Ovnis, ficción y nazis en Hunucmá

¿Falta de imaginación, plagio o ignorancia?

Héctor Chavarría

Los caminos de la ovnilogía son enigmáticos, en especial cuando ésta se toma como un medio para hacer dinero.

En muchas ocasiones he tenido la oportunidad de decir en público que los contactados utilizan para sus embustes el material de la ciencia ficción, pues son incapaces de crear algo original. Sabía que ocurría, pero no me imaginé que usaran la obra de un escéptico y no sólo eso, que reprodujeran en una revista parte de un cuento de ciencia ficción como verdadero, firmándolo con el nombre del protagonista.

Soy escritor de ciencia ficción y el cuento es mío. Fue publicado mutilado, sin mi autorización, por la revista Reporte Ovni, No. 16, página 3. Eso se llama plagio.

Ignoro cómo llegó a manos de estos señores y cuál fue su intención al publicar el material literario de un ufólogo escéptico, como si fuera real»¦ Lo que es evidente es su «profesionalismo» y el «rigor» que aplican para investigar aquello que publican. Es a todas luces notorio que tal material es un tratamiento de ficción que, entre otras cosas incluye la fecha 28 de diciembre (día de los inocentes) y el nombre de Peter von Brullen, personaje creado por mí y publicado como historieta, hace años, en Revista de revistas del periódico Excélsior. El nombre no es, por otra parte, más que una broma hecha a mi buen amigo el doctor Pedro Brull, también escéptico.

Si esto ocurre de manera tan descarada con un cuento que había sido enviado (en copias) a varios editores y publicado en una revista virtual de CF, cabe preguntarse lo que harán los compañeritos de Reporte Ovni en el futuro, si es que no lo han hecho ya, con la obra literaria (con tema ET) de otros de mis colegas de AMCyF (Asociación Mexicana de Ciencia Ficción y Fantasía). En el presente momento no he decidido si demandar o no a la revista de marras por plagio, lo estoy pensando, porque lo menos que deben hacer de acuerdo con la ley, es colocar una nota grandota en su pasquín, explicando cómo hicieron la maniobra y aclarando de manera muy visible, que el autor del cuento El Incidente, o sea yo, no tiene ninguna relación con su revista ni deseos de que plagien su obra. Aclaración necesaria porque el cuento completo está publicado en otros lados con mi nombre y no deseo que se me relacione con charlatanes. Tengo una reputación que cuidar.

El cuento completo se incluye a continuación y sólo me resta sugerirle a la señora Chita Rodríguez que si va a «fusilarse» algo para su revista, por lo menos se fije si es o no de alguien escéptico, dado el acendrado «cariño» que siempre nos ha demostrado, colocándonos todos los adjetivos que un creyente puede imaginar. Sabía que ella creía todo, que usaba (sin autorización de Editorial Posada) el material de la revista Contactos Extraterrestres (con derechos vigentes), pero poner ciencia ficción como real, usando el trabajo de un escéptico»¦ bueno, prefiero no calificarlo.

El Incidente

Por Héctor Chavarría

«Â¡Iä Panchebé! No existe el tiempo. A través de las puertas, «˜ellos»™ pueden cambiarlo a voluntad».

Martín Díaz

Soy agente del ministerio público y como tal he visto de todo, desde asesinatos hasta accidentes, pasando por suicidios. Pero éste fue uno de los más extraños en mi carrera.

El cuerpo yacía sobre la cama con un disparo en el corazón»¦ sé que ésta no es la manera más adecuada para suicidarse pues hay mucha posibilidad de fallar, y lo aclaro porque aquello no era lo único raro.

La bala había salido de una automática Walter P 38 de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, conservada con extremo cuidado, casi diría con amor. Esto último no era tan inusual, hay todavía muchas de esas regadas por todo el mundo. Lo extraño era el rostro del muerto.

Tenía una expresión del más abyecto terror. Sé lo que dirán, el médico forense dijo lo mismo: los cadáveres nunca tienen expresión de terror»¦

No tienen expresión, punto.

Pero éste la tenía. ¿Imposible verdad? Al morir los músculos faciales se relajan siempre. Pero éste tenía expresión de terror.

Entre sus cosas hallamos la copia de una carta»¦

México, D.F. 13 de julio, 1993.

Estimada señora:

La presente tiene como objeto comentarle un caso extraño del cual fue protagonista mi padre en el ya lejano año de 1963 (cuando yo contaba con 13 años).

