Flying Saucer Mystery
Primer documental sobre platos voladores
Flying Saucer Mystery
Primer documental sobre platos voladores
¿Qué eran los misteriosos “Foo Fighters” avistados por los aviadores nocturnos de la Segunda Guerra Mundial?
Algo extraño seguía a las tripulaciones del Beaufighter del 415º Escuadrón de Cazas Nocturnos.
Agosto de 2016
Zoe Krasney
El foo era inexplicable, tanto en los cómics como en el combate.
Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, las actualizaciones de las misiones del 415.º Escuadrón de Cazas Nocturnos dieron un giro misterioso. Junto con los detalles de los combates aéreos sobre el valle del Rin ocupado por los alemanes, los pilotos comenzaron a informar sobre luces inexplicables que seguían a sus aviones.
Una noche de noviembre de 1944, la tripulación de un Bristol Beaufighter (el piloto Edward Schlueter, el observador de radar Donald J. Meiers y el oficial de inteligencia Fred Ringwald) volaba a lo largo del Rin al norte de Estrasburgo. Describieron haber visto “de ocho a diez luces de color naranja brillante en el ala izquierda… volando por el aire a gran velocidad”. Ni el radar aerotransportado ni el control de tierra registraron nada cercano. “Schlueter se giró hacia las luces y desaparecieron”, continuaba el informe. “Más tarde aparecieron más lejos. La exhibición continuó durante varios minutos y luego desapareció”. Meiers les dio un nombre a estos objetos, tomando una palabra sin sentido utilizada por los personajes de la popular caricatura de bomberos “Smokey Stover”: “foo fighters”.
Los informes seguían llegando. Los objetos volaban junto a los aviones a 200 mph; eran rojos, naranjas o verdes; aparecían solos o con hasta otros 10 en formación; y a menudo superaban en maniobras a los aviones que perseguían. Nunca aparecían en el radar.
Richard Ziebart, historiador del cercano 417th Night Fighter Squadron, escuchó muchas de las historias directamente de los miembros de la tripulación del 415th: “Los pilotos fueron muy profesionales. Hicieron el informe, hablaron sobre las luces, pero no especularon sobre ellas”. Aun así, los pilotos encontraron desconcertantes los avistamientos. “Muerto de miedo”, fue lo que un piloto del 415th describió como se sentía a Keith Chester, autor de Strange Company: Military Encounters With UFO’s in World War II (Compañía extraña: encuentros militares con ovnis en la Segunda Guerra Mundial).
A finales de año, un corresponsal de guerra de Associated Press, Robert C. Wilson, celebró la Nochevieja con el 415.º Regimiento. Al día siguiente, su artículo sobre los aviones de combate Foo Fighters apareció en la portada de los periódicos de todo el país. Otros escuadrones los habían visto, pero fue la cantidad, la consistencia y el impacto en las tripulaciones del 415.º Regimiento (y el hecho de que un periodista escuchara a los aviadores) lo que finalmente impulsó las investigaciones sobre los avistamientos.
Los psicólogos aficionados, los aficionados a la aviación militar y los teóricos de la conspiración ofrecieron explicaciones, pero ninguna que los aviadores consideraran creíble. No creían que estuvieran alucinando debido a la fatiga de la batalla. Y como las luces no causaban daño, los pilotos dudaban que procedieran de armas secretas alemanas controladas a distancia. El fuego de San Telmo, una descarga de luz de objetos afilados en campos eléctricos, parecía improbable, ya que los Foo Fighters exhibían una maniobrabilidad extrema.
Finalmente, el Comando Aéreo del Ejército envió oficiales para investigar, pero su investigación se perdió después de la guerra, informó Chester. En 1953, la CIA convocó a un panel de seis científicos de alto nivel familiarizados con la tecnología de la aviación experimental para determinar si las luces constituían una amenaza para la seguridad nacional. El Panel Robertson, llamado así por su presidente, el físico de Caltech Howard P. Robertson, no ofreció ninguna conclusión oficial.
Ziebart, el historiador, tampoco ofreció ninguna explicación, sólo una idea. “Creo que los Foo Fighters no aparecieron en el radar porque eran simplemente luces”, dijo. “El radar debía tener un objeto sólido. Si había algún fantasma ahí, los pilotos lo habrían notado sin dudarlo”.
