos verdes en muchas partes del mundo. Casos clásicos que no tendrían nada que envidiar a los que se presentan en Invasores. También me consta que la primera versión del libro contenía casos fuera de la Argentina, que luego fueron eliminados en la versión final.
Cómo me gustaría leer un Invasores, historias reales de marcianos en el planeta Tierra, aunque preferiría que el talento del tal Agostinelli se dedicara al periodismo o a la literatura, en lugar de desperdiciarlo en los platos voladores. Pero sé que Ale no me hará caso y eso, en verdad, me da mucho gusto.
Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina
Por Alejandro Agostinelli
Editorial Sudamericana, mayo 2009
352 páginas
Pedidos fuera de Argentina:
Notable reseña de un libro también notable.
Hola! Soy de radio Rivadavia y quisiera contactarlos porque me gustaría hacer un pgm de radio hablando de ovnis y experiencias acá en la Argentina. Aguardo su contacto, saludos,
Pablo Maradei
154-937-6915
la argentina esta llena de extraterrestres, de gente q vive en la luna !