En aquel entonces mi padre vivía conmigo y dos hermanas, mi madre y su hermana cerca del poblado de Hunucmá, en el estado de Yucatán. Mi padre vino a México vía Argentina a principios de la década de los 50, cuando yo era muy pequeño»¦ las razones que le impulsaron a dejar su natal Alemania serían largas de contar, pero quizás sea suficiente decir que temía algún tipo de represalia por parte de los vencedores de la guerra, y especialmente de los grupos de tendencias sionistas que él sabía muy bien que pululaban por todo el mundo en busca de los que llamaban «criminales de guerra».

La razón de todo esto era que mi padre participó en la guerra como oficial SS (con el grado de Obergruppenführer) y, pienso que con esto es suficiente»¦

Mi padre se llamó (murió en 1980 y está enterrado en Hunucmá) Peter von Brullen. Algún día quizá podamos cumplir su último deseo de ser llevado a Manchen para reposar al lado de sus camaradas SS.

Aquel año de 1963 se caracterizó por ser de intensas lluvias en Yucatán y los hechos que narraré tuvieron lugar la noche del 28 al 29 de diciembre»¦ el asunto se inició cerca de las 10 de la noche cuando nuestros perros (ocho doberman) comenzaron a mostrarse inquietos sin causa aparente. Nuestra casa se encontraba fuera de los límites del pueblo y era una pequeña finca, los perros, así como la doble alambrada que la protegía, eran para evitar visitas indeseadas. Karla, mi tía, fue la primera en advertir que algo inusual parecía estar ocurriendo y dio aviso a mi padre. Él dispuso que nuestra madre y las niñas se encerraran y junto con mi tía se quedó a esperar lo que pudiera ocurrir. Para entonces los perros parecían haberse vuelto locos.

Ignoro porqué mi padre permitió que yo me quedara. Él tenía algunas ideas extrañas acerca de la educación de los jóvenes y varias veces le escuché decir que a los 13 años ya se era hombre, de acuerdo a las viejas tradiciones germánicas. Él estaba orgulloso de haber iniciado muy joven su entrenamiento en las Hitlerjügend»¦

Apagaron todas las luces y nos quedamos en la sala. Hasta entonces mi padre se asomó por una de las ventanas. Yo miré por encima de su hombro. La noche estaba muy silenciosa y oscura. Quizá demasiado silenciosa pues incluso los perros ya habían dejado de ladrar y se limitaban a caminar nerviosos entre la doble alambrada y los alrededores de la casa. Tuve la impresión de que tenían miedo por algo extraño, eso me asustó pues no hay animal más fiero que un doberman»¦ no le teme a nada y son capaces de atacar cualquier cosa. Además, los nuestros estaban entrenados y eran ocho.

Casi en ese mismo instante comenzamos a notar una luminosidad tenue que se colaba a través de las ventanas. Era una luz como la de la Luna. Pero no había Luna. Mi padre se apartó de la ventana y tomó del armario una escopeta de dos cañones, la misma que usaba para ir de casería. Estoy seguro que bajo sus ropas también guardaba su arma favorita: la automática Walter que le acompañó durante toda la guerra y por la cual sentía un especial afecto.

La luz se hizo más intensa y los perros dejaron de estar en silencio. Eso fue porque comenzaron a gemir de manera lastimera, como jamás imaginé que pudieran hacerlo. Mi padre dijo algo a mi tía, algo que no pude entender pues ni era alemán ni español»¦ ni siquiera parecía maya. De esto estoy seguro y, amartilló ambos cañones de la escopeta. La luz tomó un tono violeta y entonces, a través de la ventana, lo vimos.

Era enorme, circular y brillante, iluminado con esa luz como de Luna blanca pero con los bordes delimitados por un resplandor violeta que parecía pulsar. Mi padre volvió a musitar algo que no entendí y mi tía quedó como en trance. El objeto permaneció, no sé por cuanto tiempo, inmóvil frente a nosotros, bastante más alto que el árbol de cedro que estaba a un lado del jardín de mi madre. Luego, inició un movimiento de vaivén. Los perros volvieron a quedar en silencio.

El objeto se elevó un tanto y luego, la luz violeta se debilitó. Se movió hacia un lado y luego hacia el otro. Luego se lanzó hacia arriba y desapareció.

Pero el asunto no terminó ahí.