Recorte de periódico del día
11 de diciembre de 2024
Undine
Se me ocurrió que, por alguna omisión inexplicable, este blog no ha cubierto demasiadas “luces fantasma” inexplicables. Espero que esta historia del “Raleigh News Observer” del 17 de diciembre de 2006 ayude a compensar esa deficiencia.
La misteriosa luz de Maco, también llamada el fantasma de la estación de Maco, es uno de los fenómenos sobrenaturales más conocidos y duraderos de Carolina del Norte. Se remonta a un accidente de tren fatal en 1867 en una pequeña estación rural llamada entonces Farmer’s Turnout, a 14 millas al oeste de Wilmington en la línea que unía Wilmington, Florence, Carolina del Sur, y Augusta, Georgia. El conductor Joe Baldwin, que viajaba en el último vagón de un tren que quemaba leña, descubrió que su vagón se había desacoplado. Murió agitando una linterna desde la parte trasera de ese vagón en un intento fallido de hacer señales y detener un segundo tren que venía por detrás. Un testigo vio la linterna de Baldwin volar lejos del accidente de tren, aterrizar y enderezarse en el pantano adyacente, y seguir ardiendo.
Poco después y durante más de un siglo, una luz parpadeante ha aparecido regularmente a lo largo de las vías del tren en las inmediaciones de la colisión de 1867. La leyenda atribuye esta luz al fantasma de Joe Baldwin, que fue decapitado en el accidente; se dice que el fantasma está buscando su cabeza. Desde 1873 hasta después de un terremoto en 1886, los trabajadores del ferrocarril informaron de un par de luces Maco que aparecían juntas. A lo largo de los años, la luz Maco ha sido lo suficientemente brillante como para engañar a muchos trabajadores del ferrocarril y hacer que detuvieran sus trenes. Para remediar los intentos del fantasma de frustrar los horarios, los señaleros de Maco utilizaron dos luces, una roja y otra verde.
Mientras el tren del presidente Grover Cleveland cargaba madera y agua en Maco en 1889, el presidente vio las dos luces de señal, preguntó por ellas y obtuvo la historia completa del viejo Joe Baldwin.
En la primavera de 1964, la Asociación de Playas del Sureste de Carolina del Norte se puso en contacto con el parapsicólogo y cazador de fantasmas Hans Holzer para que fuera a Maco e investigara la misteriosa luz. Después de su visita, Holzer dio una aparente certificación del conductor fantasma, citando la consistencia de sus apariciones recurrentes. Desde que se quitaron las vías del tren alrededor de 1980, los avistamientos de la luz de Maco han “disminuido en gran medida, si no desaparecido por completo”, según el historiador del Museo de Cape Fear, Harry Warren. En su época, la luz de Maco ha sido objeto de muchas vigilias oscuras en la estación de Maco, donde entre unas pocas y docenas de personas se reunían con frecuencia por la noche.
También ha sido objeto de numerosos artículos periodísticos y de al menos una balada narrativa, “La luz de Maco”, que resume la historia:
Encontraron el cuerpo de Joe,
¡Encontraron la cabeza de Joe!
Los enterraron a ambos,
¡Pero no está muerto!
En una noche lúgubre en un pantano lúgubre,
¡Puedes ver su linterna brillar!
https://strangeco.blogspot.com/2024/12/newspaper-clipping-of-day_11.html
Mitologías camperas
24 de noviembre de 2024
Por Guillermo David
Los griegos llamaron daimones al genio que puebla las potencias anímicas y da vida a la fantasía de los hombres; la versión cristiana los transformó en demonios. Vastas e innumerables han sido sus formas a lo largo de los siglos; la circunstancia argentina no desconoce esas creaciones.
Deidades familiares, la Chacona, el Zupay, la Luz Mala o el Curupira; la Telesita, el Kakuy, el Ivunche o Kai-kai Vilú, han inficionado los terrores de las generaciones desde épocas prehispánicas. Sus orígenes se pierden en la religiosidad indígena; si a veces aparecen recompuestas y mestizadas con fuentes orales hijas de la conquista y colonización, otras reconocen directamente su carácter alógeno, inmigratorio. Aunque algunas de esas entidades sobrenaturales se desdibujan y otras ganan en presencia, todas sus versiones se actualizan con cada nueva oleada civilizatoria sin que cese su pertinaz misterio.
