Nos escribe Alberto (¿Grendon?) para compartir con nosotros algunas notas sobre el soldado filipino del que hablamos aquí, aquí y acá.
Desconocía la obra de Roso de Luna y nunca he leído nada de Fray Diego Durán, pero parece lectura interesante.
Aunque no son propiamente teleportaciones, viajar más de 300 leguas (unos 1,750 kilómetros) en 8 días; o desde Guatemala a México en 3 días, son portentos que rayan en el milagro.
No me ocuparé de verificar estas historias. Lo que me interesa resaltar es que el fondo, la semilla, de viajes mágicos o milagrosos era, por lo visto, bastante común en los cronistas e historiadores españoles de la Conquista.
Alberto escribe:
Sobre el caso del filipino aparecido en Ciudad de México, añadiré una nota que destaca el escritor español Roso de Luna en su libro de los Jinas, al comentar la historia que consigna Fray Diego Durán en su Historia de las Indias de la Nueva España sobre el viaje misterioso que hacen los emisarios de Moctezuma I a la tierra de sus antepasados. Roso de Luna añade este comentario, sobre un auto de fé realizado en México (el primero, dice él):
«Los emisarios, (de Mocetzuma) embijándose como a la ida, volviéronse los mismos fieros animales que antes para poder atravesar el país intermedio, regresaron al cerro de Catepec, y, tornando allí a su figura racional, caminaron hacia la corte, no sin advertir que de entre ellos faltaban veinte por lo menos, porque el demonio, sin duda, los diezmó en pago por su trabajo, por haber andado más de trescientas leguas en ocho días, y aun más brevemente los hubiera podido aportar como aquel otro a quien trajo en tres días desde Guatemala, por el deseo que tenía cierta dama vieja de ver la hermosa cara del mismo, según se relató en el primer auto de fe que en México celebró la Santa Inquisición…»