Esperamos un rato en la oscuridad y el silencio y luego mi padre anunció su intención de salir. Yo me opuse, pero cuando él tomaba una decisión volvía a ser un oficial SS. Pero no pudo salir, pues cuando abrió la puerta fue como si alguien disparara un flash fotográfico y el objeto volvió a estar ahí, posiblemente más cerca que antes. Mi padre cerró la puerta violentamente y mi tía gritó como nunca, ni antes ni después la oí gritar. Permanecimos quietos en la sala un buen rato»¦ largo porque el reloj dio las 12 campanadas y luego mi padre volvió a salir. Se repitió lo que ya había pasado antes con la diferencia de que ahora mi padre disparó los dos cañones de la escopeta y claramente se escuchó una especie de zumbido agudo. Mi padre recargó la escopeta y los tres nos quedamos nuevamente quietos.

A través de la ventana vimos encenderse y apagarse el objeto varias veces y al final, casi ala una de la madrugada, se plantó frente a la ventana y se alejó. Claramente lo vimos descender atrás de un grupo de árboles chaparros típicos de Yucatán. La luz quedó ahí un rato y luego se apagó. Nos quedamos adentro sin saber qué hacer y yo me dormí a ratos, como en sueños recuerdo a mi padre tranquilizando a mi madre y a mis hermanas.

Al día siguiente salimos (todo se ve diferente de día) y encontramos que tres de los doberman estaban muertos, posiblemente de miedo porque no tenían heridas; tres más faltaban, en su desesperación rompieron la cerca y huyeron. Nunca los volvimos a ver. Los dos restantes estaban aterrados y jamás volvieron a ser los mismos.

Fuimos al sitio donde vimos bajar el objeto y sólo encontramos huellas de vegetación quebrada y rota, como si algo pesado se hubiera asentado ahí. Mi padre tomó varias fotos del sitio con una cámara Leica de 35 mm., pero que yo sepa jamás se las mostró a nadie y nunca comentó el asunto.

Han pasado casi 30 años de esto y es la primera vez que lo cuento fuera del círculo familiar. No sé si la gente de Hunucmá vio algo y nosotros teníamos poco trato con ellos, era gente muy ignorante, pero si vieron algo seguramente quedan ahí algunos que lo recuerdan; no es fácil olvidar algo así. Hay varias cosas que me inquietan y me llevan a narrar esto desde que leí el libro Los Nazis y los Ovni, especialmente me inquieta el que mi padre hablara de una manera que no pude entender»¦ sobre todo después de leer en el libro acerca de los posibles nexos entre «ellos» y los alemanes de aquella época. Otra cosa: los perros que faltaban, ¿huyeron o e los llevaron los tripulantes de aquella cosa? ¿Venían ellos por el antiguo oficial de la SS? No lo sé, pero aquellas palabras guturales e ininteligibles de mi padre parece que aún las escucho en sueños.

Mi tía murió hace algunos años en Alemania y mi madre vive con sus familiares en Hamburgo»¦ ella nunca quiso hablar de esto y al parecer vio muy poco. Si en algo sirve este testimonio pera la investigación, aquí está.

Atentamente

Adolph von Brullen

Seguramente el tipo era un loco, los platos voladores son tonterías, los extraterrestres «visitantes» sólo existen en la imaginación de algunos comentaristas de TV y vendedores de videos que padecemos actualmente, una tontería y un negocio lucrativo.

Sin embargo había algunas cosas que no he mencionado: una cámara fotográfica Leica tan antigua o más que la pistola, una Minox de los años 60, un montón de fotografías de hierba aplastada y ramas rotas, que el suicida rompió en varios pedazos (antes de morir, claro) los restos de negativos fotográficos en un cenicero, fotografías viejas de un tipo muy parecido a él, con uniforme de las SS»¦ o algo así, de esos que usaban los nazis. Era obvio que el suicida vivió por lo menos las dos últimas semanas entre la suciedad y el descuido: platos sucios, latas de comida abiertas con el contenido a medio consumir y montones de papeles garabateados en alemán, y en otra lengua que aún no se ha descifrado.

En suma, un caos. El tipo debía tener problemas serios, la casa apestaba y las cañerías del baño estaban tapadas.

Encontramos en el patio tres perros doberman hambrientos y verdaderamente fieros. La policía tuvo que matar a uno de ellos, los otros dos se los llevaron, ignoro a dónde. Los perros tenían entre el pelo pedazos de hierbas y flores, curioso porque en el patio aquel no había flores»¦ lo más extraño fue el comentario de uno de los tipos del laboratorio acerca de las flores una especie que sólo se da en el sureste del país, nunca en el centro. Todo eso puede parecer raro y de hecho lo es, pero a mí una sola cosa me sigue inquietado:

La expresión de terror en la cara del suicida.

Este artículo fue publicado en Perspectivas Ufológicas, No. 3, septiembre 1994, Págs. 68-70.

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