Si las pasiones amonedan ficciones, los terrores acuñan ensueños ominosos que traman el vínculo entre la naturaleza, lo sagrado, y el mundo humano. El miedo es la mayor pasión compartida por la humanidad y ha suscitado imaginaciones -pesadillas siniestras, relatos previsores y leyendas protectoras- que organizan el mundo. Pero en la era de la tecnología las entidades que rigen el cosmos se han vuelto cada vez más abstractas, desangeladas. No obstante, la deriva que va de las teogonías hasta las ciencias no alcanza a desarticular la soberanía del mito sino que más bien lo brinda bajo nuevas formas. Pues si la vivencia del paisaje y sus misterios acoge ese numen que nos habitaba bajo la forma de monstruos a conjurar con rezos y ensalmos pero también con la creación de seres fantásticos que es preciso domar, ocurre lo mismo con las tribulaciones propinadas por la jungla urbana o los desiertos digitales. Figuras más o menos antropomorfas o ángeles y otras entidades sobrenaturales que rigen la naturaleza conforman un ámbito sacro que ha recibido el nombre de religión, mitología, superstición o simple fantasía, y alimenta las literaturas -y algunas de sus ramas, como la psicología- sin que su presencia se agoste. Presuntamente barridas por la modernidad, sin embargo resisten en el alma de los pueblos; los seres sobrenaturales que los milenios crearon -mitad humanos, mitad naturaleza, unidos en un todo sagrado- permanecen siendo parte de la cultura popular, que los blinda ante cualquier exorcismo racional.
El choque entre culturas ha producido articulaciones de todo tipo; la más dramática, naturalmente, es la guerra. Pero para que haya guerra la condición es la construcción del otro como un otro inasimilable, un ente tan distinto que provoca repulsas y conduce o justifica la muerte -la suya, y, acaso, la propia- en el conflicto. Todo lo que se contrapone a esa imaginación especular confiere identidad al grupo del que emana; se es lo otro de aquel otro al que se diseñó como contrario por ser diferente. Para arribar a esa instancia se le asignan a ese otro características que transgreden el límite moral de la propia cultura: la atribución de canibalismo e incesto han sido los estigmas máximos esgrimidos, infaltables a la hora de construir un enemigo de rigor. Junto al ejercicio de sexualidades consideradas aberrantes y la adjudicación de un vínculo con los muertos de carácter esotérico que los vuelve presencias vivientes, suele imaginarse al otro bajo la forma de entes humanos monstruonizados, con atributos físicos y costumbres atroces, o seres con aptitudes mágicas que los vuelven un peligro que debe ser exorcizado. Olvidado el origen histórico de esas ficciones, quedan repicando como un eco en las culturas, transmigrando y transfigurándose en el espacio y el tiempo.
Pero no solo los enemigos padecen el intento de domeñar su alteridad; los propios misterios de la naturaleza y del mundo de la vida social son motivo de relatos que atraviesan las épocas desafiando la razón humana. El ánimo desacralizador ha hecho que se buscase -en forma no del todo convincente- un vínculo directo entre los seres sobrenaturales y la trama de eventos y cosas que llamamos realidad. Así como el dragón es sin por qué, aquellas imaginaciones que admiten ciertas claves interpretativas poseen un plus que los vuelve no del todo comprensibles o al menos justificables.
Se ha dicho que la leyenda del Kakuy es la ficcionalización de la prohibición del incesto y el Pombero apenas disimula embarazos inexplicables, así como el Duende con su caricia de hierro es una simple invención de las madres para que los niños no vagabundeen a la hora de la siesta. Todo ello resulta bastante obvio, pero su carácter etiológico no explica sus rasgos más notorios, sobre todo el hecho de su personificación, a menudo absurda, tan acabada, singular y persistente. Ese misterio podría ceñirse al Lobizón, la Luz Mala, el Curupí o Chren-Chren; los siglos apenas le han agregado atributos y simplificado o ampliado las peripecias de sus leyendas, pero siguen atosigando a sus atemorizados narradores y eventuales lectores. Cabezas voladoras, muertos vivientes, humanoides con un solo pie invertido, entre otros prodigios, reproducen su enigma en cada nueva metamorfosis.
La antropología ha hablado de Tótem para referir al animal sagrado que es emblema de un grupo humano; la psicología de Tabú, indagando en las relaciones de parentesco, sus reglas, prohibiciones y transgresiones a castigar. Por su parte el folclore se ha resignado a consignar las variaciones sobre leyendas populares que reclaman claves interpretativas y ficcionales surgidas de aquel cruce. De esta deriva surge una trama textual que no cesa. Para poner dos nombres en el extremo del arco temporal de un siglo y de nuestro país: Ricardo Rojas y Adolfo Colombres. En tanto que el primero marcaba un hito con su Encuesta de 1921, mediante la cual recogió el imaginario popular de una época, al último le cabe el mérito de haber actualizado, en las últimas décadas, los saberes en torno de nuestras mitologías populares más insistentes.
La leyenda más pertinaz en la zona rural de la provincia de Buenos Aires es la Luz Mala, que es narrada en voz baja y aire grave una y otra vez en los fogones y en los ranchos, no sin temor reverencial y advertencias de todo tipo. He visto gauchos adustos temblar ante la narración escueta de una luz esférica que flota a escasa altura y se desplaza por las noches, llegando a perseguir al curioso. La rápida explicación a que se acude menta un alma en pena: el espíritu de un muerto que no recibió cristiana sepultura cuyo peligro solo puede neutralizarse mordiendo la vaina del cuchillo y propinándole una oración. Aunque algunos paisanos racionalistas la adjudican a la emanación de gases de los cuerpos de animales en descomposición que emiten una fosforescencia similar a los fuegos fatuos que el romanticismo alemán se encargó de propalar. Otros la vinculan al fenómeno meteorológico de las centellas: bolas de fuego que las tormentas eléctricas hacen circular lentamente por los alambrados, que este pasmado cronista vio en más de una ocasión en el campo.
Probablemente mixturada con fuentes europeas, la Luz Mala reconoce el antecedente del Anchimallen mapuche. Según la creencia, son frías llamas iridiscentes suspendidas en el aire que acarrean malos augurios, por lo general la muerte de alguien. Algunos relatan que su presencia es anticipada por el llanto de niños, cuya forma asumen; esos trasgos siniestros se meten entre las patas de los caballos y tienen el poder de dejar atontada a la persona que los ve, incluso llega a producir ceguera o tartamudez. Sin embargo, hay un modo de domeñar su poderío alimentándolos con leche y miel, por lo cual se tornan guardianes de los rebaños acechados por depredadores. Pero si se manifiestan como llamas de color rojizo, la muerte de alguien importante es inminente. En ese caso se adjudica su influencia infausta al dominio de un Kalku, un brujo maligno, que le dio vida al Anchimallen con los huesos de un niño que emite un llanto lastimero mientras es vuelto a la vida con sangre humana. En ese caso, solo una potente machi es capaz de revertir el suceso. Dado su poderío, algunas personas codiciosas los atraen con comida para volverlos sus aliados.
El alma en pena también puede manifestarse bajo la forma de un aparecido, el muerto que vuelve a la querencia a reclamar sosiego. Algunas veces se trata de un bebé muerto que los paisanos encuentran en los caminos y al levantarlo les ataca la yugular. Otra de sus formas terroríficas es la Chacona, una mujer fantasmal que, amortajada, monta por las noches en la grupa del caballo de los jinetes distraídos y les succiona la sangre hasta matarlos sin que lo adviertan. Gracias a ese berretín sangriento huestes de gauchos fantasmales pueblan la llanura vagando sin rumbo en busca de sus almas. Estos relatos anclados en el alma popular amalgaman en el temor compartido la pasión ominosa que trama nuestro vínculo con los muertos, una comunidad de dobles corpóreos que replica la vivencia fundamental de nuestro tránsito fugaz por en el mundo.
Si lo que sustancia las naciones es la fe de los ciudadanos que coinciden en adscribir a una identidad basada en entidades más o menos abstractas -llámense, por caso, la Patria, la República o la Revolución-, suficientes para conducirlos al sacrificio y, en menor medida, a la felicidad colectiva, cabe reflexionar sobre los modos de reconocerse parte de un mismo cuerpo social. Además de estar basada en memorias históricas más o menos compartidas, signadas por tragedias y venturas, esa creencia en la nación que los constituye convive -y acaso se funda- en los múltiples cultos locales o regionales que le dan sustento. Habitados por relatos, sucedidos, fábulas, cuentos, leyendas y mitos anudados a seres sobrenaturales, son parte de la trama vital de las identidades colectivas que resiste los cambios de época y hace que sigamos imaginándonos parte del alma de un país con sueños y pesadillas comunes.
Esta histeria sobre los ovnis y los dirigibles arrasó Estados Unidos en 1897
Algunos culparon al inventor Thomas Edison, quien negó la acusación.
Este dibujo apareció en la portada del Saint Paul Globe poco antes de que se informara sobre una aeronave no identificada en Dakota del Norte en abril de 1897. Cortesía / Biblioteca del Congreso
18 de noviembre de 2024
Por Keith Norman, para The Jamestown Sun
JAMESTOWN, ND — Es imposible decir qué, si es que algo, vio la gente viajando por el cielo nocturno desde Steele, Dakota del Norte, a Dickinson, Dakota del Norte, en una noche de lunes de abril de 1897.
El Jamestown Alert se refirió a él como un “dirigible” y lo describió como un avión que exhibía luces rojas, verdes y blancas. El término dirigible tendría que ser suficiente en 1897, ya que el término objeto volador no identificado no fue desarrollado hasta la década de 1950 por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.
Los primeros informes sobre la aeronave llegaron alrededor de las 9 p. m. a lo largo de la línea ferroviaria Northern Pacific en el centro de Dakota del Norte. Según los informes de los periódicos, el operador del telégrafo de Steele fue despertado por el público y se le pidió que enviara un mensaje a través de la línea alrededor de las 10:30 p. m. La nave continuó hacia el oeste y se informó que estaba cerca de Bismarck alrededor de las 11 p. m. y de Dickinson alrededor de la 1:15 a. m.
En Dickinson, la nave giró hacia el sur y se supone que se adentró en un cañón o barranco oculto para ocultarse hasta la noche siguiente.
Si se cree en estos informes, el dirigible de 1897 viajaba a unas 50 mph, cubriendo la distancia de Bismarck a Dickinson en dos horas, y carecía de navegación avanzada, lo que lo obligó a seguir las vías del ferrocarril existentes para cruzar el país.
Otros periódicos de Dakota del Norte dieron menos cobertura a la historia del dirigible, si es que mencionaron el fenómeno.
“La gente de Dickinson vio el dirigible, o algo más, el lunes por la noche”, informó la edición del 17 de abril de 1897 de The Dickinson Press.
El Dickinson Press también citó el artículo de Jamestown Alert con un párrafo final que decía: “la gente de Dickinson vio la estrella vespertina, y se dice que algunas de las personas que estaban mirando esa noche estaban preparadas para ver casi cualquier cosa”.
Los habitantes de Dakota del Norte no fueron los únicos que vieron cosas que no podían identificar en el cielo nocturno en 1896 y 1897.
La edición del 13 de abril de 1897 del Saint Paul Globe hace dos menciones de un párrafo a dirigibles en su portada. El periódico también incluye una interpretación artística de cómo sería una nave que trajera visitantes de Marte a la Tierra.
En la edición del 16 de junio de 2022 de la revista KANSAS!, un artículo detalla los informes de un incidente en Vernon, Kansas, el 12 de abril de 1897, donde, según se informa, una nave con forma de cigarro ocupado por dos hombres, una mujer y tres niños secuestró ganado.
El mismo artículo de la revista KANSAS! informó de avistamientos similares en Topeka, Kansas, en marzo de 1897 y de informes similares en zonas tan lejanas como California, Arkansas, Nebraska e Illinois.
Según se informa, los avistamientos habían comenzado en California a fines de 1896 y se habían extendido por todo el país en la primavera de 1897. Las especulaciones en ese momento iban desde un proyecto secreto del gobierno hasta un inventor o un viaje de exploración marciano.
A Thomas Edison se le relacionaba a menudo con esta teoría como el inventor excéntrico. Afirmaba que las historias eran engaños y que no tenía ninguna responsabilidad por las aeronaves desconocidas que surcaban el cielo.
El incidente de Dakota del Norte en abril de 1897 se produjo en medio de graves inundaciones primaverales en gran parte de la zona este del estado. Las noticias compartieron brevemente la portada de los periódicos con las de granjas rurales destruidas y pueblos inundados a lo largo de los ríos Red, Sheyenne y James.
Los informes sobre dirigibles parecieron terminar, al menos temporalmente, en todo Estados Unidos después de la primavera de 1897. La gente de Dakota del Norte pudo volver a observar los ríos en lugar de mirar los cielos.
https://www.echopress.com/news/the-vault/this-airship-ufo-hysteria-swept-america-in-1897